—¿Pero tú de que parte estás?—gruñó cruzando los brazos. El moreno río.
—De la tuya, Oli—contestó sonriendo y olvidando que no estaban solos le dio un beso en la frente.
Oliver se sonrojó muy notablemente y alejó un poco a Diego colocando la mano en su pecho.
—Chicos, ¿ya habéis desayunado?
Ambos negaron con la cabeza. Decidieron salir a comer fuera, se decantaron por una cafetería sencilla de la zona. La comida transcurrió sin mucho percance, la madre de Oliver les hacía preguntas todo el tiempo, no eran incómodas, pero sí molestas, del tipo cuánto tiempo lleváis, os habéis peleado alguna vez, habéis tenido pareja antes, qué tal llevaban los celos y ese tipo de cosas. Había sido una comida muy cansina.
Después de comer, Oliver y Diego volvieron a la casa, y Kelly y su madre se fueron a resolver sus asuntos. De camino a casa, Diego tomó la mano de Oliver.
—Oli…
—¿Mmh?
—No ha sido para tanto. Como siempre, exageras mucho—dijo.
—Creí que sería peor…
—¿Crees que le he caído bien?
—Teniendo en cuenta que has respondido casi todas las estúpidas preguntas que ha hecho pues sí—musitó haciendo una mueca molesta. Diego rió y soltó la mano del rubio para atarse las ligas de los zapatos.
—No era para tanto.
Oliver se encogió de hombros.
—Supongo que no.
Continuaron andando sin decir ni una palabra más. De repente escucharon una voz femenina detrás de ellos.
—¿Oliver?
Él se dio la vuelta extrañado. Era una chica pelirroja, con pecas y ojos verdes. Se le hacía familiar.
—No has cambiado nada—sonrió, Oliver la miraba desconcertado—Espera, ¿Diego? ¡Oh, Dios mío! ¡Pensé que no te volvería a ver nunca!—lo abrazó.
—¿He-Helen?—musitó el moreno algo desconcertado.
Entonces Oliver se dio cuenta. Esa era su ex novia, la del instituto. Se quedo paralizado.
—¡Cuánto tiempo, chicos! ¡No sabía que fuerais amigos!
Ellos se quedaron callados. Completamente anonadados.
—¿Tan mal os sienta volver a verme?
—No, no es eso. Solo estoy sorprendido—contestó Oliver fingiendo una sonrisa. No sabía como actuar. Precisamente ese día tenían que encontrarse con ella. No es que se sintiera avergonzado, si no que le daba algo de corte al recordar sus últimos momentos con ella. Le había dicho que necesitaba tiempo o una mierda así. ¿Qué clase de dejar a alguien es esa? Una estúpida. Muy estúpida.
—Es un placer volver a verte—Diego sonrió de forma sincera. Y el rubio no entendía una mierda. ¿Por qué se conocían estos dos?
—¿De qué os conocéis?—se adelantó ella.
—Estudiamos en la misma universidad—respondió el moreno.
—¿De qué conoces a Diego, Helen?
—¿No lo sabes? ¡Ah! Cierto, no te hablé de él… Era mi mejor amigo desde que era pequeña—respondió sonriendo risueña.
—Aah, ya veo—no supo por qué, pero se sintió aliviado de que no fuese otro de los tantos novios de Helen
—Eran buenos tiempos—sonrió el moreno.
—¿Cómo está tu madre, Diego? ¿Está bien?—ella no sabía nada de él desde primaria así que no sabía lo que le dolía a él responder a esa pregunta. Oliver le dirigió una mirada qué decía claramente ''la has cagado''. Helen frunció el ceño confundida y se encogió de hombros.
—Esto… Espero que sí. Falleció hace cinco años.
—Oh, cuanto lo siento—se llevó la mano a la boca entre asustada y sorprendida. Diego dirigió su mirada al suelo y suspiró.
—¿Desde cuando os conocéis vosotros?—preguntó Diego tras un largo silencio.
