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Crónicas de un adolescente enamorado por SeventeenWorld

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— Me siento como la mierda...

Fueron las primeras palabras que susurró Chwe Hansol al recobrar la consciencia en medio de la noche. Miró a sus alrededor reconociendo el cuarto de un hospital, con la máquina que hacía "bip" y una cortina azul-menta que separaba su camilla de la de otro paciente.

Sus costillas se sentían adoloridas y apretadas fuertemente por algunas vendas; su brazo derecho inmovilizado por un yeso blanco desde el codo hasta la punta de sus dedos; en su rostro, dos puntos en la frente y el labio roto. Un desastre.

— Es normal, hijo —escuchó la voz de una enfermera de mediana edad que se encontraba revisando la cantidad de suero a un lado de Hansol—, no lo sabemos a ciencia cierta, pero sospechamos que te caíste de la motocicleta; tienes golpes hasta en lugares que no te gustará reconocer —rió.

— ¿Dónde estoy? —Preguntó con la voz cansada y la garganta seca.

— Hospital General de Seúl; parece que esta vez has despertado por completo —le miró de frente—. Llevabas desvariando unas horas. Tus familiares se alegrarán de saberlo; les informaré —se dio media vuelta

El castaño enarcó una ceja, arrepintiéndose después por el dolor. ¿Familiares? Sus padres se encontraban fuera de Seúl, en la campaña política de su padre por toda Corea. Tal vez era su primo o alguno de sus tíos, aunque sinceramente lo dudaba. Hansol sacaba conclusiones en silencio hasta que vio entrar al cuarto a la persona menos esperada.

Seungkwan caminó rápidamente hasta su cama, sosteniendo entre los brazos al muñeco que pretendía ser su hijo; con el ceño fruncido y un gesto de angustia, con los ojos cristalinos y mordiendo su labio inferior.

— ¡¿Eres idiota?! —Fue lo primero que dijo el mayor, sin medir el volumen de su voz—. ¡Caerte de la estúpida motocicleta! Ah... —suspiró, volteando la mirada— en serio tú me... —su voz se cortaba, como quien tiene ganas de llorar—. ¡Casi me matas de un susto, Hansol!

El herido miraba los gestos del cantante en silencio. ¿Estaba mal decir que se veía estúpidamente tierno? Le dieron ganas de reírse, pero sus heridas podían más con su humor.

— Amor, guarda silencio —pidió una mujer detrás de Seungkwan.

Era una señora bajita, de cabellos largos y castaños, con una sonrisa suave, la voz calmada y redondas mejillas semejantes a las de Seungkwan. La mujer le sonrió a Hansol con gesto maternal, como si lo conociera de toda la vida.

— Me alegra que estés bien, Hansol-ah —rió por lo bajo—, Seungkwanie no paraba de llorar.

— ¡Mamá! —Regañó Kwan coloreándose de rojo.

— Iré a firmar los papeles de alta —susurró la señora Boo, caminando fuera de la habitación. 

El silencio incómodo se cortaba por el pitido del electrocardiograma. Hansol continuó con la boca cerrada admirando el rubor del mayor y su ceño fruncido. Lindo.

Desde el primer día que Chwe Hansol entró a su salón de clases supo que Boo Seungkwan no le agradaba; el cantante castaño era un persona que hablaba hasta por los codos, le encantaba entrometerse en los asuntos de los demás y parecía siempre tener energía positiva para todo. La clase de persona que Hansol aborrecía.

Pero algo debía admitir, molestarlo era la cosa más entretenida del mundo. Porque Seungkwan tenía esa rara pero encantadora mueca de fastidio o molestia que provocaba un cosquilleo desconocido en el estómago de Hansol, similar a cuando anotaba un gol. Algunas veces, ni siquiera lo molestaba para hacerlo enojar, simplemente esperaba recibir un rubor rojo en sus mejillas para volver a sentir las mariposas en el estómago...

Sacudió la cabeza. No era posible que pensara algo así de Boo. El chico princesa era odioso y punto.

— ¿Qué me ves? —Preguntó con molestia el mayor.

— ¿Mi esposa me lloró mucho? —respondió Hansol, con una sonrisa burlona. Seungkwan enrojeció de nuevo y con el muñeco golpeó el estómago del herido—. ¡Auch! Eso dolió, idiota.

— No era precisamente una caricia.

— ¿Quieres acariciarme? —Se burló una vez más, a pesar del ademán que el otro hizo de quererlo golpear una vez más.

[...]

Los camilleros dejaron a Hansol recostado en su cama y la ambulancia partió enseguida.La casa Chwe se encontraba totalmente sola cuando Hansol, Seungkwan y la señora Boo llegaron. La media noche se cercaba y la mujer bostezó.

— Me iré a casa entonces, chicos —avisó. 

— Vamos —secundó Seungkwan, dirigiéndose a la salida de la habitación de Hansol.

— No, tú te quedas —detuvo su madre.

— ¿Qué?

— Hansolie está herido, amorcito —explicó la mujer, mirando al herido recostado en su cama—. No se puede quedar solo. Te quedarás a ayudarlo.

— ¡Pero si él está perfectamente bien! —Gritó—. Además, seguro sus padres llegan más tarde ¿verdad? —Preguntó al futbolista. Mala idea.

— En realidad —Hansol tomó su brazo enyesado con su mano sana y exageró una mueca de dolor—, mis padres estarán fuera todo el fin de semana, y no creo que pueda hacer las cosas solo.     

 Seungkwan se cruzó de brazos y abrió la boca, indignado.

— Pobre chico —susurró la señora con auténtica compasión, golpeando el hombro de su hijo—. ¿Eres un mal ser humano? —Preguntó enojada—, ¿no te he enseñado yo a ayudar a los demás desinteresadamente?    

