Abrió los ojos repentinamente, observando la sala de hospital donde estaba e intento levantarse, cayendo al suelo al dar los primeros pasos y viendo todas las maquinas que estaban conectadas a su cuerpo caer consigo y al parecer el ruido llamo la atención de algunas enfermeras, que entraron apresuradamente a la habitación, los gritos de sorpresa y alabanza a dios lo sorprendieron, con rapidez le ayudaron a levantarse y alegre, una de las mujeres salió corriendo perdiéndose en el pasillo. No comprendía nada de lo que sucedía, hace algunos minutos se encontraba vagando entre la oscuridad de los arboles en Edelwood y ahora volvía al mundo que hace tiempo había olvidado, miro sus manos, volvía a ver la humanidad que con el tiempo había perdido mientras vagaba por los senderos en busca de almas perdidas.
Después de algunas horas, comprendió que había caído en un coma de 5 años, dándose cuenta de que lo mantuvo atrapado su auto con padecimiento y su asco hacia sí mismo y el mundo que lo rodeaba, transformándolo en la bestia que se hizo dueña de su interior, sus peores miedos, su dolor y su odio, lo hicieron ser lo que creyó de sí mismo por tanto tiempo.
Se vio al espejo y se dio cuenta de que, la bestia y el no tenían muchas similitudes por fuera, aunque por dentro fueran la misma persona.
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Sonrió a sus padres, todos dijeron que era imposible que despertara pero aun así sus progenitores lo mantuvieron con vida con la esperanza de que despertara algún día y al fin alguien había apagado la lámpara, que era lo que lo mantenía apegado al limbo en el que se encontraba. Todo había sucedido cuando su madre había enfermado gravemente y las flores de su jardín parecían perder el brillo, siempre había cuidado el jardín con su madre y aun con ella enferma lo hacía solo para mantenerlo como ella lo había dejado, tantos arboles hermosos que crecían hacia arriba y no se detenían, ahora perdían la vivacidad, tanto que decidió salir la noche de Halloween para comprar algunas cosas para ver si podía salvar el jardín que tanto atesoraba.
No era popular entre los chicos de su edad tan solo era otro chico raro, lo molestaban porque prefería “Jugar en el jardín con su mamita” que salir a hacer cualquier otra tontería a la que no ponía atención, siempre vivió el bullying en carne propia, era un chico al que le gustaba la poesía, cantar ópera y ayudar en el jardín, tenía 10 años en aquellos entonces. Llevaba una lámpara antigua que había heredado su mamá de su abuela y que utilizaban para dar unas vueltas en el jardín y jugar a las escondidas, era algo que también apreciaba mucho.
Caminaba solo entre la penumbra de la calle, pues al parecer todos habían salido a fiestas dadas por la festividad, siendo alumbrado el camino por la luz de la lámpara. Escuchó algunas voces conocidas, chicos de su clase con los que no mantenía ninguna buena relación, así que solo subió el gorro de su capa para ocultar su rostro, el traje completamente negro que llevaba lo hacía camuflarse entre la oscuridad y continuo caminando intentando pasar desapercibido entre los individuos pero a parecer su plan no salió bien.
¡Miren chicos pero si es el rarito de los arboles! – Dijo uno de los chicos sosteniéndole del brazo haciendo que casi soltara la lámpara – ¿Con que queriendo escapar? ¿Y tus caramelos?
El muchacho solo lo observo un segundo antes de soltarse e irse andando intentado ignorarlos para continuar con lo que hacía. Los chicos enojados murmuraron algo entre ellos y sonrieron después de agachándose para tomar algunas piedras.
¡Oye, niño árbol! Si tanto te gusta la tierra deben gustarte las piedras – Riéndose comenzaron a lanzarle piedras, por lo que simplemente se fue corriendo y algunas lágrimas de ira contenida bajaban por sus ojos mientras corría, aunque sus agresores no pararon de perseguirlo.
Corrió lo más que pudo hasta que el camino se acabo, estaba entre un acantilado bastante alto aunque abajo se podían apreciar un bosque bastante frondoso, riéndose entre dientes se pregunto a sí mismo si era el final del camino en la vida, pero siquiera pudo pensarlo algo más entre las risas de los otros niños cuando otra piedra impacto directamente con su rostro haciendo que perdiera el equilibrio y callera de espaldas a una muerte segura, los gritos fueron acallados por completo luego de la primera vez que rodo.
Abrió los ojos cuando un gran golpe fue recibido con su espalda logrando sacarle un grito de dolor, dándose cuenta de que había rodado y había detenido su camino un gran roble del bosque que anteriormente vio, los gritos todavía podían escuchase a lo lejos y tomando la lámpara que no había caído tan lejos de su cuerpo la abrió para echarle algunas pequeñas ramitas rotas del árbol para que su fuego no se extinguiera, pues esa sería la única señal para que supieran que se encontraba allí porque estaba demasiado débil como para gritar por ayuda.
La llama era su única esperanza y mantenerla encendida era su única salvación, tan solo volver a darle vida a la llama, escucho el sonido de una rama rompiéndose y viendo hacia arriba, cerró los ojos aterrado cuando una gran rama se soltó del árbol e iba a caerle justamente encima pero nunca llego a sentir el golpe y al abrir los ojos se encontró en un extraño lugar envuelto por las sombras y la niebla, dándose cuenta de que no estaba donde anteriormente estuvo.
Y al verse en el espejo del agua se dio cuenta de que no era el mismo, así comenzado a ser el monstruo llamado por los paisanos “La bestia” dando paso al terror de Edelwood.
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El terror de los recuerdos llego a él en una pesadilla, haciéndolo gritar aterrorizado por las cosas que hizo mientras fue otra persona.
Tan solo como agradecimiento al salir del hospital, se escabullo entre las calles en la mañana para dejar una hermosa corona de flores con una nota en la puerta de la casa del chico que lo había liberado de la prisión que el mismo construyo para su lado humano.
Continuara…