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Sangre sobre hielo [EunHae] por RoseQuin

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–No Hyuk, no eres un asesino, no vuelvas a decirlo. ¿Cómo crees que podría odiarte por esto?

El beso sobre sus labios había sido rápido pero intenso. Hyuk parpadeó, incrédulo, para ver a un Leeteuk casi tembloroso, aún sosteniéndole el rostro con ambas manos. ¿Qué había sido eso? ¿Cómo habían pasado de las palabras temblorosas y las confesiones homicidas a los abrazos consoladores y besos en la boca? No lo sabía. Lo único que comprendió a la perfección cuando vio pasar a Hae rápido como un rayo, era claro que tendría problemas.

–¡Lo siento! –susurró Leeteuk, aterrado y asombrado por lo que acababa de hacer–. Lo siento, yo...

–Está bien, no te preocupes.

–Hyuk, no quise, yo no... sólo quería...

–No hay problema, cálmate.

–... quería que supieras que te quiero, que eres mi mejor amigo, que no me importa nada...

–Lo sé, pero guarda silencio...

La cara de terror de Leeteuk se duplicó al ver llegar a su esposa con el niño dormido en brazos. ¿Ella también lo habría visto?

–Hyuk, creo que metí la pata –confesó Victoria, mirándolo preocupada–. Estaba hablando con Donghae y le conté nuestra estúpida anécdota del beso. Luego seguimos hablando de Vladimir... no sé qué fue, pero algo que dije lo molestó.

Hyuk se puso de pie. Leeteuk lo imitó, blanco como un papel.

–No te preocupes –le aseguró el rubio a la mujer, acariciándole el rostro con una mano mientras se inclinaba a besar al niño en la frente–. No fue tu culpa, está enojado conmigo. En verdad, no te aflijas, se le pasará... pero ahora debo ir con él –agregó, y con una última mirada a su amigo, se despidió de la pareja.

~ * ~

Al entrar en la habitación, Hyuk halló a Hae en la cama, haciéndose el dormido. Un panorama mucho mejor del que pensó que encontraría. Ya se había imaginado un revolotear de ropa, maletas y gritos encendidos acerca de traición y ruptura.

Intentando mantener esa calma milagrosa, cerró la puerta con llave y se dirigió a la cama, desnudándose antes de introducirse en ella.

–¿Debo despertar a éste bello durmiente con un beso? –preguntó en un susurro vehemente, mientras envolvía con sus brazos ese cuerpo amado, que se mantenía tenso y distante, impasible ante sus caricias. Cuando intentó besarlo en los labios, Hae apartó la cara con un movimiento brusco.

–Hueles a vodka –le reprochó con frialdad.

–Tú hueles a muchas cosas ricas –concedió Hyuk, sumiso, olisqueándole el cuello como un sabueso–.

Apuesto a que estás delicioso –aseguró en tono meloso, mordiéndolo suavemente, pero fue rechazado.

–Quiero dormir.

–Dormir... Muy bien, de todos modos no te necesito despierto para esto, ¿o sí? –susurró, ardiente, mientras con un movimiento diestro bajaba la ropa interior de Hae, excitado ante la idea de una pequeña batalla antes dominarlo y poder poseerlo con furia. Pero su contrincante se subió la ropa de inmediato, girándose hacia él con el rostro rojo de ira.

–¿Qué te crees que soy? ¿Tu muñeca inflable?

–Buena idea, tal vez si soplo por aquí...

–¡No me toques! Estás muy mal acostumbrado, Hyukjae. Te crees que todo el mundo es como tú, al que pueden tomar sin pedir permiso y cuando se les viene en gana...

La pasión de Hyuk se enfrió tan rápido como si le hubieran arrojado un cubo de agua helada sobre la cabeza. Se echó atrás, dolido, incapaz de retrucar ni decir nada inteligente a su favor.

–Yo sólo... quería estar contigo –balbuceó casi en un susurro–. Llevamos aquí más de una semana, pensé que querrías... hacerlo.

–Oh, vaya, menos mal que lo recordaste, qué considerado de tu parte. Pero resulta que no tengo ganas de acostarme contigo, mira qué simple es el asunto.

–¿Y eso te da derecho a maltratarme?

–¿Maltratarte? Vaya que estás sensible hoy. Por qué mejor no vuelves a la sala, seguramente Leeteuk sabrá consolarte como a ti te gusta.

Hyuk permaneció un momento inmóvil. Finalmente dio media vuelta, apoyó la cabeza en la almohada y se tapó con las mantas sin agregar una palabra más. A Hae aquel silencioso acto pareció enfurecerlo más que cualquier excusa barata.

–Voltéate a enfrentarme y dame una respuesta menos cobarde que esa.

–¿Para qué? Viste lo que querías ver, no escucharás nada más que lo que quieras oír.

–¡No permitiré que te pongas en el papel de víctima!

–De víctima no, al parecer llevo el papel de estúpido. Yo pongo lo mejor de mí para que estemos bien y tú no haces más que quejarte.

–¿Lo mejor de ti? ¡Prácticamente te has olvidado de mí desde que bajamos del avión! Estoy en un país extraño, donde no conozco ni el idioma ni las costumbres, y en vez de darme un poco de tu apoyo ¡tú te dedicas a hacer sociales, a salir con tu queridísimo amigo, a ir a patinar, a programar tus futuras presentaciones! Si no fuera por Victoria me habría muerto de la desesperación. Mira mi consuelo, pasar los días con un ama de casa.

