—No te disculpes por tonterías. Me molesta—dijo mirándolo nuevamente. Oliver le agarró la mano al chico.
—A-a mí también me gustas—pronunció hasta la última sílaba, esta vez sin hablar tan atropelladamente.
—No quiero que sientas pena, ni nada de eso, si lo dices por decir, gracias pero… te he no quiero ''obligarte'' a que estés conmigo…
Oliver gruñó por lo bajo.
—¿A qué te refieres con eso?
—Ya sabes lo que siento por ti, pero, creo que estoy forzándote y no me había planteado lo de Jack.
—Joder, ya te lo he dicho no me gusta Jack, es mi mejor amigo y yo…
—Oli, por favor. No tienes que quedar bien, ¿podrías… dejarme solo?—dijo bajando la cabeza.
—Diego, me puse celoso cuando Joe se sentó en la mesa a tu lado—soltó— me sentí celoso por ti. Joder, te acabo de decir que me gustas, maldita sea—dijo con un tono de voz serio—Y no me voy a ir.
—¿Por qué no?
—Porque me dijiste que querías estar conmigo, así que no me iré—entrelazó sus dedos con los de él.
Diego lo miró algo asombrado.
—¿D-de verdad que te gusto?—preguntó dudoso.
—Ya no me desagradas...—susurró—No sé que me has hecho. Joder.
Diego sonrió y lo abrazó con ambos brazos, apoyando su cabeza en su hombro. El rubio correspondió el abrazo rodeando la cintura del chico. Cerraron los ojos disfrutando de aquella sensación de calidez. Perdieron la noción del tiempo, no supieron cuánto estuvieron así abrazados. Se separaron lentamente, casi con pesadez.
—Lo siento, Oli, yo también me sentí celoso cuando Jack te besó—musitó sin haberlo soltado del todo.
—No sé porque lo hizo, pero me molestó muchísimo. Él… él sabía que me gustabas y me dijo que estaba celoso.
—Le gustas.
—Pero él a mí no—respondió.
Diego se sentó a su lado.
—¿Entonces quieres quedarte?—él se encogió de hombros—¿A dormir?
—¿Qué?—dijo a la vez que sus mejillas comenzaban a enrojecer.
—No sé, te dije que quería estar contigo y tú me lo reclamaste antes. ¿Te quedas?
Oliver se quedó en silencio unos segundos, después respondió.
—Sí.
—Oli, ¿quieres ducharte?—le preguntó acercándose más a él. Oliver levantó una ceja.
—No, me ducharé en mi casa—respondió nervioso.
—Venga, no seas aburrido.
—Pero...
—¿No quieres acompañarme a la ducha?—Oliver lo miró algo asustado, ¿acaso era aquello una invitación para…? ¡No!
—No—contestó.
—No haremos nada que no quieras—le dijo en un tono de voz bajo.
—Te dije que no.
—¡Vamos! Te entendería si fuera una chica, pero soy un chico, igual que tú—le dijo abrazándolo impulsivamente.
—Pues por eso mismo—musitó.
—¿Preferirías ducharte con una chica?
—Claro que no, pero no… creo que...—él lo interrumpió.
—De acuerdo. No te voy a forzar a nada—le dio un beso en la mejilla—Espérame aquí.
Se giró para dirigirse al baño. Oliver lo observó, aunque… pensándolo bien… ¿por qué no? ¿Qué más iba a dar lo que pasara?
—Diego, es-espera—dijo tartamudeando, él dio media vuelta para mirarlo—. Está bien, voy contigo.
—¿Qué? ¿En serio?
—Eh… sí—dijo ruborizándose. Diego le tomó de la mano y se dirigieron al baño.
Oliver tenía el corazón en un puño. Él lo notó y se acercó a él para abrazarlo.
—Tranquilízate.
El rubio no dijo nada, solo bajó la cabeza. Diego se quitó los zapatos y luego la camiseta. Oliver se quedó quieto sin moverse, estaba demasiado nervioso.
—¿A qué esperas? ¿A que yo te quite la ropa?—dijo en tono burlón.
—No...—musitó sonrojado, imitó al chico, quedando ambos con solo los pantalones puestos.
—Parece que vayas a explotar, relájate. Soy solo yo.
—Por eso mismo no me relajo—musitó.
—Hoy no vamos a hacer nada.
—¿Hoy?—levantó una ceja.
—Hoy no, pero no sabemos lo que pasará mañana—dijo en tono ''seductor'' acercándose al rubio.
—Pervertido, asqueroso—gruñó Oliver. Diego soltó una carcajada.
—Al final me lo vas a pedir tú a mí, ya verás—respondió riendo mientras desabrochaba sus pantalones y los bajaba. Oliver rodó los ojos.
—Ya… claro…
Y lo imitó, pero no con tanta seguridad del moreno. Entonces se quedó paralizado. Lo envidiaba, tenía un cuerpo mucho más trabajado que el suyo.
—No hace falta que te quites también eso—señaló sus bóxers—no quiero incomodarte más.
