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Sangre sobre hielo [EunHae] por RoseQuin

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~ * ~

-Mi ángel... Estoy pidiendo el desayuno, dime lo que quieres comer.

Hyuk abrió los ojos y parpadeó, cegado por la claridad del día. Se encontraba en el lecho de Vladimir Karov, que a pocos pasos de él, con el tubo del teléfono contra el pecho lo miraba esperando una respuesta.

Se desperezó en la cama y una puntada de dolor interrumpió su gesto. Su cintura dolía. Sus caderas y rodillas siempre dolían el día después. Con sus viejas lesiones recriminándole el exceso de actividad no era raro que le costara soportar el cuerpo de su entrenador cabalgando sobre él durante horas...

-Quiero... -se fregó los ojos, el pelo lacio cubriéndole el rostro- ... quiero tostadas, con mantequilla y dulce. Y café con leche. Y jugo de frutas. Y un yoghurt con cereales.

Karov rió, como siempre que lo escuchaba ordenar comida, y se volvió al teléfono. Hyuk giró en la cama hasta quedar que costado. Envidiaba la salud que poseían los chicos comunes de su edad, pero era un precio necesario que pagar por ser el mejor. "La lesión de Hae está peor" pensó con una sonrisa malvada, que desapareció tan pronto como recordó la cruel realidad.

Hae, conectado a una máquina de respiración...

Hae, con el cráneo hecho pedazos...

-Con todo lo que comes deberías ser un cerdito -dijo una voz risueña en su oído, mientras lo abrazaba por la cintura y besaba el cuello.

-Tú me haces gastar muchas energías -comentó sin ánimo, sus pensamientos aún vagando por las salas de aquel hospital.

-¡Qué tengo que decir yo entonces! -continuó Karov con una risotada, atrayendo a aquel cuerpo joven contra él, regodeándose de su calor-. Ya no puedo seguirte el ritmo, no tienes piedad de este pobre anciano. Un día de estos vas a matarme de un infarto.

Continuó riendo, pero Hyuk no lo acompañó. Permitió que aquellas manos le acariciaran el pecho y las caderas, que le besara el cuello y los hombros, pero no se movió.

Quince días habían pasado. Quince, y aún ni un solo avance, ni una mísera señal de vida, ni una pequeña reacción que le diera esperanzas. Nada. Absolutamente nada. Hae seguía vagando en aquel valle de sueños desconocidos, mientras él luchaba contra la corriente de ese mar de insondable y certera realidad. "No lo logrará", "No resistirá mucho más", "El fin se acerca"... todos le repetían lo mismo, y él lo negaba tercamente, insistiendo en que algún día se recuperaría, pero aquellas mentiras ya no lograban convencerlo. Luego de tantos días sin ninguna mejoría, aún alguien incansable como él empezaba a flaquear.

Abandonar. Renunciar. Darse por vencido.

Como si hubiera escuchado sus pensamientos, Karov le acarició el cabello con suavidad y preguntó cautelosamente:

-¿No crees que ya es tiempo de volver a Rusia?

Hyuk no respondió, su mirada perdida, profundamente triste.

-Amor -volvió a susurrar el hombre con dulzura en su oído, besándole la sien-, has hecho todo lo que podías por ese chico. Te preocupaste por él, estuviste a su lado todo el tiempo, fue más de lo que hizo su familia... Pero ya es suficiente. No puedes resucitar a ese pobre niño sólo con desearlo.

Con un gesto rápido, Hyuk clavó su mirada de hielo en el rostro que tenía sobre él.

-Lo mismo dijo Lee -acusó con sequedad-. ¡Y no se puede resucitar a alguien que todavía no ha muerto! Maldita sea, dejen de hablar de él como si fuera un cadáver -exclamó perdiendo la paciencia, deshaciéndose bruscamente de los brazos que lo retenían, poniéndose de pie, molesto.

-Lo siento -dijo entonces Karov, asombrado por la violencia de su reacción-. No quería decir que el chico vaya a...

-¡Pero lo dijiste! Todos dan por hecho que morirá. A nadie le importa realmente si se recupera, prefieren vivir la atmósfera trágica de una muerte dramática. "Tan joven, tan lleno de vida, con tanto futuro por delante"... Les encanta saber día tras día esos monótonos e insufribles partes médicos, y regodearse de no tener ninguna buena noticia para poder continuar con su macabra función.

