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Sangre sobre hielo [EunHae] por RoseQuin

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Notas del capitulo:

Perdonen la tardanza!

realmente creí que nadie la estaba siguiendo y me desanime un poco pero hoy vi los 7 comentarios y me emocione mucho.

¡Gracias! 

En disculpa por la tardanza les dejaré un regalito~

 

No regresó a su hotel sino hasta muy entrada la noche, tras haber merodeado por más de un pub nocturno y luego de cinco vasos de vodka que consumió con la naturalidad pasmosa de un ebrio.

Entró a la suite con gesto cansino y la mirada más opaca que nunca, dispuesto a encerrarse en su habitación y tenderse en la cama, esperando que el efecto del alcohol hiciera su trabajo y lo sumiera en un sueño profundo, y si la suerte lo acompañaba, descansar libre de sueños que lo atormentaran. No, no quería soñar, para pesadillas le bastaba la realidad. Pero apenas si había recorrido la mitad del corredor hacia su cuarto cuando una voz grave lo hizo detener.

Cerró los ojos por un momento. Simplemente quería irse a dormir...

-Hyuk -volvió a llamar la voz con insistencia.

Bajó la cabeza, aún con los ojos cerrados. Y luego se volvió hacia la puerta entornada que había pasado por alto en su andar. La empujó suavemente, y se recostó contra en el umbral sin hacer nada por ocultar el cansancio que lo invadía.

-¿Dónde estabas? Mira la hora que es. Casi me matas de la preocupación.

Hyuk no respondió. De hecho no hizo más que cruzarse de brazos, acomodándose mejor contra el muro, como si estuviera dispuesto a dormirse de pie allí mismo.

La habitación estaba a oscuras, completamente a oscuras a no ser por las luces de la calle que penetraban por un gran ventanal en el lado opuesto a la entrada. Sobre las paredes laterales las sombras convertían en formas tenebrosas lo que seguramente a la luz del día eran grandes estanterías llenas de libros, custodiando la figura de un imponente escritorio de madera oscura, detrás del cual, sentado en una butaca de cuero, un hombre esperaba en silencio una respuesta a sus preguntas. A simple vista podría habérselo descrito como la antítesis de Hyuk: bajo, robusto, con una incipiente calva rodeada de cabello oscuro. Su rostro redondo y de facciones serias le conferían una edad aparente entre cincuenta y sesenta años, aunque su piel era tersa y sus arrugas casi inexistentes. Sus ojos pequeños y oscuros brillaban en la oscuridad, descubriendo parte del vigor que lo animaba, aunque no se hubiera movido un ápice para demostrar la preocupación que expresaba en palabras.

-Ven aquí.

Con un gesto cansado, Hyuk pareció despegarse del marco de la puerta, y avanzar hasta donde le habían señalado. El hombre le estiró los brazos, y él se arrodilló a su lado.

-Cómo te atreves a desaparecer así luego de lo que ha pasado -le reprochó con el ceño fruncido. Pero luego la línea entre sus cejas desapareció y su expresión mudó hacia la preocupación más pura-. Pensé que te encontraría muerto, desangrado en algún lugar -susurró acariciándole la mejilla, visiblemente aliviado de comprobar que sus temores ya podían desvanecerse.

Hyuk no pareció molestarse con aquel contacto. Algo soñoliento permaneció inmóvil, arrodillado, recibiendo las caricias con silenciosa indiferencia.

-Estoy aquí -respondió encogiéndose de hombros, desganado.

-¿Has estado bebiendo?

-¿Y qué si lo hice? La competición ya ha terminado.

-¡Hyukjae! Hay un maldito suelto por la ciudad que puede estar dedicándose a matar patinadores, ¿y tú me preguntas qué hay de malo con estar de orgía hasta estas horas? ¿Acaso quieres terminar como Lee?

-No estuve de orgía -corrigió Hyuj fregándose los ojos ardidos-, y no te enloquezcas pensando en un asesino serial... sé perfectamente bien quién atacó a Donghae.

Se hizo un silencio extraño, y aún en la oscuridad pudo verse el rostro del hombre palidecer.

-¿Qué dices? -preguntó en un susurro apenas audible.

-Sé quién lo atacó... Fue su padre.

Como si por un momento hubiera temido una respuesta mucho más alarmante, el color pareció volver a las mejillas del hombre.

