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En donde el mar se ahoga por Emile Brojen

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Notas del capitulo:

Bueno, un cap corto esta vez. Ojalá les guste.

IV

Con el paso de los días Hide no mejoró y no fue el único en sucumbir. La epidemia seguía latente y aquél día en los medios salió por fin lo que muchos esperaban saber. La comisión encargada de investigar el agente patógeno lo determinó como mutación de un tipo de virus de gripe y, supuestamente, ya tenían una cura pero dada la gravedad de algunos casos no había tiempo para probarla en sujetos experimentales: se colocaría en todos los menores de 17 años estuvieran enfermos o no. Para la población mayor a esa edad se preparó una vacuna igualmente preventiva.

Fueron dos semanas de la jornada.

Tumbado en la sala de juegos aquel niño solitario sostenía un pequeño barco de plástico. Lo paseaba frente a su vista, por encima de sí mismo. Al parecer ese año no irían al mar, pero no era tan importante comparado con otro asunto. Cabalgando desdichadamente los pensamientos iban y venían empolvados con temor. Él estaba fusionado a tan primitivo sentimiento, desde los tiernos años fue sembrado en él esa terrible semilla. Y ahora era presa de la planta que germinaba. Aún cuando ya estaba vacunado al igual que el resto de los ocupantes del curso, tenía prohibido acercarse  a las habitaciones que alojaban a más de 4 niños cada una pues eran tantos los infectados que no hubo abasto. No le importó. Se escabulló mientras Hikari ayudaba a una niña morena de cabellera verde, y de mil formas vio el modo de acudir al segundo piso. A medio camino tuvo que meterse al baño de mujeres (por ser lo más próximo) para no ser descubierto; por suerte para él estaba vacío. Echó un vistazo y al no haber peligros volvió a su camino. Era la habitación 66; entró sin mayor problema, era Hide el primero cercano a la puerta. Gateó hasta la cama y se prensó de la cobija, llamando la atención de su ocupante.

Desde el suelo esperó que fuera visto por él, y así sucedió. Cuando levantó el rostro un par de ojos extrañados le ultrajaron.

-Hola Hide-susurró.

-Te regañarán si te atrapan, además podrías contagiarte.

-No pasará nada, ya estamos vacunados-se aproximó un poco-¿Cómo te sientes?

-Cansado, es imposible dormir con un montón de niños llorones que tosen como perros-comenzó a toser con fuerza-pero creo que todo va mejor. Escuché que a lo mejor me dan de alta en 4 días.

-Qué bien-suspiró mucho más aliviado. Rió bajito y se inclinó hacia su amigo-tendrás que ponerte al corriente con los cursos, Hikari nos llena de cositas para hacer.

-Da igual, yo podré…oye, ven, ven-se inclinó hacia él.

-¿Uhm?-obedeció, y cuando estuvo cerca fue tomado por sorpresa. Un fuerte y cálido abrazo le hizo expulsar el aire de su interior-Hide….no respiro bien.

-Llorón-lo soltó un poco mas sostuvo el abrazo-ya vete o te van a regañar y luego van a decir que soy malo por juntarme con un vago fugitivo como tú.

-Tonto-lo abrazó del mismo modo y, tras un último saludo, se fue. Para suerte suya nadie lo notó y mucho menos se percataron de su ausencia.

Y los cuatro días se fueron.

Aquella mañana trabajaron con porcelana fría. A media labor sus ojos fueron robados. Asustado por la intromisión tan brusca agitó las manos en busca de quien le imposibilitaba ver. Nunca alcanzó el otro rostro; prefiriendo quedarse quieto aguardó a que su faz le hiciera recordar la textura de esas manos.

-Hide, me lastimas-puso sus manos sobre las que le taparon los ojos.

-Ni te hice fuerte-le liberó los ojos para tomar las manos que lo tocaron-¡Llegué a tiempo!-lo soltó y se sentó a su lado, tomando algo del material.

