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Crónicas de un adolescente enamorado por SeventeenWorld

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— Me gusta.

Jisoo sonrió, despegando la vista de la guitarra y fijándose en el rostro fino del castaño.

— Mientes, lo hice horrible —repuso, ya que, de hecho, había tocado mal la canción a propósito.

— Yo creo que fue bueno —se encogió de hombros.

El castaño dejó la guitarra a un lado y tomó asiento en la silla frente al castaño de larga cabellera. En el club de canto no se encontraba nadie además de ellos dos; de Seokmin no era sorpresa ya que los lunes tenía práctica con el equipo de fútbol, era extraño viniendo de Seungkwan que el club de canto lo era todo para él como para faltar.

— ¿Qué sucede? —Preguntó Jisoo amablemente al mayor.

— Nada —el futbolista desvió la vista para evitar sostenerle la mirada a Jisoo, nervioso de delatarse si hacía contacto.

— No eres buen mentiroso —rió el menor—. ¿Es la escuela? ¿El equipo de fútbol?... ¿Seungcheol?

— Es todo —suspiró Jeonghan, revolviendo sus cabellos—. Estos días se siente como si nada estuviera funcionando. La convocatoria para el examen universitario fue liberada y me han ofrecido becas por fútbol pero realmente no sé si quiero jugar por el resto de mi vida..., además no he ido a entrenar desde hace dos semanas y la final de colegios será en cosa de nada..., y Cheol... todos esperan tanto de mi —Jeonghan escondió la cara entre las manos y resopló con frustración—. Jisoo, ¿cómo me soportas? Sólo me quejo cuando estoy contigo.

El guitarrista mordió su labio inferior al escuchar el último nombre salir de los labios del mayor. Claro. Era tonto pensar que en tan poco tiempo el futbolista podría superar una relación de años. Y no sólo una relación cualquiera. La relación. Aquella que se asemejaba al perfecto romance de Hollywood.

Yoon Jeonghan era considerado perfecto por tantas personas que seguramente alguien tacharía de loco a Jisoo si se atreviera a decir en voz alta que, en realidad, Jeong era una persona bastante común. Tenía los mismo miedos, sueños, pensamientos y sentido del humor que cualquier adolescente, sólo que por tal o cual motivo la gente esperaba más de él. Cosa que frustraba y deprimía con mayor facilidad al deportista.

Jeonghan era una persona sumamente agradable a ojos de Jisoo.

Jeonghan le gustaba.

Pero algo en su interior le gritaba a Jisoo que no se emocionara. Que él no encajaba con alguien como Jeonghan y que una ilusión lo mataría menos que una esperanza.

— Yo no soy experto —susurró el guitarrista—, pero si quieres un concejo... deja de pensar en lo que otros esperan de ti y concéntrate en lo que tú quieres. La única persona a la que debemos complacer en la vida es a uno mismo.

El de cabellos largos descubrió su rostro y miró el rostro sereno del chico frente a él. ¿Qué era aquel extraño sentimiento de paz reconfortándolo silenciosamente? Estar junto a Jisoo era un mundo diferente; podía mostrarse enojado, engreído, triste, feliz, cansado y el músico seguiría tratándolo como cualquier persona. Como alguien real. ¿Por qué Hong Jisoo parecía tan...?

— ...perfecto

El guitarrista se ruborizó y se rió por aquella mirada brillosa y sincera que Jeonghan le dedicaba.

— El festival de clausura de ciclo es el viernes de la próxima semana a las cinco —el castaño de cabellos cortos masajeó su cuello con repentina timidez—. Tendremos una hora de presentación y después hay un baile... no sé si-...

— ¿Deberíamos ir juntos, Jisoo? —se adelantó el mayor, con una sonrisa sincera en los labios. 

La piel apiñonada de Ji se tornó roja sin ningún motivo aparente y el guitarrista asintió vergonzosamente. Era una cita entonces.

[...]

Jihoon abrió sin muchas ganas su casillero y la nota que encontró al fondo de éste realmente a esas alturas ya no le causaba ninguna emoción. "La puta número uno"

Haciendo un recuento, en una semana Jihoon había conseguido el desprecio de media población escolar, un castigo en la sala de detenciones después de su horario normal, treinta y siete notas de con mensajes parecidos al que ahora veía, y una molesta sombra.

Aunque lo de la sombra no era una mala noticia del todo, ya que —como secreto personal—, Seungcheol se había transformado en el mayor pilar para soportar el infierno en que se había transformado su vida escolar.

Lee Jihoon realmente no creyó en Choi Seungcheol cuando éste dijo que demostraría que podía cambiar. Nadie cambia. Pero el capitán del equipo de fútbol se había comportado como todo lo que Jihoon necesitaba; un buen amigo, un protector y la persona con la misma capacidad de hacerlo enojar como de sacarle una sonrisa. Un idiota que hacía sus piernas temblar con sus molestas carcajadas y su actitud de niño de cinco años.

— Jihoonie —escuchó que le llamaban y tomó la hoja con el mensaje fuera de su casillero, escondiéndola en su puño—, ¿qué es eso?

— Nada —contestó desinteresadamente al rubio, cerrando la puerta de metal—. ¿Saliste ya? 

— Sí —Cheol le sonrió—. ¿Te espero hasta que termine tu castigo?

— Mi castigo en detención terminó el viernes pasado —Jihoon escondió la nota en el bolsillo de su pantalón—. Iré a casa ahora.

— Espera —el mayor le tomó del antebrazo, acción que sobresaltó al de cabellos rosados—, si estás libre, hay que salir a algún lugar.

