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Entre la vida y la Muerte por JaviviShawol

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Notas del capitulo:

Este es el primer fic que subo, espero que les guste!

Entre la vida y la muerte

Abrí los ojos y me encontré en una especie de pradera solitaria, tendido en el suelo. Una luz cuya procedencia no pude determinar, la luna probablemente, iluminaba el espacio con un tenue resplandor plateado. Me sentía confundido y desorientado ¿Que hacía en un lugar como este? ¿Acaso estaba soñando?

Me levante del suelo y miré a mi alrededor. Todo lo que podía ver era pasto y cielo abierto, teñidos ambos de una tonalidad añil. Justo a mi lado había un inmenso árbol de ramas extendidas, ondeándose sutilmente ante una brisa inexistente, porque hasta el viento parecía congelado en este espacio totalmente desconectado de la realidad. Ni siquiera estrellas habían en ese cielo color tinta, aunque el leve matiz azulado que tenía me hizo pensar que el amanecer estaba próximo. No se veía ni un alma, estaba completamente solo.

A un par de pasos de distancia encontré una desvencijada banca de madera, justo bajo el árbol. Me senté en ella y cerré los ojos, intentando hacer memoria. A mi mente acudió un súbito recuerdo: Dos luces blancas cegadoras, justo enfrente; un estruendo ensordecedor; voces, gritos, llantos; un dolor agudo en la parte posterior de la cabeza, y por último... nada. El oscuro abismo de la inconsciencia. Me había estrellado. Un choque muy feo. El maldito del otro auto venía a una velocidad endiablada, seguramente borracho, en la dirección opuesta. No pude esquivarlo a tiempo.

Un escalofrío me recorrió la espalda, y gotas de sudor frío perlaron mi frente cuando comprendí en que situación debía encontrarme. Extendí mis brazos y me di varias vueltas para examinar mi cuerpo. No tenía ni siquiera un pequeño rasguño.

Así que probablemente de esto se trataba estar muerto. A pesar de todo, se sentía muy bien. Era una sensación agradable, este lugar era muy tranquilo y hermoso. Sin embargo, no pude evitar sentir un poco de nostalgia por los que se quedaban atrás. Mi familia, mis amigos y, por sobre todo, mi...

¡Oh, no! ¡No, no, no, no, no!

Yo no iba solo en ese carro. En el asiento del copiloto, conversando alegremente conmigo, iba un chico. La persona que yo más amaba en todo el mundo. Mi prometido, y futuro esposo. Mi Kibum.

Fui presa del pánico ¿Qué le había pasado a él? ¿Estaría bien? ¿Estaría herido? ¡No, no, no! Esto era mi culpa. De haber sido más rápido en mis reflejos, él no habría estado en medio de ese horrible accidente.

- Estoy aquí -llamó una voz suave desde la parte trasera del árbol. Me volví y fui testigo de la aparición más hermosa que jamás hubiera visto. El joven se movía grácilmente, con delicadeza. Su piel marfileña brillaba sutilmente. Lo único que le faltaba era un par de alas nacaradas, aunque tenía que reconocer que aún sin ellas era la imagen perfecta de un ángel.

De puro impulso corrí a abrazarlo. Necesitaba sentirlo ahí seguro entre mis brazos. Un siniestro pensamiento atravesó mi mente y me separé de él asustado.

- Estás aquí -repetí, entristecido- Eso significa que...
- Este no es el lugar a donde acuden los muertos -dice con parsimonia, recorriendo el espacio con la mirada- Es el lugar para decidir. Pero aún no es el momento.
- ¿Como lo sabes? -pregunté con curiosidad. Él señaló el cielo aún oscuro, donde se percibía un distante pero invariable amanecer.
- Apuesto a que ya lo habías notado -susurró. Asentí- Significa que en tu mente esperas a que suceda algo. Cuando llegue el momento, el sol aparecerá.
- ¿Entonces todo esto está ocurriendo en mi cabeza?

El joven sonrió, pero la aparente alegría de ese gesto no llegó a sus ojos, velados por una sombra de tristeza. Al hablar, su voz sonaba apagada e inexpresiva. Me preocupé.

- No exactamente -musitó- Podríamos estar en la mía.

Había algo extraño en sus palabras, como si él supiera más de lo que decía. Aparentaba estar calmado, pero sus ojos y su voz delataban su sufrimiento. Estaba seguro de que se sentía preocupado por lo que viniera después de esto. Y no podía culparlo. Yo también temía a la muerte. Pero a diferencia de él, yo no temía a mi muerte, sino a la suya. Él no merecía morir por ese estúpido accidente. Lo abracé, intentando tranquilizarlo con mi presencia.

