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Lo que haces por mí. por Alexia Ashford

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Notas del fanfic:

Dedicado a, tod@s los fans de esta pareja.

Notas del capitulo:

 

ADVERTENCIA, Mención de: Aomine Daiki x Akashi Seijuro

Y otros personajes (Ajenos a KnB), tales como Trafalgar Law.

 

¡Hola~!

Pues bueno, este es el día 05 del mes de Agosto y como sabrán ya comenzó el esperado Mes KiKuro~ Estoy feliz por ello.

El tema que elegí es Adulto-Adolescente pero debido a mi reciente situación actual digamos que ese tema se me ha ido un poco/mucho de las manos LOL.

Igualmente espero que les guste, porque a mi me gustó escribirlo.

Ahora, por si algún lector de mis otros fanfic anda por aquí (Bebécchi y LOSER, específicamente) me gustaría comentarles que planeo continuar esos fanfics pronto. Simplemente ahora mismo no logro acomodarme con mi computadora. Emh. Sé que probablemente a nadie le importe demasiado pero la semana pasada me fracturé un tobillo y me operaron por ello (justo como cierto hombrecito en este fanfic) El problema no sería tan malo si pudiese acomodarme correctamente en la cama donde me mando el doctor por estas semanas (¿¡Cómo alguien espera que esté aquí 6 p*tas semanas!?) Y pues a veces me duele estar mucho rato apoyada en la computadora para escribir y eso. ¡Prometo que actualizaré! Quizá no muy pronto pero lo haré, por favor, téngame paciencia.

Por lo demás, eso es lo único que quería decirles, eso y que muchas gracias por leer.

CAPÍTULO ÚNICO

 

A veces el amor es más sobre lo que esperas hacer por esa persona, que lo que esperas que esa persona haga por ti.

 

Lo conoció cuando aún era un crío. Hijo adoptivo de sus mejores amigos y, de no ser por la insistencia de la actual madrina, casi ahijado. Eso era Kise Ryouta para él.

Un niño.

Kuroko Tetsuya era un escritor novato, quien trabajaba en su primer libro cuando lo conoció por primera vez hacía algunos años. En aquel entonces tendría como 19, o 20 años, no estaba muy seguro sobre ello. El rubio había cumplido apenas los 8 años.

Kuroko, pese a su seriedad latente, había terminado por sonreír varias veces cerca de aquel pequeño revoltoso. Recordaba la insistencia de éste por verle cambiar de expresión en aquellos días.

 

— ¡Eres demasiado serio!—se había quejado

—Es mi expresión natural, Kise-kun—había respondido con una pizca de burla que el menor no pudo notar.

— ¡Sonríe!—exigió, tratando de jalar sus mejillas para recibir la tan esperada expresión.

La pequeña discusión atrae la atención de uno de sus padres, quien ni tarde ni perezoso alza la voz al decir:

—Piensa en él como un espejo… Sonríele, y él debería sonreír también.

El peli-celeste se permite fulminar con la mirada al Emperador, quien le sonríe burlonamente. Akashi conoce muy bien su debilidad, y lo usa en su contra.

No por nada manda a sus posibles citas con un peluche nuevo para su colección.

— ¡Entiendo!

La voz del rubio le saca de sus pensamientos, y cuando dirige su vista al menor se arrepiente inmediatamente.

Kise tiene un rostro hermoso, y no sabe muy bien a qué atribuirlo.

Sus mejillas ligeramente sonrojadas, su expresión casi angelical. Los cabellos rubios adornando su rostro… Y sus ojos, brillantes, cual hermoso ámbar.

Esa sonrisa en él le trasmite una sensación inquietante, la paz que le llena es única.

Lo nota colorearse de pronto, y solo puede sentir su corazón acelerándose.

— ¡Kurokocchi está sonriendo! ¡Papá! ¡Kurokocchi está sonriendo!

Es su turno de avergonzarse, pues es consciente del rubor en sus mejillas.

El rubio ha salido a las carreras a buscar al nombrado, y Akashi solo asiente cuando el rubio le dice lo mismo de nuevo. Lo ven salir de la habitación en silencio mientras sigue llamando a gritos a su otro padre.

—Es una expresión adorable, Tetsuya—se burla el pelirrojo.

—Akashi-kun, por favor… —suplica, cubriendo su rostro con las manos.

