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Donde la Muerte no me Alcance por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

¡Hola! traigo el quinto capítulo de esta historia.

La trama se irá revelando poco a poco, así como nuevas incognitas.

Sin más que agregar, sólo me resta decir que disfruten de la lectura.

—¡Vamos, escóndete ahí!

 

—¡Papá!

 

—Escúchame, no hables, no te muevas, no importa lo que veas o escuches, no salgas hasta que todo sea silencio… no salgas…

 

La oscuridad abrazó todo a su alrededor… gritos, golpes, más gritos… llanto, dolor y miedo. Terror. Llevó sus manitas hacía sus oídos tapándolos mientras apretaba con fuerza sus ojos. Hasta que todo fue silencio…

 

Sus parpados se despegaron de repente. El ventilador de techo giraba suavemente, la luz era cálida. Hacía tiempo que no tenía pesadillas de ese tipo… de ese tiempo.

Giró su rostro, viendo que efectivamente estaba en la habitación del hotel, pero que no estaba solo. Unos intensos ojos verdes lo observaban curioso y algo preocupado.

 

—¿Te encuentras bien?—no respondió de inmediato, frunció el ceño al percatarse de su presencia.

 

—¿Qué haces aquí?

 

—Disculpa, la puerta estaba entreabierta, y te escuché murmurar, parecías afligido, al parecer tenías una pesadilla.

 

Shijima seguía observándolo. El encuentro en las calles de Atenas había sido raro, el muchacho se había disculpado por su comportamiento, y le había dicho sin pelos en la lengua que su apariencia había llamado su atención, que incluso se parecía a alguien que él había conocido hacía poco. Una historia absurda, que poco le interesaba. Claro que él también se disculpó por abordarlo de aquella manera, pero internamente – y aunque no se lo dijo – Shijima también pensó reconocer en el joven tibetano a alguien, a una persona que buscaba desesperadamente. Luego se resignó a admitir que no se parecía y que sólo se dejó llevar por una esperanza que venía arrastrando desde hacía dieciocho años, y que se resistía a renunciar.

 

Se incorporó de la cama, mientras frotaba sus ojos y las sienes, el dolor de cabeza lo estaba matando.

 

—No eres de mucha palabra ¿no es así?—insistió Mu—.Bueno, si todo está bien, me retiro.

 

Giró para salir de la habitación, pero algo llamó su atención, y sin poder evitarlo se dirigió a la mesa de luz, donde descansaba un sobre con varias fotos que parecían antiguas, y donde claramente se podía apreciar a Shijima de niño con quienes, supuso, eran sus padres… y fue justamente su padre quien llamó su atención. Era tan rubio y sereno como el hombre del andén.

Estuvo por tomar la foto para ver más detalladamente. Pero fueron arrebatadas de un tirón por el pelirrojo, quien parecía furioso por su accionar.

Mu se ruborizó apenado. No supo explicar por qué se sintió tan angustiado.

 

—No creo haberte dado la autorización para que te tomes tantos atrevimientos… lárgate, necesito asearme y estar solo.

 

—Lo siento, en verdad…

 

—Vete—fue tajante.

 

Mu asintió aun apenado, y se apresuró a salir y cerrar la puerta tras de sí. Pudo escuchar el cerrojo. Dio un suspiro algo avergonzado, no pretendía faltarle el respeto, por el contrario. Después de su encuentro, y de aclarar el asunto, a Mu le agradó la compañía del hindú. No le había sacado mucha conversación, pero la suficiente para averiguar su nombre y edad. No contaba con muchos más que él, pero parecía demasiado maduro en contraste. Su mirada era tan intensa como melancólica, Mu podía ver una tristeza enorme detrás de su aparente frialdad, y no negaba que le gustaba.

Ese sentir le descolocó en un principio, pues a decir verdad, hasta ese momento él nunca se había planteado sus gustos, y que un hombre fuera quien se llevara su atención era desconcertante.