- Todo va a salir bien. Estaremos bien -susurré en su oído. Él asintió
- Tienes razón. No hay nada de que preocuparse.

Ambos nos sentamos en la banca, él recostado tranquilamente en mis brazos. Si lo que decía era cierto, tendríamos que esperar al amanecer. El suave susurro de las hojas del árbol era lo único que se oía, además del constante murmullo de nuestras voces.

- Este lugar es tan tranquilo, tan lleno de paz... -susurró él al cabo de un rato, recostando su cabeza en mi pecho. Sentir su peso cálido sobre mi cuerpo me hacía sentir bien.
- No parece de este mundo -coincidí, reconociendo que era un lugar extraordinario. Parecíamos estar en un lugar fuera de tiempo, donde la única evidencia de su paso era el lento y constante cambio en la tonalidad del firmamento. A nuestro alrededor las briznas de hierba se iban aclarando paulatinamente, a medida que el amanecer se hacía cada vez más próximo.

Hablamos durante un buen rato de nosotros, de nuestras vidas, y los momentos maravillosos que pasamos juntos. Recordamos juntos el día en que nos conocimos, nuestros arduos ensayos para lograr convertirnos en el exitoso grupo que somos, nuestro debut, los exitosos años de carrera que llevábamos, los días que peleábamos rehusándonos a aceptar lo que ambos sentíamos y cuando finalmente nos confesamos entre lluvia y lágrimas de felicidad. Cuando yo frente a todos le propuse matrimonio y él acepto saltando de emoción, recordamos también cuando tomamos la decisión de adoptar cuando lleváramos un tiempo de casados.

Él sonrió y me dio un dulce beso. Luego, volvió recostarse en mi pecho. Le acaricie la espalda, trazando delicados diseños sobre la tela de sus vestimentas blancas.

- Si vas a ser con nuestros hijos la mitad de bueno de lo que fuiste conmigo, estoy seguro de que serás una excelente mamá -le dije con sinceridad, besando su frente con suavidad. Él suspiró con tristeza.
- Si... Nuestros hijos -repitió, y sentí el dolor en su voz. Levanté su rostro para verlo a los ojos, y los encontré húmedos, inundados en lágrimas.
- ¿Qué es lo que está mal, mi Diva? -inquirí, preocupado.
- Yo... -empezó a decir, pero luego cerró los ojos con fastidio. Un inesperado rayo de luz le dio directo en la cara. Se puso la mano sobre los ojos y miró hacia el horizonte. Por detrás de unas lejanas montañas azuladas, el sol hacía su triunfante aparición en el cielo- Es hora.

Miré hacia atrás, hacia el árbol, para protegerme del resplandor que aparecía justo enfrente de nosotros. Gracias a los escasos pero brillantes rayos pude percibir algo que hasta ahora no había visto, una enorme puerta grabada en el tronco del árbol. El perfecto silencio fue interrumpido por el susurro de miles de voces diferentes, que parecían provenir de esa puerta. Me levanté casi inconscientemente, atraído por las misteriosas voces. El ruido se iba haciendo cada vez más intenso a medida que me iba acercando al torcido tronco. Pude escuchar llantos y suplicas, y pronto también reconocí en ellos las voces de mi familia y mis mejores amigos. Todos se oían tristes y deprimidos, pero de todas las voces, la que más me afectó fue la de mi mejor amigo. La voz de mi hermana que se oía desgarrada por el dolor. Apoyé la mano en la puerta y esta desapareció al instante, dejando en su lugar un oscuro túnel totalmente irreal, de una longitud absurda comparada con el ancho del tronco en cuestión. Del otro lado las voces se oían con más intensidad.

- Te extrañan -dijo Kibum, detrás de mí. Me volví hacia él y tuve que entrecerrar mis ojos para verlo debido a la luz cada vez más intensa del amanecer- Deberías volver con ellos.
- Debemos volver con ellos, somos un grupo ¿recuerdas? -le corregí, tomándolo de la mano para llevarlo conmigo al interior del túnel. Pude sentirlo, casi por instinto. Sabía que ese túnel nos llevaría de nuevo a la vida.

Di un paso hacia el interior del túnel, y en ese momento, Key se soltó de mi mano. Lo miré confundido y me encontré con una expresión compungida en su rostro. Finas lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

- No sabes como lo siento. Yo... no puedo. Ese ya no es mi mundo -abrí mis ojos mucho los ojos. No, esto no podía ser verdad- Yo debo quedarme y... seguir adelante. Y para ti... ha llegado el momento de decidir.