 

Han pasado 10 años desde entonces, y ha sido ese también el tiempo en que no ha vuelto a ver esa hermosa sonrisa de nuevo. Algunas semanas luego de aquello la familia entera se había mudado al otro lado del mundo, impidiéndole seguir disfrutando de aquellas tardes que pasaba de tanto en tanto con el menor.

A sus 28 años, próximamente 29, Kuroko no podía creer aún cuánto extrañaba esos días al lado del pequeño Ryouta. Aunque de cierto modo lo agradecía, pues, en secreto, había sido en él quien había encontrado la inspiración para sus próximos libros, y eran éstos últimos quienes lo habían vuelto bastante popular con el tiempo.

Negó para sus adentros, casi lanzando un suspiro.

Al principio, luego de que Akashi decidiera llevárselo…

— ¡Tetsu!

— ¡Tetsu-kun!

El llamado de dos de sus mejores amigos le hace voltear a esa dirección. Le devuelve el saludo a Aomine, sonríe apenas un poco para los otros dos. Akashi y Momoi le devuelven la sonrisa mientras lo observan bajar las escaleras.

Un esperado encuentro, luego de una larga temporada.

—Aomine-kun—saluda, cuando nota a éste cerca, dando los últimos pasos

— ¡Tetsuya!

El peli-celeste no tiene tiempo de escuchar nada cuando siente como un mal paso le hace perder el equilibrio. Sabe que bajaba las escaleras cuando lo próximo que sintió fue como su pierna se enredaba en el escalón hasta como caía sobre ella, para finalmente notar el agudo dolor de algún hueso rompiéndose.

Se acomoda a cómo puede, sentándose en el último escalón en un intento de alejar el creciente dolor que va abriéndose paso en su extremidad.

Siente una mano en su hombro, y como de inmediato Aomine ha llegado hasta arrodillarse frente a él, observando su pie con ojo crítico.

—Duele—se queja, cuando el moreno comienza a quitarle uno de los botines.

—Tetsu-kun—escucha la voz de Momoi, pero no responde.

—Tetsuya, ¿crees que puedas apoyarlo?

La voz de Aomine, aunque grave y fuerte, no logra distraerlo de aquel dolor.

—No—murmura, apretando los dientes.

Incluso sus ojos están húmedos.

Para alguien que nunca ha sentido un dolor así, ninguna fractura, ni fisura alguna…

—Shintaro ya nos espera, iremos en nuestro auto.

Las órdenes del Emperador apenas han llegado a su oído.

Suelta un pequeño quejido cuando Daiki lo alza en brazos, y solamente puede gemir para sus adentros cuando el otro comienza a caminar.

— ¿Crees que sea una fractura?—escucha vagamente la voz de Momoi, probablemente viniendo detrás de Aomine junto al pelirrojo.

—No lo sé—admite éste, su voz ha tratado de ser neutra, pero se nota preocupación.

—Aomine-kun…—llama, en voz baja, no espera respuesta— Me duele—se queja, apretando entre sus manos la camisa del moreno, escondiéndose en su pecho.

—Tranquilo… Estarás bien… —responde, apretando el pequeño cuerpo un poco más.

Ver esa expresión en su mejor amigo oprimía su pecho…

Daiki siente una mano en su brazo, dándole ánimos.

Baja un poco la mirada, y le recibe una sonrisa apenas notable en su esposo.

—Shintaro sabrá qué hacer… Estará bien—promete.

 

 

Un par de ojos verde esmeralda le observan con atención, esperando su respuesta. Siendo sincero, sabe que no es capaz de decir nada. No es como si no tuviera deseos de hablar en ese momento. No son los únicos en la habitación, es consciente de la discusión a sus espaldas pero no logra seguir el hilo con la facilidad habitual. ¿Qué debería hacer?

Escucha a Aomine vociferar algo, y como Midorima respondía.

Tanto él como Akashi se mantienen en silencio.

Momoi ha tenido que irse casi de inmediato, por una llamada del trabajo.

—Está bien… —dice, finalmente, ganándose la atención de todos— Si Midorima-kun dice que es necesario… Estoy de acuerdo para hacerlo mañana mismo.

El médico asiente, mientras sale de la habitación diciendo algo como “Avisaré a Trafalgar de inmediato”

El trío se queda en silencio al abandonar Midorima la habitación.