-¿Y cómo lo sabes? -continuó preguntando con un evidente cambio de voz, en un tono mucho más relajado.

hyuk bajó el rostro, los labios apretados con fuerza.

-Donghae me lo dijo... -confesó en voz baja-. Hablé con él antes de la última presentación. Me dijo que su padre era capaz de matarlo, y no tengo dudas de ello. Sé que lo golpeaba, bestia bruta... Donghae temía que lo matara aquel día, me lo dijo -recordó con culpa.

-Pero ¿por qué?

-... por no ganarme... dijo que lo mataría si no me ganaba...

Ahora el silencio fue sombrío. La habitación pareció más oscura y fría que antes, con las lejanas luces de los automóviles desplazándose por el techo en rápidos destellos.

Al fin aquellas manos anchas acariciaron la rubia cabellera.

-Eso ya no importa -lo reconfortó la voz madura y firme-. Lo importante es que tú estás bien y a salvo conmigo. Mañana mismo volvemos a Rusia y olvidaremos que esto ha sucedido.

-¡No!

Hyuk endureció su gesto demasiado tarde. Su mirada fría, su expresión indiferente, nada sirvió para que el hombre no notara el temor, la preocupación oculta.

-¿No, qué?

-No quiero irme de Alemania, no todavía.

-¿Por qué no?

Pausa. Gesto nervioso.

-...Conocí una chica -respondió, con la vista fija en el piso-, quiero estar unos días con ella.

-No digas tonterías, puedes tomar a cualquiera en Rusia. Debes volver a tu entrenamiento.

-No son tonterías, quiero quedarme. Y puedo entrenar aquí si ese es el problema.

Una nueva pausa, esta vez más densa. Hyuk parecía incapaz de levantar la vista del suelo, mientras el hombre no le quitaba la mirada de encima.

-Es por el chico Lee, ¿verdad?

-...

-Sí... es por él... Ni aún con una buena mentira de por medio podrías haberlo ocultado.

Con la pregunta respondida Hyuk no vio la necesidad de agregar nada más, y permaneció con los ojos cerrados, deseando que aquel interrogatorio terminada pronto. No quería ser grosero, pero no estaba de humor. Si tan solo pudiera irse a dormir...

-Hyuk... mi dulce niño... -un susurro, las manos acariciando con suavidad su pelo- Intentas siempre ser tan frío como el hielo, pero ni siquiera esa dura coraza puede ocultar tu corazón. No lo logras, mi cielo -murmuró el otro mientras él permanecía serio, con los ojos llorosos, sabiendo que recibía un elogio que no merecía-. Puedes dar al mundo la imagen que quieras, pero yo te conozco: eres dulce, leal, agradecido... siempre lo fuiste... siempre, desde la primera vez... -las manos ahora pronunciaban sus caricias, una de ellas en la nuca, subiendo y bajando con un rito lento, la otra delineando sus hombros, los huesos de la clavícula, la delicada depresión de su garganta-. Y también obediente. Por eso sé que aceptarás que es necesario volver lo antes posible a casa, no podemos quedarnos aquí.

Por un momento Hyuk permaneció inmóvil, con los ojos cerrados, disfrutando al parecer de aquellos roces cada vez más insinuantes, aunque su gesto era serio, hermético. No podía volver a Rusia ahora, no podía dejar así a Donghae, y si tenía que ser persuasivo para eso, pues... lo sería. ¿Acaso no lo era siempre? ¿Ganar todos sus objetivos no era su día a día? Él ganaba, de una forma u otra, pero siempre ganaba...

Humedeció sus labios suavemente, inclinando la cabeza, casi mimoso, y sus manos se deslizaron lentas acariciando la entrepierna del hombre, que de inmediato dejó escapar un débil jadeo.

-Ah, no diablillo, no me ganarás con eso -advirtió, pero sus ojos se cerraron de deseo contenido, dejando actuar a las manos que con destreza lo atrapaban por sobre la ropa, desprendiendo su cinturón, y pronto las ideas le cambiaron tan rápido como bajó el cierre de su cremallera-. Sí, pequeño mío, ven - ronroneó mientras abría las piernas y acomodaba la cabeza de Hyuk en medio de ellas-. Ven y hazme feliz como sólo tú sabes hacerlo... Ah, sí, sí mi niño, así... tan dulce... Oh, mi ángel, lo haces tan bien - decía mientras se hundía cada vez más en aquella boca húmeda y caliente que lo envolvía con maestría-. Sí, así Hyuk, así... Oh por Dios...

