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Destiny por Naddine

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Notas del fanfic:

Este es mi primer fanfic en esta página así que espero que os guste mucho. Los personajes de Kingdom Hearts no me perteneces pero la trama es únicamente mía. La historia se sitúa unos días después de que los protagonistas regresaran a casa tras la dura batalla final de Kingdom Hearts 2. ¡Disfrutad! ¡Espero que os guste mucho! <3

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When you walk away you don’t hear me say: please, oh baby, don’t go…~

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Riku cantaba entre dientes sintiendo como la melodía que escapaba de sus labios se oía extrañamente similar al sonido de las olas. El atardecer se extendía en todo su esplendor por la diminuta isla, provocando que los árboles, las cabañas de madera e incluso la superficie del mar, aparecieran teñidos de naranja. Era un espectáculo verdaderamente hermoso, pero lo cierto es que Riku no se sentía sobrecogido por él.

 

El muchacho de cabellos blancos y ojos verde agua permanecía sentado sobre la arena húmeda de la playa, contemplando el ocaso que lentamente se abatía sobre la superficie del océano. La marea subía de forma lenta pero constante, con lo cual, probablemente no transcurriría demasiado tiempo hasta que Riku se viera obligado a levantarse y caminar unos pasos hacia atrás… de lo contrario, acabaría empapado hasta los huesos.

 

No obstante, eso no le preocupaba demasiado.

 

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You’re giving me too many things… lately you’re all I need…~

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La grave voz del chico, resonó durante unos segundos más hasta que finalmente se apagó en un suave y anhelante murmullo que le hizo cerrar los ojos en medio de un gesto desesperado. Siempre se quebraba cuando llegaba a esa parte de la canción…

 

‘’Lately you’re all I need’’…

 

—¡Riku! ¡RIKU!

 

Aquella dulce e insistente voz a espaldas del albino le hizo finalmente reaccionar. Apenas tuvo tiempo de girar su cuello hacia atrás para encontrarse con una mirada violeta rebosante de preocupación.

 

—Kairi… —murmuró lentamente el mayor sin reflejar ningún tipo de expresión en su rostro—. ¿Qué ocurre?

 

La chica se tomó unos segundos para responder. Su cabello pelirrojo ondeaba gracias a la suave brisa procedente del mar y sus mejillas se hallaban sonrojadas, fruto del agradable cansancio que embargaba su cuerpo tras pasarse el día jugando a luchar con espadas de madera junto al resto de sus amigos.

 

Sora… Tidus… Wakka… Selphie… todos habían participado en la actividad. Había sido un día emocionante, un día cargado de risas y diversión para todos. Últimamente, cada jornada se presentaba igual de entretenida y placentera para todo el grupo. La paz se había asentado en Las Islas Del Destino y no parecía querer volver a desaparecer. Realmente, ese hecho constituía un buen respiro para ellos, sobre todo después de haber pasado dos años completos alejados de casa, sufriendo graves peligros y pesares… y deseando que todo volviera a la normalidad.

 

Por fortuna, aquellos días habían terminado y ahora, en el presente, los muchachos se encontraban juntos de nuevo. Habían logrado regresar a casa una vez que Sora hubo derrotado a Ansem en el Reino De La Oscuridad… y de este modo, los problemas habían cesado. Ahora, solo querían divertirse y descansar.

 

Ese deseo común, trajo como consecuencia una rutina en la que los chicos acudían a la isla cada tarde a bañarse en el mar, construir cabañas de madera, luchar con espadas, subirse a las palmeras, explorar cuevas ocultas y desarrollar un sinfín de actividades tan completas y satisfactorias que al llegar la noche, no existía un miembro del grupo que no se sintiera caer rendido en la cama, fruto del cansancio y la extenuación.

 

…Excepto Riku.

 

Por algún extraño motivo, desde un principio, el albino había decidido no participar en ninguna de los pasatiempos que mantenían los demás. Por el contrario, había tomado la costumbre de permanecer solo, bastante aislado del grupo, sentado en la orilla de la playa y perdido en sus propios pensamientos. Aquella tarde no había sido la excepción, y ese fue el motivo por el que finalmente Kairi decidió acercarse a él y tratar de trabar conversación. Su amigo la preocupaba…

 

—¿Por qué no has querido participar en la lucha de espadas? —inquirió la pelirroja sentándose en la arena, junto a Riku—. Hubiera sido más divertido contigo…

 

—Ya soy mayorcito para esos juegos —se limitó a responder el albino encogiéndose de hombros, con la mirada perdida en el mar.

 

A su lado, Kairi suspiró. Sentía que su amigo ya no era el mismo… algo había cambiado en él. No le gustaba pensarlo porque la última vez que una percepción similar a aquella había asaltado su mente, todo se había desmadrado a su alrededor. Ella había sido raptada y utilizada para abrir la puerta al Reino De Los Corazones… mientras que Riku había sucumbido a la oscuridad de su corazón y Sora se había visto obligado a viajar de mundo en mundo para encontrarlos.

 

No. Definitivamente, no le agradaba pensar en que algo extraño pudiera estar sucediendo con su amigo. No obstante, su instinto le indicaba lo contrario y además… ella no era la única que se había dado cuenta del extraño comportamiento de Riku. Sora también lo había notado. Realmente… casi no hablaba de otra cosa.

 

Kairi se mordió el labio inferior ligeramente y dirigió su mirada hacia la explanada de arena en la que se encontraban sus amigos. Tidus y Wakka se preparaban para una última lucha de espadas mientras Selphie los animaba alegremente. Sora permanecía un poco alejado del grupo, mirando en dirección a Kairi y Riku. Estaba serio…

 

Cuando los ojos violetas de la pelirroja se encontraron con la mirada azul de su amigo, ella sonrió tímidamente y se apresuró a girarse nuevamente, quedando de cara al mar.

 

—Sora está preocupado por ti —dijo al fin, una vez hubo comprobado que Riku no tenía intención de hablar.

 

El muchacho, que había estado contemplando el horizonte en silencio hasta aquel instante, se tensó en cuanto oyó las palabras de su amiga y hundió los dedos de ambas manos en la arena mojada. Al principio, Kairi temió que su amigo no estuviese dispuesto a decir nada, pero finalmente Riku habló, quizás con un tono de voz más despreocupado de lo normal.

 

—Alguien debería decirle a Sora que pasa demasiado tiempo preocupado por mí.

 

La chica frunció el ceño. Conocía a Riku desde hacía años y sabía de sobra que su mayor cualidad no era precisamente el buen humor. Sin embargo, en los últimos días, este se había agravado hasta convertirse en algo ligeramente molesto e impertinente. Si tenía algún problema, ¿por qué no lo decía?

 

—Bueno, yo no pienso decírselo si es lo que pretendes —replicó ella—. Y si te interesa mi opinión, creo que estás siendo injusto. Nosotros solo queremos ayudarte…

 

—¿De verdad te parezco alguien que necesite ayuda, Kairi?

 

—Todos necesitamos ayuda alguna vez y tú deberías saberlo más que nadie —insistió la pelirroja. No estaba dispuesta a darse por vencida tan fácilmente —¿Acaso no necesitaste ayuda en el Reino De La Oscuridad? ¿No necesitaste ayuda para volver a casa, igual que yo? Si no hubiera sido por Sora…

 

—¡Bueno, deja ya de hablar de Sora, maldita sea! —explotó Riku incorporándose con un gesto furioso, sintiendo como sus manos temblaban violentamente.

