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It´s You por keny_shawol

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Notas del capitulo:

Después de dos meses sin poder escribir algo, esto ha nacido hace algunas horas. Debo decir que es una combinación de tres historias que trate de escribir hace un par de días, pero que quedaron estancadas a mitad del camino. Al final esto ha nacido.


Espero leernos pronto~

Minho es chocolate caliente, y él es café americano, y Kibum cree que son la combinación perfecta.

 

A veces, como en ese momento, le mira y se pierde en él. Minho no es la clase de persona con la que él saldría.

 

Minho no es mujer, tampoco es de una familia de renombre, tampoco tiene una vida asegurada, ni nada con lo que su padre estaría de acuerdo.

 

Pero después de haberle conocido una noche, cuando la lluvia le había alcanzado antes de llegar a casa, Kibum supo, desde ese momento, que nada sería igual.

 

Ellos habían compartido un paraguas, Kibum había murmurado gracias y después de eso nada fue igual. Fueron citas a lugares que nunca se había permitido ir, fueron roces de sus manos al caminar, sonrisas al aire y besos perdidos entre suspiros, sonrisas besadas de sus labios, y cuerpos encontrándose.

 

A veces, Kibum cree que todo era perfecto, y a veces, sólo a veces, le gusta pensarse lejos con Minho y su padre detrás.

 

—¿En qué piensas?—Minho pregunta, mientras su mano cae suavemente hacía su cintura y le atrae hacía él. Kibum sonríe, dejando caer su cabeza contra el hombro de Minho y perdiéndose en el cielo y las estrellas.

 

No es extraño estar con él. Kibum no encuentra diferente su gran habitación al pequeño departamento de Minho. Es gracioso como su habitación parece el doble del tamaño del pequeño lugar, y es aún más gracioso lo solo que se siente ahí, pero cuando está con Minho, en su pequeña recamara, todo está bien. Kibum se siente protegido.

 

—En nada.

 

Minho sonríe, Kibum quiere besar su sonrisa, perderse en sus labios, encontrar su piel con sus manos y dejar que sólo jadeos llenen el aire.

 

Es justo lo que hace. Minho sonríe de nuevo, Kibum besa su sonrisa, y su nombre es susurrado contra sus labios. Sus manos encuentran el camino nunca olvidado hacía su pecho y entonces jadea su nombre una y otra vez.

 

—Pensé que tenías que irte, temprano… a casa. —Minho habla con palabras torpes cuando él besa su mandíbula y baja hasta su cuello.

 

A Kibum le fascina la manera en que Minho cae contra él, la forma en que se pierde sólo por él y como todo carece de sentido cuando están juntos.

 

—Puede esperar. —Kibum murmura y entonces estrella sus bocas juntas.

 

 

Otras veces Minho es su fantasía.

 

Porque si Kibum es sincero, su realidad es cenas elegantes en lugares limpios e iluminados. Su realidad son trajes oscuros, y una chica bonita colgando de brazo.

 

Kibum está distraído y cuando su padre habla sobre matrimonio e hijos, él tose y se disculpa y entonces murmura lo sé, papá, aún creo que somos jóvenes, sin embargo, entonces todo regresa a la normalidad, porque vamos, él tiene razón, es joven, y se tiene casar. Pero sin embargo, le gustan los hombres y uno en especial, y no, en ese lugar, no pueden casarse.

 

Kibum sonríe cuando la cena termina, besa la mejilla suave de Jinah, su posible prometida, y entonces se marcha con pasos rápidos y desatándose la corbata al momento.

 

Es después de media hora y un cambio de ropa en su vehículo, que Kibum finalmente llega a él. Minho está en ese lugar de hamburguesas en donde nunca ha comido, pero que Minho dice es realmente, realmente bueno.

 

—¿Mal día?—Minho pregunta, sin embargo no espera respuesta, sus brazos están abiertos para él y Kibum casi corre a esconderse en ellos y protegerse del mundo.

 

El aroma de Minho le atrapa y Kibum de pronto no cree que el matrimonio sea tan malo, porque sí, él puede respirar el aroma de Minho a cada maldito minuto del día y no le importaría.

 

—No puedo con esto Minho. —Murmura contra la camisa de Minho, sus dedos cerrándose contra el material, como si tuviera miedo de dejarlo ir. —No puedo con ella, con él, con todos, sólo quiero escapar.

 

Pero a veces es más fácil decir que hacer, Minho lo sabe, él también. No dicen nada después de eso, y Kibum se encuentra siendo arrastrado hacía el lugar de hamburguesas.

 

Son grasientas y enormes, pero es la mejor hamburguesa que ha comido en toda su vida. Minho sonríe, y lo repite una y otra vez, y Kibum se ve así mismo tocando los dedos de Minho por sobre las papas fritas y sonriendo cuando el dedo de Minho le atrapa.