—Del instituto. Fuimos novios—contestó Oliver.
—Ah, vaya—dijo. No se atrevía a preguntar nada más. Al menos no en ese momento.
—¿Os importaría acompañarme hasta el parque? Tengo una cita allí y no sé como llegar, supongo que como estáis por aquí cerca sabréis donde está. Si no tenéis nada que hacer, claro.
—Ahora mismo no tenemos nada que hacer, podemos acompañarte—contestó Diego mirando a Oliver y este le devolvió una mirada indiferente—Vamos.
Fueron caminando hacia el parque mientras seguían hablando.
—¿Aun sigues siendo amigo de Jack, Oliver?
—Eh, sí. También estudia con nosotros—contestó.
—Ah, ya veo. Yo estoy en el segundo año de mi carrera.
—¿Qué estudias? —preguntó el rubio.
—Enfermería.
—No me extraña, de pequeña siempre jugabas a los médicos—intervino Diego.
—Sí—rió ella, cuando sonó su móvil, debía ser un mensaje, ella lo miró y contestó—. Perdón, era mi novio, lleva un rato esperándome.
—¿No lo conoceré por casualidad?—preguntó Diego levantando una ceja.
Ella soltó una risita.
—No, no lo conoces, pero te lo presentaré. Se llama Andy.
—Ah, ¿estudia contigo?
—Sí—dijo ella sonriendo—¿Y vosotros?
—¿Qué?
—¿Tenéis novia?
Ambos se quedaron en silencio. Oliver miró a Diego. ¿Qué deberían hacer? ¿Decírselo o no? Quizás era demasiado pronto.
—¿Novia? No—contestó Diego sin saber qué hacer.
—¿En serio? Pero, ¿por qué?
Ambos se miraron.
—Mira, Helen… Tenemos algo que decirte.
—¿Qué pasa?
Volvieron a mirarse y suspiraron casi a la vez.
—Salgo con alguien, pero…—ella lo interrumpió.
—¿Pero no has dicho que no tienes novia?—preguntó desconcertada.
—Y no la tengo—respondió, dejándola más confundida aun—. Salgo con un chico.
—¿Qu-qué?
—Que mi novio es un chico.
—Pero, ¿có-cómo…?—Helen tenía la boca abierta, incapaz de ocultar su sorpresa—Perdona. Es solo que me ha sorprendido. Pensé que te gustaban las chicas.
—No me disgustan, he salido con chicas también, pero… esas relaciones no se comparan a la que tengo con él.
—¿Quién es?
Se hizo un silencio nuevamente. Uno incómodo. De esos en los que intentas buscar las palabras adecuadas para hablar. Uno de esos que quieres hablar pero no sabes cómo hacerlo, ni de que modo, ni en que tono.
—Yo—respondió el rubio de repente, sin que los otros dos lo esperaran. Helen se detuvo y los miró.
—ESPERA, ¿QUÉ?—ella los miró incrédula—¿Vosotros…?
—Nosotros estamos saliendo...—musitó Oliver.
—¿En serio?
—Sí—respondió el moreno.
—¿Seguro que no es una broma?—dijo sorprendida.
—No, no lo es.
—¿En serio? No, no puede ser. ¿Me tomáis por tonta?—rió pensando que era mentira—¿Cómo vais a ser gays? ¿Os habéis visto?
—Helen, es en serio—contestó el rubio
—No me lo creo. ¿Oliver gay? Ni de coña. Él no era precisamente sociable con la mayoría de tíos del instituto. ¿Cómo va a ser gay ahora?
—No me considero gay, pero me da igual la ''etiqueta'' que me pongas. Es simple, estoy saliendo con Diego y punto—dijo casi molesto.
—¿Habláis en serio?
—Totalmente.
—No, esto no puede ser de verdad—se negó ella.
Diego puso los ojos en blanco, agarró a Oliver por la cintura y le plantó un profundo beso en los labios.