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Vulpes por Katja Kitayima

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Notas del capitulo:

No tengo perdón, lo sé :/

Nuevamente una disculpa, entre trabajo, cambios de horario en la oficina y nuevos proyectos (también de trabajo), se me hizo bastante complicado el continuar con mis escritos, pero ya está aquí el tercer capítulo, revisado y detallado :)

Muchas gracias por sus comentarios y lecturas, espero les guste este nuevo :)

La pelea terminó siendo bastante dura; los carroñeros de Caligo en realidad eran huesos duros de roer, razón por la cual, a pesar de situarse en uno de los niveles más bajos de la escala, las demás especies e incluso los mismos magos, trataban de evitarlos a toda costa. El simple hecho de verse envueltos en batalla con alguno de esos entes implicaba un tremendo desgaste de fuerza y energía, y a menudo, resultante en la pérdida de vidas de ambos bandos.

Kibum seguía corriendo entre los árboles, jadeando mientras forzaba a su cuerpo a seguir trabajando y no desfallecer allí mismo, en medio de la maleza, con una pierna herida y llevando como carga el cuerpo de su compañero. Escuchaba su respiración chocar contra su oído, los suaves quejidos que salían de su boca le erizaban la piel, su aliento estaba caliente y podía sentir que su corazón latía al mismo ritmo que el suyo: rápido, profundo y desbocado; sus niveles de adrenalina estaban por las nubes en esos momentos.

No tardó más de 10 minutos cuando por fin llegó a lo que era su escondite humano del mundo: una pequeña cabaña de madera oculta por un montón de arbustos, hiedra y ramales de árboles crecidos a su alrededor. Se introdujo en ella con agilidad y se aseguró de mantenerse, a él y a su compañero, sanos y salvos en su interior, al menos por el tiempo que hiciera falta.

—¡Ah! ¡Kibum! ¡ten cuidado! —gritó el mago del hielo, su compañero del fuego le había dejado caer, sin ningún tiento, sobre la cama en la que dormía por las noches.

Sin importarle el dolor que recorría su cuerpo, y sin inmutarse por la sangre que brotaba en algunas zonas, Jonghyun sonrió ladino cuando se encontró con la mirada del pelirrojo. Le sonrió, a él, orgulloso de la manera en que ambos le habían pateado el trasero a ese carroñero. Juntos, un trabajo en conjunto como nunca antes Jonghyun había tenido la oportunidad de experimentar; aquello había sido demasiado excitante para sus sentidos, olfatear el peligro, la adrenalina corriendo por sus venas y sus hormonas disparatadas por la situación dramática que corrieron, de estar al borde de la vida o la muerte.

La sensación había sido increíble, la manera en que ambos se habían coordinado y unido para lograrlo había sido casi como magia, sólo que, en esta ocasión, todo aquello había sido totalmente real y natural. Cuestión de atracción y del destino, creyó.

—Deja de mirarme así, zorro idiota.... ¡casi te matan y a ti te pareció un juego! —declamó Kibum con algo de molestia. Era más que obvia la intensa mirada que Jonghyun le estaba dando, sabía que esos ojos grises denotaban más que sólo emoción por la pelea.

—Pero le dimos una buena lección ¿no crees? Hacemos buen equipo Bum.

El pelirrojo bufó molesto; últimamente le había estado llamando por esos horribles apodos y diminutivos de su nombre; sin importar cuánto le dijese que los detestaba, parecía que Jonghyun se los decía con más énfasis para hacerlo enojar.

—Pero lo dejamos ir vivo, vaya equipo que fuimos... —suspiró— ... y no me llames así, idiota.

Sin embargo, aún y con lo enfadado que estaba, no pudo ocultar la risilla que finalmente brotó de sus labios. Ese torpe del zorro ártico era todo un caso, un verdadero caso que le había hecho sentir algo extraordinario.

Kibum curó las heridas del rubio, poco a poco y con cuidado, manteniendo atención a cada una de ellas y tratando de no lastimarlo más de lo que ya estaba. Aunque se encontraba todavía enojado con él por tratar de hacerse el valiente, la realidad era que sin esa impulsividad tal vez no hubieran podido triunfar como lo hicieron.

