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Luz difusa por Eva Leonne

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Notas del capitulo:

For lovers- Ella Fitzgerald and Louis Amstrong

Habíamos sido amigos por años, cuando mis padres compraron ésta casa y conocí a un chico de cabello negro y ojos grises que tenía un aire solitario, vivíamos cerca y casualmente estábamos en el mismo colegio, su nombre era Matías.

 Esa noche me quede a dormir en su casa, habíamos visto películas hasta tarde y él me ofreció la cama desocupada junto a la suya. No pude dormir y estuve hasta tarde dando vueltas en la cama, oyendo su respiración y adivinando su perfil con la luz que se colaba entre las cortinas. Cuando estaba por ceder al agotamiento sentí un ruido, él se levanto y salió de la habitación, unos minutos después volvió a entrar, no quise delatar mi insomnio y fingí dormir, pero cuando no sentí el crujido de su cama adiviné su presencia junto a la mía.

Una mano tímida se posó en mi costado y luego de unos segundos subió hasta mi cabello, para bajar más lentamente hacia mi cuello donde sus dedos se entretuvieron trazando caminos, oí su respiración agitada y sentí sus labios en la base de la nuca, fue ahí cuando no pude reprimirme más y solté un suspiro tembloroso, su aliento caliente sobre mi cuello me hizo estremecer. Él retrocedió inmediatamente asustado por la posibilidad de haber sido sorprendido, pero yo solté otro suspiro y fingí seguir durmiendo, él regreso a su cama y luego de una espera interminable ambos logramos quedarnos dormidos.

Para mí fue como abrir la puerta de un sueño, seguí pensando en sus dedos y en su aliento, lo buscaba entre los rostros en la sala de clases y lo descubría mirándome. Comencé a descubrir pequeños indicios, roces casuales que él propiciaba con pretendida inocencia, sus dedos se rozaban con los míos cuando me pasaba alguna cosa, me abrazaba riéndose cuando estábamos con nuestros amigos, y me esperaba cada tarde para volver a casa, todos estos gestos que antes me parecían naturales ahora parecían tener una connotación oculta.

Una de aquellas tardes que pasamos en mi habitación fumando marihuana yo me distraía escuchando música, él sentado junto a mí intentaba llamar mi atención tarareando letras de viejas canciones, me encontré mirando el humo exhalado por sus labios y su lengua humedeciéndolos, cuando fue mi turno inhale el humo con los ojos cerrados, mientras lo hacía volví a sentir su aliento sobre mi cuello, un segundo después sus labios húmedos presionaban los míos obligándome a abrirlos mientras el humo se escapaba entre nuestras bocas. Su beso fue suave y lento, cadencioso, como si quisiera seguir las notas de la música que escuchábamos, pero poco a poco fue volviéndose apremiante, profundo, haciéndome abrir más la boca para recibir mejor su lengua, sus caricias sobre el abdomen, que subían a medida que profundizaba el beso. Sus labios rehicieron el camino hacia mi cuello, lamiendo el lóbulo de mi oreja y bajando hasta encontrar la línea donde empezaba mi clavícula, allí dejo su marca succionando con fuerza y lamiendo la piel estimulada, mi pecho se arqueo y yo solté un gemido. 

-          Lo que más deseaba era escucharte gemir bajo mis labios - Lo dijo en un susurro, mientras seguía marcando su camino por mi pecho.  

Me sentí enfermo, la piel me quemaba y el efecto de la marihuana intensificaba las caricias, las aislaba, podía concentrarme en la humedad de su lengua como si fuera lo único en el mundo. Me dejé llevar, sus manos encontraron el camino hacia mis pantalones y tocaron sobre la ropa, rozando, apretando, luego de unos momentos me quitó la ropa y yo hice lo mismo con él, cuando nuestros cuerpos se encontraron desnudos pude tocar deliberadamente aquel tatuaje que se extendía desde su omoplato hasta su brazo, deslice mis dedos de la manera que llevaba imaginando desde que él llego y me mostró un dragón en negro y gris ajustándose a las curvas de su cuerpo. Nos masturbamos mutuamente, él lamio mi pene y la calidez de su boca me hizo estremecer, sus manos recorrieron mi cuerpo dejando huellas de fuego tras de sí, subió hasta mi rostro y su lengua volvió a invadir mi boca, húmeda, caliente, lento y profundo, mientras nuestras erecciones se rozaban y yo lo aprisionaba entre mis piernas. Se sentía tan obsceno y al mismo tiempo tan correcto, como si la única opción para nuestros cuerpos fuera tocarse, fundirse. Eyaculamos juntos, con nuestras manos rodeando las erecciones, mientras su semen se disparaba hacia mi abdomen él mordió mi hombro, gruñendo y presionando más su pelvis contra la mía. Cuando nuestros jadeos disminuyeron, él llevo su mano hasta el semen esparcido y recogió un poco con sus dedos, llevándolos hasta mi boca empujo mis labios, yo los abrí, recibí sus dedos y los chupe, saciándome con nuestro sabor combinado, luego de eso él volvió a besarme.