—Tampoco me los iba a quitar—musitó. Diego abrió el agua y poco después entró en la amplia ducha.
—¿Oli?—lo llamó al ver que se había quedado fuera.
Oliver entró con timidez.
Diego colgó la regadera del soporte y lo miró, tenía las mejillas rojas. Sonrió y se humedeció el cabello. Oliver lo observaba medio paralizado.
—Ven aquí—lo agarró por la cintura y lo atrajo hacia él.
—¿Qu-qué?
—Ahí no te llegaba el agua—dijo sin haberlo soltado. Sonrió ante la vergüenza del rubio—. Estás como un tomate.
—Cállate—musitó.
—Cállame tú—le dijo acercándose más a él. Oliver simplemente se quedó quieto y esperó a que sus labios estuviesen sobre los de Diego. Pero no. Estaban a un par de centímetros y el moreno no acortaba la maldita distancia de una vez por todas. Así que lo hizo él.
Diego se sorprendió un poco, pero le correspondió. Para ambos era una sensación distinta, ya que estaban en unas circunstancias y lugar diferentes. El agua caía sobre ellos sin cesar. El rubio colocó sus manos en los hombros, dejándose llevar. Él sonrió dentro del beso y apretó más el agarre, Oliver se estremeció. Se separaron unos segundos después. El agua caía sobre ambos rostros.
En ese momento, Diego liberó al chico del agarre y le tendió el jabón. Se enjabonó el cabello, al igual que el moreno, después de aclararlo, salieron de la ducha, tomando una toalla cada uno.
—Espera aquí, te traeré algo de ropa—le dijo Diego sonriendo mientras se giraba—bueno, si quieres—bromeó.
—Idiota…
Diego salió de la habitación, cerrando la puerta tras él. Oliver esperó allí por unos minutos, cada vez tenía más frío, mierda. Sus dientes comenzaron a castañear y su cuerpo a temblar. Maldito invierno… Esperó. Esperó. Joder, ¿había ido a buscar la ropa o una planta de algodón para fabricarla?
Y cuando se estaba rindiendo y se decidió a salir, pero justo en ese instante la puerta se abrió. Diego dio un pequeño traspiés al ver la cara que le había puesto Oliver.
—Mierda, ¿por qué tar-daste tanto? Me congelaba de frío—musitó.
—Perdona, es que no sabía que traerte, yo no utilizo pijamas y estaba buscando si tenía alguno.
Oliver gruñó.
—Toma—le dio una camiseta, unos bóxers y un pantalón muy holgado—Aunque, de todas fomas, te puedo dar calor cuando te metas en mi cama...—le dijo con una sonrisa traviesa.
—¡Cállate! ¡Pervertido de mierda! ¡Déjame vestirme!—lo empujó fuera y cerró la puerta con llave. Escuchó la risa de Diego desde el interior.
Se vistió con la ropa que le había prestado su ''amigo especial''. Notaba el olor al perfume de él impregnado en su camiseta y eso… le gustaba. Aun estaba nervioso.
Dos chicos. Una cama. Dormir. Estaba muy difícil… Salió y buscó a Diego, lo encontró tumbado en la cama, con el móvil en la mano. Cuando pudo darse cuenta, vio que tenía las piernas al descubierto, ¿qué…?
—¿Por qué no llevas pantalones?—musitó el rubio acercándose a la cama.
—Sí, yo también estoy muy emocionado por poder dormir contigo—se rió—. No me gusta ponerme pantalones para dormir, me es incómodo.
Al menos llevaba unos bóxers y una camiseta, bueno, seamos positivos, Oliver.
—¿No vienes?—preguntó dando palmaditas al lado izquierdo de su cama, que al menos, era grande. Oliver se sentó en el borde del lado de la cama que le correspondía.
—¿Hablas con alguien?—dijo al ver que estaba tecleando letras en su móvil.
—Sí, con una amiga del instituto—contestó dejando finalmente el teléfono en la mesilla de noche, el rubio tragó saliva—. Dije una amiga, Oli. A-mi-ga. Tú no eres mi amigo.
—Ah, ¿no?
—Ven aquí—pidió agarrándolo del brazo, él se tumbó a su lado, mirándolo—Ya sabes que somos más que amigos… Y según tú ''te gusto'' y tú me gustas a mí…—mierda, aquello sonaba a declaración para...—¿Por qué no…?
El corazón de Oliver latía con fuerza, luego sintió la mano de Diego en su cintura y lo miraba con una expresión seria.
—¿Me estás pidiendo que seamos novios?
—Creo… que sí. Me gustas mucho, Oli.
—Pero ya te dije que...—él lo interrumpió.
—No hace falta que lo sepa nadie más si no quieres, solo nosotros dos...—hizo una pausa—Te estoy pidiendo que lo intentemos, si funciona, ya veremos a quién se lo podemos contar y a quién no.
Oliver tardó un par de segundos en contestar.
—Está bien—contestó algo ruborizado. Diego sonrió, se acercó a él y colocando una mano en su cabello rubio, lo besó. Una sensación agradable los invadió, era increíblemente cálido y confortable.