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Monotonía. por luky_luze

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Notas del fanfic:

 

Que monito es el amor :3

Ya, lo dije >:3

Notas del capitulo:

Bueeeno, hello mina!

El dia de hoy me di a la tarea de revisar mi carpeta de documentos y da la casualidad que encontre el shot que hoy quiero compartir con ustedes.

Creanme, tengo muchos, BASTANTES fics inconclusos, contando los que estoy trabajando, supongo que en estos dias me pondre al corriente con ellos. Quiero darles mas amorsh 7u7

Tiene fecha de febrero... pero hasta ahora es que me animo a publicarlo. Se supone que este fue escrito para un concurso de Fics de una pagina de Facebook, no gane u.u pero no me importa, ahora que lo recuerdo, dije que lo compartiria con ustedes, y bueno, espero les guste 9w9

Nos vemos abajito

Edite y cambie algunas cosas, pero creo que sigue teniendo la misma escencia.

En la tranquilidad y soledad de su despacho, se encontraba cierto moreno haciendo el papeleo de la semana, para su fortuna, solo le faltaba el de este día.

Tomo un sorbo de su café bien cargado para que el cansancio no le ganara, aún tenía que pasar a balística para hacer su examen de evaluación mensual, además de que en evidencias le esperaban para hacer el monitoreo del nuevo caso que se le fue asignado.

Suspiro cansado, no es que no le gustara su trabajo, para nada, amaba ser policía más que su hobbie de jugar basquetbol con Kagami, Kuroko y los niños todos los fines de semana, pero… últimamente su profesión no lo llenaba del todo, mucho menos su deporte amado. Nada…

Se sentía vacío, un tanto agobiado.

Le parecía estúpido e infantil aquello. El, Aomine Daiki, el mejor detective de la ciudad de Osaka de 28 años de edad, amado y admirado por muchos, odiado e envidiado por otros más, se encontraba…deprimido.

Hasta para él le parecía absurda aquella situación. No lograba recordar en que momento su vida se volvió tan monótona, tan… simple, común…aburrida.

Su matrimonio… bueno, en su matrimonio las cosas tampoco pintaban bien. No era por Ryo, al contrario, ese chico jamás termina de sorprenderlo con cada desayuno, comida y cena que le preparaba. Lo trataba como un rey, además de que era el abnegado amo de casa que cualquiera quisiera tener como esposo y en su cama, porque no. Sus hijos Hino y Ren, un par de revoltosos igual que el cuando era niño, uno idéntico a su madre, el otro tan parecido en su carácter, no solo en eso, sino en el físico, era como un mini Aomine, para su desgracia.

Los tres eran su orgullo, su fortaleza… su familia, su mayor tesoro. Entonces… ¿Por qué aquel vacío? ¿Qué le faltaba en su vida? Lo tenía todo, absolutamente todo lo que desde joven quiso para él. Por más que pensaba que es lo que le faltaba en su vida, no llegaba a nada concreto. Dio otro sorbo a su café, ahora no tenía tiempo para seguir pensando en eso, mucho trabajo y tan poco tiempo. De algo estaba seguro, cuando el llegara a casa sus hijos ya estarían dormidos y su esposo… bueno, él lo estaría esperando para cenar con él.

Los últimos meses ya no cenaba con su familia como antes por culpa del trabajo. El día anterior por culpa de eso, llego a su casa a las tres de la mañana solo para ver como su castaño lo esperaba dormido en el sofá reclinable de la sala. Sabía que la situación no podía seguir así, un día de estos Ryo lo dejaría y se llevaría los niños sin dudarlo. Un pequeño dolor en su corazón le dio a entender que dejara aquellos pensamientos para después. Primero lo primero, termina con el trabajo y ya después haces lo que quieras con tu vida. Esa siempre ha sido su filosofía y difícilmente podría cambiarla.

-Oh muchacho… ¿sigues aquí? Pensé que ya te habías ido a casa como todos los demás…- la voz de un “anciano” lo saco de sus reflexiones.

-Capitán Izawa, no haga eso por favor, me dio un susto de muerte…- reclamo “molesto” -…sigo aquí porque aún tengo trabajo y si lo dejo mañana tendré mas trabajo aun, tengo que ir a balística para mi examen mensual y a evidencia para ver lo del nuevo caso que me fue asignado…- continuo, sin apartar la mirada de su computadora.

