Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sangre sobre hielo [EunHae] por RoseQuin

[Reviews - 140]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

–Quiero verlo.

–Lo siento señor, pero sólo se permite la entrada a familiares directos.

–¿Acaso no sabe quién soy yo? ¡Soy Lee Hyukjae, y exijo que me dé el pase!

–No tiene caso alterarse conmigo. La situación es delicada, el paciente está crítico, solo han pasado 24 horas desde la última intervención quirúrgica, no puede recibir visitas si no son las estrictamente autorizadas.

–Pero cómo es posible, doctor... –una voz oscura, resonando opaca mientras se acercaba lentamente, escoltada por unos pasos secos contra el suelo de losas– Si el gran Hyukjae quiere abrir las aguas a su paso aún en la terapia intensiva de un hospital, quiénes somos nosotros, simples mortales, para querer impedírselo...

HyukJae se giró para enfrentar al hombre que lo miraba con indisimulado odio y ya sin rastros de sus almibarados modales. Roger Warren se detuvo ante él, con las manos tomadas en la espalda, observándolo de arriba a abajo con desprecio.

–¿Qué diablos haces aquí, Lee? No hay ninguna medalla de oro que puedas robar, ni fanáticos que te adulen. Vete.

–Sólo quiero ver a Donghae.

–¿Y por qué razón querrías verlo?

–Lo respeto y lo admiro –respondió Hyuk cubriendo sus verdaderas intenciones–, y por eso quiero ofrecerle mi ayuda para...

–No necesito tu ayuda, puedes irte.

–No se la ofrezco a usted, si no a él –aclaró con frialdad–. Necesita alguien que lo ayude, que lo cuide, que se asegure que está recibiendo todo lo que es posible darle.

–Yo soy perfectamente capaz de cuidar de mi hijo solo, no te necesito husmeando en mis asuntos.

–No, claro que no. No le convendría que descubriera lo que hizo, ¿verdad? Imagínese lo que diría el mundo... Su propio padre...

Los ojos de Roger Warren se abrieron, encendidos en cólera, y se acercó tanto a Hyukjae que dio la impresión de que iba a golpearlo de un momento a otro.

–¿Estás insinuando que yo hice esto? ¿Que yo ataqué a mi propio hijo?

Hyukjae apretó los puños. Estaba dispuesto a pelearse si era necesario, y de hecho lo haría con mucho gusto. Pero en lugar de eso, inclinó su cabeza sobre el colérico hombre y murmuró apretando los dientes.

–No. Estoy insinuando que es un maldito hijo de puta, que ha maltratado a su hijo desde que era un niño, que lo ha sobre exigido y explotado en beneficio personal. Que se ha apropiado de su cuenta bancaria, que ha fraguado información para ocultar las lesiones de Donghae, y que me encantará saber lo que piensan las autoridades de los campeonatos al respecto... Pero no señor Warren, no tengo pruebas de que haya sido usted quien hizo esto. Aún.

Se hizo un silencio desagradable. El rostro de Roger Warren parecía a punto de explotar de la ira que a duras penas lograba controlar. Hyuk, en cambio, se había enderezado y miraba con su expresión de hielo, aguardando una respuesta.

–Te crees tan invencible... –murmuró desdeñoso, y permaneció observándolo, tragando su propio veneno. El ruso no respondió, sonriendo con una mirada jactanciosa con la que parecía estar diciendo "lo soy"–. Muy bien, si quieres verlo, entra, si no, vete, pero no permitiré que utilices la muerte de mi hijo para crearte más publicidad.

–Su hijo aún no ha muerto. Y deseo con todo el corazón que no lo haga.

–Los deseos no siempre se hacen realidad, Lee. Aunque seas tú quien los formule... –Una sonrisita malévola que Hyuk estuvo a punto de borrar de un golpe–. Y por cierto, no apuntes con tu dedo con tanta facilidad... puede que el acusador termine acusado.

–¿Yo acusado? –Hyuk dejó escapar una seca carcajada desprovista de humor. Pero el hombre se acercó y susurró como momentos antes había hecho el rubio.

–No te creas que no sé que usaste a mi hijo como tu puta. Que te revolcaste con él en tu hotel, pervertido, anormal –dijo, y sonrió al ver el pálido rostro perder su escaso color, para luego señalarlo con un dedo acusador–. No intentes jugar conmigo, Lee... o cavaré tu tumba.

Y dicho esto se alejó con el mismo paso tranquilo con que se había acercado, silbando bajito, rumbo a un pasillo que parecía interminable.

Con la mirada cargada de resentimiento, Hyuk lo observó alejarse, y luego cerró los ojos, carcomido por una oscuridad asfixiante. Maldito desgraciado... Pero no tenía pruebas, ninguno de los dos las tenían. Sus pruebas estaban escondidas en la mente de ese chico de ojos castaños en el que se había hundido en una fabulosa noche de placer, al que había susurrado palabras tiernas coronadas de gemidos, al que había hecho gritar de dolor y placer.

El mismo que ahora yacía en coma en alguna de aquellas funestas habitaciones.

–Pase por aquí entonces, señor Lee –dijo una voz a sus espaldas.

Y Hyuk se volvió, y caminó tras el médico que lo guiaría a través de los pulcros pasillos hasta una verdad que aún no estaba seguro de poder afrontar.

~ * ~

–h3;l6;l9;l7;l6;k6;l0;! (gospodi! / ¡Dios mío!)

Hyuk sofocó su horror llevándose una mano a la boca, y la mantuvo allí para evitar que un desesperado grito de angustia escapara de sus labios en un torrente imparable de lágrimas y culpa.