Nuestros encuentros se siguieron repitiendo, ya sea en mi habitación o la suya, nos tocábamos y masturbábamos, él me tocaba incluso dentro del colegio, disimuladamente rozaba mis brazos y cintura. Un día durante la hora del almuerzo me pidió que lo acompañara y me llevo a la sala de música, así comenzamos a besarnos furtivamente dentro del colegio, sus manos buscaban mi cuerpo cuando nadie más observaba, nos besábamos escondidos en los rincones y las salas vacías.

Una tarde pasamos a su casa como tantas veces antes habíamos hecho, cuando llegamos escuchamos a sus padres, pero aún así subimos a su habitación, una vez que entramos él cerró la puerta con seguro, yo me acerqué a la ventana y observé el jardín entre las cortinas cerradas, al  cabo de unos segundos sentí su cuerpo apretándose contra mi espalda, una de sus manos rodeó mi cintura y la otra retuvo mi mano contra el borde de la ventana, enterró su cara en el hueco entre mi hombro y besó mi cuello, su mano fue hasta mi pecho y abrió los primeros botones bajando un lado de mi camisa, procedió a seguir bajando desde mi cuello hasta el hombro descubierto, descendió hacia mi espalda lamiendo y mordiendo, quise decirle que parara porque podrían descubrirnos pero cuando intenté hablar él tomó mi cara y me besó, intensificando el agarre que mantenía sobre mi cintura, entonces sentí su erección presionando entre mi trasero, lo sentí rozándose contra mí, aquello me hizo temblar de excitación y miedo, empuje mi trasero hacia atrás buscando más contacto, deseaba morderlo, lamerlo, besarlo, hasta lograr meterme dentro de su piel, me sentía encarcelado y necesitaba la liberación.  

Me giré y encontré sus labios, me apreté contra él y baje mi mano metiéndola dentro sus calzoncillos, él gimió y yo logré liberar su pene que estaba húmedo por la excitación, él me empujo contra el muro y termino de abrir mi camisa, luego abrió mis pantalones y comenzó a tocar sobre el calzoncillo mientras su boca chupaba mis pezones y sus dientes tiraban de ellos, sus besos iban dejando marcas notorias sobre mi piel, le dije que dejará de hacerlo, si alguien descubría aquellas marcas no tendría como explicarlo.

A modo de respuesta me empujo contra la cama, me saco toda la ropa a excepción de la camisa y lamió la zona interior de mis muslos, succionando y mordiendo. 

-          Cállate Benjamín, he resistido demasiado tiempo, no sabes cuánto soñé besarte, cuánto imaginé tocar tu piel, marcarte como mío – Entre sus palabras seguía besando mi piel, oliendo, mordiendo, parecía que quería adueñarse de mi cuerpo, llevarse todo y dejarme vacío. Fue ahí cuando pensé que se había vuelto loco, que ambos estábamos locos.

Tomó mi pene entre una de sus manos y siguió lamiendo hacia abajo, hasta que llego a mi ano, paso su lengua superficialmente y yo gemí, me sentía extraño, perdido. No había considerado la posibilidad de ser penetrado, pero me di cuenta que la idea no parecía mala en absoluto, que deseaba tanto tener sexo con Matías que no me hubiese importado hacer nada que él quisiera, la necesidad me apretaba el pecho y me hacía sentir una especie de temblor en la zona baja del abdomen. Entonces sentí su lengua entrando y casi grito de la sorpresa, sonrió y pude sentir su satisfacción, siguió lamiendo mi ano a la vez que frotaba mi pene, lo maldije entre dientes. Él paro y llevo sus dedos a mi boca, ordenándome lamerlos, explicando que necesitaba lubricación, pero yo sabía que en parte lo hacía por el placer de verme sometido a él, escondía su naturaleza retorcida. Una vez que estuvieron cubiertos de saliva introdujo un dedo dentro de mi ano, lamiendo al mismo tiempo con su lengua, sentí el dolor y le pedí que parara, pero en vez de eso metió el segundo dedo que me hizo gritar.

-          Ben debes estar en silencio o nos oirán.

-          Para ti es fácil decirlo – Lo miré con furia, él subió hasta mi boca y me beso al mismo tiempo que metía sus dedos más adentro, evitando que gritara nuevamente.

Cuando el dolor se transformo más bien en una incomodidad Matías bajo y comenzó a lamer mi ano, moviendo sus dedos y masturbándome. Abría los dedos y daba pequeñas embestidas que acompañaba con la lengua, me sentía menos apretado que antes y comenzaba a sentir un ligero cosquilleo, algo dentro de mí buscaba más contacto, más profundo. Matías intensifico las embestidas con sus dedos, mis caderas se elevaron y eyaculé, él sonrió y bajo sus pantalones llevando su pene hasta mi entrada.

