— No puedo hoy, bebé.
Chascó la lengua, mientras torcía la boca. Miró alrededor del lugar y se limitó a negar con la cabeza. Era la tercera vez en dos semanas que Seungcheol se negaba a salir con él.
— Como sea, Cheol.
— No te enojes —escuchó desde el otro lado de la línea.
— Olvídalo —colgó.
Yoon Jeonghan, hijo de un respetable abogado, el mejor en la clase de química, estrella del equipo de fútbol, el chico de sonrisa amable y aura tranquila; él era infeliz. No es algo que quisiera (aunque su madre dijera que sí, que cada uno decide su estado de ánimo), simplemente, un día despertó decaído y cuando buscó a su novio… este lo dejó plantado; sus padres lo abandonaron por una semana y sus amigos se encontraban demasiado ocupados.
Tal vez, Jeonghan se dio cuenta que, a pesar de haber tanta gente a su alrededor, nadie estaba realmente ahí cuando lo necesitaba. Claro que había cosas peores en esta vida, lo sabía, pero hay cosas que uno no decide (se repetía una y otra vez), y el enorme vacío que cada día se lo iba comiendo un poco más desde hace un mes era ya demasiado grande.
Contrajo sus piernas y ocultó la cabeza entre las rodillas. De nuevo se sentía patético; sentado bajo la sombra de un árbol, solo, en medio de un parque a medio día. A veces se preguntaba, ¿habría alguien que realmente lo notara? Alguien que no lo reconociera por ser el novio de Seungcheol, o por ser la estrella del instituto, ¿existiría alguien que se fijara en Jeonghan?
— Jeongha, ¿estás bien? —Alzó la cabeza y encontró unos converce negros frente a él, elevó la mirada y casi suelta una carcajada por la absurda coincidencia—. ¿De nuevo estás llorando? —El de cabellera larga se llevó las manos al rostro y sintió las mejillas húmedas, bajó la cabeza—. P-Perdón… no me refería a que… eh…
Jisoo era el nombre del chico de pie frente a él, si Jeonghan no se equivocaba. Era una persona agradable, o al menos lo era para el futbolista, porque era muy real; a Jisoo no le importaba decir lo que pensara, aunque al instante se arrepintiera y se empezara a disculpar.
— ¿De nuevo te estás disculpando? —Preguntó, imitando el tono que usó el más alto y permitiéndose dejar escapar una sonrisa.
— Lo sien…, yo. Debería ya no hablar —Jisoo sonrió mientras su cara comenzaba a tornarse roja—. Bueno, me voy.
— ¡Espera!
¿Espera? Se reprendió Jeonghan. ¿Por qué habría de “esperar” alguien que ni lo conocía? Las personas tenían mejores cosas qué hacer en lugar de compadecer a alguien patético, no había razón para esperar. Jisoo lo miró unos segundos, aún de pie, como pensando y discutiendo consigo mismo. Sorprendiendo al mayor, se sentó frente al castaño de largos cabellos, dejando el estuche de lo que parecía una guitarra a un lado.
— ¿Tocas? —Yoon preguntó después de un rato, para evitar la incomodidad del momento.
— Sólo un poco —Jisoo miró su instrumento y sonrió, volviendo la mirada a los ojos de Jeonghan—. ¿Puedo preguntar algo?
— Dispara.
— ¿Por qué llorabas? —La ligera sonrisa del mayor desapareció en un momento.
Jisoo era esa clase de personas que sin quererlo daban con la pregunta exacta para el momento; pero era un chico demasiado bueno para su propio bien, es por eso que —al ver la expresión de Jeonghan cambiar— se retractó de inmediato de la pregunta hecha, pues lo que menos buscaba era herir o entrometerse en los asuntos del mayor.
— Porque estaba triste —soltó Jeonghan, llanamente, y diciendo la verdad aunque esta fuera obvia. Jisoo frunció ligeramente el ceño.
— Esa no es una respuesta —su voz subía de tono conforme las palabras salían de su boca—, quiero decir, no deberías estarlo. No veo por qué habrías de no ser feliz.
— Oye —al ángel le daba vueltas la cabeza por tantas palabras dichas tan rápidamente—, el problema no soy yo… alguien me hace sentir triste.