–Sólo cinco minutos –anunció el médico, que permaneció unos momentos en la habitación chequeando los monitores con la clásica indiferencia de su profesión; miró su reloj, anotó algo en su planilla y luego se retiró en silencio.

Hyuk todavía estaba de pie en el mismo lugar en donde la terrible imagen que tenía frente a él lo había detenido. Incapaz de reaccionar en forma coherente, sus ojos claros vagaban de un detalle a otro de la habitación, desesperado por encontrar algo que le diera sentido a tanta tragedia. Monitores, sondas, cánulas, respiradores... nada, nada de todo aquello se relacionaba de forma alguna con Donghae, y sin embargo esos horrendos artefactos entraban y salían de su frágil cuerpo como si les perteneciera por completo, minándolo, desfigurándolo, invadiéndolo por dentro y por fuera.

¿Era ese Donghae? ¿Era ese cuerpo el que se había entrelazado con el suyo sólo un par de días atrás, el que había cubierto con sus besos igual que ahora lo cubrían aquellas vendas...? Sí, era él. Lo supo apenas tomó su mano, aunque ahora ésta estuviera tan fría y pálida como la de un cadáver, tan diferente de la que lo había recorrido como un guante de seda, delineando su rostro, sus labios, silenciando sus gemidos.

– Donghae –llamó, y su voz le pareció tan extraña–. Donghae, ¿puedes oírme?

Nada. Ni una miserable variación de sus latidos, ni un gesto, ni un solo cambio en la respiración rítmica y monótona a la que lo obligaba aquella máquina. Nada. Ni un pequeño temblor de sus tupidas pestañas.

Si al menos pudiera verle el rostro con claridad, pero era difícil descubrir las delicadas facciones de niño bonito, cuando poderosas cintas sujetaban un tuvo a su boca, y los vendajes que envolvían su cabeza llegaban hasta casi rozar sus cejas. Ni si quiera su cuerpo desnudo bajo las sábanas era plenamente reconocible bajo las innumerables gasas y vendas que lo recorrían. Hyuk quería besarlo, pero se le hacía difícil encontrar un lugar, si hasta las palmas de las manos estaban cubiertas de heridas. No necesitaba cerrar los ojos para representarlo en su mente: reflejo de horror y miedo en sus ojos, levantando las manos sobre su cabeza para protegerse de la brutal agresión...

Con mucho cuidado se inclinó para besarle los dedos, y acarició su propio rostro con aquellas yemas suaves, rozándolas una por una con sus labios, sin saber cuánto tiempo más podría contener las lágrimas que parecían contraerle el pecho hasta casi quitarle la respiración.

–No sé si puedes escucharme –confesó logrando que las palabras atravesaran el nudo de lágrimas en su garganta–. No sé si tu cerebro ha muerto o estás aquí, gritando desesperado dentro de tu mente intentando que yo te escuche... –suspiró, incapaz de dejar de acariciar la mano que sostenía y besaba con suavidad–... pero necesito hablarte, necesito decirte todo lo que tengo aquí en el pecho o el dolor crecerá hasta matarme.

Aguardó, tal vez con la inconsciente esperanza de obtener una respuesta. Pero sólo pudo escuchar los débiles latidos en el monitor y el invariable sube y baja del respirador.

–Perdóname Donghae –suplicó, y las lágrimas quebraron la barrera de su voluntad, deslizándose por su rostro hasta la mano del agonizante–. Perdóname por haberte hecho esto... Si te hubiera ayudado, si hubiera accedido a lo que me pedías... Tenías razón, esa presentación no tenía ninguna importancia para mí, no había nada que perder, excepto mi orgullo... Preferí... preferí arriesgarte a perder mi reputación, no podía permitir que me opacaras... Si hubiera sido lo suficientemente hombre me habría quedado en aquel vestuario, contigo, aguantando tus insultos y tus golpes, enfrentando lo que me merecía... ¿Qué pasó, Donghae, cómo sucedió? No lo entiendo, estás ante mis ojos y no puedo creerlo... esto no tendría que haber sucedido nunca... es una pesadilla.

Alzó la vista. Era inútil. Todo era inútil, Donghae estaba muerto, tenía hachado el cerebro, ¿qué vida podría guardar dentro de aquel cuerpo más que la que le incorporaban constantemente por las venas y obligaban a mantener a través de una máquina de ventilación? No había esperanzas, era ridículo no rendirse ante lo evidente.

Pero en todo aquello había otra cosa inútil y ridícula... y era pensar que Hyuk podía darse por vencido. Simplemente no sabía hacerlo, perder no estaba en su vocabulario.

–Escúchame bien –dijo de pronto, y su voz por primera vez volvía a sonar con la firmeza y superioridad de siempre–, no vas a quedarte acostado allí, ocioso e inútil hasta que te mueras. Vas a levantarte, ¿me oyes? Vas a hacerlo, o te levantaré a patadas, haragán. ¿Así piensas ganarme? ¿Así piensas arrebatarme las medallas de oro? Tendrás que entrenar mucho para sacarme de mi puesto Lee, así que será mejor que comiences a moverte, y que lo hagas pronto.

Silencio, interrumpido por los continuos y fastidiosos ruidos de las máquinas. Hyuk se acercó al rostro inerte y besó los párpados cerrados.

–Vendré todos los días –le susurró al oído–. Todos los días, ¿entiendes? Siempre logro lo que me propongo, y tú no serás la excepción.

Luego besó la breve porción de mejilla que quedaba libre en aquel rostro maltratado, y abandonó la habitación sin volver la vista atrás.

~~*~~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).