 

No lo resistía… no resistía que Kairi hablara de él. Le ponía enfermo escucharla alabar las cualidades de Sora… sentía que corría veneno por sus venas cada vez que la oía cuchichear con esa mimada de Selphie sobre Sora. Ella no tenía ni idea de cómo era Sora… ella no lo conocía como él. Ella no se había criado con él, no se había peleado por él en el colegio, no le había defendido después de una travesura, no se había pasado horas tratando de animarle cuando se ponía a llorar tras caerse de un árbol… o tras clavarse una astilla de madera en la pierna. Ella no le había enseñado a nadar, a luchar, a pescar, a remar o a hacer castillos de arena.

 

…Ella no se había quedado atrapada en El Reino De La Oscuridad por voluntad propia para salvar a Sora.

 

No tenía derecho a hablar de él.

 

—Riku… —murmuró Kairi desde la arena algo impresionada por la reacción del mayor—. Riku, tú… entonces… ¿tu problema es con Sora? ¿estás enfadado con él por algo?...

 

El albino cerró los ojos. Sí, su problema era con Sora, pero no porque estuviera enfadado con él. Joder, ¿Cuándo se había enfadado con él? Las veces que Riku había aparentado estar enfadado con Sora, en realidad estaba enojado consigo mismo… enojado por haberle fallado al menor tantas… tantas veces.

 

Y ahora Sora los había rescatado a él y a Kairi… los había llevado a casa y se había mostrado más alegre que nunca. No le guardaba rencor a pesar de todas las rencillas del pasado… y eso no era justo. Pero menos justo era que él, Riku, se sintiera molesto cada vez que sus dos amigos estaban juntos…

 

No… él no tenía derecho a irritarse porque Sora y Kairi se encontraran más unidos que nunca… ni porque rieran a carcajadas sentados junto a la orilla del mar… ni porque se miraran completamente sonrojados…

 

—Riku… —la asustada voz de la pelirroja hizo que el chico volviera a la realidad y lo que vio, le dejó, por un segundo, acobardado.

 

Un espeso, envolvente y sigiloso humo negro había comenzado a rodear su cuerpo, haciendo que su piel brillara de un modo que daba escalofríos. Riku se esforzó por relajarse y respirar con normalidad… pero era difícil cuando aquella bruma insistía en tragarle poco a poco.

 

…Y mucho más, cuando no podía apartar la imagen de Sora y Kairi juntos de su mente. Esa imagen que le daba nauseas.

 

Sí. Le molestaba. No tenía derecho, quizás no, pero no soportaba verlos juntos, era algo superior a sus fuerzas… algo que hacía brotar pura oscuridad de su interior, tal y como estaba sucediendo en aquel instante.

 

El muchacho cerró los ojos e inspiró aire obligándose a dejar de temblar. Tenía que controlarse o todos se verían envueltos en graves problemas… su corazón ya había sido devorado por la oscuridad anteriormente, no quería que volviera a ocurrir.

 

Lentamente y tras unos angustiosos segundos, aquel halo negro que rodeaba al chico comenzó a esclarecer… hasta convertirse en algo completamente transparente y franqueable. Sin embargo, no fue sino hasta que desapareció por completo, que Riku se permitió abrir los ojos nuevamente y tomar aire. Entonces supo que no podía continuar hablando de lo mismo. No si no quería terminar explotando de verdad.

 

—Déjame solo, Kairi. Y no me hables de Sora. Eso me revienta.

 

—Riku… —mencionó entonces una voz a espaldas del muchacho. Solo que en aquella ocasión, no se trataba de su amiga. Incluso la propia Kairi se había sorprendido al escucharla.

 

Los dos se giraron casi al unísono para toparse de frente con la persona de quien habían estado conversando todo ese tiempo. La persona… que ocupaba todos y cada uno de los pensamientos de Riku.

 

—Sora… —murmuró el albino sintiendo como el mundo se le venía abajo. Con toda seguridad, el alegre castaño había oído lo que él le había dicho a Kairi y… —Sora, yo…

 

—Tranquilo —sonrió triste y amargamente el menor sintiendo como sus ojos enrojecían ligeramente. Aún así, se esforzó por mantenerle a Riku la mirada—. No te volveré a molestar si es lo que quieres —y tras decir esto, echó a correr sin que ninguno de sus amigos pudiera evitarlo.

 

Pronto, su figura se perdió entre los árboles.

 

—¡Genial Riku! —exclamó Kairi entonces, quien había permanecido atenta a todo sin mover ni siquiera un músculo. Al ver que el mayor no respondía, la pelirroja se limitó a dirigirle una mirada de exasperación y se cruzó de brazos—. ¿Se puede saber a qué estás esperando para ir tras él?

 

—Tú sabías que estaba escuchando… —susurró el albino con voz ida y la mirada perdida en el lugar en el que había desaparecido Sora.

 

—Por supuesto que no —musitó Kairi—. Pero no me extraña en absoluto. Ya te había dicho que estaba preocupado por ti… ¡Y ahora resulta que tú no quieres ni verle!

 

—¡No es eso, maldita sea! —gritó Riku girándose bruscamente hacia ella, con lo cual, la pelirroja dio un respingo—. Sora… Sora es…

 

Kairi observó fijamente a su amigo durante unos segundos aturdida, hasta que al final, logró hallar un pequeño rastro de impotencia en los ojos del mayor. Y en ese instante, una a una, todas las piezas del complejo rompecabezas que les había asaltado durante aquellos días en los que todos se preguntaban una y otra vez qué le pasaba a Riku, comenzaron a encajar.

 

—Tú le quieres… —murmuró la chica sin estar segura de qué debía sentir al respecto.

 

El mayor abrió mucho los ojos en cuanto oyó esas palabras que él mismo no se atrevía a pronunciar pero que estaban ahí, grabadas a fuego en su corazón.

 

¿Podría negarlo? No… ¿Para qué? ¿Para qué continuar engañándose a sí mismo de ese modo tan doloroso? Pero… ¿Acaso no era más doloroso admitir la realidad? ¿En qué… en qué momento su amistad con Sora se había convertido en…?

 

Habían pasado dos malditos años separados… huyendo de un lugar a otro… viajando de mundo en mundo y luchando contra las fuerzas de la oscuridad. Habían sucedido demasiadas cosas, tantas que era imposible contarlas. Así pues, ¿de verdad iba a ponerse ahora él a analizar y buscar el momento en el que Sora se le había metido en el corazón de aquel modo tan impetuoso?

 

¿Qué importaba cuando había sido? ¿Qué importaban los cuándos, los cómos y los por qués? Lo único que importaba allí era que Sora se había marchado corriendo pensando que él, Riku, no quería ni verlo. ¿Pero qué podía hacer? No podía buscarlo y decirle la verdad porque… joder, la verdad parecía un chiste.

 

…Pero entonces, ¿iba a dejar las cosas así?

 

No. No podía. Era superior a sus fuerzas. Jamás podría vivir sabiendo que Sora estaba decepcionado de él o que se sentía infeliz por su culpa. El menor ya había sufrido demasiado por su culpa.

 

—Tengo que hablar con él… —murmuró Riku entre dientes y en ese momento, echó a andar. Sin embargo, no pudo avanzar mucho, pues Kairi le interceptó poniéndose delante de él y mirándole a los ojos con tristeza.

 

El albino tragó saliva. Comprendía la reacción de su amiga. Él sabía que ella quería a Sora… y enterarse así por las buenas de que ella no era la única que albergaba sentimientos tan profundos por el castaño… debía ser difícil. Sin embargo, ¿qué podía decir?...

 

—No puedo decir que lo siento, Kairi… —murmuró el chico mirando desafiante los ojos violeta de la muchacha. Para su sorpresa, ella sonrió.

 

—Ya lo sé… —susurró.

 

Riku tomó aire y cerró los ojos un momento. Aquella situación era demasiado difícil y no tenía ni idea de qué decir.

 

—De todas formas… —empezó con voz ronca—. No tienes de qué preocuparte, ¿sabes? Sora… Sora te corresponde y… —se le trabó la voz. No podía acabar la frase sin sentirse flaquear.