-Nos quedaremos...

-Tú sí que sabes cómo hacer que te obedezca, ¿verdad? Oh, Dios, continúa... Sí... Y como siempre, al final terminaré cediendo... ¿quién puede negarle algo a tu boca, mi zorrito perverso?

-Nadie...

-No, nadie -rió el hombre, acalorado por el placer que recibía, jalando de los cabellos rubios cuando el disfrute era tan exquisito que lo hacía temblar-. Y yo menos que ninguno...-admitió siseando de placer-.

Maldita sea, me arrepentiré de esto, lo sé... Oh Hyuk... Está bien, tú ganas... nos quedaremos en Munich... -consintió al fin, arañando la espalda de su niño que, agradecido, reanudaba su empresa con ardiente entusiasmo.

~ * ~

-Te prometí que vendría, y yo nunca rompo una promesa.

Y así era. Al día siguiente, a la hora programada, Hyuk estaba sentado junto a Hae, tomándolo de la mano, observando con aprehensión todos los dispositivos e instrumentos que lo rodeaban.

-No sabes lo que me costó entrar -comentó, decidido a no dejarse llevar por el deprimente contexto de su charla (monólogo, al decir verdad), mientras se quitaba el abrigo-. No por tu padre, porque no he visto ni señales de él por ningún lado, sino por la gente que está reunida afuera por ti. También hay mucha prensa, así que tuve que venirme disfrazado -dijo con una sonrisa, observando su atuendo:

sobretodo, bufanda, anteojos oscuros, gorro-. Si me reconocen bajo todo esto les doy con gusto la nota - rió elevando su vista. Pero la imagen que le devolvió la mirada no era para reírse.

Permaneció un momento en silencio, sin saber qué hacer. Luego volvió a tomar la exánime mano entre las suyas y se acercó más a la cama.

-No debes preocuparte, ¿sabes? Hablé con una de las enfermeras y me dijo que tu aspecto mejorará con el correr de los días, que con la cirugía todo se inflama, pero que luego vuelve a la normalidad... Y tu pelo, tuvieron que cortártelo... pero crecerá de nuevo, con eso no hay problema, ya verás que cuando menos lo esperes tendrás tu linda melena otra vez. Sobre los cortes... bueno, de algunos me dijo que no te quedará ni el recuerdo, otros tal vez parecerán rasguños. Algunos son más profundos, ¿sabes? El que... el que te seccionó parte del hígado y... el de la espalda, que te perforó el pulmón... bueno, por esos tendrás que volver en algún momento a quirófano... y luego podrás ufanarte de sus cicatrices, como un guerrero... Hay otra cosa que debo decirte... tuvieron que quitarte el bazo... pero no te preocupes demasiado, hay mucha gente que vive sin él... Y el riñón derecho... bueno, dicen que esperan que funcione luego de la cirugía, así que cruzaremos los dedos... de todos modos tienes el otro, ¿no? No es para desanimarse tanto...

A Hyuk se le hacía muy difícil hablar. En verdad le costaba dar aquella información con el sentido alentador que quería, pues nada en la condición de Hae era alentador. Nada.

Las máquinas lo ponían nervioso. Tampoco le era fácil permanecer en silencio cuando el monótono ruido de aquellos aparatos invadían su intimidad, acrecentándose cada vez más como si quisieran devorarlo. Se pasó la mano por el pelo y cerró los ojos, concentrado.

-Hoy voy a hablarte de Vladimir Karov -comenzó a decir, sin soltar la mano que sostenía con firmeza-. Sin duda sabes quién es. Sí, mi entrenador... Mi entrenador -repitió en un susurro.

Hyuk hizo una pausa. Su mirada se perdió en la claridad de las sábanas de cubrían el inerte cuerpo sobre la cama, y permaneció tan absorto que por un momento pareció que él también había caído en un profundo coma. Pero luego apretó fuerte los ojos, y al abrirlos observó a Hae que continuaba ajeno al mundo, como si ya no perteneciera más a él.