-Vamos Aomine-chan, no te tomes tan apecho tus responsabilidades en la comisaria. No por nada eres uno de los mejores pagados del lugar…- continuo el anciano, sentándose frente a frente del moreno que seguía haciendo su papeleo –entiendo tu postura de terminar el trabajo antes de ir a ver a tu familia, pero a la larga aquello te afectara gradualmente, créeme, se lo que te digo muchacho- no por nada era el jefe de Aomine, la voz de la experiencia ante todo.

-Mi familia lo entenderá, no se preocupe por eso capitán…-

-Te lo digo enserio Daiki, si sigues con esto tu vida y tu matrimonio caerán a una terrible y profunda costumbre que ni tu ni tu esposo podrán sacarla- ese anciano era igual de terco que él, fue lo que pensó el moreno –para cuando tu matrimonio pasa a la costumbre y a la rutina de cenar solos entre ustedes, el sexo de una vez a la semana o incluso mes, y ver solo unas cuantas horas a la semana a tus hijos, es cuando te pones a pensar si eso es lo que realmente querías para ti y tu familia…- murmuro, viendo fijamente al otro que hasta ese momento desvió la mirada de su computadora y ahora veía a su jefe -¿últimamente no has sentido un pequeño vacío en tu interior? Como si… te faltara algo pero no sabes que es…- el moreno pensó por un momento en eso, ciertamente es como se sentía ahora. Después de unos segundos asintió –eso, mi querido muchacho se llama indiferencia y cuando tu esposo comience a sentir el mismo sentimiento por el que ahora tú estás pasando, agárrate porque tendrás una fila interminable de abogados de lo familiar molestándote y hostigándote como vil buitres peleando por su carroña- era frio con sus palabras pero solo así el muchacho entendería el mensaje.

-¿No crees que estas exagerando?- como respuesta del anciano recibió un libro en la cara.

-Idiota, si te estoy diciendo todo esto es porque ya lo viví…- reclamo molesto Izawa -…tenia tu edad cuando me divorcie de mi primera esposa, a los 35 ya me había divorciado de la segunda y a los 45 mi tercera esposa me había dejado por uno de mis oficiales. Actualmente mi hija mayor me sigue odiando, el segundo hasta donde se le va de maravilla en Estados Unidos y con el que todavía tengo un poco más de contacto es con mi hijo menor que quiere entrar a la academia, pretende seguir mis pasos- continuo más enojado aun –si alguien me hubiera dicho que estar en tu trabajo más tiempo que con tu familia sería lo mismo que venderle tu alma al diablo, le hubiera creído- se detuvo al ver que sus palabras hacían efecto el detective –por mi obsesión al trabajo perdí a mi esposa, no una sino tres veces, mis hijos me odian por no decir que en su vida fui una sombra nada más, no supe lo que tenía hasta que lo perdí. Ahora mírame, tengo 55 años, estoy más solo que un vil perro, y por si fuera poco, a mis tres ex esposas les tengo que dar para su pensión ¿eso es lo que quieres para ti? ¿Para Sakurai-san? ¿Para tus hijos?-

-No…- respondió el moreno.

-¿Entonces que estás haciendo aquí? Aún es temprano, quizás y aun alcances a tus hijos antes de que se vayan a dormir y pases tiempo de calidad con tu esposo…- alentó para que el otro se fuera de su despacho –mañana no te quiero en la oficina, por el caso que te asigne no te preocupes, me encargo de eso yo. Vete, yo le digo a Momoi-san que esa prueba te la haga después, hazlo antes de que me arrepienta- tan luego dijo eso, vio como el moreno tomaba sus cosas, las llaves de su motocicleta y su casco.

Antes de que saliera por esa puerta, el moreno susurro un “Gracias” y se fue de ahí dejando a su jefe solo.

-Lo hice solo porque Sakurai-san prepara una deliciosa comida y los chicos lo adoran por eso y jamás me perdonarían perderlo por lo mismo, además de que las chicas de la oficina siempre están diciendo que tus hijos son muy lindos. Espero y valores lo que tienes, Aomine- pensó, apagando la computadora del moreno, y saliendo del despacho de este.

Que si hacia todo eso por interés propio… si, lo hacía, no cualquiera tiene un lindo doncelito esperándole en casa con una cena caliente y un par de cervezas frías.

Además… quería a esos niños como si de sus propios nietos se trataran. Quería a la familia de Daiki, porque al moreno lo ve como un hijo, no como alguien del trabajo

*********************************

Estuvo manejando como alma que se lo llevaba el diablo, ventajas de ser alguien influyente, además de ser uno de los detectives más galardonados por todo Japón.

