-¡Gracias por todo!-Gritó con agradecimiento mientras salía de la tienda con entusiasmo. Era la hora. No podía esperar más.
-¡Muchas gracias por su compra! ¡Esperamos que vuelva pronto!-respondió la amable empleada que lo había ayudado. Se había tardado más de media hora para decidir que chocolates quería para regalar y comprar. Cualquiera de los otros empleados se habría impacientado mucho después de solo diez minutos. Pero ella había mantenido la calma. Sabía como eran los jóvenes enamorados. Siempre querían que todo lo que regalaran sería perfecto. Creyó que el había encontrado lo que quería, ahora solo faltaba entregar el paquete. Le deseo mucha suerte mentalmente. Miro hacia donde estaban las cajas de chocolate que el había elegido. Desde qué había abierto la tienda solo se habían vendido dos unidades de ese chocolate. Era una mezcla de almendras y leche con toque de azúcar pulverizada. Era un sabor bastante particular- Probablemente lo saquen de circulación pronto... Ahora que lo pienso... Ese otro chico que compró ese chocolate también parecía enamorado...
-.-.-
El chico de cabellos azules estaba caminando entusiasmado hacia la casa del chico al que le regalaría los chocolates. Tenía una gran emoción senté como este reaccionaría. Era justo el chocolate que él le había dicho que le encantaría probar. Desearía poder decirle la verdad a su amigo. Pero el solo hecho de pensar en el posible rechazo le había estremecerse. No quería perderlo. No a él. Había sido su único consuelo en mucho tiempo. No podía arriesgarse a perderlo. Pero ahora que lo pensaba. El chocolate era una buena excusa para mirar si le gustaba. Si, ¡claro que lo era! Hasta podría declararse... Sería algo demasiado extraño en un día de invierno como este pero, ¿a quién le importa? A Jaden siempre le gusto el frío. No le encontraba problema en declararse en su estación favorita. ¡Si! Estaba decidido. Hoy se le declararía, sin importar la situación o la respuesta.
¿Qué? ¿No pueden creer que alguien cambie de opinión tan rápido? ¿Y menos con algo así de importante? ¡Pues señores y señoras! Les presento a Johan Anderson, el único chico de cabellos azules del pequeño pueblo en el que estaban. Además de ser una de las personas más amables que te podrías encontrar.
A partir de la decisión que acababa de tomar, empezó a correr entusiasmado hacia la casa de su amigo y posteriormente (o al menos eso esperaba) su novio. No le importaba mucho que nadie más en el pueblo fuera homosexual, además de que muchos no lo entendían, pero unos pocos le apoyaban. Eso era más que suficiente para él.
Divisó la casa y apresuro el paso. Cuando estuvo demasiado cerca paró, el único problema fue que no lo hizo en seguida, de hecho casi se cae por el hielo de la acera. Pero no le importó, "Mientras los chocolates estén bien, yo estaré bien" pensó mientras recobraba el equilibro y se volvía hacia su objetivo. Cuando estuvo cerca de la puerta, la toco. Esta cedió. Al perecer no la había cerrado bien. Conociendo a Jaden, debió de haber entrado hablando por teléfono, más específicamente con su madre o con su amiga Alexis. Siempre se distraía mucho cuando hablaba con ellos. Incluso con el mismo. Se rió un poco. El de los ojos café era muy adorable en situaciones.
-¡Jaden!-Gritó llamándolo, tenía que avisarle que estaba aquí. Cerró la puerta principal-¡Jaden!, ¡¿donde estas?!-dijo revisando el primer piso. Ni en la cocina, ni en la sala, ni en el baño estaba.- De seguro se volvió a quedar dormido... -y así, Johan subió al segundo piso.
Todavía estaba animado. Tenía tantas ganas de sentirse correspondido. Lo sentía. No estaba seguro. Pero creía que Jaden también lo amaba. Era imposible que todos esos sonrojos, esas miradas, esos momentos tiernos, todo eso no podía ser sólo un sentimiento de hermandad, ¿verdad?
-¿Ja...?- calló una vez lo vio. "Mientras el chocolate estaba bien, él estaría bien". El chocolate había caído. Se había dañado. Se había esparcido en el suelo. La caja se arrugo. Se abrió. Expuso su interior. Un interior vacío y sin relleno. Carente del cariño y ternura del que antes estaba relleno. Así era el corazón de Johan. Vacío y sin ningún rastro alguno de sus esperanza y sueños.
Corrió. Corrió muy lejos dejando el chocolate que alguna vez le hacia dejado esperanzas. Lo había perdido, había perdido el chocolate. Y también a su chocolate o al menos el que el creía que era suyo. Pero, este chocolate tenía vista para otras cosas, en vez de tener ojos para un chicle azul fresca y duradera, decidió tener ojos para una gomita negra, dura, sin mucho sabor, y poco duradera. Pero no podía hacer más. No podía pegarle a la gomita por estar con el chocolate. No podía. Tenía que admitir que había perdido contra la gomita. Tenía que admitir que no se había declarado a tiempo. Había perdido. Había perdido contra Yusei Fudo. La última persona que creía que podía gustar de Jaden.
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