La escultural figura de Hyuk se recortaba contra la claridad de la ventana, desnudo, de espaldas, como un dios romano con su perfil recio y orgulloso.

-Amor... ¿por qué le das tanta importancia a esto? ¿Por qué estás tan obsesionado?

Silencio. Ojos nublados por las lágrimas.

-Ya te lo dije. Me siento culpable.

Pero él sabía perfectamente que no era solo la culpa, aunque no supiera decir con exactitud cuál era ese sentimiento que lo impulsaba. Tal vez era el momento de decirlo, de confesarle a su padre-amante la aventura que había tenido con Hae... ¿pero cómo hacer eso sin descubrirse? Sin demostrar que aquel encuentro le había dejado algo más que un deseo satisfecho y un capricho cumplido. Así debería sentirse, ¿no?. Había poseído en todo sentido a su máximo rival, lo había engañado como a un niño y lo había quitado totalmente de su camino, tal vez para siempre...

Oh, sí, debería estar brindando con champaña en los brazos de una bella muchacha alemana, pero en lugar de eso sólo podía pensar en Hae... en esos labios deslizándose por su cuello, aquel cuerpo delgado y firme que se amoldaba al suyo como si hubiera nacido para ello. Sí, en Hae gimiendo bajo él, en su exquisita expresión de dolor, en esa entrega consciente con la que se le había ofrendado. No recordaba que nadie, ni hombre ni mujer, se hubiera ofrecido a él con tanta generosidad... Y él lo había traicionado a consciencia, lo había engañado a propósito...

Dos robustos brazos rodeándole la cintura lo volvieron a la realidad. "Que bajito que es Vladimir" pensó, intentando descomprimir su mente desviándose hacia otros temas, "Pensar que cuando lo conocí yo le llegaba al pecho..."

-Mi dulce Hyuk -dijo paternalmente el hombre, con la frente pegada a su espalda, apretándose contra él-, eres el mejor hijo que alguien pudiera tener: talentoso, inteligente, bello y buena persona. Estoy muy orgulloso de ti. Pero tienes un defecto que aunque lo has sabido manejar a tu favor no deja de ser nocivo para ti: eres obsesivo hasta el hartazgo, mi ángel. Y esto te ha salvado la vida, pero también puede destruírtela -hizo una pausa en la que besó sensualmente la nuca de Hyukjae, mientras éste permanecía inmóvil-. No puedo permitir que te obsesiones con cosas que te hacen daño y esta es una de ellas. Tendría que haberte llevado a casa hace dos semanas, y eso es lo que haré. Este capricho se demoró demasiado. Termínalo aquí -volvió a besarlo y luego lo liberó de su abrazo-. Ahora olvidemos esto - exclamó con tono jovial-. El día es hermoso, iremos de compras antes de viajar, ¿quieres? Te compraré algo especial -concluyó mientras se alejaba hacia el cuarto de baño.

Por dos largos, interminables minutos Hyuk permaneció de pie, inanimado. Vladimir tenía razón. Su obstinación lo había llevado hasta ese hospital, día tras día, a hablar con la insistencia de un predicador a alguien que no había evidenciado la más mínima señal de vida propia, que lo escuchaba tanto o menos que su reflejo en el espejo, y al que todos, desde el más ignorante al más experto, habían pronosticado un desenlace funesto.

Sí, una vez más su entrenador tenía razón. Ser obsesivo en el hielo tenía sus evidentes ventajas, pero perseguir esta quimera lo estaba llevando a la locura. Había llegado el momento de aceptarlo: Donghae estaba muerto, y él volvería a Rusia.

~ * ~

Apenas había terminado de formular su decisión cuando llamaron a la puerta.

-Debe ser el desayuno, ¿puedes recibirlo tú? -preguntó la lejana voz de Karov

-Sí -respondió Hyuk con desgano, y miró a su alrededor en busca de algo con que cubrir su desnudez.

"¿Que tal si atiendo así a la mucama? Tal vez me dé una tostada extra." pensó risueño intentando de poner un poco de humor a su día. Pero cuando nuevos golpes lo apremiaron, tomó lo que tenía más al alcance de su mano (la funda de la almohada) y la anudó alrededor de su cadera.

