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El chico de la flor equivocada [HaeHun] por Shiza-chan

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Notas del capitulo:

Flor del capítulo ♥

[15 de octubre]

SeHun no supo con qué velocidad habían pasado los días hasta que despertó esa mañana de noviembre con Jun-myeon llamándolo delicadamente para que se levantara y los rayos anaranjados del sol naciente queriendo colarse por su ventana.

No hubo necesidad de mucho esfuerzo. SeHun prácticamente saltó de la cama cuando cayó en cuenta del día que era, yendo a alistarse rápidamente. Se lavó la cara cerca de unas cinco veces antes de quedar satisfecho con el reflejo que el espejo le mostraba y corrió de nueva cuenta a su habitación para vestirse. Como si de la cosa más valiosa del mundo se tratara, sacó de debajo de su cama un morral de cuero teñido en negro, atado con listones igual de blancos que las nubes de esa mañana y lo dejó sobre su cama al tiempo que se levantaba para sentarse sobre la misma; acarició con cariño la piel durante unos segundos antes de decidirse y deshacer el listón. Dentro, pulcramente doblada, había una túnica de seda bellísima; las mangas y el borde del cuello eran blancos, mientras que en el resto, pecho y caída de la prenda, el azul petróleo soltaba pequeños reflejos con la luz. SeHun jamás había visto algo tan bonito y delicado en su vida y, de cierta manera, se sentía orgulloso de que ese fuera el último regalo que le había dejado su madre antes de fallecer.

— Creo que ha Mei le hubiera gustado que la llevaras puesta.

Le había dicho Jun-myeon la noche anterior, cuando estaban preparando las flores para el día siguiente. Había en el recibidor de la florería, exactamente, treinta jarrones de barro, con doce docenas de ramos en cada uno y siendo en total catorce tipos distintos de flores (por petición de Su Majestad, llevaban dos jarrones más de rosas. Aparentemente, esas solían ser las flores preferidas de su difunta esposa).

SeHun se había levantado del lugar en el que estaba inclinado pero no se volteó a ver a su tío. Simplemente había caminado de largo al otro extremo del lugar y se había vuelto a sentar en el piso para comenzar a recortar los tallos de las astromelias blancas.

— No... No creo que sea una buena idea. — Dijo al fin, con la voz temblorosa por los nervios — Podría ensuciarse. No quiero que se ensucie.

Había logrado escuchar un suspiro un tanto pesado y a continuación los pasos del mayor acercarse hasta llegar a su lado. Sintió las manos de Jun-myeon haciendo presión sobre sus hombros y entonces tuvo que voltear a sus espaldas para verlo con los ojos cristalinos.

— Es lo último que me queda de ella, no quiero dañarla.

La voz le había sonado tan ahogada que el pelinegro tuvo que hacer un esfuerzo por lograr escucharlo. Limpió con amor la única lágrima que el rubio se había atrevido a soltar y enseguida le alzó la barbilla con la yema del índice para que lo viera.

— Cariño, no creo eso que le hubiera importado. Esa túnica la hizo para ti desde el momento en que supo que venías en camino, ¿no podrías, por ella, llevarla puesta hoy?, ¿no es mejor que dejársela de alimento a las polillas?

Realmente, no hizo falta pensarlo mucho.

SeHun no miró a Jun-myeon por segundos que al mayor se le hicieron eternos, pero cuando sus ojitos brillantes se alzaron, le dedicó su más que conocida sonrisa inundada de ternura. Se quitó los restos de lágrimas con el dorso de la mano, sorbió la escasa mucosidad que se había formado en su nariz y dijo: — Bueno, creo que tienes razón.

   

   
   
El ruido de los caballos en la calle fue lo que lo trajo de nuevo a la realidad.

Se pasó la mano por el rostro y se puso de pie con la túnica en el antebrazo. La miró otro poco (porque, en serio, era demasiado bonita) y en seguida la dejó sobre su cama para comenzar a desvestirse. El roce de la tela al bajar por sus bazos se sintió como una caricia, tan suave que le sacó un suspiro mudo y le dejó en la piel una sensación reconfortante.

Estaba mirándose en el espejo cuando Jun-myeon entró a la habitación.

Al principio no dijo nada, pero a los segundos una sonrisa enternecida le iluminó el rostro. SeHun le devolvió el gesto y enseguida volvió a mirar al frente.

— Me queda corta. — Señaló el rubio al darse cuenta de que el largo de la tela apenas y le cubría un par de centímetro por arriba de los tobillos, no llegaba a más.

El mayor rió por aquello y se acercó hasta llegar a su lado; ahí, lo hizo girarse nuevamente, le tomó de la barbilla y lo obligó a agachar la cabeza para poder dejarle un beso en la frente.

— Bueno, tu madre supuso que serías algo más bajo, ¿pero sabes?, aun así te ves hermoso, Hunnie. — Fue imposible no sonreí. — Termina de prepararte y baja, tenemos varias cosas que hacer todavía antes de partir al Palacio.

SeHun negó al tiempo que se inclinaba hacia su cama para tomar sus zapatos y colocárselos.

— Ya estoy listo. — Jun-myeon hizo una mueca con los labios que asustó al menor. — ¿Qué?, ¿tengo algo? — preguntó nervioso antes de girarse nuevamente hacía el espejo; pasándose las manos por los cabellos y el rostro en busca de cualquier defecto.

Su tío rió completamente enternecido por ese gesto y lo jaló de las caderas hacía atrás para que volviera a quedar enfrente de él.

— Quieto aquí. — SeHun se puso rígido en su lugar. Jun-myeon salió de la habitación. Escuchó sonidos opacos y la voz de su tío cantando una canción de cuna con la que solía arrullarle de pequeño, con la que le curaba los miedos y distraía en las noches de tormenta. Entonces el mayor regresó al lugar completamente animado y con un ramito pequeño de nube en las manos.

— ¿Para qué son las flores? — preguntó con toda la inocencia del mundo. Jun-myeon se acercó a él sin decir una palabra y lo hizo girar el rostro a la izquierda para acomodar las flores el espacio de su oreja, fijándolas ahí con un broche chico y ocultando los tallos con los mechones dorados.

— Ahora sí estás listo.

Y SeHun lo abrazó.

 

 

Luego de eso ambos salieron de la habitación y bajaron a la primera planta. Se pusieron rápidamente en marcha; contaron una vez más los jarrones, revisaron el estado de las flores y empacaron sus herramientas de trabajo en un saco de piel. JongIn y JongDae llegaron al poco rato para ayudarlos a subir los jarrones a las carretas y se retiraron apenas acabar con la promesa de encontrarse con ambos en el Palacio. MinSeok había partido un poco más temprano, por lo que éste ya los estaría esperando.

SeHun acaricio con cariño el hocico del semental negro que guiaba la carreta. El animal era bellísimo: el pelaje oscuro brillaba limpio y liso contra el sol de la mañana y sus grandes ojos cafés le transmitían una paz que no se sentía capaz de explicar, no con palabras.

— Hora de irnos, SeHun. — Lo llamó el mayor una vez montado en la carreta, con las riendas del caballo en las manos.

El rubio asintió y palmeo suave el cuello del caballo antes de subir al lado de su tío.

En cuando el animal echó a andar, sintió el corazón latiéndole con más fuerza de repente.

En verdad, no estaba soñando: ese día conocería a su príncipe.

Notas finales:

Perdón por tardar tanto ;;

PD: En el siguiente cap se nos viene DongHae 


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