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Entre las paredes del cuarto templo por Athair

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Notas del fanfic:

La gran mayoría de ésta historia, es un POV, y por lo tanto, está narrado en primera persona.

Con respecto a este signo *, que aparece en un momento de la historia diré lo siguiente, aunque he buscado en varios sitios, sobre Manigoldo de Cáncer se dice que su nombre es de origen italiano, pero en ningún sitio dice que él sea de Italia, yo, me voy a tomar la pequeña licencia de decir que sí que lo és, pero si estoy equivocada y ofendo a alguien pido mis más sinceras disculpas.

Los personajes de Saint Seiya y de Lost Canvas no son míos, y yo no gano nada con esto.

Notas del capitulo:

Cómo siempre, dedicado con todo mi cariño a MrVanDeKamp2.

 

-Ha llegado el momento de que esto termine-

-----POV DOKHO-----

Lo sé, lo he sabido antes incluso de que pronunciases esas palabras.

Es comprensible que estés cansado de todo esto, de hecho, nunca esperé que me ayudases tanto como lo has hecho.

Supiste desde el principio que si acudía a ti era por el enorme parecido que tienes con otro hombre.

Fuiste consciente de que te necesitaba para no perder lo poco que me quedaba de él.

Porque doscientos cuarenta años de vida le pasan factura a cualquiera, y a mí, me estaban haciendo olvidar lo que en un pasado, fue lo más valioso de mi mundo.

Y tú, sin quejas ni preguntas aceptaste ese papel, el de sustituto de un recuerdo.

Salvándome en el proceso.

Los dioses saben que yo no quería esta nueva vida, que hubiese preferido quedarme descansando, ya fuera en el infierno o en el paraíso, con mis antiguos compañeros.

Con él.

-Pero, quiero darte algo, llámalo un último regalo y……aprovéchalo, pués solo lo haré una vez.

No te entiendo, ni cuando dices esa frase ni cuando con una delicadeza impropia de ti coges mi mano y empiezas a caminar hacia la salida de mi templo, haciendo que inevitablemente, tenga que seguirte.

Es extraño, en cuanto salimos del séptimo templo me doy cuenta de que todo está demasiado silencioso y oscuro.

Nadie ha encendido las antorchas que iluminan el Santuario cuando oscurece, pero parece que a ti, acostumbrado a ella, no te moleste la oscuridad que reina en el ambiente.

Solo la luna y las estrellas iluminan nuestro camino.

Cuando accedemos al sexto templo sin permiso alguno estoy a punto de recordarte que en él vive un compañero que merece respeto, pero antes de que mi boca se abra me doy cuenta de que ningún cosmos se percibe en el templo de Virgo.

Como siempre, la tranquilidad en el templo budista hace que mi cuerpo se relaje y mi mente quede en blanco, tú, sigues caminando, en silencio, con seguridad, como si lo tuvieses todo preparado de antemano y supieras que podemos atravesar tranquilamente la morada de Shaka.

Por primera vez, confío en ti y no hago preguntas.

Los dioses saben que tú jamás me las has hecho y has tenido motivos de sobra para hacerlo.

Sin embargo, no puedo evitar que la curiosidad me embargue cuando comenzamos a acercarnos al templo de Leo y percibo que este también está vacío.

Es extraño que dos de nuestros compañeros hayan decidido abandonar sus templos la misma noche, pero, la seguridad en tus pasos y en tus acciones me hacen conocedor de que lo más posible, es que tú tengas mucho que ver en eso.

Eres el único capaz de convencer a Shaka y Aioria de hacer algo, aunque ese algo solo lo comprendas tú.

Quizás, esta vez has tenido que dar más explicaciones de las que te hubiese gustado, pero si Virgo y Leo no están en sus moradas es porque ambos han llegado a la conclusión de que, lo que sea que quieras hacer esta noche, merece la pena hacerlo.

Es por eso que sigo sin preguntar y dejo que sigas guiándome a través de las miles de escaleras que conforman el lugar.

Por fin, tras largos minutos llegamos a tu templo.

El cuarto.

Todo en tu morada grita a los cuatro vientos que el signo de Cáncer tiene algo que el resto de signos no.

Todos somos conscientes de que tú, Death Mask, tienes algo que los demás no tenemos.