"¿Eres tan insistente para todo, querida?" pensó en decir cuando abriera la puerta, pero al momento de hacerlo su sonrisa se desdibujó como si le hubieran arrojado un balde de agua helada.

-¿Qué diablos hace usted aquí? -exigió con voz trémula.

-¿Sorprendido de verme, Lee?

-¿Sucedió algo con Donghae?

Roger Lee lo miró de arriba a abajo con una sonrisa de desprecio, y torció el gesto, como si lo que veía le diera asco.

-Veo que pasaste una noche agitada. ¿Algún otro jovencito ingenuo?

-Diga qué demonios quiere y lárguese de aquí o llamaré a la seguridad.

-No llamarás a nadie si quieres que siga permitiéndote el pase hasta la cama de mi hijo -dijo Lee con la mirada de hierro, aunque nuevamente una sonrisa despectiva volvió a surcarle los labios-. Aunque el pase hasta tu cama lo obtuvo con suma facilidad, ¿verdad?

-¿Qué es lo que quiere? ¿Acaso ha venido a atacarme a mí también porque sé lo que hizo? ¿Trajo sus propios patines o piensa matarme con los míos?

-Sería una idea más que interesante, créeme... pero no mancharía mis manos con tu sangre. Quién sabe qué pueden haberte contagiado esos maricones con los que te acuestas.

-¿Como su hijo, por ejemplo?

-No lograrás avergonzarme a mí con las inmundicias que puedan haber hecho entre ustedes. Los dos me dan asco.

-Usted me da asco a mí. Usted es la inmundicia, que trató siempre a su hijo peor que a un animal de carga.

-¿Trajeron todo, querubín?

La figura de Karov, envuelta solamente en una bata roja, se detuvo al instante de ver al inesperado invitado.

-¡Oh, pero qué sorpresa! -exclamó Lee mirando al recién llegado con un profundo y antiguo desprecio- Miren cómo me vengo a enterar de dónde provenía tanta perversión... Confieso que ya me desagradabas lo suficiente Karov, antes de saber que gustas de sodomisar adolescentes.

-Hyuk, llama a la seguridad.

-Hyuk sabe que no debe llamar a nadie si pretende seguir visitando a su putita.

-Das asco Lee. Parece mentira que exista gente que pueda hablar así de sus hijos, pero tú demuestras que esa clase de escoria existe -dijo Karov, mirándolo como si fuera un desperdicio-. De todos modos guárdate tus extorsiones, de nada te sirven ya: nos volvemos a Rusia.

-¿En serio? -una carcajada fría y Hyuk que a duras penas se contenía-. Creo que no será posible. Lamento arruinar sus planes pero a eso se debe el honor de mi visita -dijo extrayendo un sobre de su bolsillo-. Me temo que tu querido prodigio no podrá volver a casa. La justicia alemana le prohibe salir del país.

-¿Qué? -Hyuk quiso adelantarse, pero Vladimir lo retuvo, su mirada adusta clavada en el americano, que acrecentaba paso a paso su sonrisa cruel.

-Habla claro antes de que se me acabe la paciencia -advirtió el ruso, sosteniendo a su discípulo.

-Te lo explicarán mis abogados, pero creo que se entiende bastante claro, ¿no?

-No.

-Tu muchacho de oro está acusado de violar, secuestrar y agredir a mi hijo.

-¡Eso es ridículo! -exclamó Hyuk, pero las fuertes manos de su guardián lo retenían en su sitio.

-Yo le encuentro bastante sentido -admitió Lee-. Tú te pudrirás en la cárcel y yo disfrutaré de tu dinero.

-Lee, para escuchar estupideces habríamos visto una de esas patéticas entrevistas en las que intentas robar protagonismo a tu hijo y hubiera sido más que suficiente. Si esa es tu mejor carta no te valió ni el tiempo de venir hasta aquí.

-No fue molestia -negó con un gesto de aparente cortesía-. Más tiempo gastarás tú yendo a visitar a tu muñequito a la cárcel.

-Eres desastroso Lee. ¿A quién crees que asustas? ¿Violación? ¿Secuestro? ¿Agresión? No tienes pruebas para armar ni uno solo de los casos.