 

Transcurrieron unos segundos más en los que ninguno de los dos dijo nada hasta que de pronto, ese incómodo silencio fue interrumpido por Wakka, Tidus y Selphie que caminaban en dirección a los embarcaderos.

 

—¡Volvemos a casa, ya es tarde y va a anochecer! —les dijo la castaña—. ¿Venís con nosotros? Por cierto, ¿Dónde está Sora?

 

Tanto Riku como Kairi quedaron en silencio y se miraron a los ojos unos segundos más hasta que al fin, la pelirroja musitó:

 

—Yo voy con vosotros pero Riku se queda. Tiene que hablar con Sora.

 

El albino observó a su amiga sorprendido por unos segundos sin terminar de creer que ella le estuviera empujando hacia Sora tan libremente. ¿Cómo tenía valor para ello? Él… él no habría podido…

 

—Sora es quien elige Riku, no tú ni yo… —dijo ella con una amarga sonrisa al comprender los pensamientos de su amigo y acto seguido, sin decir nada más, se dio la media vuelta y echó a correr tras el resto del grupo que ya se encontraba listo para subir a los botes de madera y remar hasta casa.

 

El muchacho de ojos verde agua se quedó un momento observando anonanado las cuatro figuras que componían sus amigos alejándose en los botes a través del mar teñido de naranja. Solo entonces, comprendió que Kairi se estaba haciendo a un lado para que él, Riku, tuviera una oportunidad de ser feliz.

 

Se sintió una mierda. Él había insultado a Kairi interiormente tantas veces por estar cerca de Sora… y ahora resultaba que ella incluso le animaba a alcanzar su sueño.

 

Definitivamente era un ser despreciable.

 

Poco a poco, las luces del atardecer, dieron paso a las sombras de la noche. Las primeras estrellas comenzaron a tintinear en el cielo aunque muy débilmente y la brisa del mar se hizo más fuerte. De pronto, una ola bañó la húmeda arena y mojó los zapatos y pantalones de Riku haciéndole reaccionar al fin.

 

No sabía si sería egoísta ir a buscar a Sora y tratar de explicarle, aunque ni siquiera sabía cómo, todo lo que su corazón estaba gritándole desde hacía ya mucho, mucho tiempo… pero lo cierto es que se sentía incapaz de abandonar la isla sin encontrar al alegre castaño.

 

Así pues, y sintiéndose literalmente temblar, Riku se mordió el labio y echó a correr playa a través.

 

Sora no estaba lejos. Se había refugiado en ese lugar al que siempre iba cuando necesitaba pensar, o estar solo: la cueva secreta que él y Riku habían descubierto cuando eran unos niños y soñaban con correr grandes aventuras.

 

‘’Paradójico’’… —pensó el castaño. Era realmente paradójico que sin ni siquiera pensarlo, hubiera corrido a refugiarse allí, a ese entorno que le recordaba a Riku cuando en aquella ocasión, el motivo de su tristeza era precisamente Riku.

 

¿Qué se suponía que había pasado? ¿En qué momento su amigo se había cansado de él? ¿Le había hecho algo malo? ¿Había cometido algún error irreparable? Pero… ¡Él no se acordaba de haberle hecho nada! Tan solo… se había preocupado por él, había viajado de mundo en mundo durante dos años completos para encontrarle y ayudarle a volver a casa…

 

¿Y si era ese el problema? ¿Y si lo que sucedía era que Riku nunca había querido regresar a la isla? Sora recordaba que su amigo siempre estaba ansiando aventura, visitar lugares nuevos y descubrir cómo eran otros mundos. Tal vez era eso, sí. A Riku le había molestado que Sora insistiera tanto en encontrarlo y que después de todo, le hubiera llevado de vuelta a casa. Tenía sentido… después de todo, el albino había comenzado a mostrarse hostil desde el mismo momento en que habían regresado a su hogar.

 

El castaño se dejó caer hasta el suelo, con la espalda apoyada en la fría pared de roca. Sus ojos le escocían ahora más que nunca y es que esa teoría… era demasiado terrible como para poder soportarla.

 

Él se había sentido tan feliz al encontrar a su amigo… recordaba aquellos días en los que casi no había dormido por estar buscándole hasta por debajo de las piedras… preguntándole por él a todas las personas que se encontraban en su camino… derrotando montones de monstruos solo para poder hallarle. Pensando en él. Soñando con él. Volviéndose loco en los momentos en los que no poseía ni siquiera una pista sobre su paradero.

 

Toda su vida durante los dos últimos años se había centrado en Riku. Bueno… y en Kairi… a ella también la había buscado desesperadamente. Pero, ¿acaso sus ansias por hallar a Kairi habían sido comparables a esa dificultad que tenía para respirar cada vez que pensaba en Riku? No… le parecía que no.

 

Sora cerró los ojos. Estaba muy confundido. Podía ver perfectamente en su cabeza el momento en que tras un sinfín de días interminables, había hallado a sus dos amigos. Con Kairi… con Kairi se había alegrado mucho. La había mirado a los ojos, le había sonreído y le había dicho cuanto se alegraba de verla. Después ella le había abrazado y él… él le había devuelto el abrazo sin estar del todo seguro de lo que hacía. Sin ser capaz de definir qué sensación le producía ese abrazo. Una sensación diferente a lo que él solía sentir por Kairi.

 

¿Y con Riku, qué había pasado al reencontrarle?

 

Con Riku se había derrumbado.

 

Había tomado sus manos con fuerza… se había dejado caer de rodillas en el suelo y se había puesto a llorar, igual que cuando era un niño de cinco años. Le había murmurado con voz trabada que le había estado buscando durante muchísimo tiempo y después de eso, solo se había dedicado a decir su nombre:

 

Riku… Riku… Riku…

 

—Riku… —murmuró casi sin darse cuenta sintiendo como sus ojos finalmente terminaban de inundarse de lágrimas y estas comenzaban a caer por su propio peso. ¿O era por el dolor de su corazón? ¿Por qué le dolía de aquel modo? ¿Por qué sentía que no podría soportarlo?

 

—¡Te encontré! —exclamó una voz de pronto procedente de la entrada de la cueva. Una voz… que Sora conocía muy bien.

 

El castaño se apresuró a limpiarse las lágrimas y ponerse en pie de un salto, sorprendido de ver a su mejor amigo allí. Riku también le observaba… reflejando un brillo de preocupación en sus ojos que hizo estremecer a Sora.

 

…Ni si quiera él entendía qué le estaba ocurriendo. ¿Por qué estaba tan triste? Sabía que perder a un amigo siempre era triste, pero… en aquel caso se sentía incapaz de renunciar a Riku. Riku era más que su amigo… era…

 

—¿Qué haces aquí? —inquirió Sora decidiéndose a hablar para comprobar si de ese modo, podía impedir que su mente continuara llenándose de ese tipo pensamientos tan extraños. Pensamientos que no comprendía. Pensamientos que le asustaban—. ¿Cómo has sabido donde estaba?

 

—Vamos, Sora… —musitó Riku frunciendo el ceño como muestra de incredulidad— Siempre que necesitas estar solo vienes aquí… no ha sido difícil adivinarlo.

 

El castaño desvió la mirada, molesto a causa de que su amigo lo conociera tan bien. Porque… podía seguir llamándolo ‘’su amigo’’… ¿verdad?

 

—¿Qué quieres, Riku? —preguntó con desgana aún sin mirar al albino a la cara.

 

—Disculparme… —fue la inesperada respuesta del mayor. Al oírle, Sora abrió mucho los ojos y tratando de ignorar el hecho de que su corazón hubiera comenzado a latir con tanta fuerza, se atrevió a alzar la cabeza y unir su mirada a la de Riku.

 

—¿Disculparte?

