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En donde el mar se ahoga por Emile Brojen

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Notas del capitulo:

Bueno....ya que ando por acá pues subo de una vez el tercer cap XD ojalá les guste. Claro que va a tener mucha tragedia pero será en su momento y con calma, ahorita quiero poner cosas lindas para después venir con lo feo jojojo

 

III

Muchos se quejaban, muchos empezaban a faltar por temporadas no tan prolongadas y extrañamente constantes, era como un ciclo inherente a la temporada y que sin lugar a dudas guardaba relación con “algo”. Muchas veces a lo largo de esos 3 meses el niño de ojos grises preguntó a Hide la razón por la cual se rascaba tanto el brazo. Alegó que era la cicatriz de la inyección la que le provocaba la mortificante comezón y que incluso las otras zonas de punciones ya estaban dando problemas, y no era el único. Un argumento lógico para el desconcierto de Kaneki era el hecho de que él, literalmente, estaba intacto: sin marcas ni molestias de ningún tipo por lo que quedó libre de acudir a la clínica   a diferencia del resto, se limitaba a la ingesta de las píldoras que les dieron.

A la entrada del otoño el malestar aumentó, varios casos de enfermedades respiratorias severas alertaron a las autoridades de las escuelas, y la preocupación por fin surgió cuando cierta persona no fue a clases. Hide no estaba. Miró la banca al lado suyo: vacía. Sin que en su faz se mostrara la verdad de su fuero interno la mente de inmediato se perdió exigiendo una respuesta. “Quizás se sentía resfriado luego de jugar con la lluvia” se auto respondió al instante. Al volver a casa marcó ese número, uno de los pocos que se había tomado la molestia de memorizar. Fue la madre de Hide quien lo atendió, hizo la pregunta obligada y la respuesta fue similar a la que se dio él mismo: “Se siente mal, al parecer es un resfriado” dijo ella. Tras pedirle que lo saludara de su parte, colgó. Estaba bastante tranquilo al saber lo que sucedía, no era tan grave.

Otro día llegó y la alegría del niño rubio no iluminó sus horas y así pasó otro día más…y otro, tras otro...y siempre lo mismo. A ratos observaba la banca vacía, ya era una semana la transcurrida y la respuesta de la madre de Hide era siempre la misma. “Se sigue sintiendo mal, el medicamento no le hace efecto alguno, pero está estable”. La preocupación llegaba a ser excesiva, era demasiado tiempo para ser un simple resfriado. Su concentración académica se fue desviando para perderse en especulaciones sobre lo que quizás estaba ocurriendo en realidad mientras su ser se perdía en ese asiento vacío. Parecería una exageración resentir tan pronto la ausencia de alguien, pero cuando estaba solo contra su voluntad el suplicio que esto significaba era más desesperante.

Decidió ir a verlo, necesitaba saber en persona que estaba bien. Escribió un recado a su madre y salió rumbo a casa de su amigo. Llamó a la puerta siendo recibido por la ama de casa quien sonrió ampliamente al verlo.

-Qué bueno que vienes, quizás eso le ayude a mejorar-lo condujo hasta la habitación del enfermo, y pudo verlo.

Estaba tumbado  en calma absoluta, el ámbar de sus ojos estaba oculto tras los párpados sellados…quizás dormía. Con sigilo se aproximó para dejar la mochila bajo la mesa de noche.

-¿No saludas?

-¡Ah!-se incorporó bastante asombrado-perdón, creí que dormías.

-No, es que me cansé de ver el techo.

-Pues ve otra cosa, debe ser más interesante que no ver nada.

-Pero al cerrar los ojos puedo ver lo que imagino, eso es mejor.

-….-no supo siquiera qué cara poner, a veces Hide decía cosas extrañas-puede ser, creo…ah, también te traje lo que han dejado de tarea.

-No me quieres; en vez de traerme algo bonito me traes tareas feas-hizo un puchero.