-          Creo que podemos ocupar esto para mayor lubricación, aunque ya estas bastante mojado – Dijo juntando el semen que yo había eyaculado y untándolo en su pene y en mi entrada.

-          Eres un pervertido.

-          Mira quien lo dice, parecías estar disfrutándolo – Mis mejillas enrojecieron más aun, sentía las paredes de mi ano palpitando y mi pene seguí estando erecto a pesar de que había eyaculado.

Él posiciono su pene en mi ano y comenzó a dibujar pequeños círculos esparciendo el semen y apretándose contra mí, mi ano se abría y se cerrada, necesitaba el contacto tanto como sabía que lo necesitaba él. Entonces metió la punta que se deslizo suavemente, pero a medida que fue entrando no pude reprimir los gemidos así que llevé mi antebrazo a mi boca y mordí, podía sentir cada centímetro de su pene entrando, empujando, abriendo los músculos a su paso, se sentía demasiado caliente, dolía pero al mismo tiempo había una sensación oculta, un hormigueo. Oía sus jadeos y sentía sus manos sujetando mis caderas, cuando termino de entrar soltó un gemido que se parecía más a un gruñido, bajo y resonante.

-          Me estas apretando tanto, se siente delicioso.

 Sus palabras me hicieron estremecer, sentía su deseo traspasándome, el tono de su voz era bajo, ronco y parecía que estaba haciendo un gran esfuerzo para hablar, para quedarse quieto. Lo apreté entre mis piernas y tiré de él hacía mi, besándolo y apretando mi erección entre nuestros cuerpos. Él tiró de mi cabello color marrón que se iluminaba con el rayo de sol que entraba por la ventana y me obligó a mirarlo a los ojos.

-          ¿Estás bien? ¿Duele? – Me miraba con un aire de desolación, sus ojos grises reflejaban los míos.

-          Estoy bien – Fue lo único que pude decir, lleve una mano a su cabello y le pedí que continuara, esperando desaparecer su preocupación.

Él volvió a besarme y atrapo mi labio inferior entre sus dientes, al mismo tiempo dio una embestida profunda que me arranco un gemido, sus embestidas se volvieron rítmicas y profundas, nuestros cuerpos producían un sonido de chapoteo al chocar entre sí, todo era caliente y húmedo, su sudor sobre mi cuerpo, mi interior, sus labios y su lengua, su pene entrando y saliendo. Mis caderas se arquearon cuando dio contra aquel punto preciso, creí que iba a morir de placer, mi cuerpo se retorcía y sentía la necesidad en mis caderas, él embistió con más fuerza, penetrándome y golpeando mi interior, anclando sus manos a mis caderas mientras yo lo aprisionaba entre mis piernas. Sus movimientos ondulantes me entregaban un placer que no había conocido, quería retenerlo para siempre, a pesar de que sentía un resquicio de dolor el placer me llevaba a querer más, quería que fuera más profundo, que siquiera golpeando y no se fuera nunca. Matías gemía mi nombre con su rostro oculto entre mi cuello, gruñía y mordía, retenía mis piernas enterrando sus dedos en mis mulsos y mordía mis pezones. El ritmo se hacía frenético, nuestras caderas chocaban y se acoplaban, yo no podía parar de gemir, de suspirar, de suplicar por más mientras gemía su nombre, me sentía a punto de explotar. Matías cruzo su brazo bajo mis caderas y me atrajo más hacia él, su otra mano busco mi pene y comenzó a masajearlo, mis manos se aferraron a su nuca y a su espalda y nuestras bocas se encontraron, sus embestidas se profundizaron golpeando sin clemencia mi interior, fui invadido por una ráfaga de placer intensa, mi cuerpo se arqueo y nuestro beso se rompió.

-          Ma…Matías ¡aaah! – Gemí mientras él chupaba mis labios. Las paredes de mi interior se convulsionaron, aprisionando su pene y atrayéndolo más adentro.

Sus gemidos roncos se confundieron con los míos y sentí un liquido caliente inundarme por dentro mientras él eyaculaba. Mi semen se esparció entre nuestros cuerpos produciendo que mi interior se contrajera aún más, Matías dio unas últimas estocadas fuertes, profundas. Cuando salió de mi interior yo seguía abrazado a su espalda, jadeando, él siguió besándome, lamiendo mi cuello y mi pecho, sentí su semen saliendo expulsado por las contracciones de mi cuerpo. Él se recostó junto a mí y seguimos abrazados, su mano en mi espalda me retenía y la otra acariciaba mis costillas, yo descansaba mi cabeza entre su cuello. Y al ritmo de un viejo blues su piel siguió rozando la mía. 

Notas finales:

Espero que hayan disfrutado, siento que ha quedado inconclusa pero aun no pienso en que vendría después, así que me decidí a publicarlo así, al menos por el momento. Cualquier opinión ya sea mala o buena será recibida con infinito agradecimiento. 

¡Gracias por leer! 


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