Era una cálida tarde de verano, ambos estaban sentados en distintas bancas del parque, uno frente a otro.
Ambos estaban perdidos en su mundo de sueños e ilusiones, mirando atentamente las aves comer frente a ellos.
Minho había salido de casa ése día con la intención de relajarse un poco después de un día estresante a causa del trabajo.
Por otro lado, Taemin siempre iba a ése mismo lugar a pensar en distintas cosas, a perderse en sus sueños y regresar a su realidad tan solitaria cuando el sol ya se había ocultado.
Entonces fue allí que sus miradas se encontraron y sonrieron al mirarse sin saber porque. Se observaron con atención hasta que Taemin desvío la mirada ligeramente sonrojado ante la atenta mirada del mayor.
Ése día no se dijeron palabra alguna, sólo se miraban en ocasiones y Taemin supo que había encontrado a alguien especial.
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Los días y las semanas pasaban, ambos seguían yendo al mismo lugar sólo para mirarse, aún no se atrevían a hablar hasta que un día, Minho decidió sentarse en la banca de Taemin y cuando éste llegó le sonrió, sentándose a su lado.
— Hola… —Saludó Minho, mirando al más pequeño que se encontraba mirando hacia el suelo, sonrojado.
— Hola... —Contesta él, alzando el rostro para mirarlo.
Minho se queda observándolo con atención, mirando cada rasgo de su blanco rostro, pensando que jamás en su vida había visto un ser tan extraordinariamente hermoso.
Taemin al darse cuenta de su inspección, vuelve a mirar al suelo, aún más sonrojado. Minho se culpa mentalmente por ser tan obvio, por haberlo incomodado, así que decide presentarse.
— Soy Choi Minho, mucho gusto —estira la mano, acercándola un poco al contrario.
Taemin mira unos segundos su mano y la estrecha con la propia sin dudarlo.
— Soy Lee Taemin... El gusto es mío... -susurra el menor, mirando sus manos para después apartarla y dejarla quieta al lado de su cuerpo.
Minho sabe en ése momento que no puede haber criatura más hermosa que ése chico tan tímido, ése chico que aparte de poseer una belleza inigualable, tenía una voz tan delicada que Minho creyó que era un ángel caído del cielo.
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Siguieron pasando los días, ellos ya eran amigos y se veían siempre por las tardes en ése mismo parque. Conversaban por horas hasta que anochecía y ambos se iban a sus casas.
Taemin a pesar de tenerle confianza a Minho, seguía con su tenue sonrojo, el cual a la luz de la luna se veía tan perfecto que Minho no se creía capaz de poder resistirlo más.
Una noche platicaban tranquilamente sobre cosas triviales, Minho veía como los labios de Taemin se movían, más no estaba escuchando, estaba completamente perdido en lo suaves que parecían ser esos labios y sin poder evitarlo se fue acercando con lentitud.
Taemin al verlo cada vez más cerca dejó de hablar con el rostro rojo de pena, con nerviosismo cerró los ojos y fue acercándose hasta que sus labios se rozaron.
Al comprobar su suavidad, Minho lo tomó delicadamente de las mejillas y comenzó a mover los labios con lentitud sobre los del contrario, el cual le respondía torpemente. Era un momento perfecto, ambos sentían que flotaban sobre las nubes.
Cuando se separaron, se miraron sonrientes, comprendiendo que de ahora en adelante se perderían juntos en su propio mundo, allí en ése parque en el que se habían conocido y el cual sería testigo de su eterno amor.