—Gracias —le dijo el mayor, ya con un tono de voz más suave y calmado. El zorro de fuego sonrió apenado, tocándole una de las orejas que había resultado en una pequeña parte mutilada por la mordida del carroñero. Una memorable herida de guerra, como probablemente le llamaría de ahora en adelante.

—Te va a quedar cicatriz.

—Qué importa.

No hicieron falta más palabras, el tono con el que ambos venían hablándose y tocándose fue lo suficientemente seductor, coqueteando audazmente con la mirada y por la forma en que ambos se mordían los labios, impacientes, pidiendo, exigiendo.

Jonghyun no pudo resistirse más, en cuestión de segundos había acercado a Kibum y tomado por la nuca para besarle, o, mejor dicho, continuar lo que estaban haciendo antes de que aquel carroñero los interrumpiera. El beso fue salvaje, apasionado, aún a pesar de las heridas de ambos, el dolor que pudieran sentir se habría vuelto parte de su excitación. Kibum se aferró a él, enredando los brazos alrededor de su cuello y tomando posesión del lugar en su regazo, reclamándolo como suyo a partir de ese momento.

Las caricias eran vagantes por los dos cuerpos, sintiendo la suavidad de la piel virgen y el dulce olor que despedía, sus manos hacían magia en encontrar los puntos en cada uno que los hacían temblar y estremecer. A ambos, por su naturaleza canina, les gustaba explorar, ser curiosos con cada nueva sensación y aprovecharla al máximo; Jonghyun estaba fascinado, sus manos no se daban a vasto para tocar todo lo que quería, se distraía con las manos delgadas y finas de Kibum, o con lo largo de sus piernas, o con lo sedoso de su rojizo cabello o con su torso de piel rosada. Quería tocarlo todo, probarlo con sus labios, olfatearlo, mezclar su olor con el suyo, dejarle las marcas que indicaran que lo había escogido a él, al zorro rojo, al mago del fuego como su pareja de ahora en adelante.

Jonghyun ya lo había elegido, desde esa primera vez que se vieron, estaba seguro de querer estar con Kibum por el resto de su vida, sin importarle, ahora, el fin natural que buscaba como especie de vulpino; simplemente quería estar con él para siempre porque su olor se había quedado grabado hasta la raíz de sus huesos, y en su corazón y en su alma, en todo lo que él era como ser vivo.

Kibum jadeó gustoso, Jonghyun había llegado hasta una de las partes más sensibles y hasta ahora inexplorada. Se había colocado encima de ese talle de complexión menuda pero maravillosamente bien torneado, haciendo contacto con sus caderas, frotándose contra él y siguiendo el movimiento que su instinto le dictaba. Desnudos, sin pudor alguno, sus cuerpos se entrelazaron para hacerse uno y entregarse.

Jonghyun atendía a sus urgentes impulsos, entrando y saliendo del interior del pelirrojo con fuerza, enfatizando sus movimientos en un vaivén rítmico que provocaba a Kibum gemir desinhibido y retorcerse del placer; el rubio le tenía sujeto por las caderas, alzándolo levemente y encontrando un nuevo ángulo en sus embestidas que les brindaría otra ola de placer.

Lo besó, una, dos, tres veces seguidas, mordiendo sus labios suavemente en orden de tratar de calmar su agitación; el hermoso zorro rojo lo estaba llevando directo a la locura, ese mago de fuego le estaba quemando por dentro.

Un hondo gruñido escapó de su garganta cuando alcanzó, al fin, el momento que estaba acariciando desde los primeros besos; el cuerpo de Kibum tembló entre sus brazos mientras ambos llegaban a su orgasmo, el clímax del deleite humano.