 

—Lo que oíste antes… lo has interpretado mal.

 

—¿Cómo que lo he interpretado mal? —el castaño comenzó a molestarse. No comprendía por qué Riku no era más claro. Tenía la manía de nunca terminar las frases y eso le ponía de los nervios—. Le estabas diciendo a Kairi que te reventaba hablar de mí. ¿Qué he podido malinterpretar mal en esa frase?

 

—Lo que pasa es que…

 

—Si te molesto tanto, ¿por qué no lo admites y ya está?

 

—¿Qué? Tú no me moles…

 

—No querías volver a casa, ¿verdad? Eso es lo que no soportas, el que te haya traído de regreso.

 

—¡Claro que quería regres…!

 

—¡Casi no me has dirigido la palabra desde que volvimos! ¡Y antes de eso estuviste huyendo de mí durante un año entero mientras yo trataba de encontrarte! ¿Qué te he hecho?

 

—¡No me has hecho nad…!

 

—¿Qué se supone que te molesta tanto de mí?

 

—¡ME MOLESTA QUE NO ME DEJES HABLAR, ESO PRIMERO! —estalló el albino sin poder contenerse más, haciendo que su fuerte voz resonara por la cueva en forma de eco.

 

Tras gritar aquellas palabras, reinó el silencio en el lugar durante unos segundos en el que un sorprendido Sora y un avergonzado Riku no hicieron otra cosa que mirarse a los ojos, con la respiración acelerada a causa de la discusión. Hasta que…

 

—Y también me molesta… que te pases el día al lado de Kairi. Por eso escuchaste lo que escuchaste. En fin, puede que haya estado… o mejor dicho, que esté… —rectificó el albino con las mejillas encendidas y el corazón acelerado— …algo celoso.

 

Sora se quedó estupefacto. No esperaba eso. En cierto modo, siempre había sabido que Riku sentía algo por Kairi. Ellos dos habían sido amigos toda la vida, sí, pero también rivales en lo que concernía a la pelirroja, pues los dos habían estado interesados en ella desde el principio. No obstante y aunque ese asunto estaba más que claro para todo el mundo, Riku y él nunca lo habían hablado cara a cara.

 

…Y ahora resulta que su amigo se lo confirmaba de ese modo tan… inesperado y… y…

 

—¿Sora, qué…?

 

El castaño apenas reaccionó al oír la voz de su amigo pero lo cierto es que el escuchar algo que no fuera su corazón palpitar le ayudó a percatarse de que estaba llorando otra vez. Sorprendido, llevó sus dedos a su mejilla y se limpió las lágrimas aunque este hecho no sirvió de mucho ya que sus ojos se habían convertido en un pozo de llanto inagotable.

 

De repente se sentía embargado por una terrible sensación de soledad tan intensa y dolorosa que casi podía percibir como su corazón se fragmentaba en mil pedazos y su sangre se congelaba en las venas.

 

—Sora…

 

—¡Déjame! —gritó el menor con los ojos nublados por las lágrimas.

 

…Así que era cierto, a Riku le gustaba Kairi. Por eso no soportaba que él, Sora, estuviera cerca, porque le molestaba la idea de que la pelirroja pudiera alejarse de su lado. Esa era la terrible verdad. ¿Y ahora que hacía él? ¿Qué hacía él con ese dolor, con esos sentimientos… con esos celos?

 

Celos… sí, sentía celos. Le era imposible no sentir celos por su mejor amigo, los dos habían sido cómplices prácticamente desde que habían nacido. Eran almas gemelas… se complementaban de maravilla, siempre lo habían hecho. ¿Estaba mal que sintiera miedo o dolor ante la idea de perderlo? ¿Estaba mal no querer compartirlo con Kairi? ¿Estaba mal no querer… ni siquiera que ellos dos se miraran?

 

Bueno… si Riku y Kairi comenzaban a salir, él debería alegrarse por ellos, claro está. No podría ser tan difícil, solo se trataba de forzar una sonrisa y desearles la mayor de las suertes y…

 

Sacudió la cabeza. No. No lo soportaría, no podría verlos juntos. Tendría que marcharse de la isla o… o…

 

¿Qué era lo que le estaba pasando? ¿Qué era lo que le molestaba tanto? Aunque sus dos amigos comenzaran a salir, él no iba a perder a Riku… siempre podría contar con su amistad.

 

—Amistad… —murmuró el castaño para sí mismo y en ese instante, se percató de que esa palabra se había convertido en algo insoportable cuando trataba de asociarla a Riku. Él no quería ser amigo de Riku… él quería…

 

—Sora… —no había sentido las manos del albino posarse sobre sus hombros pero lo cierto es que allí estaban. Allí estaba él, cerca… muy cerca. Demasiado cerca—. Deja de llorar, por favor. ¿Qué es lo que te duele tanto?

 

—Estabas celoso porque no quieres que me acerque a Kairi para poder estar con ella… —balbuceó el menor casi sin voz y en ese momento, sintió que no podría soportarlo más.

 

Se libró de las manos de Riku y echó a correr con todas sus fuerzas. Pronto salió de la cueva y sus zapatos pisaron arena en lugar de roca. No se detuvo hasta que el mar le cortó el paso. La marea había subido considerablemente y ya había anochecido por completo, pero eso no impidió al albino correr tras su amigo y mucho menos le impidió alcanzarle junto a la orilla de la playa.

 

—¿Por qué siempre me tienes corriendo detrás de ti? —le espetó Riku cuando llegó a su lado y le tomó por los hombros nuevamente para girarle hacia él.

 

—¡Nadie te ha pedido que me sigas, Riku! —exclamó Sora tratando de zafarse del mayor, sin conseguirlo—. ¿Por qué no me dejas en paz y te vas a buscar a Kairi?

 

—Toda esta pataleta es por eso, ¿verdad? —jadeó el albino reteniendo a Sora por los brazos—. Te molesta pensar que pueda estar interesado en Kairi.

 

—¿Y acaso no es así?

 

—¡Claro que no! ¡Yo no siento nada por Kairi! ¡Mis celos no son por ella, sino por ti!

 

Silencio. Eso es lo que acudió a los oídos de los muchachos tras la confesión de Riku. Un silencio tan expectante y tan extraño que por unos minutos, ninguno de los dos supo qué hacer.

 

—Celos… ¿por mí? —susurró Sora decidiéndose a hablar al fin aunque apenas pudo oír su propia voz ya que su corazón palpitaba tan fuerte que sus latidos era todo lo que sus oídos podían apreciar—. Pero eso significaría que tú… que tú…

 

Riku agachó la cabeza. No sabía si habría actuado correctamente al admitírselo pero ya no había vuelta atrás. No podía continuar escondiendo lo que sentía por Sora porque al final, iba a terminar consumiéndose a sí mismo.

 

—Me molesta que me hable de ti… porque no soporto verte con ella… —murmuró el mayor con los ojos clavados en la arena de la playa—. Ni con ella ni con Tidus, ni con Wakka, ni con Selphie, ni con nadie que no sea yo.

 

Ya está, ya lo había dicho. Ahora, probablemente, Sora se enfadaría con él, volvería a salir corriendo y él se sentiría tan desgraciado que apenas tendría fuerzas para seguirle.

 

…Sin embargo…

 

El menor apenas lo pensó dos veces pero en un segundo se sorprendió a sí mismo acortando la distancia que le separaba de Riku y abrazándole con toda la desesperación que fue capaz de mostrar. Había sido un impulso… un acto inesperado y espontáneo. No había planeado abrazar al mayor, pero no había podido resistirse a la voluntad de su corazón, el cual lo había empujado hacia Riku con un vigor incluso más desmensurado que la propia fuerza de gravedad. Se sentía muy feliz. Muy, muy feliz. El saber que Riku le quería solo para él le hacía sentir…

 

—So…Sora… —farfulló el mayor devolviéndole el abrazo con algo de torpeza. Ya se habían abrazado antes pero no de esa forma. No sintiendo lo que estaban sintiendo en aquel instante. No con sus corazones pretendiendo estallar de tanto latir.

