—No mientas, te has puesto rojo. ¿Fue él?
Ya no valía mentir, su hermana sabía cuando mentía mejor que nadie, por algo eran mellizos, aunque ella fuera la mayor.
No contestó, bajó la cabeza avergonzado.
—Lo sabía. Pensé que no avanzaríais tanto—dijo con una sonrisa—¿Qué? ¿Ya sois novios?
Oliver se quedó callado nuevamente, sin levantar la vista del suelo.
—Oliver, responde.
La miró y soltó un suspiro.
—Sí, pero no se lo digas a nadie. Bueno, en realidad solo estamos ''probando''.
La chica se tapó la boca con una mano y luego soltó una risita.
—Eso es genial, supongo que pasarás la navidad con él, ¿no?
—No lo sé.
—¡Qué romántico! ¡Vais a cenar los dos solitos y…!—el rubio la interrumpió.
—Kelly, ya vale—dijo rodando los ojos.
—¿Desde cuándo?—preguntó sonriendo.
Oliver cruzó los brazos.
—Desde anoche—musitó.
—¡Oh! ¡Por favor! ¿En serio?
Oliver asintió con la cabeza.
—¿Hiciste algo con él anoche?
—Claro que no, solo dormimos juntos, ya está.
—Sí, claro. Por eso tienes el labio así—dijo sarcásticamente.
Oliver puso los ojos en blanco.
—Mira que eres cotilla. Sí, nos besamos y eso pero nada más.
Kelly sonrió y le dio un leve golpe en el hombro.
—Ves, es gracias a mí, yo te aconseje—presumió.
—Sí, claro—dijo sarcásticamente.
En los siguientes treinta minutos no ocurrió gran cosa. Kelly le dejó algunas cosas que había comprado para la cena de navidad.
Luego se marchó y Oliver se quedó solo en casa. Colocó la comida en su lugar correspondiente. Miró el calendario. Mierda, era cierto, hoy era 24.
Suspiró y decidió preparar algo para cenar. Tenía todos los ingredientes para preparar raviolis de carne así que se puso a prepararlos, quería distraerse un poco. Escuchó el timbre, fue a abrir encontrando a Diego en el otro lado.
—Hola—sonrió—¿estás solo?
—¿Eh? Sí, ¿tú también?
Diego asintió.
—¿Eso significa que podemos pasar la navidad juntos?
Oliver se encogió de hombros, lo miró y asintió con la cabeza. Diego sonrió, se acercó a él y lo abrazó.
—Feliz navidad—musitó en su oído.
—Feliz navidad—contestó correspondiendo al abrazo. Se separaron un par de segundos después.
—¿Estabas cocinando?
—Sí—se dirigieron a la cocina.
—¿Puedo ayudarte?—Oliver asintió con la cabeza.
—¿Puedes cortar ese tomate?—dijo señalándolo.
—Claro.
Mientras Oliver añadía los ingredientes para el relleno de los ravioli, Diego estaba cortando el tomate. Un par de minutos después ya solo quedaba rellenarlos. Entre los dos terminaron de hacerlo y los dejaron cocinándose en el horno.
—Tu casa no está precisamente navideña—dijo el moreno mirando a su alrededor.
—Lo sé, no compro decoraciones porque normalmente paso la navidad con mi hermana y mi madre—explicó—pero ellas iban a irse a París este año, mi madre siempre había querido ir.
—¿Y no fuiste con ellas?
—No, tampoco es que tuviese tanto dinero.
Diego asintió con la cabeza.
—Yo suelo pasar la navidad solo, desde que mi madre falleció mi padre no celebra la navidad—dijo él—. Pero me alegra pasar este año contigo.
—A mí también me alegra estar contigo—dijo el rubio sonriendo tímidamente.
Diego rió también y colocó una mano en la nuca de Oliver, le acarició el pelo y lo atrajo hacia él, haciendo que ambos pares de labios se juntasen. Cerraron los ojos ante el contacto, y se abrazaron al otro con fuerza. Se separaron lentamente.
—Tengo que revisar los ravioli—susurró Oliver con las mejillas algo enrojecidas.
Cuando los ravioli terminaron de hacerse, apagó el horno.
—¿Quieres que hagamos también algún postre?—le preguntó el rubio desde la cocina.
—Claro—contestó abrazándolo por detrás—¿Qué quieres hacer?
—Podemos hacer una tarta—dijo.
—¡Sí!—respondió sonriendo.