–Pensé que te agradaba...

–¡Me agrada! Esa chica es un ángel, ¡pero está haciendo tú trabajo! ¡Tú deberías estar conmigo! ¡Tú tendrías que quedarte a mi lado, ayudarme a habituarme a éste lugar, enseñarme la ciudad! Por Dios, Hyukjae, si recién te das cuenta de que no hicimos el amor en diez días...

Hubo un silencio desagradable durante el cual Hyuk no dio ninguna señal de reacción. Pero luego, lentamente, giró hasta quedar tendido de espaldas, su rostro vuelto hacia Hae.

–Lo siento, tienes razón –admitió con un dolor extraño turbando el azul de sus ojos, aunque su voz era firme y desprovista de un arrepentimiento efusivo–. Debí permanecer más tiempo contigo, no pensé que la estuvieras pasando tan mal.

Hae abrió la boca como para decir algo, pero de inmediato la cerró, desconcertado. Realmente no esperaba que Hyuk le diera la razón. Internamente deseaba que no lo hiciera, tenía tantas ganas de pelear con él...

–Pero trata de entenderme tú también –continuó el ruso–. Por primera vez siento que soy verdaderamente feliz: estoy en mi país, contigo, tengo a mis mejores amigos, a mis afectos, siento que al fin estoy en casa. ¿Sientes raras las cosas aquí? Pues para mí fue lo mismo vivir en occidente. ¿Acaso te detuviste a pensar eso? Estuve meses sin quejarme ni una sola vez de todo lo que me parecía extraño e incomprensible, tú llevas una semana y ya quieres crucificarme. Me haces sentir como basura sólo porque al fin pude relajarme unos días. ¡Si hasta es la primera vez en meses que puedo hablar con alguien en mi idioma! Tú jamás tuviste que tomarte esa molestia, ni siquiera pensaste en el esfuerzo que significaba para mí comunicar hasta las cosas más cotidianas... No, nunca pensaste en éstas cosas, porque yo prefería callar mis incomodidades antes que crearte más preocupaciones. Pero claro, una semana de "grandes sacrificios" no se compara...

Volvieron a quedar en silencio. Hyuk volteó el rostro hacia el otro lado. Hae había dejado pintada la cara con expresión ausente. No era que no hubiese escuchado, por el contrario, todas las palabras habían calado hondo en su mente y corazón. ¿Por qué ahora todas las rabias y tristezas de la semana no parecían nada a comparación de lo que acababa de oír? Eso era típico de su amante: hablar de algo con tanta pasión que era imposible no acabar convencido de su punto de vista.

Lentamente, fue acercándose hasta apoyar su mejilla contra el pecho tibio. Las vibraciones del corazón que había dentro lo hicieron entrar en razón. ¿Qué estaba haciendo? Era su amor el que estaba allí, rechazado y triste.

–Lo siento –suspiró, rozando el calor de aquel cuerpo con sus labios–. Lo siento.

Una mano delicada le acarició la cabeza y él respondió con un movimiento de felino agradecido. Era tan fácil comunicarse cuando eran sus cuerpos los que hablaban...

–Todo estará bien –aseguró Hyuk por centésima vez, con su caricia consoladora mientras la dulce boca sobre su pecho lamía suavemente sus pezones, despertando las profundas pasiones del deseo contenido por tantos días. Pero cuando descendió, apasionado, por el camino de su vientre, hundiéndose en su ombligo, trepando luego por los montes de su intimidad, sintió la necesidad de detenerlo–. No necesitas hacer eso –aclaró invadido por un pudor extraño en él.

–Pero quiero hacerlo –afirmó su niño, lamiéndolo, con la respiración y los ojos encendidos.

No había rechazo ni obligación en esos hermosos ojos oscuros, muy por el contrario, sólo deseo genuino y entrega, pero Hyuk no pudo evitar sentir sucio, barato, fácil... "como tú, al que pueden tomar sin pedir permiso y cuando se les viene en gana". Había dolido mucho, como sólo sabe doler la verdad. A través de Hae, Vladimir seguía mostrándole que sólo era un objeto de diversión, un instrumento para saciar el placer de otros. Desafiando el tiempo, las palabras de ese fantasma volvían en suaves ondas que golpeaban con la fuerza de azotes. "No sabes lo que te he extrañado... ese hermoso trasero tuyo en el cual hundirme..."

Un nudo en la garganta le diezmó el aire. Algo en su boca comenzaba a saber amargo, y no era por el vodka.

–Ven aquí –dijo al fin, alzando el cuerpo joven de Hae hasta dejarlo a su lado–. Sólo quiero que me abraces.

–¡Pero te deseo!

–Por favor, sólo abrázame fuerte... muy fuerte...

No habría pasión esa noche. Sólo el desconcierto de Hae y el cargo de conciencia por su falta de sentido común. Sólo las lágrimas de Hyuk, retenidas a duras penas en el umbral de sus pestañas, y esa intensa sensación de vergüenza y asco por sí mismo.

"Tú sí que sabes cómo hacer que te obedezca, ¿verdad? ¿Quién puede negarle algo a tu boca, mi zorrito perverso?"

No podrás separarnos. Te odio, Vladimir, repitió como una plegaria hasta caer dormido sobre el pecho de Hae. Te odio.

Notas finales:

No quiero decirlo pero....

 

-5


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