 

 

Algunas veces, Minho es hospital y él es enfermo.

 

Más que enfermo, Kibum diría, estúpido… o tal vez no.

 

Su padre se ha enterado después de una noche en donde el alcohol entraba en su sistema de una forma rápida y placentera. Fue una confesión de ebrio en donde había dicho al hombre que su hijo era un maldito hombre al que le gustaban los hombres y sí, los nietos no llegarían.

 

Después de eso las manos habían volado entre ellos y una había impactado contra su mandíbula. Era un tonto, porque la sangra corría y se mezclaba en su boca y era una sensación extraña, su cabeza palpitaba, y dolía y debería haber ido a un hospital, pero en realidad, tal vez sí es un estúpido.

 

Kibum corre hacía el único lugar que conoce en donde se puede encontrar seguro. Se tambalea mientras sube las escaleras al departamento de Minho y toca la puerta con sus nudillos rápidamente, mientras sus dedos acarician la parte ensangrentada.

 

Minho abre sólo minutos después, su cabello ligeramente despeinado y esos pantalones deportivos que él le regaló el mes pasado.

 

La preocupación baña sus hermosos ojos, abre los labios y de ellos escapa una maldición. No se necesita más porque las palabras no dichas vuelan entre ellos y Kibum sólo tiene que decir papá para que todo tome sentido.

 

Minho le toma y lo arrastra hacia adentro con él y después de sólo unos minutos sus labios son curados.

 

—Eso dolió. —Minho suspira, sus labios tirando de una rápida sonrisa. Sus manos se mueven más suavemente contra él, contra sus labios y algunas veces su pulgar se deja caer contra sus labios.

 

—Lo siento. —Kibum asiente, dejando que sus manos caminen hacía Minho sólo para sentirle. —Pero deberías dejar de moverte, Kibum.

 

Él lo hace, sus movimientos paran y sus ojos buscan a Minho a cada segundo que pasa. A Kibum le gusta mirarlo, encuentra placentero hacerlo.

 

A veces no puede creer que una persona como Minho pueda estar con él a pesar de su vida, de su pasado, de su futuro incierto. A veces cuando le mira a lo lejos y cae en cuenta que Minho parece un maldito modelo salido de una pasarela, no puede creer que realmente sea suyo.

 

Minho termina con él. Kibum le toma del rostro y se acerca lentamente a él, pero Minho le detiene, sonriendo suavemente y negando con la cabeza.

 

—No creo que quieras hacer eso. Dolerá.

 

Pero él quiere, siempre quiere. Los labios de Minho le llaman, sus labios pican por sentir los otros contra los suyos, Kibum sólo quiere meterse bajo las sabanas y acurrucarse con Minho mientras sus labios se encuentran una y otra vez.

 

—No importa. —Sus labios se encuentran y es tan sólo un simple roce, tan suave, tan rápido, que le deja con ganas de más y un corazón demasiado acelerado.

 

 

Minho es una combinación de felicidad, miedo, emoción, adrenalina, Minho es la perfecta combinación de eso que llaman amor. Kibum, en cambio, sólo es miedo, y temor.

 

La angustia, el miedo, y todo lo malo lo atacan lagunas veces. Kibum tiene miedo por él y por Minho, porque su padre se ha enterado, porque hay una amenaza no dicha, porque algunas veces su fantasía se estropea. 

 

Esa noche, mientras sus cuerpos desnudos se encuentran una y otra vez, Kibum decide que es la última vez, que Minho debe ser feliz con alguien más, con alguien que no esté atado, que no tenga tanto miedo como él.

Kibum encuentra sus labios, y muerde, saborea, disfruta y lo guarda en su memoria como su más preciado tesoro.

 

Minho llega al climax, se derrumba sobre él, sus respiraciones mezclándose. Es la parte favorita de Kibum, sentir a Minho sobre él, sentir su respiración chocar contra él, sus labios perezosos contra su piel, sus manos traviesas en su cuerpo.

 

La forma en que son uno.

 

Kibum espera a que la respiración de Minho se calme, a que sus ojos se cierren y su mirada sea la más pacífica del mundo. Le mira una vez más y graba cada milímetro de su rostro en su memoria.

 

Su índice se desliza por su frente, cayendo suavemente hacía sus ojos para por ultimo terminar contra sus labios.

 

—Lo siento. —Dice y en realidad no sabe por qué lo siente, tal vez por marcharse, tal vez por no ser suficiente valiente, tal vez por haberlo arrastrado con él hacía su vida triste y gris.