 

—Pensé que te habías cansado de mi… —murmuró el castaño en el pecho de Riku, estrechando fuertemente su espalda—. Pensé que no querías estar aquí, en la isla… pensé que me odiabas por haberte traído de regreso a casa.

 

El albino estaba estupefacto. Sora no solo no se había enfadado sino que además estaba ahí, abrazándole como si no existiera un mañana. ¿Qué podía interpretar de eso? No lo sabía, pero aquella impetuosa necesidad de besarle se estaba apoderando de su fuerza de voluntad…

 

—¿Cómo has podido pensar eso? —murmuró el mayor con voz ronca—. Siempre quise volver… era lo que más deseaba en el mundo, volver aquí contigo.

 

—Entonces… me equivoqué… —musitó el castaño separándose ligeramente de Riku y observándole a los ojos ligeramente avergonzado con expresión anhelante.  

 

Ante eso, el mayor no pudo evitar sentir un arrebato de ternura y amor hacia Sora. Se veía realmente adorable con las mejillas sonrojadas. Lo único que estaba de más en su rostro, eran esas lágrimas. Riku odiaba cuando el menor lloraba, no podía soportarlo.

 

—Nunca has sido muy listo, ¿sabes? —murmuró limpiándole las lágrimas de la cara, ante lo cual Sora frunció ligeramente el ceño en señal de indignación y acto seguido, hinchó los mofletes.

 

Esa imagen fue demasiado para Riku el cual no pudo resistir soltar una pequeña carcajada en tanto sentía como todo ese cúmulo de sentimientos que había guardado durante tanto tiempo en su corazón, escapaban de este y se apoderaban de toda su fibra, de todo su ser… y de toda su fuerza de voluntad. De este modo y sintiéndose controlado por sus propios sentimientos, no pudo resistirse a inclinarse hacia el menor para robarle un beso rápido y fugaz.

 

Ese gesto, sonrojó a los dos muchachos por igual. Sora sintió un escalofrío que le recorrió desde la cabeza hasta la punta de los pies mientras que Riku comenzó a temblar ligeramente. Preocupado por si el beso pudiera haber molestado al menor, el albino reprimió las ganas que sentía de volver a probar los labios del castaño y simplemente, se contentó con unir sus frentes y respirar con fuerza mientras cerraba los ojos. En ese momento se sintió torpe con las manos… no sabía qué hacer con ellas. Quería acariciar a Sora, pero… pero…

 

No obstante, el castaño no estaba molesto. Sorprendido… pero no molesto. Le había gustado. Había sido… dulce, tierno… mágico. Había sido diferente a todo lo que había experimentado en sus pocos años de vida. Había sido algo… que le había hecho sentir a Riku como nunca antes. Algo que le había acercado más a él. Algo que quería en su vida a partir de aquel momento. Sentía que quería sentir a Riku de ese modo todos los días. En todo momento…

 

—¿Te ha molestado? —susurró el mayor sin atreverse a abrir los ojos y apretando los puños para que sus manos no corrieran a abrazar a Sora. Se estaba dejando llevar y era muy probable que el menor no correspondiera sus sentimientos. Aquello no estaba bien… no debía ser egoísta…

 

…Joder, pero sus labios. Sus labios eran como siempre los había soñado. Solo los había probado un segundo pero los había sentido tan dulces…

 

—Sora… —añadió pero el menor no le dejó continuar pues en ese momento, fue él quien se encargó de devolverle el beso al albino, en un rápido movimiento de labios contra labios.

 

El mayor quedó tan sorprendido… y sobre todo tan anonanado al sentir como la persona que más amaba en el mundo lo besaba de aquel modo tan dulce, que por un momento se sintió incapaz de reaccionar, pero este hecho tan solo duró un segundo, pues rápidamente, Riku le devolvió el beso pasando su lengua por los labios del menor, pidiendo de este modo permiso para explorar su boca.

 

Sora le complació, deslizando sus brazos alrededor del cuello de Riku y sintiendo como este lo tomaba de la cintura, tirando de él para juntar más sus cuerpos. Ahora los labios de los dos chicos se movían frenéticos, y sus lenguas luchaban en una danza desesperada y apasionada. Casi sin darse cuenta, los dos se sorprendieron a sí mismo jadeantes y con la respiración entrecortada. Tuvieron que separarse para tomar aire…

 

—No lo entiendo…—balbuceó Sora con las mejillas completamente sonrojadas en cuanto ambos muchachos se hubieron separado.

 

—¿Qué es lo que no entiendes? —jadeó Riku mordiéndose el labio inferior ligeramente y frotando su nariz contra la del castaño. Se estaba conteniendo seriamente para no devorarle a besos… y aunque ya había experimentado que el menor aceptaba que se besaran, tampoco quería asustarlo.

 

—Que esto no se me haga raro… me siento como si hubiéramos estado juntos toda la vida.

 

Riku sonrió con ternura, lo cual provocó un escalofrío en Sora. El castaño no estaba acostumbrado a verle sonreír de ese modo tan dulce. No veía esa expresión en su cara desde que eran unos niños.

 

—Hemos estado juntos toda la vida, Sora. Tú siempre has estado aquí… —tomó la mano del menor y la acercó a su propio pecho para que este pudiera escuchar los latidos de su corazón.

 

El castaño sonrió. Era cierto. Toda su vida la había pasado con Riku. Toda su vida… desde que había nacido había estado con él. Pero… ¿En qué momento habían llegado a unirse de aquel modo? ¿Y por qué él había tardado tanto tiempo en darse cuenta de que su corazón le pedía a gritos que estuviera más y más cerca de él? ¿Tan cerca… como lo habían estado mientras se besaban?

 

Riku sí que se había percatado de que ellos dos debían estar juntos. Él sí había sido capaz de entender a su corazón. Pero… ¿Por qué había tardado tanto tiempo en ayudarle a entender… que sus destinos estaban unidos?

 

—¿Por qué no me lo habías dicho? —Sora vocalizó sus pensamientos.

 

Riku agachó la cabeza. No se lo había dicho… por cobarde. Por miedo a que Sora no sintiera lo mismo. Por creer tan firmemente en que el castaño albergaba sentimientos hacia…

 

—Kairi… —masculló Riku finalmente evitando los ojos del menor, el cual quedó completamente sorprendido.

 

Kairi… ¿Riku no se le había confesado antes a causa de Kairi? ¿Acaso había creído que Kairi y él…? Bueno, no podía culparlo… Sora había creído lo mismo respecto al mayor y la alegre pelirroja. Pero es que… Kairi había llegado a la isla… les había traído ese aire de aventura que caracterizaba a las gentes de mundos exteriores… y ellos dos… ¿Que había pasado? Se habían convertido en rivales para conseguir el cariño de Kairi.  Ella se había dado a querer desde el principio… y la verdad, hubiera sido una tontería no admitir el fuerte cariño que le había tomado.

 

…Pero Kairi no era como Riku, ella… ella estaba en su corazón, sí, pero de otra manera. Con ella no quería besarse… con ella no sentía esa impetuosa necesidad de unir sus almas y sus corazones para siempre.

 

—Riku… si tuviera que pensar en una persona con la que yo quisiera estar para siempre… no sería Kairi.

 

El mayor abrió mucho los ojos, sorprendido y emocionado. Apenas podía creer que todos sus sueños se estuvieran cumpliendo de golpe. Sora besándole… y Sora confesándole que no amaba a Kairi…

 

—Yo… —continuó el castaño haciendo enormes esfuerzos por que el rubor de sus rojas mejillas no continuara extendiéndose en tanto apretaba los labios y se retorcía las manos—. Yo… yo… ¡¡yo quiero estar contigo, Riku!! —terminó exclamando en un tono de voz más alto del que le hubiera gustado.