-¿Confías en mí?-

La pregunta me la haces cuando ambos llegamos al centro del templo, en ese lugar donde las paredes están tétricamente decoradas con miles de rostros angustiados.

Sin embargo, tus “trofeos” están extrañamente silenciosos, como si también ellos supiesen de la solemnidad que requiere el momento.

Te miro intentando averiguar lo que vas a hacer, pero, por primera vez, tus ojos permanecen imperturbables, serenos, sin rastro alguno de maldad pero sí mucha serenidad.

-Si-

Es lo único que alcanzo a decir, antes de que tú, te gires lo suficiente para poder verme cara a cara.

Sin apartar tus ojos de los míos, comienzas a encender tu cosmos.

La habitación comienza a iluminarse con ese dorado que nos caracteriza a todos, los rostros en las paredes toman una forma más nítida, lo que los hacen mucho más grotescos de lo que en realidad son.

Son tantos que por primera vez me pregunto si todos son tuyos o también están los trofeos de tus antecesores, si las murallas del templo de Cáncer están formadas en realidad por los recordatorios de cada caballero de oro que ha vestido tú armadura desde el inicio de los tiempos.

Sin embargo, no puedo pensar demasiado porque tres palabras me sacan de mis pensamientos y me hacen tensarme.

-Ondas del Hades-

Lo has dicho en un susurro tan bajo que creo haber escuchado mal hasta que percibo el cambio en el ambiente, como todo se vuelve mucho más oscuro, tenebroso.

Y de repente, empiezan a escucharse miles de lamentos.

Y sé que estamos en el Yomotsu, las puertas del averno.

Un lugar que no te es desconocido.

-No os puedo ofrecer algo mejor-dices encogiéndote de hombros.

Mi gesto te indica que no te entiendo, que tus palabras, son un misterio para mí.

-Te dije, que confiases en mí-pronuncias con una sonrisa traviesa-Volveré a por ti dentro de un rato.

Señalas con la cabeza hacia la derecha mientras dices esa última frase y luego, sueltas la mano que me estaba sujetando.

Desapareces antes de que pueda abrir la boca utilizando tu técnica a la inversa.

Y sin embargo, es extraño.

Sigo sintiendo tu cosmos.

Tardo un minuto y pocos segundos en darme cuenta de que tú cosmos, es distinto, más rebelde, menos oscuro.

Y que……

Que está inundado de añoranza.

Me doy la vuelta lentamente, a cámara lenta.

Y mis ojos, no tardan demasiado en ver ese último y único regalo que ma ha otorgado Death Mask de Cáncer.

-¿Ma……Manigoldo?

-----FIN DEL POV DOKHO----

El hombre de cabellos tan azules como sus ojos sigue avanzando en dirección al pelirrojo.

Incluso vestido con las ropas de entrenamiento está tal y como lo recordaba el de China.

Alto, siempre fue diez centímetros más alto que él.

De piel dorada pero no bronceada, piernas y brazos largos, musculados.

Espalda ancha y torso tonificado.

Y una sonrisa ladeada tatuada en sus labios.

Sí, no hay duda de que es él.

Manigoldo de Cáncer, el caballero de oro que fue su compañero hace doscientos años.

El que también fue su amante.

-¿Có……cómo?-pregunta en un tartamudeo el de Libra.

-Es algo que los del cuarto templo siempre hemos podido hacer, traer de vuelta a los muertos durante un breve espacio de tiempo-dice el recién llegado-Pero, sin poderles dejar salir del averno.

-En……entonces…… ¿estás……estás vivo?-vuelve a interrogar el pelirrojo, sin podérselo creer del todo.

-Solo durante una hora, dos como mucho, luego, volveré a donde estaba Dokho y, debes entender eso-dice el de Cáncer-Porque, aunque el caballero de oro de la generación actual sea más fuerte de lo que yo fui, sólo puede hacer esto una vez.

El de Libra quiere decir muchas cosas, hacer muchas preguntas, pero, si solo tiene una hora con Manigoldo no piensa desperdiciar el tiempo, así que con dos rápidos pasos acorta la distancia que les separa, acercándose al otro hasta que sus cuerpos chocan.

Al de Cáncer no le sorprende el movimiento y consigue rodear su cuerpo con los brazos, en un abrazo fuerte y necesitado.