El bajito dio un paso hacia atrás, liberándose del agarre con las manos sudando un poco. Cuando el futbolista tenía tanto contacto físico para con él le era inevitable sentirse nervioso.

— ¿No tienes entrenamiento hoy? —Cuestionó con una ceja enarcada.

Seungcheol se mordió la comisura del labio y llevó una mano a su cuello, como pensando detenidamente en su respuesta.

— Se canceló —concluyó con una sonrisa—. Anda, te llevo a donde quieras —puchereó.

— Quiero ir a mi casa.

— ¿A ver películas conmigo? —Sugirió con un tono morboso que consiguió arrebatar un sonrojo en la pálida piel del bajito.

Jihoon frunció en entrecejo y golpeó bruscamente el hombro fornido del mayor. Cheol se rió una vez más y ambos caminaron hacia la salida del instituto.

— ¿Entonces sí puedo ir a tu casa? —El rubio pasó un brazo por encima de los hombros del menor, atrayéndolo más hacia su cuerpo—. No dejaré de molestar hasta que digas que sí.

El de cabellos rosados escuchó el murmullo de los estudiantes al rededor juzgando aquella escena. Jihoon jamás le había tomado importancia a lo que dijeran los demás sobre él, pero sinceramente prefería mil veces pasar desapercibido del ojo público a toda costa, por lo que ser el tema de conversación para el resto se estaba convirtiendo en algo insoportable.

— Como quieras, pero aléjate —susurró a la par que empujaba al futbolista de sí—. Iré al baño.

— Te acompaño.

—  No —amenazó firmemente, entrecerrando los ojos en advertencia. 

Seungcheol alzó las manos a forma de rendición, diciendo que esperaría fuera de los servicios. El bajito entró a los sanitarios de hombres en silencio y sin muchos rodeos se dispuso a realizar sus necesidades. Cuando se encontraba lavando sus manos, sintió como dos pares de brazos lo jalaban hasta el fondo del pasillo de los cubículos.

Tres estudiantes bastante altos le rodearon tratando de intimidarle, y Jihoon se encontraba a punto de demostrar que se podía defender perfectamente solo hasta que uno de ellos habló.

— Aléjate de Cheol —ordenó con firmeza uno de ellos.

— ¿De qué mierda hablas? —Frunció el ceño—, quítate antes de que te mate.

— Mira, enanito —le empujó con brusquedad hacia las baldosas de la pared—, al equipo no le importa si estás de puta con Cheol, pero desde que llegaste el capitán y nuestra estrella principal no han ido a una sola práctica. Las semi-finales son este viernes, y si perdemos, te haremos la vida imposible.

— ¿Crees que les tengo miedo? —dijo Jihoon, apretando los puños y removiéndose entre los brazos de los otros dos que le sostenían—. Si Seungcheol no ha ido a sus estúpidos juegos no tiene nada qué ver conmigo.

— Seungcheol se gradúa este año —arrugó la nariz el alto castaño frente a él—, pero tú te quedas. Y todos te recordaremos como el marica que arruinó todo en la escuela; además —sonrió con malicia—, escuché por ahí que eres un excelente actor, y que el rosado te va muy bien. Toda la escuela debería ver eso, ¿no? Serías como la nueva mascota.

Jihoon tragó grueso. Oh, bien, tal vez estaba un poquito intimidado.   

— Regresa todo a como era antes, o vivirás un verdadero infierno —sentenció el sujeto, empujando al pequeño de cabellos rosados contra la pared y saliendo del baño junto a sus amigos.

Se levantó lentamente del suelo, sentía que la espalda se le partía en dos. Todo era tan frustrante que le daban ganas de llorar de la impotencia. En serio, él ni siquiera había hecho nada y era el único al que molestaban y atacaban. Se talló los ojos pues le picaron un poco por las lágrimas. Tenía ganas de desaparecer y gritar y golpear todo.

Salió del baño con un aura pesada rodeándolo y con los ojos escociendo, chocando de frente con la persona menos indicada en ese momento. Cheol le sonrió y al no recibir respuesta, le sujetó de un hombro.

— ¿Qué pasa?

— Suéltame —Jihoon le empujó, sintiendo la voz quebrarse—. ¿Por qué no has ido a tus estúpidos entrenamientos?

El rubio frunció el ceño y miró alrededor, notando al fondo del pasillo tres figuras familiares, resopló con molestia.

— Yo-...

— En serio, Cheol —el bajito apretó los labios—. Aléjate de mi, sólo has conseguido arruinarme desde que te conocí —el corazón de Hoon punzó con dolor ante sus propias palabras—. Lo estás echando todo a perder. 

— No te voy a dejar. Sólo estás enojado —repuso con la voz temblorosa, jamás había escuchado aquel tono en el menor.

— ¿No entiendes? No te quiero cerca de mi —Jihoon elevó su tono, apretando los puños hasta volver sus nudillos blancos—. Si me aprecias... o sientes algo por mí... 

— Basta.

— O estas jugando... o lo que sea... detente. Aléjate. Porque ya me harté. 

— Jihoon, cállate.

—No te quiero, Seungcheol.

Jihoon no levantó el rostro en ningún momento, pues se sentía incapaz de confrontar los grandes y expresivos ojos de Seungcheol, porque sabía que si lo miraban descubriría que lo que menos quería en ese momento era estar solo. El bajito caminó rápidamente lejos del futbolista, empujando a todo aquel que se interponía en su camino.

Seungcheol tardó un instante en asimilar todo aquello que el menor le había dicho, y al segundo siguiente no dudó en seguir al pálido, encontrando en el piso del corredor un papelito que había resbalado del bolsillo de Hoon. Lo levantó y leyó con el pecho lleno de ira. También tenía ganas de llorar.

 


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