Eran las delicias del sexo por placer lo que probaban por primera vez, del sexo entre humanos; por lo general, los magos cambiaformas jamás se apareaban en sus formas humanas y sólo recurrían al sexo para procrear estando en sus cuerpos de cambio. Era una de las creencias que los antiguos magos les habían enseñado a las generaciones, creyendo que sólo así podrían vivir libres y plenos, aprovechando su sabiduría al máximo sin caer en los placeres mundanos.

Aquella enseñanza realmente no estaba mal, pero definitivamente esta prueba de vivir como humanos les estaba siendo demasiado agradable. Empero, querían más. Estaban hambrientos de más, de más caricias, de más de ellos mismos y de la manera en cómo se tocaban, una vez no había sido suficiente para saciar los instintos -y sentimientos- que llevaban tiempo desarrollando. Más que ser sólo amigos y compañeros, más que querer ser sólo pareja para procrear, querían disfrutar de esa curiosa conexión que los unía.

Terminaron tras un par más de rondas; Jonghyun cayó, cansado y agitado sobre Kibum, ambos normalizando la respiración sin dejar de besarse y sonreírse con agrado. Se envolvieron entre sus cuerpos y dormitaron juntos por el resto de la noche, el rubio acariciándole suavemente la espalda, recorriéndola enteramente hasta bajar por sus caderas y juguetear entre sus hendiduras; Kibum dormía plácidamente sobre su pecho, relajándose con las caricias que el zorro blanco le brindaba.

Y fue a partir de ese día que a los dos zorros se les iba el tiempo estando juntos; nada, ni las circunstancias climáticas, de género o de raza, los hacían separarse por un instante. Jonghyun prácticamente vivía en el refugio con Kibum, donde pasaban la mayor del día en la cama teniendo sexo por placer, recostados el uno junto al otro y descansando, hablando entre ellos mientras intercambiaban suaves caricias y besos entre la desnudez de sus cuerpos; a veces pasaban las noches enteras dedicándose al otro y descubriendo cada nueva sensación que les estremecía para, al final, quedarse dormidos exhaustos en los brazos del otro.

Kibum despertó lentamente, abriendo los ojos mientras la imagen delante de él se iba aclarando: era el rostro de Jonghyun, apacible y tierno, durmiendo profundamente y sintiendo su aliento chocar contra su nariz; el mayor le tenía envuelto entre sus brazos, pequeños y cortos para ser un humano adulto, pero extrañamente encajaba a la perfección en ellos, como si hubiesen sido hechos a su medida. El pelirrojo suspiró y sonrió, jamás imaginó que el ser humano podía ser también una forma de vivir.

Y fue entonces que Kibum se dio cuenta de algo importante, que estaba pensando y sintiendo como un humano que, simplemente, se había enamorado.

 

:::

Una noche de frío diciembre, cuando el invierno estaba comenzando, notaron que las sensaciones en sus cuerpos habían cambiado, y no precisamente por el clima extremoso. Esa noche, ambos envueltos en pasión y atracción, sintiéndose ansiosos y con el líbido por las nubes, los dos magos entraron en el pequeño refugio de Kibum con algo más que sólo deseo de tener sexo. Habían estado fuera todo el día, cazando provisiones para almacenarlas hasta que llegaron a casa casi a rastras, con Jonghyun trayendo a Kibum atado a su cintura, comiéndose a besos y drenando su esencia en cada vez que sus bocas permanecían juntas por más de tres segundos.

Las hormonas y el aroma que despedían sus cuerpos los hicieron vulnerables a la sorpresiva etapa de celo en la que habían entrado. Era normal, habían llegado los meses en los cuales la naturaleza les brindaba la oportunidad de aparearse, el tiempo en el que Jonghyun se convertía en un macho alfa repleto de testosterona y Kibum cambiaba de sexo para ser capaz de procrear.

Era su primera vez, la primera ocasión con su instinto de zorros, en la que intentarían aparearse; sus hormonas y el aroma que despedían sus cuerpos los hicieron vulnerables a la etapa de celo que experimentaban, ahora, plenamente y sin miedos.

—Nunca he hecho esto... —expresó Kibum entre besos mientras era dirigido hacia la cama por el mago del hielo.