Kuroko sentado en la camilla, mientras que Akashi y Aomine se encuentran parados frente al escritorio del médico particular del peli-celeste: Trafalgar Law.

El mayor está silencio cuando el matrimonio comienza a discutir en voz baja, Aomine trata de convencer a su esposo de algo mientras este apenas y se molesta en responder con una palabra o dos, negándose.

—Imposible… —Escucha que responde el pelirrojo.

—Seijuro

—Tardamos casi un año en conseguir que aceptara firmar, ¿cuánto piensas que tardaremos si le damos largas ahora?

La voz del Emperador ha sido definitiva, y sabe que Aomine ha perdido la discusión cuando le escucha suspirar con fuerza. Kuroko trata de recordar el motivo de la pelea cuando la puerta se abre de nuevo.

Un hombre moreno de ojos grises entra a la habitación seguido del peli-verde.

Trafalgar le ha explicado antes su situación, una fractura de tobillo. Algo sencillo de tratar si Kuroko no se hubiese dañado también uno de los ligamentos más importantes, siendo específicamente éste el que une el peroné a la tibia, a la altura de su fractura en el maléolo peroneo.*

—Si no permites que se te realice la operación necesaria dentro de los próximos 15 días es probable que no seas capaz de apoyarte de nuevo en este pie. Es por ello que no puedo simplemente colocar un yeso donde es necesaria más atención médica, Kuroko-ya. Si permitimos que se desarrolle una cicatriz dentro tampoco sería posible arreglar ello luego.

Esas habían sido sus palabras al revisar sus estudios, y el shock luego de oír aquello le había dejado en total silencio.

Una vez que hubiese firmado los permisos correspondientes y luego de que Law le colocase una venda especial había regresado a casa, donde, al ver sus acompañantes las escaleras, le habían terminado llevando al departamento de su hijo, quien era el único que había decidido vivir en un primer piso.

Tras sentirse avergonzado bajo las miradas curiosas de algunos vecinos, y aún en los brazos de Aomine, los tres llegaron a su destino, donde Akashi no se molestó más que en tocar una vez la puerta antes que se oyesen pasos apresurados al otro lado.

— ¡Lo siento por hacerte espe…!

El griterío luego de que la puerta se abriese con violencia se silenció automáticamente al observar a los recién llegados.

Kise Ryouta abrió los ojos con ganas mientras abría la boca con incredulidad.

No todos los días se encontraba con SUS DOS padres en la puerta de su casa, o a papá cargando a alguien que no fuese su padre. Pero había algo raro… Ese cabello, estaba seguro de conocerlo.

—Ryouta…—quiso hablar Akashi

— ¿¡Kurokocchi?! ¿Qué pasó?—le cortó Kise, asustado.

Abrió la puerta por completo y casi empujó a Aomine para que entrase con el peli-celeste en brazos. ¡No podía creerlo!

Pero Ryouta no era el único sorprendido.

Kuroko tampoco podía creer que el chico que estaba delante de él fuera el mismo crío de hacía 10 años. ¡Era tan distinto! El rostro infantil había dado lugar a un rostro más varonil, aun con rastros típicos de la pubertad. Una mirada segura, un probable reflejo de lo que hubiese aprendido de Akashi con los años. Un aura salvaje, pero casi oculta, justo como Aomine… Quizá Kise no fuese hijo biológico de aquel par, pero sin duda alguna era lo mejor de ambos.

—Kise-kun… Ha pasado un tiempo—saludo, con cierta nostalgia.

Había cambiado tanto físicamente… Salvo por esos ojos.

El chico le mira con estos brillando, pero antes de que pueda decir nada Akashi toma la palabra. No ha necesitado demasiado para convencer a Kise de que Kuroko se quede con él al menos esa noche, y, por lo que el peli-celeste escuchó, tampoco ha sido demasiado complicado hablar sobre las posibles 6 semanas de recuperación.

Aomine le ha llevado a la habitación del rubio, puesto que éste, aunque consiguió un departamento con dos habitaciones como su padre sugirió, no se había molestado el amueblar el otro. ¿Había sido demasiado en una noche? Bueno, Kise, no se pondría a discutir con su papá (Aomine), mucho menos con su padre (Akashi).

Tan pronto como Kuroko se duerme (tras algún rato luego de los analgésicos) es que el par finalmente se retira, no antes de advertirle más de una vez al rubio que el cuidado de Kuroko de ahora en adelante es serio.

