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Encantado, Jimin [YoonMin] por soutts

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Notas del fanfic:

Historia escrita el año 2012 para otro fandom, soy la misma autora que sólo decidió adaptarla (y cambiar cosas, porque el 2012 yo escribía peor y la cultura coreana es bastante distinta a la original) a esta hermosa pareja.

Yo sé que se asustarán con que al principio Suga tenga pareja, pero tranquilas, soy fiel al YoonMin.

Sin más, espero que lo disfruten y le den una oportunidad al fic.

 

Notas del capitulo:

Y aquí empezamos, estoy un poco nerviosa.

Sueño repetitivo.

 

Pesadilla repetitiva, más bien. Era imposible que eso fuese un sueño.

 

Llevó su mano izquierda hasta su frente, y se relajó de golpe al saber que estaba vivo, que los disparos, la sangre y el estridente ruido eran producto de su enferma imaginación.

 

Cuarta noche, cuarta pesadilla consecutiva. ¿Cuándo empezó a sentirse tan claustrofóbico en su propia casa? Sentía que las paredes iban a exprimirlo, y el gran espejo pegado en su techo le devolvía un reflejo penoso; tenía los ojos muy rojos, la piel más blanca de lo normal, y estaba empapado en sudor.

 

Decidió recuperarse por completo antes de ir a recorrer su hogar para buscar a HyeSun, no la vio a través del espejo y su lado de la cama estaba frío, por lo que dedujo que llevaba fuera de ésta, como mínimo, un buen par de minutos. Pensó en ir a prepararse un café, pero eso lo pondría hiperactivo y no era lo que quería, así que se fue derecho hasta el único lugar donde su pareja podría estar: el estudio.

 

Sin molestarse en tocar, entró y se encontró con una vista que le robó el aire unos segundos: HyeSun estaba arrodillada frente al caballete, derrochando decisión con su cuerpo y expresión indescifrable. Mordisqueando la manga de su estropeado delantal, levantó la vista hasta el recién llegado y enarcó una de sus cejas.

 

— ¿Vas a entrar? —el tono duro de su voz le indicó que no estaba de buen humor, y lejos de preocuparlo, le agradó.

 

Sin más que asentir con la cabeza, pasó y se sentó a su lado.

 

—Estás exigiéndote demasiado, ¿no crees?—emanó una sonrisa, y se acomodó en el hueco que se formaba entre su hombro y su cuello para plantar un beso, y succionar despacio.

 

—Yoongi, no—lo alejó tanto como pudo, y suspiró—. Sabes que no puedo atrasarme, y también sabes que odio ser irresponsable.

 

Y Yoongi sabía todo eso.

 

Pero no sabía que su pareja podía rechazarle así de nuevo.

 

De nuevo, porque no era la primera vez, ni la cuarta… tal vez ya era la décima, y él comenzaba a cansarse.

 

Resopló lo más fuerte que pudo y se puso de pie, dando un portazo infantil, estúpido, y que daba a entender que estaba frustrado sexual y emocionalmente, cual adolescente caliente, pero no era así. Estaba cansado de su pareja. No del todo, no de todo. Pero sí de mucho.

 

¿Cuándo HyeSun se había vuelto tan materialista? ¿Cuándo la pasión se había vuelto una ambición?

 

Ganaban buen dinero juntos, y por separado. HyeSun era pintora, y muy famosa en Corea, además de solicitada. Yoongi era compositor y productor, tenía un club de alto prestigio por apradrinar a bandas y solitas que luego eran derivados a empresas de entretenimiento; todos entraban siendo muy pequeños, débiles, amateurs y luego de un par de semanas, si tenías lo requerido, te descubrían y estabas dentro. El club era suyo, pero HyeSun solía administrarlo porque era buena en eso, y porque a Yoongi le gustaba complacerla.

 

El problema vino cuando ella se obsesionó, por así decirlo. Nunca estaba conforme. Siempre quería más y más dinero.

 

¿Cómo Yoongi no lo notó antes?

 

Su relación estaba fría como el hielo, y si bien adoraba a la mujer, no estaba dispuesto a cargar con una relación que no lo hiciese feliz.

 

Confundido y dolido como estaba, fue a la cocina prendiendo de paso todas las luces. Aún no amanecía y estar a oscuras en ese estado lo ahogaba. Se sirvió agua fría y dejó caer el vaso al suelo, con el corto pero retumbante sonido de los cristales partiéndose y haciendo eco en su cabeza.