-Te he echado tanto de menos-consigue decir Dokho con la voz cargada de sufrimiento-Te necesito tanto.

-Lo sé-consigue contestar el italiano*-No sabes, lo mucho que lamenté dejarte solo.

Antes de que el de Libra pueda seguir hablando, el de cabellos azules se lanza hacia sus labios, besándole como siempre lo hizo, con pasión, con movimientos fuertes y que no tienen ritmo alguno.

Le besa como si quisiera devorarle, y Dokho no tarda demasiado en devolverle el beso.

Han pasado muchos años, pero los labios del de Cáncer siguen iguales, suaves, finos, ansiosos. Los dientes no tardan en aparecer para dar leves mordiscos, y al de Libra no le cuesta entender la muda petición.

Abre su boca para que la lengua del de cabello azul le invada, le saboree, recorra cada rincón olvidado y comience una batalla con la suya propia.

Incluso durante el beso los dos intentan que sus cuerpos se acerquen más, que no quede ni un resquicio libre.

Ambos saben que ésta, es la última vez que podrán estar juntos hasta que a Dokho le llegue el final.

Y con la manía de la actual Atenea de resucitarlo, ese reencuentro puede tardar mucho.

Así que Manigoldo no pierde el tiempo, y cuando el oxigeno es requerido y separan sus labios, el de Cáncer no duda demasiado en arrancarle de un tirón la camisa al pelirrojo.

Dos segundos más tarde, los labios del de cabellos azules están recorriendo el cuello del chino mientras este, como buenamente puede, le comienza a quitar la parte superior de la ropa, agradeciendo en lo más interno que ni uno ni el otro lleven las armaduras de oro.

Las manos del canceriano toman ventaja y comienzan a acariciar cada palmo de piel que van encontrando.

No pregunta por las nuevas cicatrices de Dokho, pero se maldice internamente por no haber estado a su lado para evitarlas, para protegerle, para evitarle todo el dolor que sabe, de alguna manera, que el otro ha pasado.

En el fondo quiere mimarle, quiere tomarse su tiempo para besar cada una de esas cicatrices, para borrar al menos el recuerdo de cómo fueron hechas y aliviar de alguna manera el dolor.

Pero tiempo es algo con lo que no cuentan.

Y él necesita decirle algunas cosas además de hacerle el amor.

Así que se limita a recorrerlas una a una con las manos, acariciándolas.

Dokho ya ha conseguido quitarle la camisa de entrenamiento, y se ha quedado mudo.

Al parecer, la muerte también conlleva la reparación. La piel está completamente lisa, sin una marca, sin una sola imperfección, incluso juraría, que faltan algunas de las pequeñas y escasas pecas que adornaban la piel del canceriano.

Se siente un poco cohibido, él tiene tantas cicatrices, ha cambiado tanto.

Puede que su cuerpo sea el de un joven, pero no tanto como lo era cuando Manigoldo murió.

Sin embargo, los labios del de Cáncer, besándole el principio del torso le hacen olvidar cualquier complejo.

Hacia tanto tiempo que no se sentía tan completo que ni siquiera le importa que estén en plena entrada del infierno.

Podría venir el mismísimo Hades que a él le importaría bien poco.

Dokho comienza a acariciar cada palmo de piel del de Italia, grabándolo en su mente, en su tacto, no quiere olvidar nada de ese momento, quiere mantenerlo vivo en su memoria para siempre.

Manigoldo siempre fue su pilar de fuerza, su sitio seguro, durante aquellos años sentado frente a la gran cascada lo evoco mil y una veces para no volverse loco.

Los labios del de cabellos azules apresan uno de sus pezones, y él no puede evitar soltar un gemido ronco.

Cada célula de su cuerpo clama por más, y lo demuestra arañando un poco la espalda del canceriano, puede que no queden marcas cuando vuelva al mundo de los muertos, pero el de Libra quiere que se lleve algo, aunque sea mínimo, al otro lado.

Pronto, Cáncer atrapa su otro pezón y su espalda se arquea buscando más contacto de esos labios y esa lengua que le recorre el pecho.

Mientras besa y lame ese pecho impregnado de sudor, Manigoldo baja las manos y comienza a pelearse con la evilla del cinturón. Una parte suya quiere arrancarle la ropa a pedazos, pero, un pequeñísimo arranque de celos evita que lo haga.