El dolor se extendió por mi pecho y un gemido desgarrador amenazó con salir desde lo más profundo de mi alma. Él ya lo sabía, por eso había estado tan distante en todo el rato. Yo lo había visto y había intuido la verdad, pero me había negado a creerlo. De hecho, aún me negaba a creerlo. Era yo el que había chocado y ahora era él, el hombre que amaba, él que pagaría el precio de mi descuido.

- ¡No! ¡No me hagas esto! -lo tome con fuerza por ambos brazos, intentando así tenerle conmigo para siempre- ¡Te amo! ¡Me lo prometiste, Kibum! ¡Prometiste que tú no me dejarías nunca! ¡Prometiste que me cuidarías! ¡No puedes dejarme!
- Jonghyun... -suplicó él con lágrimas en los ojos- por favor, tienes que perdonarme. Sólo pude venir contigo para despedirme. No puedo volver, mi tiempo allá ya se agotó.

Lloré con él, de rabia e impotencia.

- Dijiste... que era el momento de decidir. Que podía escoger -murmuró, mirándolo a los ojos- Pues te escojo a ti, Kibum. Elijo morir a tu lado.
- No -dijo suavemente, negando con la cabeza- No lo hagas, Jjong. Te están dando una nueva oportunidad, una oportunidad que yo no tuve. Puedes vivir y hacer tu vida de nuevo al lado de la gente que te quiere. Puedes formar una familia. Siempre dijiste que querías ser padre.
- ¡Pero no así! ¡No me iré si no es contigo!

El árbol empezó a tambalearse, amenazando con caerse. El túnel tembló peligrosamente, como si amenazara con derrumbarse. El chico lo miró aterrado, con miedo en sus hermosos ojos.

- Tu tiempo se agota. Cuando termine de salir el sol, ya no podrás regresar. ¡Debes irte!
- ¡Ya te lo dije, yo no quiero irme!
- ¿Dejarías a los chicos, a tu hermana, a tu familia? -preguntó él y me quedé frío. Dentro del túnel, la voz de mi hermana sonó con mayor claridad, haciéndole énfasis a sus palabras. "¡No me dejes, hermano!"- Además, ¿Qué hay de los chicos? Siempre han sido como hermanos para nosotros -"¡Idiota! ¡No te puedes morir así como así!" resonó la voz del lider del grupo- No podré descansar en paz sabiendo que te rehusaste a vivir por mi culpa.

Lo miré con desesperación. Me negaba a vivir un solo segundo más si no era con él. Pero sus palabras tenían mucho sentido, y me había dejado entre la espada y la pared. Sabía que sufría lo veía en sus ojos, pero también veía que estaba decidido. En esos hermosos orbes avellana tenía escrita una muda súplica "Vive. Por favor, no mueras" Jamás había podido negarme a una súplica de esos ojos.

Me acerqué y lo besé intensamente, con ansia, con necesidad. No pude evitarlo, y de mis ojos también brotaron las lágrimas. Él se aferró más a mi cuello, profundizando el beso. Era apasionado, pero al mismo tiempo tenía un regusto amargo. El sabor de una despedida. Ese sería el último beso que me dieran sus dulces labios.

La luz era ahora insoportablemente intensa, lo que me obligó a entrecerrar los ojos. El amanecer estaba a punto de terminar, y el sol estaba a tan solo un par de minutos de salir por completo en el cielo. Era ahora o nunca. El árbol había dejado de temblar y podría jurar que oí las voces mucho más cercanas, como si el túnel se estuviera acortando.

- Has tomado tu decisión -me susurró, separándose lentamente de mi- Me alegro de que haya sido la correcta. Ahora debes irte, antes de que sea demasiado tarde.

Miré hacia el túnel, profundo y oscuro. Del otro lado me esperaba mi familia: Jinki, Minho, Taemin, mi padre, mi madre y mi hermana. Pero de este lado abandonaba toda una vida que aún no había tenido la oportunidad de vivir. Mi futuro esposo, y los hijos que jamás tendría. Verlos crecer y hacerse mayores, para luego formar su propia familia. Kibum me sonrió.