Normalmente el camino a su casa era de hora y media, ahora llego en menos de 30 minutos, rompiendo su propia marca personal.

Llego a su casa, estaciono la motocicleta, la apago y después comenzó a buscar las llaves de su casa, se quitó el casco antes de entrar a la casa, no quería espantar a los niños y al castaño.

-Estoy en casa…- se anunció, dejando los dos juegos de llaves en la mesita que estaba en recibidor. Y como ya se lo imaginaba sus dos hijos de 5 años corrieron a recibirlo.

-Papá…- gritaron al unísono los mellizos abrazando a su padre. Este los cargo mientras le daba un beso en sus mejillas a cada uno y caminaba hasta la sala donde un castaño le esperaba.

-Pequeños revoltosos, ¿se portaron bien con su madre? ¿Ya cenaron?- los pequeños asintieron. Pudo ver que los tres estaban jugando antes de que llegara, tantos juguetes en un solo lugar. Comenzaba a pensar que no iba a consentir tanto a sus hijos.

-Ryo…- rápido se acercó al castaño besando su frente mientras este le veía con amor.

-Bienvenido a casa, Daiki…- saludo el castaño, tomando a su hijo menor de los brazos de su esposo para después darle un pequeño beso en los labios, el cual fue correspondido por el moreno que se encargó de profundizarlo haciendo sonrojar al otro.

-Sigues siendo el mismo que conocí en la preparatoria…- murmuro bajando a su hijo mayor y el menor de los brazos de su esposo –no has cambiado para nada todos estos años-

Iba a contestar pero la vocecita de su hijo menor lo interrumpió –papá va a jugar con nosotros ¿verdad?- vio al moreno el cual solo asintió haciendo que sus hijos se pusieran felices.

Una sonrisa cálida se dibujó en su rostro. No podía ser más feliz el castaño.

*****************************************

Eran exactamente las 10 de la noche cuando los esposos Aomine arropaban juntos a sus mellizos. Después del beso de las buenas noches a ambos niños, los dos salieron en silencio de la habitación de los pequeños.

Demasiadas cosas por un día.

El de ojos color chocolate caminaba ya para su habitación cuando sintió los brazos del moreno abrazándole por la cintura, hundiendo su rostro en su cuello aspirando su aroma.

-Ryo…- susurro seductoramente en el oído del castaño –he pensado lo que me dijiste sobre tener otro bebé…- subiendo el suéter que traía su esposo hasta sus pezones, rosándolos y estremeciendo al castaño lamiendo lascivamente su cuello –me asegurare de embarazarte de gemelos esta vez. Te hare el amor hasta que amanezca- volteo a su esposo para después apoderarse de sus labios envolviéndolo en un beso apasionado, necesitado, lleno de amor y sentimientos.

-Da-Daiki…- jadeo con dificultad el castaño, mientras su esposo lo dirigía hasta su habitación y le quitaba completamente el suéter que traía puesto dejándolo semi desnudo en la cama. Por la forma en la que el moreno lo dijo, estaba seguro de que así lo haría –tra-tranquilo, tenemos toda la noche…- murmuro, sintiendo los dientes del moreno mordiendo su cuello ansiosamente mientras acariciaba su torso desnudo.

-Lo siento, pero es que desde hace tres semanas que no te toco, que no te hago gemir hasta desgarrar tu garganta que… ya estoy en mi limite- susurro, lamiendo la oreja de su esposo. Le encantaba estremecer al castaño, lo hacía sentirse el dueño de él, nadie más podía tenerlo más que él –quiero hacerte tantas cosas que no son del todo sanas, Ryo.

-Daiki… por favor…- música para sus oídos. Le encantaba cuando el castaño suplicaba para que parara de decir aquello y se lo demostrara con acciones.

¡Oh dios!

Ha corrompido un alma tan pura y limpia como lo era la de Sakurai con tal de satisfacer sus deseos carnales. Siendo sincero, poco le importaba aquello. Lo que le encantaba de su esposo es que fuera tan dulce y adorable pero con un toque de perversidad que el mismo se encargó de infundir desde que eran novios en la preparatoria a la hora de tener sexo, que en su mayoría de las veces él y el castaño no lo veían así sino como hacer el amor. Mierda… si seguía con esos pensamientos se correría pero sin estar dentro de su esposo, eso es algo que no quería.