El caballero de oro de Cáncer que ha logrado que tengan ese encuentro vendrá tarde o temprano a buscar al de Libra, y Manigoldo no quiere que vea lo que en estos momentos, es solo suyo.

Así que deja de besar a Dokho para poder concentrarse en desnudarlo.

Lo consigue minutos después, tras una tarea titánica que ha requerido toda su paciencia.

El pelirrojo en el proceso ha conseguido liberarle de sus propios pantalones, que ahora cuelgan de los tobillos en un amasijo de tela que molesta demasiado.

Por eso, casi a patadas, el de Cáncer termina de quitárselos mientras el pelirrojo, sin que nadie diga nada, se tumba en el duro suelo del lugar con movimientos que hacen que la erección del italiano se haga un poco más notoria.

A ojos de Manigoldo, Dokho siempre fue perfecto.

Ese cabello prácticamente indomable y del color de un buen vino tinto, esos enormes ojos verdes tan expresivos, los labios gruesos del de China. El pecho ancho y exento de vello, cada uno de los músculos de sus tonificados brazos, la cadera estrecha y las largas piernas pese a que el de Libra nunca fue uno de los caballeros de oro más altos.

Manigoldo le mira durante breves segundos antes de dejarse caer al suelo, reclamando nuevamente los labios de Dokho en un beso largo y profundo, cuando sus cuerpos hacen contacto, el de cabellos azules se siente realmente vivo, como si su tiempo no fuese prestado.

Su corazón late a mil por hora, sus pulmones reclaman oxigeno y sus músculos están tan tensos que duelen, pero es un dolor bien recibido.

Uno añorado.

Que no hay tiempo para más preliminares es algo que saben, así que con un movimiento brusco el de Cáncer toma la erección del otro en sus labios mientras uno de sus dedos comienza a acariciar la entrada del pelirrojo.

Dokho y él siempre peleaban por ser el activo y pasivo de la relación.

Sin embargo, si ha de llevarse algo al averno, será el poseer una última vez el cuerpo del libriano.

Si sus suposiciones son correctas, nadie del otro lado podrá hacer lo que él piensa hacerle.

En ese aspecto, sabe que Dokho es solamente suyo.

El dedo que acariciaba se introduce rápido y de una sola vez en el interior del pelirrojo, este gruñe en disconformidad, hace demasiado tiempo que no ocupa el papel pasivo de una relación. Pero sabe que no hay tiempo para grandes preparativos y pone todo su empeño en lograr que su cuerpo se relaje.

La mano del libriano se aventura a acariciar un poco más el cuerpo del de Cáncer, la posición que tienen le impide llegar a ciertos sitios, pero, por lo que nota en su muslo derecho no es que sea demasiado necesario.

Un segundo dedo le hace pronta compañía al primero, y Dokho vuelve a retorcerse un poco.

-Lo siento-consigue decir Manigoldo-No es mi intención hacerte daño pero……

-Lo sé-dice el de Libra interrumpiéndole-No importa.

Sin embargo, esas palabras no convencen al canceriano, y ralentiza sus movimientos al tiempo que vuelve a la labor de lamer y chupar el pene de su compañero.

Con movimientos más lentos, mete un tercer dedo en el interior del pelirrojo, y comienza a realizar movimientos para dilatarlo.

Le gustaría poder decir que al de China le falta poco para llegar a su primer orgasmo, pero, sabe que sus primeros movimientos han sido demasiado bruscos y que le ha hecho daño.

No quería que fuese así, no era su intención.

Pero el tiempo es limitado, tan condenadamente limitado que sabe que si no continúa pronto, se acabará antes de que consigan hacer algo.

Así que saca con cuidado sus dedos del cálido interior de Dokho y deja de lamer su miembro semi erecto para poder mirarlo, mirarlo con los ojos plagados de una muda suplica y de palabras de perdón que no serán dichas.

El libriano lo entiende y no dice nada que pueda empeorar la situación.

Acomoda un poco la espalda y abre más las piernas, dejándole más espacio al de Cáncer, luego, toma todo el aire que puede.

Y lo expulsa en un gemido grave cuando Manigoldo le penetra de una rápida y única embestida.

Duele como mil infiernos, y ambos lo saben.