-Hae -volvió a decir en voz muy baja, y sus ojos brillaron de forma extraña-, voy a contarte un secreto. Un secreto que no le he dicho a nadie, jamás, ni siquiera a mi familia...-hizo otra pausa, pero esta vez era atenta, consciente-. Vladimir Karov es más que mi entrenador -confesó, y abrió los ojos como si esperara una reacción de sorpresa de parte de Hae. Reacción que por supuesto, nunca llegó-. Es más que eso, él es... como mi padre. Un segundo padre. Fue él quien me ayudó cuando huí de mi tutor ¿recuerdas cuando te hablé de eso?. Fue él el único que se fijó en mí, un chiquillo desarreglado y medio muerto de hambre que dormía acurrucado al costado de la escalera de un edificio, en la calle, a punto de morir congelado... Me llevó a su casa, me dio de comer, me vistió. Me dio un hogar, educación y comenzó a entrenarme. Era entrenador de patinaje, ¿puedes creer eso? ¿Crees en el destino, Hae...?

En vano esperó una señal, un mínimo cambio en sus funciones.

Hae estaba muerto. Pero Hyuk no se rendiría.

-Yo sí creo -continuó, retomando su relato-. Aquello tuvo que ser obra del destino, ¿cómo pudo encontrarme justo a mí? De todas las personas que transitaban aquellas heladas calles, durante esas horribles semanas de soledad... sólo él me tendió la mano. Sólo él.

Los ojos de Hyuk se llenaron de lágrimas, y momentos después se cubrió el rostro para ocultarlas cuando rodaron por sus mejillas.

-¿Lo entiendes, Hae? -preguntó elevando sus ojos, mientras pequeños sollozos conmocionaban su cuerpo- ¿Cómo podía negarme...? ¿Cómo podía decirle que no, después de todo lo que había hecho por mí...? Hubiera muerto, tal vez esa misma noche si él no me recogía. Me devolvió la vida, y me elevó hasta aquí solo a cambio de...

Las palabras murieron en la nada. Parecía incapaz de pronunciar aquel pacto secreto hecho en una fría noche tantos años atrás.

-No me forzó como seguramente crees -continuó con la voz calma-. Yo tenía once años, pero no puedo decir que me violentó. Yo no quería hacerlo, no quería... pero sabía que era mi deber, tanto como estudiar o entrenar. Se lo debía a él... a él que me lo daba todo. Todo... Hasta me llevó a Disneyland, a mí, que no había soñado jamás con salir de aquellas frías estepas rusas.

Hyuk se frotó las sienes, como si recordar le trajera un gran dolor. Pero continuó hablando, ya incapaz de detenerse.

-Fue allí, en tu país, donde lo hizo por primera vez. Había sido un día estupendo, el mejor día de mi vida hasta ese momento. Había reído, jugado y comido tanto que pensé que estaba en el paraíso. Cuando a la noche llegamos a nuestro hotel estaba eufórico, y no podía dejar de abrazarlo, con la sensación de que una vida no sería suficiente para pagarle toda aquella felicidad. Creo que se lo dije, y él se echó a reír. Me preguntó si estaba dispuesto a soportar un poco de dolor en muestra de mi gratitud y dije que sí sin pensarlo dos veces. Yo estaba habituado al dolor, mi tutor me había tratado salvajemente desde el momento en que me alejó de mis padres. Ese animal... Recibí más golpizas que aplausos recibiré en toda mi vida... -Hyuk entornó los ojos, recordando con dolor aquellos terribles años de su vida, y luego respiró profundo para retomar su relato-. Si bien mi tutor nunca me había tocado en un sentido sexual, comprendí lo que me esperaba cuando Vladimir comenzó a besarme en los labios. De esas borrosas semanas que pasé solo en las calles de Rusia, sólo recuerdo con claridad las veces que debí salir corriendo de las manos de esos hombres que me sorprendían durmiendo e intentaban arrastrarme a algún callejón, con sus manos dentro de mis pantalones y sus asquerosos alientos sobre mi boca... Vladimir no fue así en lo absoluto... Él me trató con sumo cuidado... Besó mis lágrimas, y me cubrió de caricias cuando el dolor fue insoportable, y me susurró al oído palabras bonitas para que pudiera soportarlo mejor y... Él... él no...

Pero no pudo continuar. Un llanto histérico volvió a apoderarse de él, obligándolo a ocultar el rostro entre las manos.