-Ryo…- jadeo bronco, las pequeñas manos de su esposo no solo eran buenas para preparar alimentos y hacer los deberes del hogar, también eran buenas para hacer “eso” que hacia perder la cabeza a Aomine. Se mordió los labios al sentir como esas manos tocaban su entre pierna que necesitaba con urgencia ser atendida. Tan erótico, excitante, suyo era ese chico –si sigues con eso, te juro que en una semana no podrás levantarte de la cama- vio en los ojos contrarios lujuria, pasión, amor, poco le importaba acabar en silla de ruedas por lo salvaje que su esposo podía llegar a ser en esos momentos íntimos entre ambos.

-Valdrá la pena entonces…- contesto el de ojos chocolate, bajando el cierre del pantalón del moreno y desabrochando el botón que le impedía ver la virilidad de su esposo. Quitaba con un poco de desesperación la ropa a su esposo mientras sus labios se devoraban entre sí. Hambrientos, deseosos estaban por pertenecerle al otro. Aomine tenía razón, tanta abstinencia los estaba afectando a ambos.

Entre carisias, besos, mordidas y risitas por parte de los dos, ya los dos se encontraban completamente desnudos, disfrutando de las carisias y mimos contrarios. Llego un momento en el que el moreno quería hacer gemir toda la noche al castaño, así que sin pena alguna comenzó a masturbarle deseoso de que se corriera entre sus dedos, besando el cuello ajeno, dejando varias marcas de propiedad en toda la extensión de aquella piel blanca como la fina porcelana.

-N-no es justo…- se quejó el menor, sintiendo que pronto llegaría al orgasmo –quiero que Daiki se corra igual que yo…- como lo hizo su esposo, tomo la erección completamente despierta del moreno comenzando a masturbarle, obteniendo un gruñido de placer de su esposo.

-Eres un pervertido Ryo…- exclamo excitado el moreno, viendo con intensidad a su esposo que estaba completamente sonrojado pero satisfecho de haber logrado que estuviera a punto de correrse. En un momento rápido, cambiaron los papeles, ahora el moreno el que se encontraba abajo del sonrojado castaño, podía ver determinación y pasión en aquellos ojos chocolate, un ángel, eso era ese chico para Aomine.

-¿De quién crees que es la culpa, Daiki?- pregunto divertido el castaño, besando con intensidad los labios de su esposo, siendo manejado al gusto del otro. Una lucha interna se estaba llevando a cabo entre ambos, siendo el moreno –como siempre- victorioso. Al castaño no le importaba perder ante su esposo, después se lo cobraría de una u otra forma.

Siguieron con los fogosos besos entre ambos hasta que el oxígeno que tenían en los pulmones se les termino, sus torsos desnudos hacían fricción con el contrario, podían sentir su piel caliente, necesitada de las caricias del otro.

-Ten cuidado…- murmuro el moreno, teniendo una idea de lo que el castaño planeaba hacer en aquella posición. El menor asintió, con calma comenzó a posicionar la virilidad de su esposo en su entrada, “fallando” apropósito para hacer enojar a su esposo porque sabía que le encantaba la estreches de su cuerpo que le proporcionaba a su falo. Lo torturaría un ratito más –no me hagas esperar más tiempo. Quiero que tus paredes compriman mi pene hasta que explote- rugió el pantera, viendo ansioso a su esposo que solo soltó una inocente risita para después auto penetrarse lentamente en el falo del moreno, todo con la mirada lasciva y lujuriosa de este en él. Espero hasta que el castaño se acostumbrara a la intromisión que esperaba no fuera tanto tiempo, ya lo quería escuchar gritar su nombre a pulmón limpio.

-Comenzare a moverme, Ryo…- el castaño asintió, cabalgando a su esposo a la velocidad que este le embestía. Ya no lograba procesar lo que estaba haciendo, solo sabía que estaba haciendo el amor con el hombre de sus sueños, era lo único que le importaba. Las embestidas y la velocidad aumentaban considerablemente de ritmo, este siendo marcado por el moreno que acariciaba y rasguñaba la espalda blanca del castaño, haciendo marcas notables en aquella piel. Gemidos, jadeos, gruñidos, palabras de amor es lo único que se escuchaba en aquella habitación.

-Cabálgame más rápido Ryo… quiero llenarte hasta el fondo- gruño el moreno, poniendo sus manos en la cintura del castaño, acariciando cada parte de ese cuerpo para al final estrujar los glúteos del menor, disfrutando de como el cuerpo del otro lo envolvía tan deliciosamente que deseaba romperlo en dos todo lo que sobraba de la noche.