—Bueno, ya somos dos Bummie —respondió, coqueto, entusiasmado, excitado. El pelirrojo ni siquiera se inmutó por el apodo por el que acaba de llamarlo, la verdad era que no tenía tiempo -ni cabeza- para esas cosas, tenía otras necesidades que debían ser satisfechas con urgencia.

Los besos comenzaron, justo como iniciaron la primera vez que tuvieron sexo: curiosos, sedientos, apasionados; Jonghyun jadeaba incesante ante la sensación de tener a Kibum a su merced, ambos cuerpos hirviendo en calor por el ritual de hormonas que se suscitaba en sus organismos, sin reprimir ninguno de los impulsos que habían ahora triplicado la intensidad.

Kibum se colocó de rodillas recargándose sobre sus manos, su cuerpo era llenado enteramente de caricias por su ahora pareja, tocando todos los rincones que le hacían gritar de placer; se estremecía cuando las manos ajenas bajaban por su entrepierna y le dedicaban atención a su sexo necesitado. Jonghyun gimió sobre su oído, mencionando entre murmuros su nombre, combinado con algunas palabras de un dialecto propio de Glacies que sólo él entendía.

—Lo necesito... ahora....

Entró en él sin aviso, el menor jadeó ruidoso y contuvo la respiración por algunos segundos; dolió, pero aquello fue un exquisito suplicio que le hizo rogar por más cuando comenzó a moverse con ímpetu dentro de sus entrañas. Gimió, chilló y se quejó, mordiendo sus propios labios cuando el mayor le clavó los dientes sobre la nuca, dejando actuar, libremente y sin control, a su cuerpo que se restregaba en embestidas contra él.

El instinto animal estaba presente en cada fibra de sus cuerpos aún estando en su modo humano, aquellos dos magos estaba teniendo sexo para procrear, el fin que la naturaleza les había instruido a seguir en estas épocas. Sin embargo, su instinto humano estaba completamente mezclado con el animal, llevando las sensaciones a un nivel diferente.

Kibum jadeó nuevamente, dejándose caer sobre la cama cuando su orgasmo llegó, cansado y respirando sin control junto con su pareja. Jonghyun siguió dentro de él, los músculos de la zorra roja le dejarían atrapado en ese estado por un rato más hasta que su organismo dejara de liberar las hormonas de la etapa de celo. Descansaron en silencio casi sin moverse, pero sus cuerpos se removían inquietos con cada leve movimiento de parte de alguno de ellos; Jonghyun entrelazó su mano con la del pelirrojo, besando sus hombros para tranquilizarlo por las sensaciones que aún fluctuaban entre sus cuerpos, hasta que finalmente cayeron agotados.

“Entonces, así se siente, estar enamorado"

El latido de sus corazones se había por fin normalizado, el silencio reinó dentro de aquel pequeño refugio mientras Jonghyun y Kibum descansaban recostados el uno sobre el otro, desnudos entre las sábanas, abrazados y uniendo sus cuerpos de tal manera que no quedara ninguna parte de ellos que no estuviera en contacto con la del otro. Jonghyun tenía escondido el rostro entre el sedoso cabello rojizo del menor, dejando que el par de largas orejas del mismo tono se asomaran e hicieran cosquillas sobre su nariz; sus colas se ondeaban, elegantes y exquisitas, al compás de sus respiraciones mientras sus cuerpos a media transformación se relajaban tras haber calmado las ansias de su instinto.

Estaba hecho, aquellas criaturas habían saciado una parte esencial de su instinto como especie de vulpinos.

 

 

Pasaron apenas 3 semanas desde esa primera vez, pero continuaron siguiendo su naturaleza y calmando las necesidades de la etapa de celo en cada oportunidad que tenían. Era diferente, al sexo por placer, no mejor ni peor, simplemente era distinto, pero igualmente los llenaba de satisfacción cada vez que Jonghyun terminaba dentro de Kibum, gimiendo mientras su cuerpo se estremecía ante los espasmos que le recorrían los nervios.