Es por eso, que aunque no tengan tiempo, el de Italia para todo movimiento y se dedica a besa y acariciar a su compañero, buscando relajarle, aliviar su dolor, buscar un perdón que en el fondo sabe que no necesita porque el hombre bajo su cuerpo comprende la situación.

Un minuto, quizás dos más tarde, Dokho realiza un suave movimiento de cadera y le indica al canceriano que puede continuar.

Manigoldo no es tonto y sabe que el dolor no ha cesado del todo, así que, sus primeros movimientos son lentos, pausados, acompañados de caricias y besos, de suaves susurros en su lengua materna que sabe que el otro entenderá.

Pronto el dolor pasa y Dokho se lo hace saber con un gemido y suaves caricias realizadas en su espalda.

Las embestidas pierden lentitud y se vuelven rápidas, algo más fuertes y profundas. Al de Cáncer le dan ganas de hacer el signo de la victoria cuando un nuevo gemido del pelirrojo le indica que ha encontrado en su interior ese punto que hace que el otro se vuelva loco de placer.

-Te……te quiero-

El susurro del libriano hace que su corazón estalle de alegría, lo sabe, siempre lo ha sabido. Dokho de Libra le amó como nadie nunca lo había hecho.

Y mientras vivió, él le devolvió con creces ese amor, puede que en ocasiones de manera algo brusca, pero el amor que sintió por el pelirrojo siempre fue sincero.

Sin embargo, y pese a que le está haciendo el amor, Manigoldo sabe que debe liberar al pelirrojo de eso que un día les unió. Debe darle la oportunidad de una vida mejor, una, en la que el de Libra pueda seguir adelante sin cargar el yugo de los recuerdos, del constante “¿y si hubiera?”

-Yo también te quiero, Dokho-logra decir con voz serena a pesar de la excitación-Pero, ambos sabemos, que no voy a volver.

El de Libra se muerde el labio inferior con fuerza, no quiere ser consciente de eso en este preciso momento, no quiere que la realidad le asalte, quiere quedarse ahí, en ese tiempo concedido un poco más.

Manigoldo es consciente de eso y calla sus palabras con un nuevo beso, uno lento, profundo, uno que en realidad, solo busca que el tacto de la piel del otro se grabe en sus labios.

Ni siquiera el mismo Dokho puede saber cuánto lo ama, cuánto va a echarle de menos.

Así que se limita a seguir embistiendo, a llenar ese cuerpo bajo el suyo de placer y de amor. Su mano derecha baja al miembro del pelirrojo y comienza a acariciarlo al mismo ritmo de las embestidas.

Ni siquiera el placer evita que para cuando ambos vuelvan a mirarse, sus ojos ya estén llenos de lágrimas que se desbordan por sus mejillas.

Saben que el tiempo se les acaba, que este va a ser el autentico adiós.

Y los dos lo darían todo por permanecer juntos.

-Manigoldo-logra murmurar Dokho antes de que la tensión acumulada se libere de su cuerpo y el orgasmo le asalte de una manera brutal.

-Dokho-gruñe el otro cuando su propio orgasmo le asalta y se corre en el interior del pelirrojo.

-----POV DOKHO-----

Aquí estoy.

Sentado en el suelo del Yomotsu.

Viendo a las miles de almas seguir su imparable camino hacia el agujero del abismo.

Hace diez minutos que he perdido a Manigoldo para siempre.

Hace dos que sé que Death Mask aguarda en silencio a que yo pueda reaccionar.

Y debo reaccionar.

Se lo he prometido a él.

-----Flash Back-----

Las respiraciones de ambos aún son desacompasadas, sus cuerpos demasiado agotados para hacer algo y sus mentes aún no reaccionan de la manera adecuada.

Sin embargo, Manigoldo consigue que su cuerpo funcione y se separa de Dokho, saliendo con cuidado de su interior.

Sus ojos no tardan demasiado en posarse en los del otro, y el de Libra sabe que ahora, vendrá aquello que no le gusta.

El adiós definitivo.

-Dokho, te quiero, y es por ese amor, que me duele saber por todo lo que has pasado en mi ausencia-dice el de Cáncer-Y más, sabiendo, que parte de ese dolor, es culpa tuya.