-Ya no… yo ya no puedo Daiki…- gimió el castaño, sintiéndose desfallecer por tanto placer, en cualquier momento el moreno y él se correrían, el primero por supuesto, su vientre lo presentía –m-me vengo, p-por favor ya no más, no puedo más…- como lo presentía se había corrido entre su vientre y el de su esposo pero este aun no terminaba, todavía no.

-Yo aún no termino Ryo, así que relájate y disfrútalo porque aún no terminamos- dicho esto, cambio de posición con su esposo, ahora el castaño el que estaba abajo siendo embestido sin piedad alguna por parte del moreno el cual ni siquiera lo había dejado recuperarse de tan delicioso orgasmo y ahora devoraba con hambre los labios levemente rojos e hinchados de su esposo como si su vida se fuera en eso. El castaño ya no podía con tanto placer, sentía que se desmayaría en cualquier momento, eso fue hasta que el moreno encontró el punto que le provocaba una descarga eléctrica en su espina dorsal –veo que lo encontré. Me alegro, prepárate para gritar mi nombre- siguió embistiendo en ese punto, viendo como su esposo perdía la poco cordura que aún tenía solo para comenzar a pedir por más de su parte.

-Más Daiki, más… ahh… vuelve a dar ahí… dame más de ti… lléname de ti- suplico el castaño, aferrándose a los hombros del moreno, rasguñando su espalda por el “salvajismo” con el que su esposo lo embestía en contra del colchón.

La base de este rechinaba por la manera en que sus ocupantes se demostraban su amor, desde el momento en el que se entregaron mutuamente la primera vez hace ya varios años.

-Ahh, amor… ahh Daiki… me vengo otra vez…- jadeo el castaño, abrazando por el cuello al moreno perdiéndose en los ojos de este.

-Hagámoslo juntos… Ryo- beso con ternura los labios ajenos, sin dejar de propinarle placer a otro solo hasta que sintió de nuevo la esencia del castaño entre sus vientres. Dos embestidas profundas en la cavidad ajena y el moreno se corrió dentro de su esposo. Solo para asegurarse de embarazar correctamente al castañito, le tomo de la cintura y arremetió una última embestida profunda llenando completamente al otro. Con eso se dejó caer encima del otro, ambos tratando de normalizar su respiración de después de tan maravillosa entrega de amor.

-No tenías que hacer eso…- reprocho con un puchero el castaño, un poco recuperado de la reciente actividad, sintiendo perfectamente como la esencia de su esposo salía de su interior como agua por un rio.

-Lo sé pero… quería asegurarme. Más vale prevenir Ryo- antes de que pudiera decir otra cosa el menor, fue callado por los labios de otro con un beso lleno de sentimientos y amor mutuo. El castaño enredo sus dedos en las hebras azules del moreno, dejándose llevar por la experimentada lengua y boca de su esposo.

Con cuidado salió del interior del castaño, tratando de no lastimarle, acostándose a un lado del menor y atrayendo su cuerpo hasta quedar arriba suyo.

Cubrió sus cuerpos con las sabanas del lecho y después abrazo con posesividad la cintura de su esposo, aspirando el aroma del cabello de este.

-Te amo, Ryo…- murmuro el moreno, intensificando su agarre.

-Yo también te amo, Daiki- respondió, abrazando a su esposo recostándose en el pecho de este.

-Prométeme que no me abandonaras nunca…- aquello desconcertó al castaño.

-¿A qué viene eso, amor?- se preocupó el castaño, viendo fijamente al otro.

-Solo prométemelo Ryo.

-Si te tranquiliza, te lo prometo Daiki. No te abandonare nunca- sonrió, besando la frente del moreno para después acurrucarse en el pecho de su esposo, envuelto en el calor que los brazos del contrario le brindaba.

-No importa que tan monótona sea nuestra vida juntos, jamás te abandonare, nunca permitiré que te vayas de mi lado, hiciste a un lado la monotonía que era mi vida hasta que te conocí- murmuro, un tanto relajado al no ser escuchado por su esposo que había caído rendido por el cansancio –juntos hasta el final, Ryo- tan luego dijo eso, cayo igual que su esposo rendido por el sueño.

Fin.

Notas finales:

No se, ahora que lo leo, le tango un cariño a este shot, con este concurse en mi primera convocatoria de Fics -lagrimita-

Espero les haya gustado, me disculpo si en algunas partes no entendieron, cualquier cosa avisenme.

Nos estamos viendo luego mina!

Se va!

luky nwn


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