— ¿Es Seungcheol? —Jeonghan abrió los ojos un poco sorprendido—: entonces sí es él. Pero… pensé que ustedes dos eran algo así como la típica pareja que sale desde la secundaria y se casan después.
El de cabellera castaña sonrió con dolor y sorpresa, ¿a dónde había ido aquel tartamudo y sonrojado Jisoo? Sin dudas, el guitarrista era una enorme caja de sorpresas.
— ¿Lo crees así? —Rió con ironía—, supongo que no eres el único.
— Pero, por lo que entiendo, ustedes dos no son así, ¿cierto? —Jisoo bajó la mirada a sus manos, jugando un poco con ellas, para retomar después su palabra—. Yo creo que permanecer al lado de alguien que no te hace feliz es algo casi masoquista.
— Pero…
Jeonghan hizo una pausa, suspiró y meditó. Miró el lindo rostro de Jisoo esperar expectante la continuación de su oración. El chico americano emitía esta clase de aura confiable que te hacía querer contarle tus problemas pues se notaba que nunca mentiría y siempre te daría su sincera opinión. El ángel suspiró una vez más, un tanto avergonzado.
— Pero… ¿quién sería yo sin Cheol?
— ¡Bromeas! —El mayor dio un saltito cuando Jisoo alzó la voz—. Eres Jeonghan, ¿olvidas lo asombroso que estuviste el torneo pasado? ¡Ese último gol fue épico! Además, eres muy amable con todos sin importar qué, recuerdo que me prestaste un bolígrafo para un examen a pesar de que ni me conocías. ¿Y no fuiste tú el que ganó la olimpiada de química hace dos años? No conozco a nadie más que se sepa de arriba abajo la tabla periódica. ¡Y, por dios! Eres muy lindo y todas esas cosas…
El pecho del guitarrista subía y bajaba por lo rápido y efusivo que había hablado, cuando, de un de repente, su cara comenzó a tornarse roja… o más bien, morada, azul o algún raro color que denotaban lo avergonzado que se sentía ante sus palabras; volvía lentamente el Jisoo del cual Jeonghan había sentido curiosidad y confianza.
El futbolista se comenzó a reír sin afán de burla y meramente enternecido, mientras Jisoo se cubría el rostro con las manos, aún rojo hasta las orejas y con una sonrisa nerviosa en la comisura de los labios.
— Gracias, Jisoo.
— ¿Por humillarme? —Respondió desde el escondidillo entre sus dedos.
— Por hacerme feliz.
Hubo un largo y cómodo silencio en el que los dos permanecieron sentados uno en frente del otro, y el rostro del guitarrista regresó a su color natural. Jeonghan se acomodó la cabellera tras la oreja y revisó la hora en su celular, ¿cómo habían pasado dos horas tan rápido? A penas se sintió como un parpadeo.
— Me tengo que ir, Jisoo.
— Supongo que yo… yo también —ambos se pusieron de pie y el americano se colgó en la espalda el estuche de la guitarra—. Pero… en serio, no estés más triste.
— Lo prometo —Jeonghan se acercó a Jisoo y lo besó en los labios.
Fue más bien un rose de cinco segundos, pero hubo el suficiente contacto como para dejar sin palabras a ambos. Jeonghan por primera vez en su vida se quedó en blanco. Y es que, ¡¿qué demonios había sido aquello?! ¿En qué momento su cerebro le ordenó que lo besara? ¡¿Y por qué le había gustado?!
— Eh… adiós —el mayor se dio media vuelta y apresuró su paso sin mirar atrás.
Una vez lo suficientemente lejos de Jisoo como para que este no pudiera escuchar los latidos de su corazón agitado, marcó algún número en su agenda que tenía previamente seleccionado como “favorito”. Esperó un momento en la línea.
— ¿Qué sucede, hyung?
— Seungkwannie, llama a Junnie, tengo un gran problema.
— ¿Sólo uno? ¡Yo tengo más que problemas, te lo aseguro!
— Es una emergencia, de verdad.
— ¿Ahora? En serio estoy ocupado… ¿qué es tan preocupante?
— Creo que me gusta alguien… y no es Cheol.
— Junhui y yo estaremos en tu casa en treinta minutos.