La mañana siguiente Akashi, tal como advirtió/avisó la noche pasada regresó temprano en busca del peli-celeste. Kise los vio partir con el rostro pálido. Tenía hasta las 2:00 de la tarde para arreglar su ¿cuchitril?, según las palabras de su propio padre… Pero cuando el rubio pensaba en ello no podía evitar cuestionarse dos cosas… ¿Qué era exactamente un “cuchitril”? y ¿dónde demonios aprendía su padre ese tipo de palabras?

Negando para sus adentros se limitó a acatar la orden del Emperador, asegurándose también cada cierto tiempo sobre el estado de Kurokocchi al llamar a su padre. Luego de coordinar un poco, y tras varios sobornos (porque ese pago que prometió por ese inexistente servicio exprés no tenía otro nombre) el departamento quedó en óptimas condiciones para recibir a Kurokocchi.

 

Cuando Akashi le comentó que su hijo le cuidaría unos días Kuroko dudó seriamente sobre sus palabras, e incluso trató de negarse ante la oferta de quedarse con el rubio una temporada. Creyó ilusamente que si lograba mostrarse lo suficientemente firme lograría hacerlo cambiar de opinión.

No lo logró.

Y cuando Kise, una vez instalado en su casa, le notó incapaz de ir solo al baño supo que estaba condenado, al menos temporalmente, a los cuidados de éste.

Akashi y Aomine pasaron el resto de esa tarde cuidándolo, se despidieron ya entrada la noche y se disculparon por su próxima ausencia por las siguientes semanas. Luego de que Akashi dividiera las acciones para ambos cada contrato o decisión importante en la empresa les requería a ambos. Era principalmente por ello que, al conseguir la aprobación de ambos, Kise había regresado antes a Japón a buscarse un lugar propio.

Una vez que se habían quedado solos se había instalado entre ellos un silencio incómodo. Kise observaba de tanto en tanto el tobillo vendado con curiosidad, cosa que el otro notaba de inmediato.

—Has crecido mucho, Kise-kun—observa él, con una expresión que intenta ser serena, el efecto de la anestesia ha dejado de surtir efecto y los medicamentos no son suficientes para desvanecer el dolor de la reciente operación.

—Kurokocchi es tan serio como siempre—responde el menor, con una sonrisa ligera, que el otro no corresponde. Suspira. — Si te duele puedes decírmelo, no me reiré de ti, ni nada por el estilo—aclara.

Kuroko frunce el ceño, y emite un quejido cuando se acomoda mejor en una de las dos camas que el rubio ha arreglado en la habitación. “Así podré estar cerca si lo necesita” había dicho.

—El problema no es cuánto me duela, Kise-kun—dice— Lo molesto es que esta es mi mejor opción… —explica, cabizbajo.

Quizá llorar no sea tan mala idea, después de todo. La frustración es grande.

El rubio no responde, por lo que despierta la curiosidad del mayor. Lo observa entonces, notando la tristeza en ellos. Repasa sus palabras, y suspira bajo.

—No… estoy molesto contigo, Ryouta—confiesa, con el mismo tono que usaba cuando era un niño, haciéndole notar que su enfado poco tiene que ver con él.

El rubio le escucha con atención.

 —Esta es la primera vez que dependo de alguien… Así que es difícil para mí esta situación… Lastimarse un brazo debería ser más sencillo en comparación, pero no poder usar una pierna… Es irritante. No entiendo por qué ha pasado de este modo… ¿Por qué ha sido a mí? ¿Por qué no puedo curar más rápido?... ¿Por qué debo ser una molestia para ti, cuando tú eres menor que yo? Kise-kun, yo no esperaba ser una carga para ti en estos momentos… Lo siento.

Kuroko ha apartado la mirada en algún momento, no sabe exactamente cuándo.

—Kurokocchi, estás llorando—comenta Kise, y su voz se nota apagada.

El peli-celeste lo nota acercarse hasta arrodillarse frente a su cama. Le toma una mano, y juega con sus dedos con la mirada cristalizada. ¿Llorará también?

—Kise-kun…—murmura, incrédulo

—También soy un espejo, Kurokocchi—explica, con los ojos cada vez más húmedos— Cuando Kurokocchi llora, no puedo evitarlo… ¡No es ninguna carga en absoluto! Cuidar de ti es un sueño hecho realidad. ¡Lo lamento! No quería que fuese en situaciones como ésta pero…Yo estoy agradecido de poder cuidar de ti esta vez… Kurokocchi, tú estabas conmigo cuando enfermaba, ¿recuerdas? Cuando padre no podía estar conmigo, tú estabas ahí.