-Mani……no……

-Escúchame-interrumpe el de cabello azul-Dokho……sé que me amaste, siempre he sido consciente de ese amor y siempre lo he agradecido, más de lo que te puedas imaginar. Sé, que ese amor, es lo que te ha mantenido vivo tanto tiempo pero……ya está bien pelirrojo, ya está bien.

-No lo digas-suplicó el de Libra-Por favor, no lo digas.

-Estoy muerto, Dokho, y nadie va a cambiar eso. Soy parte del pasado-dijo el de Italia-Pero tú estás vivo, estás vivo y tienes una vida por delante que vivir, sirviendo a la diosa como siempre lo has hecho, enseñando a los jóvenes aprendices como siempre te ha gustado y siendo el incondicional apoyo de Shion.

El pelirrojo cerró los ojos durante unos segundos, presa del dolor, sabía que su compañero tenía razón, pero eso no hacía que la situación doliese menos.

-Dokho, no quiero que pases el resto de tú vida solo, ya has tenido demasiado de eso-dijo Manigoldo-Así que déjame marchar, déjame marchar porque vivir a base de un recuerdo, es no estar vivo.

-Pero yo, te quiero-consigue decir el de Libra.

-Lo sé, Dokho-dice el de Cáncer con una sonrisa ladeada y algo de sarcasmo-Sé que siempre voy a tener un lugar en ese terco corazón tuyo, pero también sé, que ese mismo corazón, es lo suficientemente grande para darle cabida a otro.

El de Libra junta sus labios con los del de cabello azul, el beso es corto pero plagado de muchas cosas que no hay tiempo para decir.

-Prométemelo-exige  Manigoldo-Promete que no te cerraras al amor, Dokho, déjame marchar sabiendo que puedo hacerlo tranquilo, que les puedo decir a los otros que Shion y tú vais a estar bien. Me llevo al otro lado más de lo que nunca pude pedir, júrame que cuando a ti te llegue el momento podrás decir lo mismo.

-Te lo prometo-logra decir el pelirrojo para luego, asaltar los labios del de Cáncer con desesperación.

Mientras se besan, ambos saben que llega el momento, que el tiempo se ha acabado.

Al igual que ocurriese con aquellos a los que Hades resucitó, poco a poco el cuerpo de Manigoldo va desapareciendo, convirtiéndose en miles de pequeñas luces de colores.

-No olvides tu promesa, Dokho de Libra, o juro que volveré a patearte el trasero-

Esas palabras, son las últimas que dice el de Cáncer antes de desaparecer por completo.

-------Fin de Flash Back-----

Aunque el cuerpo me duele, consigo levantarme del suelo, sé que Death Mask no diría nada si necesitase más tiempo pero en realidad, creo que ya es suficiente de todo esto.

Dirijo una última mirada al agujero del Yomotsu y tomo todo el aire que puedo antes de soltarlo con un sonoro suspiro.

-Gracias, Death Mask-le digo a mi compañero antes de dar la vuelta y mirarlo por primera vez.

Él no dice nada, solo se acerca lo suficiente para coger mi mano y volver a encender su cosmos.

“Volvemos a casa”, es lo que pienso antes de que el italiano invoque su técnica a la inversa.

El templo de Cáncer nos recibe tan silencioso como nos despidió, puede, que esa sea la única ocasión en la que estará tan tranquilo.

Noto que mi compañero me suelta la mano y comprendo por sus movimientos, que va a encaminarse a la zona privada de su morada para dejarme solo, me extraña que Death Mask este siendo tan atento conmigo, que su comportamiento sea tan impropio del que todos conocemos.

Pero lo cierto es que la guerra contra Hades nos cambió un poco a todos, y la nueva vida, nos está dando oportunidad de aceptar ese cambio y acoplarnos a él a nuestro ritmo.

“-No olvides tu promesa, Dokho de Libra, o juro que volveré a patearte el trasero-“, las últimas palabras de Manigoldo vuelven a mi mente otra vez, y como si esas palabras fuesen la respuesta a todas mis preguntas y la solución a todas mis respuestas, yo, tomo una decisión.

-Death Mask-le llamo con seguridad.

¿Quién sabe?, puede que el destino me acabe de arrebatar a un canceriano para regalarme a otro.

Puede que mi destino, siempre haya estado entre las paredes del cuarto templo.

 


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