 

¿Qué ocultaba ese hombre? No lo sabía, pero se moría por averiguar…

 

**

 

Shijima observaba las fotos que Mu estuvo a punto de tomar. Seguramente las había dejado el día anterior ahí. Un descuido tonto, pero no contaba con que el muchachito fuera a ingresar a su habitación para curiosear…

Tomó entre sus manos una en particular, la que había llamado la atención del peli lila. Seguramente la foto contaba con casi una veintena de años. Él apenas y recordaba esos momentos, debía tener unos cuatro años, su madre era una mujer tan hermosa como exótica. Una belleza pelirroja sin par, su padre también era un hombre extraño entre los de su estirpe. Eran una familia que llamaba la atención allá, en su India natal… pero para él eran dos perfectos desconocidos, sus últimos recuerdos con ellos eran justamente unos meses después de que tomaran aquella foto, y no eran agradables, por lo que reprimía tanto esos como todo lo que pudo vivir en su infancia.

 

Todo, menos a su hermano.

 

Suspiró, no era momento de deprimirse por ello, tenía la convicción de que algún día volvería a reunirse con él, también descubrir que fue de sus padres y así poder cerrar una etapa. Para poder comenzar a vivir otras.

 

Pasó el resto del día entre recuerdos e investigaciones. Pidió su almuerzo en la habitación, luego durmió un rato. Para el atardecer se había dispuesto a cambiarse, saldría, las calles de Atenas le ayudaban a relajarse, y ese día no había sido fácil.

Estaba en eso cuando sintió unos golpes en la puerta, dudoso decidió abrirla, no recordaba haber pedido nada.

Cuando la puerta se abrió, Mu lo aguardaba con una sonrisa, y perturbadoramente elegante. No pudo reprimir escanear al joven de arriba abajo, Mu se ruborizó al sentirse observado de esa manera, pero trató de disimularlo. No dijo nada, su rostro volvió a transformarse en piedra, haciendo que el joven de verdes ojos largara un suspiro, comenzaba a acostumbrarse a esa falta de expresión que resguardaba una tremenda melancolía.

 

—No me comporté muy bien hoy, quería recompensar mi falta invitándolo a cenar, ¿Qué dice?

 

Shijima levantó una ceja, al tiempo que el rojo cubría el rostro níveo del menor, profiriéndole un aspecto por demás encantador. Mu había pasado la mayor parte de la tarde armándose de valor para invitarlo, incluso recibió consejos de Shaina, que se veía animada con la idea y estaba convirtiéndose en una buena amiga.

 

—De acuerdo, déjame ir por un abrigo.

 

Le cerró prácticamente la puerta en la cara, dejando al muchacho sorprendido. Mu frotaba sus manos con insistencia contra la tela de sus pantalones, pues le sudaban demasiado. Iba vestido con unos pantalones oscuros y un jersey color café. La puerta volvió a abrirse Mu internamente comenzaba a preguntarse como una persona podía verse tan bella, tal vez sin proponérselo demasiado, porque si había algo que Mu había notado, era que el joven de rojos cabellos no era consciente de lo hermoso que era.

 

—Vamos.

 

No lo espero, comenzó a descender las escaleras para llegar al lobby del hotel, donde Kanon terminaba su turno, listo también a marcharse. A esas horas los residentes del hotel comenzaban a salir o volver de sus actividades, por lo que el lugar estaba bastante concurrido. También se hallaban Saga y su esposa Saori. Mu no los había vuelto a ver desde aquel encuentro en el aeropuerto, por lo que le pareció una excelente oportunidad para volverles a agradecer y elogiar el lugar.

Shijima se había detenido en uno de los laterales que daba a la salida, aguardando su llegada, por lo que le sorprendió verlo conversar con los dueños del lugar, de todas formas dejó que el joven saludara a la pareja. Mientras podía observarlo con detenimiento. El aire inocente que rodeaba a Mu era tan palpable que enternecía. Estaba seguro que el joven siquiera había dado un beso en su vida. Tenía curiosidad por saber todo de él, y no entendía muy bien por qué, a fin de cuentas su estadía en Grecia era estrictamente de investigación, algo personal y primordial. Ese muchacho había aparecido para desestabilizar toda su estructurada rutina.

 

Y la verdad era que, no le había molestado en lo absoluto. Le gustaba, y si bien tenía una misión importante que cumplir… divertirse mientras podía, comenzó a ser una idea tentadora… vio a Mu sonreír… muy tentadora.

 

**

 

Su padre había estado gritándoles alrededor de una hora, Camus se había interpuesto entre él y su hermano, temiendo que el estado actual de su padre, afectara a su hermano.

 

—Tienes que ser razonable padre, sé que es difícil de asimilar, que en estos momentos tu dolor es quien te domina pero…

 

—¡No intentes hacer de psicólogo conmigo ingrato! Cómo puedes exponer a tu hermano a una situación tan riesgosa como esa ¡ya perdimos a tu madre! ¿Quieres perder a tu hermano también? ¿Es eso?