 

Por un momento, el albino se quedó sin habla. ¿Acaso se había muerto y estaba en el cielo? ¿Sora decía que quería estar con él? ¿Aquello era real? ¿No era un sueño? ¿De verdad ese chico tan dulce y tierno que había estado a su lado desde que eran unos niños y al que había aprendido a amar con toda la fuerza de su corazón… quería estar con él y solo con él?

 

—Di… di algo… —susurró el menor mordiéndose el labio inferior con tanta fuerza, que sus ojos se llenaron de lágrimas—. Lo que sea… di lo que sea… tú… ¿tú no quieres estar conmigo?

 

Aquello fue demasiado para Riku. Si ya era difícil de creer que Sora se le confesara, mucho más lo era que le hablara con ese tono de voz cargado de inocencia que tanto encendía al mayor.

 

Finalmente prefirió responderle al castaño por medio de gestos y no de palabras. Así pues, hizo presión con sus dedos en la cintura del menor y le atrajo hacia él con ímpetu para seguidamente después, atrapar sus labios con fiereza. Poco a poco, se abrió paso a través de su boca y se dedicó a explorar su cavidad y a regocijarse con su sabor.

 

Sora se esforzaba por seguirle el ritmo a Riku pero lo cierto es que el mayor demostraba gran maestría en lo que estaba haciendo y eso estaba dificultando las intenciones de Sora ya que apenas podía evitar dejarse llevar, cerrar los ojos y no preocuparse por nada más que no fueran los labios de Riku sobre los suyos.

 

Riku… el sabor de Riku… casi le parecía que había estado soñando con él toda la vida. Ya antes se habían dado besos, cuando eran niños, pero aquellos besos habían sido en la mejilla, en la frente… habían sido besos cargado de la inocencia propia de dos niños que eran como almas gemelas, no más. Aquella era la primera vez que se besaban de aquella manera… la primera vez que se tocaban y acariciaban de aquella manera y eso estaba provocando una felicidad tan extraordinaria en el corazón de los dos muchachos, que apenas podían creer que aquello fuera real.

 

Cuando la falta de aire se hizo demasiado insoportable, Riku se separó de Sora dejando un rastro de saliva que iba desde sus labios hasta los del menor, el cual había aumentado aún más el sonrojo de sus mejillas si es que aquello era posible.

 

El albino se enterneció. Así era Sora… tan dulce, inocente y perfecto, que la verdad, no comprendía cómo había podido resistir tanto tiempo lejos de su lado.

 

—¿Responde eso tu pregunta?… —murmuró el mayor jadeante, mordiéndose el labio y saboreando el sabor del menor en su boca. Era adictivo… acababa de separarse de él y ya quería besarle de nuevo.

 

Sora sonrió al escuchar las palabras del albino y asintió con la cabeza buscando su mano y tomándosela con fuerza, sintiendo como la brisa procedente del mar les alborotaba el cabello a ambos en todas direcciones. Sin embargo, no tenía frío. Era imposible sentir frío estando allí, tan cerca de Riku, mirando sus ojos y agarrando su mano.

 

—No permitiremos que esto se acabe nunca, ¿vale? Quiero estar siempre contigo… siempre… siempre.

 

—Siempre… —asintió Riku tirando de la mano de Sora y besándole de nuevo, esta vez de forma más pasional… más ansiosa… más hambrienta.

 

El menor se estremeció al sentir el modo en que Riku había abordado su boca pero hizo todo lo posible por seguirle el ritmo y enredar su lengua con la del mayor hasta que finalmente, se atrevió incluso a morder suavemente su labio inferior, tirando de este levemente.

 

…Riku perdió toda su cordura con este gesto.

 

Reprimiendo un gruñido de ansia, soltó la mano de Sora y le tomó de la cintura atrayéndole hacia él para seguidamente, bajar sus besos desde los labios del menor hasta su barbilla y de ahí a su cuello siguiendo en todo momento la línea de su mandíbula.

 

—Riku… —suspiró el castaño en cuanto sintió los dientes del mayor comenzar a morder con insistencia la sensible piel de su cuello, provocando que su cuerpo se estremeciera una y otra vez en medio de incesantes y persistentes escalofríos de excitación.

 

Este hecho no pasó desapercibido para el albino, el cual comprendió que, con sus actos, estaba logrando encender a Sora… y al ser consciente de ello… al comprender que el menor se estaba estremeciendo por él… el muchacho no pudo evitar sentir como su propio líbido también aumentaba hasta niveles insospechados. Durante los próximos minutos, se dedicó a trabajar ardientemente el cuello del menor, besándolo… lamiéndolo… y mordiéndolo… primero en un lado y después en el otro. No se detuvo hasta que sintió sus propios labios irritados y fue capaz de contemplar, a pesar de la oscuridad, como la piel de Sora se había tornado encarnada en varias zonas. Estaba lleno de marcas…

 

—A ver cómo explico esto… —jadeó el castaño quien, a pesar de no poder ver su propia piel, había adivinado casi al instante que su cuello se hallaba cubierto de chupetones. La mirada de lascivia de Riku se lo había confirmado.

 

—Di la verdad… —murmuró el albino deshaciéndose de su propia chaqueta y dejándola caer al suelo. Acto seguido, hizo lo propio con la chaqueta del menor—. …Que quiero devorarte y he empezado por marcarte como mío.

 

Las mejillas de Sora adquirieron la tonalidad de un rojo vivo cuando escuchó a Riku mencionar tales palabras. No pudo evitar que un fuerte escalofrío recorriera toda su columna vertebral y le hiciera comenzar a temblar de excitación.

 

—Tú… tú…

 

—Te gusta la idea, ¿verdad?… —sonrió Riku con deseo, posando sus manos sobre el pecho del menor y comenzando a frotar sus pezones por encima de la camiseta, lo cual provocó que Sora únicamente pudiera contestar haciendo uso de un leve gemido.

 

El mayor se entretuvo un rato en su tarea hasta que finalmente se sintió desesperar de excitación oyendo los suspiros del castaño. Así pues y sin pensarlo demasiado, volvió a asaltar sus labios con profundidad en tanto sus manos se introducían por debajo de su camiseta y comenzaban a subirla lentamente. Los besos solo cesaron durante un momento para que tanto Sora como Riku se deshicieran de sus camisetas y las tiraran al suelo sin demasiadas contemplaciones.

 

Pronto, la falta de aire volvió a hacerse presente en ellos y tuvieron que separarse para respirar. En ese punto ambos jadeaban… ambos gemían… ambos se miraban con una pasión y una lujuria que casi parecía irreal.

 

—Ri…Riku, yo… ahhh… Riku… —suspiró Sora en cuanto notó como el mayor se agachaba quedamente y atrapaba entre sus dientes su pezón derecho mientras que se disponía a pellizcar el izquierdo. El albino se encendía tanto cada vez que Sora gemía su nombre, que puso especial empeño en trabajar los rosados botones hasta que estos se hallaron hinchados y erectos. Solo en ese instante, se percató de que el castaño se hallaba fuertemente sujeto a él. Había tenido que agarrarse a los hombros de Riku a causa de sentir sus piernas temblar con tanta violencia que por un instante había temido caer al suelo.

 

El mayor sonrió al comprobar el efecto de sus besos y caricias en Sora y rápidamente se dispuso a improvisar una pequeña solución.