 

Salió rumbo a la habitación cuidando no cortarse los pies, total, él limpiaría luego. No es como si HyeSun fuese a salir del estudio para ver qué pasaba.

 

 

***

 

 

La noche estaba tranquila, el grupo que se presentaba era relativamente bueno y por algún lado andaba Jiro, uno de los mejores productores de Seúl, y el que más recurría a acosar principiantes al club.

 

Mientras fumaba, Yoongi divisó a HyeSun inclinada sobre la barra y se dedicó unos minutos a recorrer su figura desde la lejanía. Llamativa. Todo en ella era llamativo. Tenía un rostro fino, seguro y adulto, que mucho tiempo atrás le hizo pensar que estaba a salvo.

 

Con cortas caladas se terminó el cigarro y lo apagó en el cenicero.

 

—Hyung... —sintió que le palmeaban la espalda y volteó. Lo miró con una sonrisa grande y sincera, saludó con la cabeza. Sin embargo, se quedó en silencio.

 

— ¿Qué clase de canciones está escribiendo HyeSun? —la pregunta de su amigo lo descolocó por completo. Yoongi se limitó a fruncir el ceño.

 

—El grupo de ahora no es nuevo aquí, ¿verdad?—Hoseok suspiró al ver su rostro aún más confundido y continuó—. HyeSun dejó que hicieran una segunda presentación aquí como modo de agradecimiento, y también para promocionar el club. Pero a cambio, ella debía escribirles una canción, y la están cantando justo ahora —Hoseok hizo un gesto para que no hablara, y ambos se concentraron en la letra y en la coreografía. Cinco chicas bailaban y cantaban frente a ellos, pero Yoongi sólo logró entender que hablaban sobre un sucio secreto entre toda la otra cursilería.

 

Sin querer preocuparse, Yoongi comenzó a buscar con la vista a HyeSun en la barra, y se sorprendió al verla charlando animadamente con Jiro. Se levantó de la silla en la que estaba, y con sólo un gesto, le hizo entender a Hoseok que se iría de allí.

 

Vio dos cosas antes de salir de su club: a su mejor amigo mirándolo fijamente, y a una puta en la barra atendiendo a su más fiel cliente.

 

Un momento, ¿esa puta era su pareja?

 

 

***

 

 

Seúl era diferente, muy diferente a Daegu.

 

Vivía en la gran ciudad desde los diecinueve años, y aún no lograba acostumbrarse. El ruido, el ritmo, la inexistencia de privacidad.

 

Caminaba a paso lento, pateando piedras y tarareando en voz baja. Apenas media hora de caminata y no dejaba de pensar.

 

¿Qué sería de él si se hubiese quedado en su ciudad natal?

 

No habría conocido a HyeSun, sin duda. No tendría el club. No tendría esa maravillosa y acogedora casa a tan temprana edad. No tendría tanto dinero.

 

Dinero, la mierda que más odiaba en ese momento por estarle arrebatando la vitalidad a su novia, transformándola poco a poco en algo que ya no conocía.

 

 —Eh, cabrón, dar algo más no te matará—y tuvo que darse vuelta, porque ese acento lo reconocería en cualquier lado.

 

Era un chico, pelo castaño, mejillas abultadas y pinta de me importa una mierda con ese delineado. Min Yoongi lo supo por la mirada descarada que le obsequió.

 

Tenía una guitarra en el regazo y acomodaba una gorra en el suelo que contenía dinero.

 

Yoongi salió de su trance cuando el chico comenzó a tocar, y luego de unos segundos acompañó la melodía con su voz. ¿Qué tocaba? No tenía idea, pero lo hacía bien. Voz fina, limpia y agradable. Tal vez lo suyo no fuesen la guitarra o el inglés al cien, sin embargo, atraía.

 

Se acercó un poco más, moviéndose entre la gente que a esa hora salía de comidas y antros del concurrido barrio. Varios se detuvieron como él a oírlo, llevados por algo tan típico como artistas mostrándose en Seúl, pero estuvo seguro de que él tenía más interés, así que no paró hasta estar casi al frente.

 

¿Había dicho que tenía pinta de me importa una mierda? Yoongi no pudo evitar esbozar una sonrisa al ver mejor al muchacho. Y pensar que lo tachó casi de maleante cuando probablemente no pasaba los quince años y tenía cara de ángel.

 

Los minutos se escurrieron como segundos, y el chico le dio las últimas rasgadas a su acústica, cantó la última estrofa y la gente aplaudió, dejando dinero sobre la gorra y marchándose luego. Yoongi estaba hipnotizado, y no hacía nada más que mirar.