- No tienes por qué renunciar a ese sueño -me dijo, adivinando mis pensamientos.
- Mi sueño te incluye a ti, Kibum -le recordé con pesar. Caminaba ya dentro del túnel, pero mirando hacia atrás. Quería tener la imagen de mi novio el mayor tiempo posible, ahora que iba a renunciar a él para siempre- No concibo la idea de una familia si no es a tu lado.
- ¡Entonces prométeme algo! -me dijo, poniendo sus manos alrededor de su boca a manera de altavoz- ¡Tienes que prometerme que lo intentarás! ¡Y que algún día tendrás unos hijos preciosos y una maravillosa esposa!

Negué con la cabeza.

- ¡No puedo hacer eso, Kibum! -grité. La luz era demasiado fuerte, así que apenas lo veía a través de él. Era casi como si se desvaneciera en ese brillante resplandor.
- ¡Hazlo, Puppy! ¡Solo así me iré tranquilo! ¡Hazlo por mí! -había usado las palabras mágicas. A él no podía negarle nada y lo sabía.
- ¡Esta bien! ¡Por ti, mi amor, lo intentaré! -le respondí. Él sonrió y entonces ya no lo vi más. La luz acabo por consumir por completo su imagen, dejando en su lugar solo el fulgor del astro mayor. El sol había salido del todo. Había amanecido.
- Eso era todo lo que quería oír -susurró su dulce voz en mi oído- Gracias, Yeobo. Ahora sí, puedo descansar en paz, nunca olvides que te amo.

Tuve que cerrar mis ojos con fuerza debido al intenso brillo. Cuando volví a abrirlos, me desoriente por completo. Estaba acostado en una camilla, con seguridad en una habitación de hospital. La luz que tanto me molestaba provenía de una inmensa ventana abierta ubicada en la pared lateral, donde podía apreciar un hermoso árbol de cerezo agitado por el viento, rodeado de parches de brillante cielo azul. Un rayo de sol me caía directamente en la cara. Era una hermosa mañana de verano.

Un sonoro ronquido llamó mi atención. A mi lado, en un enorme sofá, dormían apretujados Jinki, Minho y Taemin. Los tres lucían bolsas debajo de los ojos y supe que habían estado despiertos hasta que sus cuerpos no lo soportaron más. De seguro esos tres no habían salido de este cuarto en ningún momento desde que yo llegué a él.

El viento sopló a través de la ventana, trayendo un pequeño montoncito de hojas y flores. Una de ellas, una flor de cerezo, su flor favorita, que fue a parar justo sobre mi regazo. Sonreí. Era un recordatorio de Kibum.

- No te preocupes -murmuré, tomando la flor entre mis manos con la mayor delicadeza posible- Voy a cumplir mi promesa.

AÑOS MÁS TARDE

- ¿Estás segura de esto? Es la primera vez que vienes conmigo -le pregunté por enésima vez, ayudando a la mujer a bajar del carro. Su larga cabellera azabache se alborotó por el viento otoñal, que soplaba con mucha fuerza por estos días. Con mucho cuidado se puso de pie en la acera, para así no despertar a la pequeña que dormía en sus brazos. Sabía que no era fácil para ella venir a este lugar por primera vez.
- Es nuestra hija y estoy convencida de que, de no ser por él, ni ella ni yo seguiríamos con vida. Quiero agradecérselos personalmente -replicó. Sus ojos oscuros me miraban con decisión. La besé dulcemente y avanzamos juntos, tomados de la mano, al lugar donde reposaban los restos de mis padres y de mi prometido fallecido. A petición mía, Kibum había sido enterrado dentro del mausoleo familiar donde posteriormente fueron sepultados mis padres. Por respeto al amor que le tenía, mis familiares no pusieron objeción alguna. Mientras caminábamos juntos entre las hojas marchitas desperdigadas en el pasto, yo me deleitaba con el rostro angelical de mi pequeña hija. Había esperado casi treinta años para tenerla entre mis brazos, y al verla me daba cuenta de que la espera había valido la pena. Y pensar que había estado a punto de perderla.

Durante su embarazo, mi esposa contrajo una peligrosa enfermedad que la obligó a permanecer en casa. A pesar de nuestros constantes cuidados, su estado se fue deteriorando progresivamente y, junto a la de ella, la vida de nuestra hija también se apagaba lentamente. A los siete meses de gestación, fue inevitable realizar una cesárea de emergencia, o la pequeña moriría incluso antes de nacer. Pero la enfermedad había avanzado demasiado, y tanto madre como hija se estaban muriendo sin que los médicos pudieran hacer nada. A pesar de los numerosos tratamientos, los médicos admitieron que posiblemente no sobrevivirían.