-La fiebre te hace decir bobadas-tomó una almohada y se la dejó caer con suavidad, pronto la quitó y pasó su palma sobre la frente ajena. Ardía. Ciertamente lo dijo en broma pero comprobó la elevada temperatura corporal; quiso llamar a la madre de Hide hasta que algo le hizo desistir. Vio un recipiente con agua que yacía sobre la cómoda, y a un costado un par de toallas seguían a juego, secándose. “¿Ha tenido más fiebre?”. Tomó una toalla para humedecerla, procediendo a ponérsela en la frente. Repitió el proceso varias veces hasta que la piel ajena le resultó más fresca. Hide se disculpó por las molestias pero su visitante negó de inmediato, nunca le pesaría hacer tal cosa. Estuvieron hablando bastante rato, la voz de Kaneki soltaba largas conversaciones para poner a su amigo al corriente de lo que en la semana hubo acontecido sin perder pista ni detalle de nada, y Hide, consciente de que no era el único que se las veía negras por la repentina epidemia de gripa, sólo atinó a darle un punto positivo a todo, debía hacerlo. La madre del enfermo subió una charola con comida en donde porciones dobles de todo desfilaban, comida que colocó en la mesa de servicio para que ambos niños pudieran comer mientras hablaban. Hide insistió en que apenas se recuperara se inscribiría al club de tenis. Kaneki sopesó la idea, el imaginarse a la pelota amarilla confundida con el pelo del inquieto niño y el potencial riesgo de confusiones le evocó malas ideas que usó para sus malas bromas de siempre. Había extrañado hablar de ese modo con él, pero no podía hacerlo más tiempo por ese día.

Al volver a casa se sorprendió de ver a su madre cenando, y en vez de saludarlo le mostró un papel con una cita para acudir a la clínica la semana siguiente, necesitaban análisis clínicos. Primera noticia mala. Siguiente noticia mala. Tras 5 años de pelea por lo del asesinato del señor Kaneki el fruto era uno solo: nada. Por el simple hecho de no contar con el dinero para los abogados (porque se perdió míseramente en las desdichadas manos de la horrenda mujer que compartía su sangre) el seguimiento al caso se perdió y todo lo logrado fue en retroceso. Nada era lo que tenían. La mujer siempre fuerte ahora parecía víctima de la impotencia y, ajeno a ella, se encerró en su habitación apenas terminó de contarlo todo; su hijo permaneció inmóvil sin lograr hacerse a la idea. No le dolía por su padre (a quien no recordaba ni un poco), le dolía por su madre que bastante se mortificaba con ello…si pudiera hacer algo.

No entendía qué era lo que su madre peleaba, aquella mujer amable que cedía ante las cosas y bajaba la cabeza para evitar problemas ¿por qué sacaba las garras para algo tan banal? Una persona que murió casi 6 años atrás ¿qué necesidad había? No lo revivirían ni mucho menos aliviaría el dolor ni la pérdida, dinero, tiempo y energía gastados, y no solo ella estaba cansada. De nada bastó que Ken le pidiera que desistiera, mucho menos influyó su agotamiento, ese fin de semana ella acudió a hacer todo lo que pudo, dejando a su hijo al cuidado de su hermana. Para rareza y sorpresa suya esa frívola mujer lo trató bastante bien, tal vez lo hiciera por mero compromiso por la deuda económica que ahora sostenía con su hermana mayor. Incluso bajo tal conocimiento se rehusó a sacar ventaja de ello, nunca abusó ni mucho menos fue capaz de dejarse consentir. Esos 2 días se le fueron como una eternidad incómoda.

El lunes su rutina volvió a la normalidad, y el mal sabor de boca de los días anteriores se esfumó al aparecer reflejada en sus córneas la silueta de quien más extrañaba. Saludó con entusiasmo a Hide quien, sin reparo ni sutileza, se le fue encima para poder abrazarlo con su usual fuerza, al borde de la caída. Estrecharon sus manos y estuvieron por la escuela como si nada hubiera pasado, incluso cuando aún faltaban varios compañeros que sucumbían ante la enfermedad, a ellos les daba lo mismo…a Ken le daba lo mismo. Hide estaba allí.

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Al cabo de varios días niños iban y venían, enfermaban o sanaban indistintamente. Era un patrón extraño. El consejo de salubridad lanzó un comunicado a los medios de comunicación para alertar a la población que una epidemia de una enfermedad respiratoria nueva estaba atacando principalmente a la población menor de 17 años, siendo los niños los más vulnerables.