— Pero él no lo merece.

— ¡Au! —Hansol se quejó en voz alta—, Seungkwan, tengo mucha sed. ¿Me traerías agua?

— No —respondió con fastidio, recibiendo un golpe en la espalda por parte de su madre—. ¡Ay! ¿Ahora qué?    

— Me iré ahora, pero vuelvo mañana —anunció a ambos muchachos—. Cuida bien de Hansolie, amorcito, y tráele agua  —fue lo último que dijo -casi como amenaza- antes de retirarse del lugar.

Un nuevo silencio se hizo presente cuando ambos castaños se encontraron a solas. Seungkwan con la boca torcida, el ceño fruncido y los brazos cruzados; Hansol con una sonrisa burlona que disimulaba lo mucho que -en realidad- le dolían las heridas.

— Ya oíste, tráeme agua —ordenó con un tono fastidioso. 

— Usar a mi madre como chantaje no es lo más maduro que se te ha ocurrido.

— ¿En serio? Porque es exactamente lo mismo que tú hiciste conmigo —argumentó el menor, sonriendo con victoria cuando el cantante desvió la mirada—. Ve por mi agua, apresúrate que quiero dormir.   

El mayor rodó los ojos y se dio media vuelta, saliendo de la habitación. Hansol soltó una risa por lo bajo, y se abofeteó internamente cuando fue consciente de ello; debía parar de sentirse... feliz... cuando Seungkwan se encontraba a su alrededor. 

Los minutos pasaban y el cantante no regresaba -probablemente era un poco difícil encontrar la cocina en aquella enorme casa-. Hansol esperaba impaciente admirando el techo de su cuarto, comenzando a molestarse; paseó la vista por el lugar y encontró en el enorme sofá reclinable junto a su cama al muñeco que pretendía ser su hijo, cerca de su escritorio, había un gran desastre de hojas tiradas por el suelo.

¿Qué hacían esas ahí? Se preguntó.

Clavó los ojos en los papeles con poemas y letras escritas en ellos, tratando de recordar lo sucedido antes de haber despertado en un hospital. Recordaba haber corrido la motocicleta bajo la lluvia, y haber caído cuando los frenos no funcionaron; recuerda haber llegado a su casa, tropezando con algunos muebles, con el cuerpo adolorido; recuerda haber visto a Seungkwan sentado en su escritorio, leyendo sus cosas...

Oh, mierda.

Seungkwan había leído esas cosas. Hansol sintió una inesperada y repentina vergüenza al saber que alguien más -además de Wonwoo- supiese que el rudo Chwe Hansol era un poeta frustrado.

— Encontré el agua —el cantante regresó con un gran vaso lleno de líquido cristalino—. Este lugar es muy confuso por eso... ¿Hansol? —Llamó al menor, moviendo la mano frente a su rostro.

— ¿Q-Qué? 

Kwan frunció el ceño ante el tartamudeo del herido. Dejó el vaso con agua en el taburete junto a la cama y con la palma de su mano tocó la frente de Hansol, cortando la respiración de éste al momento.

— No tienes fiebre —diagnosticó—, pero estás muy rojo. ¿Debería llamar al doctor?

— Estoy bien —se alejó del agarre, entre cohibido y molesto—, quiero dormir, apaga la luz —se escondió bajo las cobijas.       

El cantante bufó por la actitud grosera, pero suspiró resignado. Presionó el apagador cerca del taburete, dejando el lugar iluminado por la tenue luz de la lámpara del escritorio. Se enderezó y caminó a la salida; suponía que en esa enorme casa habría por lo menos una habitación extra.

— ¡Oye...!  —Hansol quitó las mantas de su rostro.

— ¿Qué?

— Quédate.

Seungkwan abrió la boca genuinamente sorprendido. Le rogó a su cerebro que se tranquilizara, que dejara de sentirse emocionado -como el las escenas de su dorama favorito-, que le ayudara a recordar cómo se hablaba, cómo se respiraba. Inhaló profundamente procurando que esos enormes y achocolatados ojos que tenía Hansol no lo notaran. 

— Quiero dormir, ¿supones que dormiré contigo?

— No, que asco —el menor hizo una mueca. Seungkwan rodó los ojos, demasiado bueno para ser verdad, pensó—. Duerme en el sofá.

— ¿Sabes que tengo problemas lumbares? —Se quejó, y a pesar de ello, caminó hasta el mullido sillón junto a la cama, donde su muñeco descansaba.

— Cállate y hazlo.

— Supongo que no dejarás de molestar si no lo hago —se rindió, cansado, mientras se dejaba caer en el lugar, acunando al muñeco en su regazo—. Te odio tanto —susurró—. Buenas noches —cerró los ojos, dando fin a la conversación.

Hansol miró atentamente al mayor o al menos tanto como la tenue luz se lo permitía. Callado y sin hacer un centenar de gestos por minuto, Seungkwan era lindo. Hansol cerró los ojos y sonrió.

— Sólo bromeaba, princesa —dijo al aire—. Puedes dormir aquí... si quieres.

Silencio total. Nadie se movió de su lugar. Hansol frunció el ceño y mordió su labio inferior, ¿le habían rechazado? Cuando se encontraba a punto de lanzar un insulto para cubrir el hecho de que intentó hacer algo "amable", sintió el peso en la cama de un cuerpo a su lado.

— Ya sabía, idiota

 

Notas finales:

Gracias por todo el apoyo y por tantas visitas. Me hacen muy, muy feliz.

¡Ya casi es comeback! Estoy muy emocionada UuU

Recuerden apoyar a los bebés en todo lo que podamos, mis CARATs♥

¡Las quiero!

 

PiaPia


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