 

Camus no se inmutaba ante los coléricos gritos del mayor del clan Lefebvre, Shaka se admiraba de ese estoicismo que portaba su hermano.

 

—Al contrario—entrecerró sus ojos, desafiándolo—quiero que él viva ¡QUE VIVA PADRE! Porque la vida que aquí lleva, no lo es… y tú tienes la culpa.

 

Un golpe, seco y terriblemente doloroso lo calló. Camus se tomó la barbilla donde el dolor punzaba. Pero si su padre pensaba que eso lo detendría, estaba muy equivocado. Y lo sabía, pues cuando a él se le metía una idea en la cabeza, no había vuelta atrás.

 

—¡Basta, no peleen por mí!—Shaka se interpuso entre los dos franceses—padre, quiero ir, deseo ir con mi hermano a Grecia, deseo averiguar si mi enfermedad tendrá una cura que me permita poder abrazarte, poder compartir un vaso contigo, con amigos sin temer que ese mínimo contacto podría matarme…

 

—Shaka…—Dégel apretó sus puños y sus parpados cansado.

 

Luego observó a su hijo “mayor” era igual a él… No, no era igual, Camus se había convertido en todo un hombre, y era algo que él nunca pudo ser; valiente.

Quiso llorar, pero nunca se permitió derramar lágrimas delante de sus hijos, siquiera cuando su amada lo había abandonado, después de un súbito fallo cardíaco. Le había dolido golpearlo, pues Dégel estaba orgulloso de su hijo, pero era cobarde, siempre lo fue, desde el día en que recibió al enfermo Shaka en sus brazos, tan pequeño, tan indefenso… él se había convertido en un cobarde.

 

—Esa es tu voluntad… no puedo ir en contra de sus convicciones, está bien, pueden partir, pero Camus—observó al joven pelirrojo—cuida de tu hermano, sé que lo harás, pues eres mi orgullo, tú nunca me defraudaste, y estoy seguro, nunca lo harás…—Camus sólo se limitó a asentir—¿Cuándo partirán?

 

—Camus ha dicho que en un mes.

 

—Creo que los tiempos se han adelantado, he pedido una consulta con el Doctor Caristeas, y es dentro de una semana…

 

El silencio fue el que habló el resto de la jornada.

 

**

 

Le gustaba disfrutar de los pequeños viajes que se le tenía permitido, pero ese día no había salido del refugio. Esperaba algo importante, demasiado y estaba ansioso.

 

—Señor Asmita, este paquete llegó para usted ¿desea que lo abra?

 

—Por favor.

 

El hombre que generalmente lo ayudaba, desenvolvió el paquete, llevaba varias capas de cinta y se veía algo gastado, se preguntaba que podía contener, que fuera tan importante para un hombre ciego y loco como creía, era el hindú.

La caja contenía ropa y algunos papeles, entre ellas fotos, fotos de él… y una familia.

 

—¿Qué es?—preguntó algo ansioso.

 

—Es ropa vieja, al parecer de mujer, y unas fotos ¿Por qué nunca dijo que tenía familia?

 

Al hombre le impactaba el hecho de que Asmita no haya cambiado nada con respecto a esas  fotos que tenían fecha de hace casi veinte años atrás. En ella se apreciaba al rubio con un niño en brazos y a una mujer de largos y rojos cabellos, el niño también era pelirrojo.

 

—No la tengo—dijo el ciego con seriedad, tanta que estremeció a su ayudante.

 

—¿Quién le envió ésta caja?

 

—No lo sé… ayer llegó una carta en la cual decía que hoy recibiría algo importante… pero, ¿qué puede ser importante para un ciego como yo?

 

El hombre le entregó un vestido de color violeta que se hallaba entre las cosas de la caja, Asmita lo tomó he inmediatamente un aroma familiar le llegó. Un perfume… un olor a flores de lis, increíblemente aun impregnados en el vestido. Cerró sus ojos contemplando en su resquebrajada mente a una mujer, una hermosa mujer que sonreía mientras se acariciaba el vientre…

Notas finales:

Bueno, hasta aquí por el día de hoy. Espero sinceramente que hayan disfrutado de la lectura.

Será hasta el próximo capítulo. Gracias por leer.


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