 

Y sin darse cuenta, se quedó oyendo hasta que no hubo nadie más que él. El crío de quince lo miraba de reojo mientras tocaba y sonreía de lado. Pero Yoongi ni podía darse cuenta.

 

Un cigarro yacía aplastado en el suelo hacía varios minutos; el chico sonriendo y tocando hacía varios minutos más; y él, él mirando embobado como si no fuese tarde, como si no tuviese que volver a casa porque seguro le esperaba una gran discusión de pareja.

 

Apartó la mirada como adolescente cuando el muchacho lo miró. Su guitarra ya enfundada y él sin siquiera percatarse de cuándo dejó de tocar, mucho menos de cuándo guardó la acústica. Sintió su mirada, persistente, y no se le ocurrió la razón hasta que lo recordó.

 

Ah, el dinero.

 

Qué idiota.

 

Metió la mano en su bolsillo y sacó un billete de 10.000 won. Y no pensó que fuese mucho, porque él estaba siempre rodeado de aspirantes a estrellas de la entretención, en su mayoría vacíos que sólo seguían órdenes, y, mierda, supo que el muchacho podría brillar ahí si quisiera.

 

El más pequeño no le quitó la vista de encima, y Yoongi comenzó a incomodarse. Prefirió voltearse rápido luego de dejar el dinero en la gorra, y dio un par de pasos.

 

—Tío, debiste equivocarte—tomó su brazo y puso el billete verde frente a su cara, con la clara intención de devolvérselo.

 

Sintió algo removerse, algo agradable en su pecho al ver que el dinero no le importaba tanto, después de todo.

 

Hyung, para ti. Y es tuyo, te lo ganaste.

 

El castaño, unos centímetros más bajo incluso que Yoongi, frunció el ceño.

 

—No soy tan bueno, hyung.

 

—Entonces no ves lo que yo veo—no sonrió, después de todo no lo conocía, pero su tono sereno de voz logró sorprenderlo a sí mismo. Con una inclinación de cabeza que pretendía ser una pequeña reverencia, Yoongi intentó volver a perderse en la masa de gente que seguía deambulando copiosamente por ahí.

 

— ¡Tí-¡… ¿Hyung?

 

Se corrigió al llamarlo.

 

Suspiró y controló las ganas de partirle la cara, porque en casa le esperaba algo feo, porque simplemente no tenía otro humor, y porque sospechaba que su novia de años le era infiel. Pero, ¿qué culpa tenía ese escuálido ser que parecía, sinceramente, sacado del jardín de infantes?

 

—Si no vas a recibirlo de vuelta, déjame invitarte a una cerveza, al menos—y ahí, Min Yoongi no pudo evitar sonreír. ¿Una cerveza? Esa cosita con más delineador que ojos no podía ser mayor de edad.

 

Quiso gritarle, tal vez decirle que ya era tarde para él, que su madre debía estar preocupada y que si no se dormía luego, sería una tortura despertarse para no llegar tarde a la secundaria por la mañana.

 

Que se jodiera el crío.

 

Pero siempre ha sido débil a ese tipo de mirada, donde atisbas duda y vergüenza, temor a hacer el imbécil, y la luz artificial de la calle lo favorecía.

 

Yoongi decidió que la pelea podía esperar, que sus días habían sido una verdadera mierda y se merecía el tiempo libre.

 

Se acercó con las manos en los bolsillos, mirando a cualquier lugar, aparentando una indiferencia que no sentía en ningún poro, y cuando llegó hasta el más bajo, sonrió de segunda mano.

 

 Rescató un poco de su pésimo miércoles con esa sonrisita que no podía ser legal si le llegaba hasta a los ojos, si los hacía desaparecer, y no tuvo más remedio que encogerse en sí mismo.

 

El castaño dejó entrever sus bonitos e infantiles dientes cuando sonrió aún más, y los aros que Yoongi no había notado en sus orejas, se le antojaron lo más interesante del planeta. Se arregló la acústica enfundada al hombro y le ofreció la mano al rubio, quien gustoso la estrechó.

 

—Por cierto, dime Jimin.

 

—Encantado, Jimin. Yo soy Yoongi.

Notas finales:

Si tengo algún error háganmelo saber, ¿sí? Sugerencias, lo que sea. Trataré de ser constante, ya que tengo todo escrito. ¡Nos vemos pronto!


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