 

—Espera… —susurró en los labios del castaño y acto seguido comenzó a improvisar un descuidado lecho sobre la arena de la playa, haciendo uso de las ropas que se habían ido quitando. De este modo, podrían tumbarse y encontrarse más cómodos…

 

…Antes de hacerlo, sin embargo, Riku decidió añadir esas últimas prendas que les quedaban puestas a los dos y que no hacían más que estorbarles a la hora de tocarse, besarse y estar juntos. Con una mirada de picardía, el mayor bajó sus pantalones junto a sus bóxer disfrutando del rostro sonrojado de Sora. Una vez que se halló desnudo, descartó la prenda interior y añadió los pantalones a ese lecho improvisado. Para finalizar, se deshizo de los zapatos y calcetines.

 

Sora observó a Riku en todo su esplendor y no pudo evitar sentirse estremecer. Era tan atractivo… tan sensual… tan perfecto. Casi parecía irreal…

 

El mayor se acercó a él y sus dedos recorrieron la línea central de su pecho, bajando lentamente hasta el elástico de sus pantalones y tirando de ellos para despojarle también a él de las últimas prendas de ropa que cubrían su cuerpo.

 

Pronto, los dos muchachos se hallaron completamente desnudos, observándose con deseo el uno al otro. Riku apenas podía creer que estuviera sucediendo todo aquello que había estado soñando prácticamente toda su vida. Y Sora… Sora temblaba… temblaba y anhelaba aún más la presencia de Riku. Mucho, mucho más.

 

Sin decir nada, los labios de los chicos se encontraron una vez más y así, poco a poco caminaron hasta dejarse caer sobre la ropa que el mayor había alisado de forma descuidada sobre la arena. El ruido de las olas fue lo único que se oyó en la playa durante unos minutos hasta que Riku, que se había situado encima de Sora, decidió abandonar sus labios una vez más y bajar sus besos por todo el cuerpo del menor, mordiendo aquí y allá, hasta llegar a su palpitante miembro que ya se encontraba bastante erecto.

 

Riku se relamió y procedió a envolverlo con sus labios introduciéndolo en su boca y golpeándolo con su lengua para acto seguido comenzar un movimiento de vaivén adelante y atrás.

 

—Ah… ah… Riku… ah… —los gemidos de Sora se hicieron presentes de nuevo en aquel momento, rompiendo de este modo la calma del paisaje. Sin embargo, el mayor prefería este nuevo sonido antes que el de las olas del mar, con lo cual aumentó el ritmo con el que movía su cabeza e hizo vibrar su garganta para masajear así el miembro del castaño en su interior en tanto comenzaba a acariciar su trasero, pellizcándolo con suavidad.

 

Sora casi convulsionaba. Era la primera vez que ese tipo de sensaciones asaltaban su cuerpo… era la primera vez que se retorcía de aquel modo… la primera vez que experimentaba tan extrema excitación. Pronto sintió su miembro contraerse en el interior de la boca de Riku. Sabía que no transcurrirían demasiados minutos antes de que alcanzara el orgasmo… y el mayor también debió notarlo pues en ese momento, detuvo su labor.

 

Sora suspiró protestando y observó al albino con una mirada cargada de reproche. Ante esto, Riku rió entre dientes y se apresuró a besar al castaño de nuevo.

 

—Tranquilo… será mucho mejor cuando me tengas dentro de ti… —susurró con lascivia y en ese momento acercó tres dedos a su boca para que Sora los lamiera. No quería lastimar al menor… y ese era el único modo que tenía para lubricar su entrada.

 

El castaño empapó bien los dedos de Riku con su saliva y solo una vez que el albino se halló satisfecho, los retiró y comenzó a hacer presión con su dedo índice en el estrecho canal de Sora.

 

—Ah… Riku… —lloriqueó este en cuanto sintió como el otro lo penetraba.

 

—¿Te duele? —inquirió el albino preocupado. No se perdonaría jamás el lastimarlo…

 

—No… —respondió Sora negando impetuosamente con la cabeza— …es que… es que… se siente muy bien…

 

Riku se mordió el labio inferior entre excitado y divertido. La dulzura del castaño le estremecía, y además, disparaba su líbido. Lo disparaba por completo.

 

—Ya veo… así que te gusta… —murmuró sensualmente haciendo presión con su dedo y penetrando del todo al menor muy lentamente y con mucho cuidado. Una vez en su interior, movió el dedo ligeramente en círculos, arrancando más gemidos por parte del castaño—. Dime, Sora… ¿te gusta esto?

 

—Ah… ah…

 

—Responde… vamos, responde…

 

—S…s…sí…¡Sí! —logró pronunciar el menor muy a duras penas, sintiendo como en ese momento, un segundo dedo empapado de su propia saliva comenzaba a rondar su entrada. No transcurrió mucho tiempo hasta que este le penetrara por completo, provocando que su cadera comenzara a moverse arriba y abajo casi de forma inconsciente, desesperado por sentir más.

 

Riku abrió los dos dedos en el cálido canal del menor y rápidamente, se acercó de nuevo a su miembro. Esta vez no se lo introdujo en la boca, sino que se dedicó a lamerlo desde la base por todo el tronco hasta la cabeza.

 

Los gemidos de Sora ya estaban pasando a otro nivel. Sentía como el albino cada vez se unía más y más a él y esto solo provocaba suspiros de excitación y placer que escapaban de sus labios sin que él pudiera hacer nada para impedirlo. Cuando el tercer dedo de Riku penetró en su interior, el castaño se vio obligado a morderse el labio inferior con tanta fuerza que se hizo daño.

 

—Riku… por favor… ahh… Riku… ya… hazlo ya…

 

—¿Ya quieres que te haga mío, Sora? —el mayor habló con sus labios posados sobre el miembro del castaño, provocando que este vibrara de placer.

 

—Si… ahh… sí, ya no aguanto… ah… Riku…

 

El mayor no se hizo de rogar. Aunque le encantaba oír suplicar a Sora, tampoco quería torturarle demasiado y menos en aquella, la primera vez que estarían juntos.

 

De este modo, sacó los dedos de su interior y rápidamente los sustituyó por la punta de su miembro, el cual movió arriba y abajo frotándose contra su piel y aumentando un poco más la tensión sexual.

 

—Riku… yaa…. —lloró el menor retorciéndose ligeramente y alzando las caderas en busca de ese contacto tan necesario. Realmente, necesitaba al albino en su interior, cada fibra de su ser se lo pedía… sentía que no podría soportar más tiempo estando así, separados.

 

Riku tuvo que contenerse seriamente porque su excitación no lo traicionase y provocase que terminara introduciéndose en el interior de Sora de una sola embestida. Fue despacio, procurando no hacerle daño… apretando los dientes con tanta fuerza que toda su mandíbula entró en tensión. Poco a poco, sintió como la estrechez del castaño lo rodeaba y envolvía. Era muy apretado…

 

…Cuando terminó de penetrarlo, se dejó caer encima de Sora y enterró la cara en el hueco de su cuello para tomar aire. El menor, por su parte, le acarició la cabeza enredando sus dedos en las hebras blancas de Riku, con la mirada clavada en las brillantes estrellas del cielo. Esas estrellas que acababan de convertirse en testigos de la unión de aquellas dos almas. De aquellas dos vidas.

 

—¿Estás bien? —gruñó el mayor entre dientes una vez que hubo recuperado un poco el aliento.

 

Sora no respondió pero asintió con la cabeza lentamente, con lo cual, Riku se tranquilizó al comprender que no le había lastimado y pudo proceder a moverse con suavidad. Lentamente y apoyando las manos en el suelo, salió del castaño casi por completo y seguidamente volvió a entrar, arrancando de los labios de Sora un largo gemido tan excitante que se le erizó toda la piel.