Desconfiando de todo lo demás, le rogué a los únicos dos santos en las que de verdad creía: Mi madre, y por supuesto, Kibum. Una noche, sumido en la más profunda desesperación, acudí al cementerio y les supliqué que intercedieran por sus vidas, que no las dejaran morirse. Me quedé a su lado hasta que el sueño me venció, y desperté dentro del mausoleo, cerca de las diez de la mañana. Lo primero que hice fue correr al hospital, donde me esperaba un milagro. O mejor dicho, dos. La enfermedad había empezado a remitir en ambos casos, y lo más probable era que, tanto mi hija como mi mujer sobrevivieran. Los médicos lo atribuyeron a la mezcla de medicinas y tratamientos que habían aplicado en ellas, sin embargo yo sabía la verdadera razón por la cual ambas estaban con vida.

- Aquí estamos -dijo la pelinegra, de pie frente a las dos brillantes lápidas de mármol.
- Hola, madre. Kibum -saludé, haciendo dos sendas inclinaciones, una ante cada lápida- Quiero presentarles a Sekyung, mi esposa y la luz de mis días -anuncié orgullosamente, abrazándola por la cintura- Gracias a ustedes, ella aún sigue con vida.
- Mil gracias, señora Kim y joven Kibum -dijo ella, dirigiéndose a ambas lápidas- Jamás podre agradecerles lo suficiente por haberme salvado la vida. A mí y a mi hija.
- Nuestra hija -corregí, y la tomé de sus brazos para enseñárselas- Esta es mi pequeña fuente de alegría. Kibum, sé que fuiste tú, así que... está es mi hija, la niña que tu ayudaste a nacer. La pequeña Gwiboon.

La niña sonrió en sueños. Sekyung la tomó con delicadeza en sus brazos y me incliné para dejar unas cuantas flores entre las lápidas. Al levantarme pude ver nuestro reflejo en la brillante superficie de una pequeña fuente. La imagen de una familia feliz me hizo sonreír ampliamente.

"Lo hice, Kibum. Cumplí mi promesa. Y es gracias a ti" pensé, mirando fijamente su reluciente lápida, y el diminuto ángel que había mandado a grabar en ella. Una gran sonrisa apareció en mi rostro al recordar los momentos vividos con Kibum y posteriormente no pude evitar reírme. Sekyung me sonrió, alzando una ceja.

- ¿Que tal si me cuentas el chiste? -me dijo, abrazándome por la cintura.
- No es nada. Solo estoy feliz de tener una familia tan maravillosa -le respondí, besándola suavemente. Nos quedamos en el mausoleo un rato, puliendo las lápidas y acomodando las flores, charlando de vez en cuando con mis dos ángeles. Luego nos fuimos caminando abrazados, para regresar a casa.

*****

- Estará bien -aseguró el chico, sentado sobre una lápida. Su lápida -Ahora tiene su propia familia. Ya no nos necesita.

A su lado, una mujer algo mayor suspiró. Ambos veían como el hombre pelinegro y su esposa caminaban juntos a través del cementerio.

- No lo sé, Bummie. El trabajo de una madre nunca termina -el ánima se volvió hacia la que estaba a su lado, y clavó su mirada en sus ojos oscuros- Muchas gracias. Sin ti, yo no sé que habría sido de mi pequeño.

La chico rubio suspiró.

- Aún siento que lo abandoné muy pronto -se lamentó- No creo que debas agradecerme tanto.

-Fuiste y eres demasiado importante para mi hijo, lo hiciste muy feliz, nunca lo había visto tan contento y con esa chispa en su mirada.
- Lo sé, lo sé -admitió. Dejó que su vista se devolviera de nuevo a la pequeña familia feliz- Solo me arrepiento de no haber sido yo con quien estuviera caminando ahora. Hubiera querido poder formar una familia a su lado, y envejecer juntos entre nuestros hijos y nietos.
- Aún lo amas ¿No es así? -el más joven asintió- ¿Que harás cuando se reúnan con nosotros?

El chico sonrió y le dirigió una mirada pacífica.

- Ser feliz por su felicidad -respondió sinceramente- Le amo lo suficiente como para saber que lo debo dejar ir. Mi alegría es verlo feliz.

La madre de Jonghyun lo tomó de la mano y ambos se sonrieron mutuamente.

- Vámonos, Kibum. Tienes razón, nuestro trabajo aquí terminó.

Ambos espíritus estrecharon sus manos y cerraron los ojos con fuerza, antes de desaparecer juntos en un brillante haz de luz blanca.

 FIN

Notas finales:

No me maten~ Lloré haciendo esto TTT___TTT


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