 

—Entonces no lo hagas. —Minho murmura y le sorprende, sus ojos aún están cerrados, y su voz es ligeramente ronca, deliciosa, perfecta después del sueño.

 

Su corazón late de una forma inexplicable y tal vez será porque ha sido atrapado antes de dejarle.

 

Minho atrapa su mano y de pronto es tirado hacía su pecho. Ellos son una enredadera de brazos y piernas, de respiraciones rápidas y suspiros perdidos. Kibum le mira y no puede evitar sonreír porque Minho siempre le sorprende de distintas maneras.

 

—Lo siento tanto, Minho, pero creo que es mejor…

 

—Yo sé. —Minho finalmente abre los ojos, y a Kibum le encanta la manera en que la luz de la noche golpea su rostro, le fascina el contraste de colores, el rostro de Minho y todo en general. —Yo sé lo que intentas decir. Y no. —Sus labios se tuercen en una sonrisa y su mano de pronto camina por su espalda formando figuras sin sentido contra su piel. —Yo estoy en esto contigo hasta el final. Yo sé lo que estoy haciendo, soy bastante grandecito, Kibum… —Él suspira por sus palabras. —Y te amo.

 

Es como si bastara, es como si con esas palabras todo estaría bien. Pero Kibum sabe que eso es ser demasiado soñador.

 

Sin embargo, le besa, sus labios se encuentran y es como si miles de fuegos artificiales estallaran sobre ellos, y como si miles de hormigas pasearan por su cuerpo, es como felicidad de la más maravillosa forma.

 

—Te amo también, Minho.

 

 

Kibum quiere que Minho sea hogar, pero cree que es una palabra muy grande y tal vez sea muy tarde.

 

Es el día de su boda, Jinah lo espera al final del pasillo con una bonita sonrisa en sus labios, su hermoso vestido blanco y el sueño que su padre por fin podrá cumplir.

 

Kibum se detiene cuando la mirada de Jinah le golpea, sus miradas se encuentran y entonces todo carece de sentido.

 

Tal vez su padre esté molesto, tal vez Kibum nunca más sea considerado su hijo, pero él no puede hacerlo, él no puede casarse.

 

Las imágenes de él en el departamento de Minho bebiendo café, acurrucándose en el sofá, besándose bajo las sabanas, jugando con sus manos en el cuerpo del otro, le atacan.

 

Kibum de pronto no puede respirar, pensarse lejos de él, le tiene mal. Imaginarse de la mano de Jinah, besando sus labios, tocando su cuerpo, y mintiéndole a cada minuto, le revuelven el estómago.

 

Y después de eso, justo como si las palabras hubieran sido gritadas al aire y dijeran no, no puedes hacer esto, aléjate, él es mejor, él siempre es mejor, escógelo a él, Kibum se detiene y parpadea.

 

Su padre frunce el ceño y Kibum no puede prologarlo aún más.

 

—Lo siento. —Las personas en el lugar le miran, Kibum se siente diminuto, pero al pensar en él, en Minho, de pronto, se siente como un gigante que puede hacerlo todo. —Lo siento, Jinah.

 

Entonces corre y se aleja, los gritos de su padre a su espalda, sus amenazas dejando de ser silenciosas. Kibum le ignora, porque le ha escuchado demasiado tiempo, demasiados años.

 

Al final, Kibum lo escoge a él. A Minho.

 

 

Kibum cree que Minho es… él ya no tiene palabras para describirle. Minho es casa, hospital, amor, ternura, peleas, celos, besos, suspiros… Minho es todo.

 

Las palabras seguirán, pero Kibum siempre terminara con Minho es todo.

 

Ellos podrán pelear, Kibum olvidara el por qué y todo se resumirá a besos a mitad de la noche en donde la disputa no tendrá sentido.

 

Como esa noche, en donde Minho se ha molestado y él ha gritado, Kibum no sabe cuál fue la razón, tampoco importa. Minho y él han aprendido con el paso de los años que su relación no será rosa pastel todo el tiempo, a veces y sólo a veces, el rosa se teñirá de negro y será una combinación perfecta.

 

—Lo siento. —Kibum murmura, mientras se deja caer en la cama y sus brazos pasan sobre la cintura de Minho. Su mano cae hacía su pecho y de pronto las ganas de besar el cuello de Minho se hacen fuertes.

 

Y lo hace, besa el cuello de Minho, mientras sus pies frotan las piernas de Minho y ese cosquilleo que siempre parece tener cuando está cerca de Minho, se hace presente.

 

—Lo siento también, Bum.

 

No necesitan más. Sus labios se encuentran, sus respiraciones se mezclan y los te amo se pierden entre labios y sonrisas besadas.

 

Y finalmente Minho es hogar.  

 

 


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