Kibum había elegido a su pareja, y Jonghyun también había hecho su elección, y una vez que los zorros elegían a su pareja, se quedarían con ella durante el resto de su vida hasta que alguno de los dos muriera; a pesar de ser de distintas especies habían encontrado algo más que sólo la atracción por instinto: los dos magos se habían enamorado como humanos y como cambiaformas y habían decidido estar juntos por siempre de ahora en adelante, en las buenas o en las malas.

Un par de semanas después ya estaban listos para partir e irse de allí a un nuevo refugio que el zorro ártico había estado buscando. Jonghyun rodeó al menor con sus brazos, colocando delicadamente sus manos sobre el vientre preñado de Kibum; el pelirrojo sonrió suavemente mientras correspondía con la misma acción, juntando sus manos sobre las de su pareja en actitud de protección hacia la pequeña cría que esperaban.

Jonghyun le besó sin despegar su abrazo, ansiaba cuidar de su pareja y de su futura cría o crías en un mejor lugar, protegerlos de los depredadores, no dejarlos nunca solos y acompañar a Kibum durante todo el tiempo de su fase de reproducción y después de esta. Esos eran los deberes del zorro macho, y eso era lo que el mago del hielo haría por amor hacia el mago del fuego y el fruto de su relación.

—Aquí es donde construiré el refugio ¿te gusta?

Le preguntó en cuanto llegaron a Glacies, a la zona de los hielos en donde Jonghyun había nacido y crecido, y donde ahora sería su nuevo lugar de vivienda mientras nacía su cría; observó a lo lejos un pequeño monte rocoso cubierto por nieve y rodeado de abetos con piel blanca, el nuevo hogar al que Kibum había seguido a su pareja.

Es perfecto.

Susurró el pelirrojo, recreando en su mente las escenas de ambos cuidando de sus futuras crías, tranquilos y en un lugar donde Kibum sabía que no les afectaría. Él, como especie de zorro rojo, tenía la peculiaridad de soportar climas fríos y calurosos, a diferencia de Jonghyun cuya resistencia era mejor en climas como este.

Estarían bien, juntos, estarían bien.

Los días pasaban serenamente, el silencio de esa región era como una especie de sedante que lograba relajarlos para descansar lo suficiente durante el resto del invierno. Jonghyun actuaba como el sostén de su pequeña y naciente familia; traía, todos los días, la comida para Kibum, sabiendo que debía alimentarse para poder brindarles a sus crías los nutrientes que necesitarían para sobrevivir y crecer sanos y fuertes.

Pasaban la mayor parte del tiempo en su modo cambiaformas para poder cazar y vivir en el refugio bajo tierra que el zorro blanco había construído; sin embargo, de vez en cuando sus formas humanas aparecían, sin motivo alguno más que el que disfrutar de algunas caricias y besos suaves que gustaban de intercambiar mientras caminaban en la nieve tomados de las manos. Jonghyun miraba atento al mago del fuego, sin poder quitar la vista de su hermoso y curioso rostro, de la forma que sus mejillas habían adoptado debido al incremento de peso por la gestación. Lucía lindo y dichoso, tanto o más que él, quizá.

Los dos magos estaban felices y no podían esperar a que sus crías llegaran por fin al mundo, deseaban tanto enseñarles todo lo que los rodeaba y llenarlas de amor, del mismo que ellos habían sentido y desarrollado y que los tenía, ahora mismo, en plena locura.

Y una noche, cuando los dos zorros dormían plácidamente dentro del refugio el uno contra el otro, Kibum despertó olfateando algo que parecía provenir de la superficie. Sus nervios olfatorios le alertaron, haciéndole levantarse y salir tras ese aroma que había llamado su atención.

No eran hormonas de algún animal o humano, no era el olor de otro zorro, no era un depredador...

Notas finales:

Otro capítulo cortito~ Y pues, pasó lo que tenía que pasar :3, la naturaleza (y el JongKey) es sabia.

Gracias por las lecturas, cualquier comentario o sugerencia es bienvenido :)
Nos vemos el siguiente mes (espero) con el siguiente capítulo.


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