-Por Dios, Hae... yo tenía 11 años y él 44, y me daba un hogar a cambio de poder tener sexo conmigo... Es algo horroroso, repugnante, y yo aún sigo justificándolo, aún hoy sigo buscando excusas para convencerme de que no es tan terrible, que en realidad no es un monstruo, que... que es un buen hombre, y que soy yo quien sigue en deuda con él.

Lloró por largos y sentidos minutos, tal vez como no había llorado en muchos, muchos años. Más de diez años engañándose a sí mismo, justificando al hombre al que amaba como a un padre pero que no lo trataba como tal. Tantos años entregándose en pago de una deuda que creía invalorable. Tanto tiempo llevando esa vida... y nunca le había molestado tanto como ahora...

Cuando el llanto se calmó, Hyuk se limpió el rostro y volvió a mirar a Hae. Parecía desahogado, y mucho más tranquilo, aunque su semblante continuaba triste.

-Debes pensar que me gusta esto. Que no me molesta que él me posea cuando se le antoje, que no me siento usado, y sucio, que disfruto de este pacto que firmé sin leer la letra pequeña. Pues te equivocas, no me gusta... Pero tampoco mal interpretes mi unión con Vladimir. No lo amo como se puede querer a un amante, pero no puedo decir que lo odio. Él me ama. No me extorsiona ni me maltrata como lo hace tu padre contigo, no me retiene por la fuerza... No, el lazo con el que me atrapa es otro muy distinto. Gano mi propio dinero, suficiente para pagarle todo lo que ha invertido en mí, pero cada vez me siento más en deuda con él. Sí, cada vez más, porque cuantas más medallas gano, más me convierto en lo que él creó. Soy su creación, ¿lo entiendes? Cuanto más alto llego más profundo veo el pozo en donde estaría en estos momentos si no hubiera sido por él. Le estaré en deuda por siempre... pero él no desea otra forma de pago...

Suspiró con una mano en la frente. Le dolía la cabeza terriblemente, y mirando a Hae, con su pobre cráneo fracturado, no pudo ni imaginar el dolor que estaría sintiendo. Tomó aquella mano inanimada y la besó repetidas veces, y como había hecho antes, acarició su propio rostro con ella.

-Estoy atrapado en una jaula de rosas, Hae... Pueden ser hermosas, y te sientes reconfortado entre ellas, pero... te lastiman si quieres huir. Y llegado el momento, ¿te dejarán ir con solo algunos rasguños o se cerrarán en torno a ti hasta atraparte y asfixiarte? Rosas con espinas... tú sabes de eso, ¿verdad? - susurró con la mirada perdida, y luego sacudió la cabeza como si quisiera alejar malos pensamientos. Volvió a besarlo con suavidad-. Perdóname... Tú ya tienes suficientes problemas como para que yo te venga a cargar con los míos...

Pero un par de problemas más no parecían hacer mella a Hae. Costaba muchísimo creer que allí adentro aún quedaba una mente, un corazón, una vida...

-Volveré mañana -suspiró Hyuk acariciando con suavidad las escasas porciones de piel que no estaban cubiertas de vendajes-, y también pasado, y pasado, y todos los días que sean necesarios. Te hablaré hasta que te estallen los oídos o despiertes a insultarme -aseguró con una sonrisa triste. Luego se acercó al mortecino rostro moviendo los labios, sin poder encontrar palabras que lo expresaran-. Recupérate, Hae... -susurró con los ojos cerrados-. Como te dije en el vestuario, te juro que lo que dije e hice aquella noche fue verdad. No fingí nada, ni mis besos, ni mis gemidos, ni mis orgasmos, nada... Te deseaba, y entre tus brazos disfruté como no recuerdo haberlo hecho antes con nadie. Tienes que creerme. Nada de lo que hice luego...fue...-la voz se le quebraba y algo interior lo hacía temblar-. Sé que soy el responsable de que estés aquí, si pudiera cambiar las cosas créeme que daría mi vida por hacerlo, pero no puedo. ¡No puedo Hae, no puedo cargar tu cruz! ...Pero puedo ayudarte a llevarla, y es lo que haré.

Y besándolo largamente, tomó su abrigo, y se fue.

~ * ~

Notas finales:

Y mi regalo será 

*tambores*

Ademas de este otro capítulo mas !

2x1

:D 

¡Disfrútenlo!

 

Tratare de subir capitulos mas seguido~


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