Observo las camisas que tenía en su armario ¿Qué debería ponerse? Ese día iría a una cita con Akihiko. Suspiro y su mirada se dirigió a las camisas ¿Qué color sería bueno? Agarro una con tonos salmón. Ahora que lo recordaba, solo se había puesto una vez esa prenda. Se termino de arreglar y se miro por quinta vez en el espejo.
Odiaba estar tan nervioso por algo tan cotidiano. Salió de su habitación y se encontró en el pasillo con el escritor, se quedo mirando con molestia lo que traía puesto; Camisa color salmón y pantalón color negro. Se miraron por unos momentos y regresaron a sus habitaciones para cambiarse
Otra vez a lo mismo ¡Demonios! Agarro esta vez la prenda de color azul rey junto unos pantalones de color blanco. Se volvió a acomodar su cabello, se dirigió a la sala y se sentó en el sillón rosado
Sonrío, tenía que admitir que se encontraba emocionado por la salida; irían a cenar a un restaurant bar para después ir a otros lugares que su casero no quiso revelar. Eso era sospechoso, solamente esperaba que no fuera nada pervertido
—Misaki ya estoy…— El de ojos violetas se quedo mirando a su amado, este le devolvió la mirada con la misma frustración. Los dos tenían camisa azul rey y pantalón blanco
—Voy a cambiarme— Dijeron al mismo tiempo ¡En verdad la vida les estaba jugando un mal momento! El universitario agarro esta vez un color que sabía que su amado no se pondría: violeta
Triunfante por su ingenio, salió de su habitación por tercera vez en quince minutos. Un pequeño gemido de agonía salió de sus labios a ver lo que se había puesto su pareja. Ahora era color verde ¡Demonios!
—Sabes, olvídalo y vámonos. Se nos hará tarde— Dijo el escritor, el cual tenía dobles intenciones al ver la bonita combinación que tenían, en verdad se veía muy tierno el hecho de que tuvieran el color de ojos del otro
—Pero… los colores— Se puso rojo por la vergüenza— Me voy a cambiar de prenda, voy a verme muy ridículo
—Tú nunca te veras ridículo, vámonos— Entre palabras bonitas y sonrojos el de cabellos cafés acepto y los dos salieron hacia el deportivo rojo. Misaki tenía que admitirlo, por más que alegara que el carro era muy llamativo (Y lo era), se sentía cómodo por el cuidado que tenía el carro. Sentía que era una de las pocas cosas que cuidaba el escritor con toda su vida, bueno, a él lo cuidaba más que todo. Se sonrojo levemente por sus pensamientos
—Por cierto ¿No crees que nos vemos muy tiernos compartiendo los colores de ojos con las camisas? — Comento con una sonrisa tonta el de cabellos plateados
— ¡Estúpido Usagi-san, sabía que por algo no dejaste que me cambiara! — Frunció el ceño al imaginar la cara de todos al verlos ¡Qué vergüenza!
—Por supuesto, así todos sabrán que eres mío— En verdad ese escritor era un idiota el cual hacia las cosas que le convenían ¡Era irritante!