 

—Ah… Riku…

 

—Lo sé… —gruñó el mayor y volvió a repetir el proceso. Y otra vez. Y otra vez…

 

…Cada vez que entraba y salía de Sora lo hacía a un ritmo más acelerado hasta que pronto, aquellos lentos movimientos se convirtieron en verdaderas embestidas, provocando que el ruido de piel contra piel resonara por todos los rincones de la playa.

 

Pronto y casi sin darse cuenta, Sora paró de gemir y comenzó a gritar. Cada vez que Riku golpeaba su interior, una fuerte ola de electricidad recorría todo su cuerpo haciéndole temblar. Sentía un placer indescriptible, un placer casi irreal…

 

—Riku… ahh… más… por favor…  —suplicó Sora contrayendo todos los músculos de su cuerpo. El albino aumentó aún más, si es que aquello era posible, el ritmo de sus estocadas, resultándole inevitable comenzar a gruñir de placer.

 

…Sentía el final cerca.

 

—Ri…ku… ahh…

 

—S..Sora…

 

—Di…dime… ahh…

 

—Córrete…

 

Tal y como si el cuerpo del menor hubiera reaccionado a la petición de Riku, el miembro de Sora se tensó y comenzó a expulsar todo su deseo… todo su placer. Los músculos se contrajeron y su canal se volvió aún más estrecho con lo cual al albino le fue imposible resistirse, así mismo, al fuerte orgasmo que le recorrió cada partícula de su ser y que le hizo gruñir al mismo tiempo que Sora gritaba. Pronto, se derramó en el interior del menor.

 

Por unos segundos, los cuerpos de los dos muchachos temblaron sin cesar hasta que finalmente, Riku encontró fuerzas suficientes como para salir del castaño y rodar para quedar tumbado a su lado. En ese punto, le agarró del brazo y tiró de él para que este se acurrucara en su pecho.

 

Sora apoyó su cabeza en el hombro del mayor y respiró entrecortadamente observando el cielo. Estaba todo cubierto de estrellas. Era un espectáculo hermoso…

 

—Bonito, ¿verdad? —inquirió Riku con voz ronca, abrazando al menor y sintiendo como su pecho subía y bajaba cada vez más lentamente. El ritmo de su corazón comenzaba a tranquilizarse.

 

—Pero nada comparado con el hecho de estar aquí, contigo… —respondió Sora cerrando los ojos. Al oírle, Riku sonrió sintiéndose completamente feliz por primera vez en muchísimo tiempo y asintió mostrando así su conformidad con las palabras del castaño.

 

—Sora…

 

—¿Humm?

 

—Te quiero…

 

El menor sintió sus mejillas encenderse y en ese momento, él también sonrió, dichoso y feliz.

 

—Yo también te quiero, Riku… —susurró incorporándose ligeramente y acercándose a los labios del albino para besarlo.

 

…No obstante, justo cuando los dos muchachos iban a unirse en un nuevo beso, una gran ola procedente del mar llegó hasta ellos y bañó sus cuerpos por completo, retirándose inmediatamente después de vuelta al océano ajena al momento que acababa de interrumpir.

 

Sora y Riku ahogaron un grito de frío en sus labios… se miraron a los ojos… y comenzaron a reír a carcajadas. Tardaron muchotiempo en parar…

 

***

 

A la mañana siguiente, lucía un sol esplendido y el cielo azul se encontraba salpicado de brillantes y esponjosas nubes blancas. Un día perfecto de mediados de verano.

 

Sora corría en dirección al puerto aún con un trozo de tostada en su boca. Su madre, en castigo por haber llegado a las tantas de la noche el día anterior y encima de todo, con la ropa empapada, había decidido no despertarle a la hora acordada para ‘’darle un pequeño escarmiento’’ Ese era el motivo por el que ahora corría con tanta fuerza. No quería que los demás se fueran sin él.

 

…De pronto los vio: Tidus, Wakka, Selphie, Kairi… y Riku. Todos estaban esperándole.

 

—¡Lo siento! —gritó corriendo hasta ellos y esbozando una sonrisa de oreja a oreja.

 

—¡Ya era hora! —protestó Selphie haciendo un mohín.

 

—Mi… madre… no me ha… despertado… a tiempo —jadeó el castaño llegando hasta el grupo, y apoyando sus manos sobre sus rodillas para descansar.

 

—¡Como sea, amigo, vámonos! —dijo Wakka— ¡La isla espera! —y tras añadir esto, echó a correr en dirección a los pequeños botes de madera que se encontraban flotando sobre el agua. Tidus y Selphie no tardaron en seguirle.

 

—¿Has dormido bien, Sora? —inquirió Kairi.

 

—¿Eh, como? Ah, sí, muy bien… —respondió un tanto distraído. Su mirada se había cruzado con la de Riku y ahora los dos se observaban el uno al otro sonriendo cariñosamente.

 

La escena no pasó desapercibida para los ojos de la pelirroja, quien a pesar de sentir una punzada de dolor en su corazón al comprender que Sora ya había elegido, no pudo evitar alegrarse por la felicidad de sus dos amigos.

 

—¡Bien, pues, vámonos! —sonrió con tristeza y se dispuso a seguir al pequeño grupo que se había alejado segundos antes.

 

No obstante, antes de eso, se cuidó de pasar por detrás de Riku y murmurarle, apenas moviendo los labios para que solo el albino la escuchara:

 

—Cuídale, ¿vale?

 

—Siempre…  —fue la susurrante respuesta del mayor.

 

Kairi sonrió satisfecha y fue a encontrarse con Tidus, Wakka y Selphie que ya se encontraban subiendo a los botes. Riku y Sora quedaron solos.

 

—Te he traído una cosa… —sonrió el albino acercándose al otro.

 

—¿Un regalo? —preguntó Sora emocionado, observando como Riku abría una mochila que traía a la espalda, sacaba algo envuelto en una servilleta y acto seguido abría esta con cuidado—. Riku… esto es…

 

—Un fruto de paopu —asintió el mayor—. Era una leyenda muy popular cuando éramos niños, ¿recuerdas? Si dos personas comparten un paopu…

 

—Sus destinos se unirán para siempre… —terminó Sora sintiendo como una amplia sonrisa se dibujaba en sus labios—. Lo recuerdo.

 

—Bien… ¿querrías… compartirlo conmigo?

 

Sora no dijo nada, tan solo asintió, ruborizado y feliz, sintiendo como en su pecho, su corazón saltaba a causa de la felicidad tan inmensa que le embargaba.

 

Riku le tendió el fruto también sonriendo y el castaño dio un paso hacia el frente, abriendo ligeramente la boca y dándole un mordisco. Era jugoso y dulce…

 

El mayor rió entre dientes al ver como el jugo de la fruta resbalaba por la barbilla de Sora y se apresuró a morder el otro extremo quedando de este modo sus labios solo a centímetros de distancia, separados por esa fruta mágica que uniría sus destinos para siempre.

 

—¡Sora! ¡Riku! ¡Si no nos vamos ya, no llegaremos ni a la hora de comer! —gritó Tidus desde el bote, provocando que los dos muchachos tuvieran que separarse y masticar el bocado que habían probado, sonriéndose mutuamente y mirándose con tanto amor que por un momento, el mundo se paró a su alrededor.

 

—Vámonos antes de que nos maten… —susurró Riku finalmente una vez que los dos hubieron terminado de comer, acercándose a Sora y robándole un beso fugaz— …verás como hoy te gano a las espadas de madera.

 

—Vas… ¿Vas a jugar con nosotros? —inquirió el castaño emocionado.

 

Riku, como simple respuesta, le guiñó un ojo y echó a correr hacia los botes riendo a carcajadas. De ese día en adelante no dejaría de reír nunca más. Y Sora tampoco. Así lo sintió cuando comenzó la carrera tras Riku riendo a su par y notando como la brisa marina les rodeaba a ambos de forma tan intensa y tan fuerte, que por un momento, casi le pareció volar.  


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