Y estuvieron trabajando. Kaneki no tuvo nada para contar, fue un silencio el que vino y fue entre ellos, un silencio reconfortante. El pelinegro hizo un pisapapeles en forma de árbol al que añadió pequeñas pinzas en el follaje para sujetar cosas importantes. Hide hizo una taza que pintó con mucho esmero. Hikari dijo que podían conservarlas o regalarlas a alguien, casi todos optaron por lo segundo. Tímidamente Kaneki entregó el pisapapeles a su amigo, sabía que siempre perdía cosas importantes (sobre todo las tareas sueltas).

-Te quedó genial, tal vez de grande seas escultor-sostuvo enérgico su regalo.

-No…no creo-rió.

-Toma-extendió jubiloso su regalo. La taza (un tanto deforme de la boca y el asa) tenía pintado un paisaje marino, y debajo, en la base, dos figuritas humanas. Eran ellos un tanto abstractos por el “flamante” talento de pintor que Hide tenía. Kaneki contempló las figuritas, realmente se parecían según su percepción.

Bajó la vista y sonrió ampliamente, abrazando la taza. Murmuró un débil “gracias” y la guardó con sumo cuidado entre sus cosas.

-La vas a usar siempre ¿cierto?

-Sí, lo mismo te digo sobre tu regalo-lo miró-¿seguro que ya te sientes mejor?

-Sí, de verdad-suspiró y se recargó en su hombro-no debiste preocuparte, pero gracias. Prométeme que ya no te vas a angustiar por las cosas, haces que me sienta mal.

-Lo prometo, o al menos trataré.

 

-Genial. Oye, ¿quieres venir a cenar a mi casa? También puede venir tu mamá. Queremos ir al parque la semana que viene también, aprovechando que todo está en calma.

-Le diré a mi mamá, gracias-sonrió ampliamente, feliz-luego los invito a cenar en mi casa.

-Te ves mucho más tranquilo ¿qué pasó con todo el problema de tu papá que tenía a tu mamá tan tensa?

-No sé bien lo que pasó, pero unos tipos con traje fueron. Al parecer sí tuvieron culpa en el trabajo por lo que pasó así que nos empezaron a dar una…indemnización, creo, pero aún así mamá no parece muy satisfecha.

-Entiendo…bueno, ya es una mejora. Ánimos-jaló de sus mejillas-

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Había sido un día agradable, la energía en sus piernas le llevó a ascender dando saltos de escalón en escalón sin fijarse en un posible golpe gracias a la magnífica gravedad. El gusto de haber estado con Hide y verlo mejor, aunado a esa pequeña promesa y al regalo que había recibido bastó para que quedara cegado a su realidad por completo. Simplemente entró a su casa saludando sin fijarse en nada. No notó que la puerta había estado abierta, no se percató del monstruoso silencio, no tomó en cuenta el florero roto y las flores tiradas sobre papeles y cosas rotas, no notó el agua hirviendo hasta consumirse.

Volvió a llamar a su madre, pero ella no respondió. Se aproximó a la mesita donde la vio sentada como siempre cuando le daban el día libre, cortando flores, postrada en dirección a la ventana. Pero no se movía, no hablaba. Su espalda encorvada hacia atrás y la cabeza elevada hacia algún punto inexistente en el techo despertaron en él la curiosidad.

-Oye mamá, ¡Hide ya está mejor! Dijo que nos invitaba a cenar junto a su familia y que en una semana sería bueno ir al parque ¿verdad que es genial?-bajó sus cosas sin darse cuenta de que al tocar la madera se iban humedeciendo. ¿Estaría dormida? Después de todo la mujer llevaba dos días sin descansar. Fue por una cobija y cuando regresó con ella se colocó enfrente de la mujer, estaba dispuesto a cobijarla, pero sus ojos le obligaron a permanecer mirando.

Ya eran las 3 de la tarde y a cada segundo el espejo espeso se expandía debajo de ellos, sobre el piso. Y sobre él gotas cayeron, y por efecto de la misma gravedad su ser no pudo ser sostenido más tiempo siendo las rodillas las primeras en caer convirtiendo el golpe en un sonido líquido que destruyó la uniformidad del espejo rojo. Las manitas temblorosas de Ken cubrieron con la cobija a su madre, movilizando los dedos al cuello ajeno para acariciar el collar rojo cereza del que se salía la vida de la mayor y fue cuando notó que el verdadero golpe de gracia estaba en el pecho de su madre, en donde trató desesperadamente de tapar las fosas para evitar que se fugara más, le oprimió el pecho con fuerza, inútil labor para evitar que su amada madre se fuera, pero sólo la última esencia se le escurría entre los dedos. Era imposible contenerse, el shock fue reemplazado. Su llanto se liberó a gritos, gritos  que se llevaron consigo una parte de la vida del niño.