-¿Estás seguro? Piénsalo mejor -los ojos de Roger Lee brillaron, triunfantes- ¿Acaso no sabes que tu querido Hyukjae se aburrió de tu carne vieja y fláccida y decidió que sería más divertido revolcarse con mi hijo...? Oh, no lo sabías, ¿eh? Pues entérate, y les recuerdo que para la ley Donghae aún es menor de edad.

-¿Y qué con eso? -cuestionó Karov sin alterarse-. ¿Acaso tu hijo declarará en su contra? Me parece que primero debería empezar a respirar por sí mismo, y luego intentar hablar. Claro, eso si le quedó algún trozo de cerebro que funcione, cosa que dudo mucho.

Hyuk volvió su mirada horrorizada al hombre por el que momentos antes había sentido un profundo orgullo. Comprendía que era una estrategia más para vencer a Lee, pero le pareció nefasta.

-Hay otras cosas que pueden hablar por él -retrucó el yanqui sin un solo signo de dolor por lo escuchado-. Como por ejemplo las pruebas que le realizaron apenas ingresó al hospital... Encontraron restos de semen en su cuerpo... ¿tienes una idea de quién no fue tan cuidadoso en los detalles? - preguntó volviéndose a Hyuk, que quedó paralizado.

El silencio que se hizo fue prueba suficiente para Lee, que sonrió satisfecho.

-Eso no prueba nada -dijo entonces Karov, presionando con fuerza el brazo de Hyuk para que no interviniera-. Los muchachos de ahora no son inocentes, no esperarás que crean que un joven de casi 20 años se dejó violar como un niño... Ni siquiera los niños son tan inocentes como crees -agregó, y las pálidas mejillas de Hyukjae se sonrojaron como nunca.

-Eso lo dices tú que eres un depravado, Karov. Para los "normales" es una abominación el solo hecho de que tengas sexo con un hombre como si fuera una mujer, tenga la edad que tenga. Y no me des más detalles, o me harás vomitar, malditos anormales. Pero no te creas que es mi única arma -aclaró, y su sonrisa volvió a tomar fuerza-. Todos sabían que Donghae quería patinar ese día, fue el primero en confirmar su asistencia. Y su posterior intento indica que si no se presentó a tiempo fue porque algo o alguien se lo impedía. ¿Y adivina el personal de qué hotel dice haberlo visto escapar a la carrera, desesperado por llegar al estadio? ¿Cuánta gente, cuántos automovilistas y comerciantes lo vieron recorrer ese trayecto? Además... lamento informarte que todos saben que el último que vio a mi hijo antes de que apareciera en este estado... fue Hyukjae. Y las razones por las que pudo haberlo hecho son demasiado claras y bien públicas...

De pronto, el metálico ruido del andar de un carrito fue acercándose desde el corredor hasta que una muchacha con el uniforme del personal entró por la puerta que había quedado abierta.

-Por favor, disculpen el... retraso...

Los grandes ojos azules de la chica pasaron del escultural cuerpo de Hyukjae, prácticamente desnudo, a la bata roja del hombre mayor que lo sujetaba, para luego volverse al extraño hombre junto a la puerta que hablaba con ellos sin que al parecer nada le llamara la atención.

-Pasa tranquila, linda -la invitó Lee-. Tal vez te hagan pedazos con el cuchillo de la mantequilla, pero no te violarán baby. Te falta "una gran razón" para ser de su gusto -explicó, haciendo un gesto bastante grosero para referirse a la homosexualidad de sus interlocutores.

-Querida -dijo Karov con suavidad-, sé tan amable de llamar a los guardias, que retiren a este hombre de aquí.

-Sí señor.

-No es necesario, me retiro solo. Voy a planear lo que haré con todo el dinero que te saque cuando gane el juicio. Aunque mi mejor gozo será verte tras las rejas el resto de tu vida por asesinato.

-Donghae aún no está muerto -gruñó Hyuk, harto de hacer aquella aclaración, tembloroso y con los dientes apretados por la ira.

-¿Estás seguro? -preguntó Lee con una sonrisa torcida, tomando una tostada de la bandeja-. Creo que tienes noticias atrasadas, Lee...


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