Aquella mañana era perfecta solamente comparada a un escrito de un cuento de niños en el que el día era perfecto y nada, ni el más cruel villano podría arruinar. El sol brillaba, los pajarillos cantaban, el aroma del verano inundaba las fosas nasales, las animadas familias preparándose para el inicio de la jornada de ese día resonaban armoniosamente con el bullicio matinal de la zona residencial.
Un día perfecto, nada lo podría arruinar.
Ese día, el primero de las vacaciones se escuchaba el particular sonido de un balón rebotando contra el pavimento. 1, 2, 3 rebotes y el balón era lanzado contra la canasta logrando pasar por el aro en un tiro limpio de tres puntos.
El pequeño chico de cabello rojo se movía rápido para ir por el balón que había viajado libremente hasta el otro lado de la cancha, sus manos apenas eran los suficientemente grandes para sostener el balón pero aun así le encantaba el básquetbol. No sabía de donde había adquirido el gusto por aquel deporte pero le fascinaba, a cada momento libre jugaba ya sea solo o con su hermano mayor pero desde que esté había entrado a la universidad el tiempo que jugaban juntos se redujo considerablemente. Pero en realidad no importaba el seguía jugando, botando el balón con entusiasmo, maniobrándolo para poder pasarlo por debajo de sus piernas y corriendo de un lado al otro de la cancha para manejarlo cada vez más rápido. Estaba encantado y se sentía completamente libre.
- Hola – el pequeño chico pelirrojo dio un brinco al escuchar la pequeña voz, alzo la mirada mientras recogía el balón - ¿puedo jugar contigo?
- ¿Cuándo llegaste? – abrió completamente los ojos para encontrarse con un chico un poco más bajo que él de un cabello y ojos hermosamente pintados del color del cielo, un bello tono celeste.
- Estaba aquí cuando llegaste pero como estabas jugando no te quería interrumpir – el chico estaba sentado en un banca al otro lado de la entrada de la cancha de basquetbol, que raro que no lo viera cuando llego pero probablemente decía la verdad ya que tampoco noto a nadie más entrar mientras jugaba – bueno no importa, claro juguemos juntos, así será más divertido – decía mientras le regalaba una pequeña sonrisa feliz de encontrar un nuevo compañero de juego.
El joven de cabello rojizo extendió su mano para que el chico que todavía se encontraba en la banca tuviera confianza de acercarse. Estuvieron un rato bastante largo dándose pases y lanzando a la canasta, cada vez que encestaban celebraban con un pequeño brinquito y alzando las manos al aire en forma orgullosa por sus esfuerzos, se daban pases e inventaban jugadas para poder legar de un lado a otro de la canasta. Ambos se estaban divirtiendo al máximo.
El chico de cabello rojo tenía unos bellos ojos dorados contorneados de un aro de color rojo intenso como el fuego estaba casado nunca, ni cuando jugaba con su hermano, se había cansado así su corazón palpitaba a mil por hora, o eso creía, el juego que lo apasionaba ahora fue llevado a otro nivel uno en el que se olvidó por completo todo lo que le rodeaba quedando solo él y el chico de ojos azules que solo había conocido unos momentos antes.
- Estoy agotado – Dijo el pelirrojo sus piernas empezaban a flaquear por el esfuerzo que aplico en el juego de esa mañana mientras se tiraba en el pasto que carecía aun lado de la banca donde encontró a su nuevo amigo – creo que deberíamos tomar un descanso.
- Si… también pienso lo… mismo – El chico peli azul estaba que no podía más su respiración estaba descontrolaba y jadeaban bastante fuerte, le costó un esfuerzo sobre humano poder formular esa pequeña oración.
Estuvieron tirados por varios minutos en el pasto agradeciendo la sombra de un árbol de sakuras que los refrescaba regalándoles un refugio de los intensos rayos del sol.
- Oye te puedo hacer un pregunta - el más chico, de cabello celeste se levantó para poder sentarse con las piernas cruzadas.
- Claro, dime
- ¿Cómo te llamas? – sus dedos se movían nerviosamente mientras lanzaba la pregunte y su oyente de cabello rojo solo esbozo una sonrisa, era cierto no se habían preguntado sus nombres y aun así había jugado como los mejores amigos.
- Tienes razón no nos presentamos - se puso en la misma posición que el chico celeste y extendió su mano – mi nombre es Seijurou Akaishi, tengo 10 años y estudio en la primaria que está cerca de aquí, seguro ya la viste tiene una entrada enorme que es difícil perderla de vista.
- Si la conozco – dijo en voz tenue – yo creo que voy a ir también ahí.
- En serio eso es genial, creo que iras un curso atrás del mío pero si necesitas algo no dudes en preguntar.
- Este… creo que no voy un curso anterior, ya que también tengo 10 años.
- Eso es aún mejor, es que te ves más chico que yo – rio un poco nervioso mientras el chico ojiazul hacia un tierno puchero, no quería que su nuevo amigo se enojara tan pronto con él asi que intento desviar su conversación de la línea que había tomado– por cierto no me has dicho tu nombre.
- Mi nombre es Tetsuya Kurose, nos acabamos de mudarnos aquí por el trabajo de papá.
- Genial, entonces podremos ser amigos, que te parece si vamos a mi casa, mi mamá prepara unos batidos de vainilla deliciosos.
- Si.
Tetsuya sonrió de una manera tan cálida que el simple “si” fue adornado bellamente como un rayo de luz en una habitación oscura, el corazón de Seijurou dio un latido que parecía que escaparía de su pecho, tomo la mano de Tetsuya y comenzaron su marcha a la casa del pelirrojo. Para el chico peli celeste, muy dentro de sí mismo solo iba con una línea de pensamiento que lo invadió desde que vio al chico pelirrojo cruzar la cancha para intentar encestar la pelota. Ese chico de cabellos rojizos se parecía a su ángel, que siempre aparecía en sus sueños y lo tranquilizaba cuando tenía una pesadilla o había tenido un mal día. No tenía muchos amigos, le costaba hablarles, era muy tímido pero “su ángel” era diferente su sonrisa y la alegría que emanaba le reconfortaba. Claro que en su sueño se veía algo diferente más alto, un poco más serio y sus ojos eran de diferentes, uno era de color rojo parecido a su cabello y el otro tenía un color dorado parecido a los ojos del chico frente a él. No le confundiría, no cuando había esperado para encontrarlo ya que en sus sueños siempre se desvanecía y le prometía que regresaría a su lado. Pero como creerle a un sueño, ahora tenía una oportunidad.
Akaishi por su parte estaba más que feliz su corazón estaba gritando y el saltaría, pero se contuvo a para no parecer un maniático él estaba ahí, junto a él….
- Al fin te encontré y te hare feliz – susurraba para sí mismo pero no paso del todo desapercibido por su amigo.
- Akaishi kun, me dijiste algo – el joven ojiazul le miro con intriga su corazón iba tan rápido desde que empezaron a correr teniendo sus manos entrelazadas.
- No fue nada y mejor dime Sei, Tetsuya
- Claro Sei.
- Te amo Tetsuya, estoy feliz de haberte encontrado, amor – pensaba Sei, mientras arrastraba de la mano al peli celeste jamás lo soltaría, jamás lo volvería a dejar solo y lo amaría por siempre en esta y las siguientes vidas en que se les permitiera estar juntos, porque ese es absolutamente su único deseo.