 

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-¿No ha llegado ningún familiar del niño?

-Sus tíos vienen en camino, no encontramos más familia.

-Esto es una joda…es mejor darle seguimiento pronto, léete el informe.

A las 4 de la tarde se recibió una llamada de emergencia por parte de los vecinos quienes alertaron que escucharon a un niño gritar. Cuando los oficiales llegaron al domicilio sólo vieron una cosa: el infante abrazado férreamente del cadáver de quien fuera su progenitora, y al cuerpo mismo. La desafortunada mujer recibió un corte no tan extenso en el cuello pero lo suficientemente profundo como para cortar las carótidas además de  3 puñaladas en el pecho siendo estas la causa real  del deceso; los registros periciales dieron negativo a rastros de fluido de kagune por lo que lo evidente era que el perpetrador fue un humano. Lo desconcertante por su propia naturaleza fue la ausencia total de rastros de pelea o forcejeo, el cuerpo no dio muestras de violencia previa y el mismo domicilio no parecía indicar nada salvo algunas cosas destruidas, ni un robo, nada faltaba complicando de este modo la investigación.

Mientras los oficiales iban y venían unos pasos apresurados resonaron en la sala, y esa mujer abrazó al niño para soltarse a llorar desconsoladamente.

-Ken…mi niño…al menos tú estás bien-sollozaba. Kaneki, en su dolor y horror, se abrazó a ella sin dejar de temblar, incapaz de contener su llanto. Aquellos brazos no daban consuelo ni alivio, pero bastaron para que la soledad y el sufrimiento no devoraran su ser por entero. Nadie logró sacarle palabra alguna y nadie insistió en hacerlo por su salud mental, ni siquiera ella, su tía, se atrevió a preguntar nada.

La indemnización que ya se había comenzado a otorgar fue lo necesario para cubrir los gastos fúnebres. El ataúd de madera tallada era escoltado por céfiros blancos portadores de tristes flamas danzantes mientras las blancas flores perdían sus aromas.

Trepado en un banquillo el niño de pelo de noche contemplaba la lúgubre belleza del cadáver, el maquillaje jamás cubriría la palidez ni la frialdad rígida de ese rostro. Ella dormía como todos lo hacían en algún momento, un momento sin retorno…descansaba antes de volver al polvo. Los presentes se lamentaban con pena de aquella desgracia, maldiciendo la fragilidad de la vida.

-Pobre niño, ya ha quedado huérfano-murmuró alguien.

-¿La hermana se hará cargo? Dicen que es buena persona.

-Pues yo escuché que es una arpía, que por su culpa la señora Kaneki tenía muchos problemas…aunque es eso o nada.

Pero el menor era ajeno a todo, era un dolor inconsolable el que lo atormentaba. El problema no es de quien se ha ido, es de quien se queda. Quien parte deja todo tras de sí, deja un mar de males que ahoga a quien lamenta su partida…el dolor es propio de los vivos, de los que permanecen. Su tía fue a él para pedirle que se despidiera, era hora de que ese cuerpo dejara de ocupar su espacio en este plano. Aunque los pequeños labios buscaron besar la fría frente, aunque le otorgó sus últimas palabras…no pudo con nada. Quiso aferrarse a la mortaja, clavó los dedos entre gritos hasta que lo suprimieron por completo. Agarrado por fuertes brazos sólo pudo ver las puertas cerrarse, y el color rojo intenso que bordeó las aberturas…llamas despojando la carne que de nada ya servía. Sus ojos se perdieron incapaces de mirar otra cosa…ya no había más.

 

 

 

 

Notas finales:

Y a partir de ahora, espero sólo sea tragedia. Gracias a quienes leen.


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