“¡Eres el mejor!, por eso te adoro” le decía el talentoso catcher de Seidou, al no tan talentoso jugador del tercer equipo, Watanabe Hisashi. Pasaban una tarde juntos como era de costumbre, todo el equipo sabía el tipo de relación que manejaban y realmente no los molestaban (ha de ser porque no eran los únicos chicos con ese tipo de preferencias).
Llevaban cerca de un año saliendo, tenían muchas cosas en común, sus personalidades eran también similares por lo que desde un inicio tuvieron una conexión mágica. Nunca antes habían peleado, era una perfecta pareja. Ambos apuestos, pelicafés, deportistas; juntos emanaban una armonía que cualquiera hubiera deseado.
Su segundo año de preparatoria estaba iniciando, ahora podrían estar más tiempo unidos. “Mañana llegan nuevos postulantes al equipo... espero que ninguno de ellos te llame la atención... quiero que solo me veas a mí” envió por mensaje el más bajo, en broma.
“¿Pero qué dices? No soy gay... bueno, me gustas tú, pero fuera de eso no me interesan los hombres, ya sabes de lo que hablo. Mejor prepárate para subir de equipo, es un poco complicado estar separados, no podemos entrenar juntos jaja. Pd: te quiero, buenas noches”, respondió el de gafas.
La mañana había llegado y al catcher se le había hecho tarde por estar viendo unos vídeos, se alistó lo más rápido que pudo y salió. Al llegar al campo notó que el entrenador ya había hecho las filas, parecía imposible meterse sin que nadie lo notara, hasta que se dio cuenta que no era el único idiota que necesitaba colarse.
Vio a un chico pelicafé agachado observando la situación aunque se le notaba un tanto alterado, por lo que lentamente se le acercó, cuando éste se volteó sus miradas se quedaron conectadas por unos segundos. En ese instante se acordó “Este chico...creo que fue con quién hice batería hace unos meses” antes de poder acordarse totalmente, el contrario gritó “¡AH! ¡MIYUKI KAZUYA!”.
Y desde ese entonces, tuvo que aprender a convivir con Sawamura...
“Miyuki, ¿crees que puedes venir más tarde a mi habitación?” decía un mensaje de texto enviado por su novio. Sabía que esas oportunidades de quedarse a solas con Watanabe no debían desaprovecharse, “Claro, iré a caminar y luego voy” contestó.
Se puso de pie y salió, quería dar una vuelta por mientras para no parecer tan ansioso. En el camino se topó con el escandaloso pitcher, quién le rogó que atrapara sus lanzamientos; como quería hacer tiempo accedió.
Estuvieron un rato en la sala de práctica, hasta que el de gafas se percató de la hora, ya habían pasado treinta minutos. Así que se dispuso a irse. “¿¡Eh!? ¿Ya acabamos? Aún tengo mucha energía” reclamó el menor.
“Si, tengo unas cosas que hacer. Mejor vete a dormir, sino te dormirás en clase, nos vemos”, se despidió el de gafas. Ya había llegado el momento más anhelado, se apresuró y llegó a donde su amado. Tocó la puerta y rápidamente le fue abierta.
“Pasa, mis compañeros se acaban de ir, pienso que lo hicieron al propio pero en realidad no importa” dijo el más bajo mientras miraba pícaramente a su novio, incitándolo a besarlo.
“Pues deberíamos de agradecerles” contestó el más alto entrando en la habitación, cerró la puerta y tomó con ambas manos la espalda del contrario. Sus labios se juntaron lentamente, de forma paulatina se profundizaron.
A pesar de la inocente apariencia de Watanabe, éste era todo un bribón. Con su boca recorría la oreja y el cuello de su pareja, pero rápidamente el contrario bajó sus manos al trasero, proporcionándole suaves masajes.
Posterior el de gafas metió una mano debajo de la camisa del más bajo jugueteando con los pezones y haciéndolo gemir. “M-Miyuki...” decía entre respiraciones agitadas. Pero Nabe no quería quedarse atrás, así que desabrochó los pantalones del catcher y antes de meter su mano la puerta de la habitación se abrió.
La pareja alarmada se arregló lo más rápido posible. “Perdón Nabe, olvidé mi celular” dijo su entrometido compañero de habitación, quién se sintió bastante incómodo por haber interrumpido la acción, por lo que entró y salió a toda velocidad.
La atmósfera posterior fue un tanto rara. “Emm...creo que debería irme, ya es un poco tarde y tengo algunas cosas que hacer antes de dormir” dijo el de gafas un poco tenso, pero luego soltó una de sus típicas risas.
“Está bien Miyuki, perdón por lo de mi compañero, te juro que lo voy a hacer arrepentirse. Yo también tengo que dormir, nos vemos mañana. Te quiero” respondió el más bajo con una sonrisa. A pesar de haber sido interrumpidos, ninguno estaba peculiarmente enfadado.
Se dieron un beso y se despidieron, en parte ya estaban acostumbrados, no era la primera vez que los interrumpían, así que esas cosas ya no les causaba particular estrés.
Habían pasado ya unos seis meses desde que el año escolar había iniciado. Y aún Watanabe no había entrado al primer equipo, para él resultaba tan frustrante que decidió dejar de ser jugador y pasó a ser el manager. Le era difícil ver como el de gafas pasaba tanto tiempo entrenando, en específico con los pitchers, por lo que pensó que al estar en esa posición podrían estar más tiempo juntos.
“¿Vamos a algún lado este fin de semana?”, “Veámonos junto a la máquina expendedora”, “Salgamos a ver las estrellas”, todas estas propuestas habían sido rechazadas porque Miyuki ya tenía planes.
“Perdón, pronto comenzará el torneo, así que es necesario entrenar el triple” era lo que siempre contestaba el de gafas.
“Miyuki-senpai... ¿es cierto que tú y Watanabe-senpai están saliendo?, desde hace un tiempo he escuchado esos rumores..., ¡b-bueno no es obligatorio que m-me respondas!” preguntó el menor apartando la mirada, con su rostro levemente ruborizado.
El más alto se sorprendió por la pregunta, era el primero que se lo decía directamente, se encontraba feliz así que sin problemas le respondió “Sí, estamos saliendo desde hace un año y medio”.
“¡¡AH!! ¡YA VEO! ¡ME ALEGRO! ¡HAHAHA!” gritó el pitcher. En su rostro se dibujó una gran sonrisa forzada, tras la cual intentaba ocultar el sonido de su corazón partiéndose en pedazos.