BAILE
Al fin, enfrente de la escuela. Llegué justo a tiempo, las cuatro en punto.
Entro al interior del centro, y de repente me recibe mi raro instructor con una gran sonrisa.
-Heyyyy… ¡Mira quien llegó! ¿Tan ansioso estabas por verme? –Me guiño un ojo- Venga, cámbiate, ya que eres el primero… Comenzaré contigo antes. –Me dio una fuerte palmada en el pecho- Me gusta tu chaqueta, guapetón.
-¿¡Qué rayos!? –Pensé- Me está tirando los tejos… -afirmé-
Me cambié rápidamente, yo tenía un sentido del tiempo muy amplio. Nunca llegaba tarde, era siempre muy puntual en todo.
Pasé al área de baile.
-Ven aquí palmerita… -yo gruñí- Comenzáremos en arrancar el body ¿ok? –se puso detrás mío y me abrazó el busto, gracias al apretado traje sentí su entrepierna caliente-
-¡Oye…!-me aparté, él se sorprendió-
-¿Algo no va bien, machito? Tienes la cara de cansado, te ves feo… -lo dijo con tal tranquilidad que me sacó de mis casillas-
-¡Y tú tienes una nalga caída! –El instructor se ofendió, puso la típica mano tapando la boca-
-¡Eso es un insulto! ¡Maleducada! –Exclamó- Aun no te dije que tienes un pectoral más grande que otro ¡Horrible! ¡Yo no saldría a la playa con ese escándalo!
Nuestra peleíta duró poco más de 5 minutos. Luego llegó otra alumna y todo terminó.
Al ser la clase inicial poco hicimos, era más cosas básicas como: calentamiento, explicó un poco lo que haríamos, etc.
Durante toda la lección me miró con despecho, se veía molesto. ¡Pero es verdad! ¡Tiene una nalga caída!
Al terminar la clase él se me acercó. Me pidió disculpas y yo también, pero ocurrió algo que no esperaba. Me besó la mano al despedirse y me dio su número. Pero yo lo invité esa misma noche a salir y aceptó.
Él tipo es simpático. Me gusta.
Aun ser más mayor que yo, es todo un niño. Tiene 31.
Fuimos a un restaurante llamado Colonia de jazmín, un restaurante prestigioso en toda la ciudad. Invitó él a pesar de que yo me rehusara a aceptar y querer pagar a mitad la cena.
Pedimos un vino blanco con algunos aperitivos –olivas y papas fritas con salsa barbacoa- para esperar la llegada de la comida, en la mesa de dos. La mesa tenía colocado un mantel blanco que fácilmente se podría manchar y quedar sucio a la vista.
Vegeta no me quitaba ojo de encima, parecía muy ilusionado por la “cita” que estábamos, en teoría, llevando en esos momentos.
-Que feliz me hace que hoy estés aquí conmigo el día de hoy. –sonrió radiantemente. Yo me sonrojé o al menos me dio esa sensación.
-Genial, yo hacía mucho que no salía en este tipo de “citas”. –Dije. Vegeta se sorprendió, dejó ir la oliva que se iba a llevar en la boca.
-Oh, esto no es una cita. Solo es que… me gusta hacer amigos, y tú tienes algún encanto, no sé. –sonrió nuevamente con un aumento de su típico brillo dental.
No supe que hacer, ante esas sonrisas tan lindas siempre me ponía nervioso. No será que…
-Señores, aquí les traigo su comida. –Dijo el camarero mientras dejaba los platos de comida. –Espero que disfruten mucho de la velada de hoy, ¡Bon apetit!
Y la cena se dio a inicio.
-Y bueno niñito, ¿qué es lo que más te gusta del baile? –Dijo él. Yo fruncí el ceño.
-No me llames niñito por favor, es molesto, viejales. Le respondí de forma directa y concisa, le pagué con la misma moneda.
-¿¡Ahora también me llamaras nalga caída!? … ¿¡Otra vez!? –El profesor se puso a la defensiva en seguida. Yo no me inmuté, comencé a comer esa deliciosa pasta italiana bañada en salsa al pesto.
-Mmm… que rico es este queso rallado en la pasta… Parmegiano Reggiano creo que se llama.- Dije a modo de cambiar de tema y quitar malos rollos.
Vegeta, se puso cabeza abajo avergonzado por la mini escena, y también comenzó a comer.