El peli-celeste no puede responder, por lo que el rubio continúa.

—Por favor, en esta ocasión permíteme cuidar de ti.

 

 

Los primeros días son complicados, por decir lo menos. Kise no sabe cómo cuidarse a sí mismo, por lo que le toma algún tiempo aprender a tratar al mayor. Poco a poco, y tras algunas idas y vueltas por parte del rubio, el mayor comienza a hacerse un lugar muy suyo en la morada del más joven. El par es totalmente distinto, pero es quizá eso lo que les permite sobrellevarlo.

— ¡Lárgate!

La mayoría del tiempo.

— ¡Déjame solo!

Ryouta solo suspira para sus adentros cuando escucha al otro gritar de ese modo. Sale del cuarto a regañadientes, mientras escucha como el otro batalla para secar su cuerpo y vestirse luego del baño. Kise observa sus propias ropas, húmedas a más no poder luego de que llevase a Kurokocchi al baño, antes de ayudarle a lavar su cuerpo correctamente. Todo había ido relativamente bien, así que el rubio no sabía exactamente por qué motivo el mayor había perdido la paciencia.

Dentro de la habitación Kuroko maldecía tanto en su mente como verbalmente al notarse incapaz de vestirse él solo. Batallaba en demasía tratando de ponerse el bóxer por lo que al final terminó por acomodarse en la cama, desnudo, con la ropa interior a medio muslo, y la toalla aún húmeda cubriendo su hombría.

Los ojos le ardían de nuevo, claro indicio de que lloraría de no hacer algo pronto. Contando internamente hasta 10 trató de calmarse sin demasiado éxito.

¿Por qué se había molestado? Estaba estrechamente relacionado con el inocente comentario del menor, minutos antes.

“Kurokocchi, eres como mi pequeño bebé… ¡Tan adorable!”

Quizá si Kuroko se hubiese concentrado en sacar lo bueno de aquel comentario, y no un trasfondo inventado por su imaginación estaría de un humor distinto. Pero, era aún una herida reciente. Había golpeado tan duramente su orgullo.

Sabía que estaba siendo tan molesto como un crío, no tenía que echárselo en cara de ese modo.

Escuchó a Kise tocar la puerta preguntando en voz baja si tenía permiso para entrar, no se molestó en responder nada. El rubio entró de igual modo, como suponía. Le miró desde el marco de la puerta con esa expresión relajada, cosa que le molestó aún más… Se mordió la lengua, mientras el otro se acercaba.

—Kurokocchi, podría darte un resfriado si duermes así…—comentó

— ¿De quién fue la idea del baño?—contraatacó, irritado

—Fuiste tú quien dijo que tenía calor…—le recordó Kise, tranquilo.

El mayor ya no dijo nada, ni en respuesta ni cuando el menor comenzó a vestirlo. Se dejó hacer, cual muñeco, mientras sentía su corazón latir con fuerza.

Grandiosa idea la de Akashi, pensaba a veces.

Dejar a un treintañero, abiertamente homosexual, en la casa de su hijo, único hijo, que lucía aquel cuerpo de infarto, solos… ¡¿En qué carajos pensaba?!

Bueno, no es como si Ryouta fuese gay, entonces sí que habría sido una estupidez. Pero, en realidad… Ni siquiera sabía nada de ello.

—Kise-kun, ¿tienes novia?

Maldita curiosidad traicionera.

— ¿Yo? No~ Aunque ¿debo decir sobre las chicas que me acosan?

—Kise-kun…

—Solo bromeaba, Kurokocchi… No tengo ninguna novia, ni ningún interés romántico, si eso es a lo que te refieres.

Se quedan de nuevo en silencio, y el rubio aprovecha ese tiempo para peinar los cabellos del peli-celeste, quien solamente entrecierra los ojos ligeramente, dejando que los suaves movimientos lo relajen.

— ¿Puedo decirte un secreto?

Kuroko casi alza una ceja, pero solo asiente un poco en respuesta.

­—Estoy buscando una sonrisa perfecta… Estoy siendo tan preciso con lo que busco que por ello no soy capaz de enamorarme de nadie en este momento.