Dos horas después ya tenían toda la comida lista. Se sentaron en el sofá para descansar un poco.
—¿Vemos una película?—preguntó el moreno apoyando la cabeza en el hombro del rubio.
Oliver asintió con la cabeza, buscaron una película en el estante y la pusieron. Eligieron una de acción, drama y comedia.
Diego abrazó la cintura del chico y Oliver simplemente le tomó la mano. De un momento a otro, las manos de Diego comenzaron a ser más traviesas, se empezaron a colar por dentro de la camiseta del rubio, que se estremecía en cada roce.
—Diego—musitó tratando concentrarse.
—¿Qué?
—Para—pidió.
—¿Por qué?
—Porque tienes las manos frías—respondió sin mirarlo.
—¿Y cómo quieres que las caliente?
—Yo que sé, a mí no me lo preguntes—susurró.
Se quedaron en silencio un par de minutos, hasta que Diego lo rompió.
—Oli—lo llamó.
—¿Qué?—esta vez si lo miró, haciendo que su cara estuviese a apenas un par de centímetros de la de Diego. El moreno acortó la distancia, rozando sus labios con los de Oliver.
La película estaba por terminar, cuando de pronto escucharon el timbre. Oliver se levantó para abrir. Al abrir la puerta dio un traspiés. Eran su madre y su hermana.
—¡Sorpresa!—exclamaron al unísono.
—Eh…—tragó saliva. Su madre lo abrazó y su hermana lo miraba sonriente.
—¿De verdad creías que te íbamos a dejar solo?
—Gracias por venir, pero… ¿no os ibais a París?—preguntó confuso.
—Nos vamos mañana, pero queríamos venir a visitarte—dijo su madre—¡Pobre! ¡Ibas a pasar las navidades solo!
—En realidad no estoy solo...—respondió entrando a la sala de estar, Diego se levantó del sofá y se acercó—él es Diego, mi...—abrió la boca varias veces para intentar pronunciar esa palabra pero era incapaz de hacerlo. Vio al moreno interrumpirlo.
—Un amigo, encantado—dijo saludando a las señora con dos besos en las mejillas.
—Soy Blanca, la madre de Oliver—contestó ella. Luego saludó a Kelly. Oliver lo observó nervioso.
—¡Diego! ¿Cómo estás?—lo saludó ella tan entusiasmada como siempre.
—Genial, ¿y tú?
—Estoy encantada de poder acompañaros, ¿verdad que sí, mamá?—ella asintió sonriendo calidamente.
—Eh… estábamos viendo una película pero podemos cenar ahora si os apetece. Hemos hecho raviolis, Diego me ayudó a cocinarlos—casi se obligaba a respirar, estaba tremendamente nervioso.
—Será genial—dijo la mujer.
—Os ayudaré a colocar la mesa—exclamó la chica rubia.
Los tres se dirigieron a la cocina, comenzaron a sacar algunos platos. Antes de salir de la cocina, la chica agarró el brazo de ambos.
—¿Se lo vais a decir?
Diego frunció el ceño.
—¿El qué? ¿De qué…?—Kelly lo interrumpió.
—Diego, Oliver me lo contó. Sé que sois...—su hermano le tapó la boca con la mano.
—¿No puedes cerrar el pico?
—Solo os estoy preguntando si se lo vais a decir. Oliver, no sabes cuál será la próxima vez que verás a mamá. Aún no te lo ha dicho, pero se va a mudar a Londres por trabajo. ¿Qué otra oportunidad vas a tener para decírselo?
Oliver bajó la cabeza y suspiró.
—¿Y si no lo acepta? Ya sabes cómo es—musita.
—Tendrá que hacerlo, eres su hijo. Y creo que esto no le va a hacer cambiar de parecer.
El rubio se encogió de hombros cabizbajo.
—¿A ti te parece bien?—dijo dirigiéndose a Diego.
—A mí me parece bien si tú quieres hacerlo—contestó rozando su mano con la de Oliver. El rubio se mordió el labio, comenzaba a temblarle por culpa de esos malditos nervios—. Tranquilizate, Oli.
Tomó su mano, escucharon la risita de Kelly.
—Hacéis una pareja adorable—dijo sonriendo—. Por cierto, a mí siempre me riñes cuando te llamo ''Oli''. ¿A él no?
Oliver se sonrojó.
—Él es el único que me llama así...—musitó apretando con más fuerza la mano de Diego.