-El consejo de salubridad ha creado comisiones para la investigación de este nuevo virus del que aparentemente no se tenían registros, y se buscará urgentemente una cura para evitar que la epidemia se expanda. Hasta el momento solo 300 menores han sido diagnosticados como graves. Se exige a toda la población medidas preventivas como el uso de cubre bocas y abstenerse….

-Venga ¿irán a cancelar vuelos? Siempre hacen mucho drama-dijo uno de los meseros al escuchar las noticias.

-Pobres niños, ojalá no empeore-comentó su compañera, una mujer de pelo negro y largo.

En la barra estaban sentados ese fiel par de amigos y la madre del rubio, atentos a las noticias. Kaneki miró a su amigo y comenzó a preocuparse más de la cuenta. Hide había enfermado bastante mal y demoró en recuperarse, y aún cuando ahora lucía bien no dejó de inquietarle. Por su parte estaba sano, ni siquiera en contacto con su amigo durante la enfermedad mostró indicios de comenzar a enfermar del mismo modo. Cual si fuera nada, Hide devoró su rebanada de tarta ignorando a quien le miraba con preocupación. La señora Nagachika no dijo nada, sólo se sumió en su café.

Saliendo de la cafetería fueron al parque en donde jugaron bastante rato. En una resbaladilla un tornillo traicionero rompió parte de los pantalones de Hide.

-¡No! Eran mis favoritos-chilló al ver el daño en su prenda.

-¿Te lastimaste?-se apresuró el pelinegro.

-No, pero ¡Mis pantalones!-seguía chillando.

-Ni es para tanto-al ver por el hoyo de la rasgadura la refulgente ropa interior se soltó a reír-¿nubes y arcoíris?

-¡Deja!-se sonrojó fuertemente y cubrió la zona rota. Al final la pena fue desplazada por el contagio de la risa, y dieron su pequeño concierto.

Cuando estuvieron sin aire ni fuerza, se tumbaron bajo otro tobogán. Inhalaron el fresco aire, el cielo se movilizaba entre nubes matizadas.

-Kaneki ¿crees que todo se ponga feo?-soltó de la nada sin mirar a su amigo-¿Crees que vuelva a enfermar? No me gustaría faltar tanto otra vez, tampoco quiero inyecciones, son muy feas.

-Pues-tampoco lo miró, pero detrás de la ligereza de esa voz inconscientemente notó algo-no sé, ojalá no. No creo que vuelvas a enfermar…cobarde-bromeó un poco.

-Cobarde tú-lo abrazó y se soltó a reír-lo bueno es que en esta semana se terminan las clases. Quédate a dormir en mi casa hoy.

Ya no sentía la pena de antaño, aceptó de inmediato. Esa noche fue de llenar sus sistemas de golosinas. La señora Nagachika se esmeró en darles lo necesario para su pequeña reunión aprovechando que su esposo no estaba; él casi nunca estaba ya. A punto de poner una serie el pequeño anfitrión notó que se quedaron sin gomitas; pesaroso se dirigió a comprar unas. Kaneki se apuntó de inmediato a acompañarlo pues ya era noche, quizás no garantizara la más mínima protección pero dos era mejor que uno. La tienda estaba cruzando el complejo habitacional, fueron rápidamente. Dentro del establecimiento Hide se sintió atraído por un chico que parecía ser apenas unos 3 años más grande que ellos, su aspecto fue lo que le interesó.

-Se ve muy elegante como para estar aquí-murmuró.

-Hide, no digas eso-lo silenció apenado. Miró al chico de arreglada cabellera azul con destellos violetas y caros pantalones cortos. El chico, como por obra de una molesta coincidencia, dirigió su atención a donde se sentía vigilado. Sus ojos violetas chocaron con los grises.  Le sonrió y el más pequeño sólo atinó en esconderse entre los estantes. El acto de timidez bastó para atraer aún más al niño adinerado; pero no pudo acercarse, una mujer mayor se lo llevó. El niño mantequilla tomó de la mano a Kaneki y se lo levó fuera. Ya estaban por llegar a la casa de Hide cuando lejanas sirenas resonaron, sus ecos lastimeros se fusionaron con sus luces, y constantes ruidos explosivos apagaron su agudo sonar. El pelinegro se asustó al ver en lo lejos de la avenida a las patrullas persiguiendo otro vehículo en medio de un tiroteo en movimiento. Hide quiso quedarse a ver pero fue jalado por su invitado a la seguridad de la casa. La madre del pequeño los recibió precipitadamente y vigiló por la ventana la escena que se iba por la avenida. Cuando el silencio volvió, Kaneki suspiró.