El corazón del mayor se contrae un momento, dolido…

— ¿Qué clase de sonrisa buscas?—pregunta, solo por no dejarle hablando solo.

—La sonrisa de Kurokocchi, por supuesto.

El mayor siente que su corazón deja de latir unos segundos antes de reanudar su marcha de forma violenta. Sus mejillas se tornar rojas mientras el otro continúa.

—Aquella vez que sonreíste… Nunca vi una sonrisa tan deslumbrante. En aquel momento pensé que si me iba a gustar alguien especial debía tener una sonrisa como la tuya… No lo entendía muy bien, y me tomó años darme cuenta del porqué ninguna sonrisa me hacía sentir lo mismo que aquella vez…

— ¿Por qué?—pregunta, en voz baja, sintiéndose demasiado avergonzado para decir nada más

—Ninguna de esas sonrisas era tuya, Kurokocchi… Me tomó tiempo darme cuenta pero cuando lo hice… Regresé… No tuve el valor de buscarte, no pensaba hacerlo a menos que fuese el destino el que nos hiciera cruzarnos de nuevo…

—Eso es bastante cursi.

— ¿Lo es?... Quizá tengas razón pero… He crecido leyendo tus libros, y esa sensación de que hay algo más fuerte que nosotros empujándonos a donde debemos estar era demasiado… Me hiciste creer que el destino existe, y ahora que estás aquí lo creo más…

Kuroko lo mira acercarse, y cuando siente los labios sobre los suyos cierra los ojos.

Se deja contagiar por esas sensaciones que el rubio transmite, se permite tomarlo como un analgésico más, y este parece funcionar mejor alejando los pensamientos de su mente. Se concentra solo en el rubio, hasta que algo hace click en él.

Lo aparta con cierta delicadeza, y cuando tiene la atención del rubio en sus ojos y no en sus labios se permite hablar.

—Kise-kun… No podemos… Soy mucho mayor que tú, para empezar…  —le recuerda, al notar en sus ojos un claro “¿por qué no?” acompañado de un adorable puchero

—Voy a seguir creciendo… ¿Qué más?—responde, serio

—Somos hombres…—menciona, inseguro, ¿está quedándose sin argumentos contra un adolescente?

—Eres gay, y a mí solo me gustas tú, ¿qué otro problema hay?—cuestiona el rubio con tanta firmeza que Kuroko siente que las lleva de perder, hasta que recuerda lo más preocupante.

—Akashi-kun y Aomine-kun van a matarme…—asegura, con temor en cada sílaba, terror que se nota en apenas la primera palabra.

— ¿Bromeas?—exclama el menor sin creerle, y sonríe burlón— Papá ha dicho que está bien ir tras de ti, ¿cómo crees que convencí a padre de venir aquí en primer lugar?

Tetsuya no podía simplemente creerlo. Habría sido más sencillo pensar que Akashi había sido el primero en dar el paso pero Aomine… ¿Había sido su mejor amigo el primero en entregarlo a su hijo? ¡Traidor!

 —Padre me ha advertido que no debo ir deprisa contigo pero Kurokocchi, ¿no estás también sintiendo cosas por mí?—pregunta, soñador.

Esa expresión puede volverse pronto su debilidad.

— ¿Qué te hace pensar eso?

—Todos tus libros hablan de ojos como los míos…

Se queda en silencio, ¿cómo lo había…?

—Para ser sincero, yo nunca me di cuenta… Pero cuando Padre leyó uno de tus libros me obligó a darle mi colección para “evaluarlos”. Papá y yo nunca le habíamos visto leer tantos libros en una noche, fue sorprendente.

“Akashi-kun, por supuesto” pensó Tetsuya, rendido.

Podía ocultarse de ojos curiosos como los de Aomine, pasar inadvertido para Kise pero tratar de ocultárselo al poseedor del ojo del Emperador… No funcionaría nunca.

—Entonces, ¿lo admites, Kurokocchi?

—Nunca saldrá de mis labios tal información, Kise-kun—promete, para seguidamente oír al otro quejarse de forma incansable.

Kuroko rueda los ojos antes de robarle un beso corto y casto, el rubio se pone aún más rojo que el mayor ante el gesto y sonríe como solo él sabe hacerlo.

— ¡Kurokocchi!

—No hace falta decir lo obvio, Ryouta.

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer!


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