-¿Mamá, qué fue eso? Kaneki no me dejó ver bien-sacó su lengua contra su amigo a modo de reclamo.

-Era un grupo de patrullas de la CCG….seguro perseguían a un ghoul-cerró la cortina-no parece tan serio…bien, sigan con lo suyo, no coman muchos dulces-les sonrió y se fue.

Kaneki se sentó y comenzó a comer de los dulces, al poco tiempo su amigo le alcanzó. No pudo concentrarse en lo que veía; sólo pudo imaginar la persecución, recreó la escena a su antojo y algo no cuadró. Desconocía por completo el aspecto de los ghouls. Alguna vez escuchó que lucían como personas normales y que por ello era casi imposible darles cacería a todos con facilidad. Pese a todo el distrito 20 era muy tranquilo y rara vez veían ese tipo de cosas.

 

 

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-..-.-.-.-

Ya estaban de vacaciones, sin embargo los estudiantes nunca eran completamente libres. Todos eran obligados a tomar sesiones de ejercicio por las mañanas y actividades didácticas en diversos centros, algo similar  a cursos de verano. El hospital donde eran atendidos para las vacunas todos los menores de edad abrió sus puertas para dichos cursos. Hide y Kaneki fueron convocados a ese centro.

No era tan malo, aunque en un inicio Hide tuvo problemas para levantarse temprano. A veces cultivaban hortalizas, otras veces simplemente jugaban, pero siempre había algo por hacer.

-esas pastillas saben horrible-comentó mientras sembraba frijoles de soya.

-Mucho ¿tendremos que tomarlas siempre?

Una profesora, Hikari se llamaba, rondó por el sitio vigilando a los niños. Era una mujer joven y amable cuya paciencia podía lidiar con cualquier niño rebelde, a pesar de ello su favorito era Kaneki, desde un inicio lo mostró.

-Kaneki ¿cómo vas?-se acercó a ver.

-Bien, creo que las de hace dos semanas ya van brotando.

-Tienes buena mano-le sonrió ampliamente. El niño correspondió a su sonrisa.

Hide fue por más semillas, y a medio camino se tambaleó. Sus piernas temblaron hasta flaquear por completo y su vista se tornó negra. El pelinegro lo vio en el acto y corrió hacia él, apenas alcanzó a sostenerle la cabeza evitando que se golpeara. Se asustó tanto, gritó por ayuda sin dejar de llamar a su amigo por lapsos breves. Un par de enfermeros se lo llevaron en camilla a una de las habitaciones en donde entró un médico a revisarlo. Ken se angustió de no saber lo que le había sucedido. No quiso regresar a las actividades, permaneció fuera de la habitación a la espera de que saliera el rubio como si nada o por lo menos para que le dieran razones. Comenzó a morderse las uñas cuando Hikari se acercó a calmarlo.

-Va a estar bien, de seguro vino sin desayunar-le palmeó la cabeza-anda, no te preocupes.

-…-miró a la mujer, notó su frente arrugada y comprendió que él estaba siendo una preocupación para ella, por irónico que fuera. No quiso que ella lo mirara así por lo que le sonrió-está bien. Gracias.

Volvió al salón de actividades y al término de la jornada fue a ver a su amigo quien seguía inconsciente. Su madre apareció al poco rato para verlo. Logró escuchar que estaba estable pero siempre había algo “raro”. No pudo comprender los términos médicos, pero si tuvo que juzgar por la voz de la mujer supuso que no era tan malo.

Y recordó las palabras del rubio, la preocupación volvió a él.

 

 

 

Notas finales:

Bueno...ando publicando acá y en fanfiction, porque YOLO y puedo jaja y pues....ya lo seguiré avanzando sobre la marcha. Gracias a quienes leen <3


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