Capitulo II
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Antes de siquiera pensar en algo más, siento como una mano huesuda pero firme me agarra del brazo apartándome bruscamente.
POV AUTOR.
Los labios temblorosos de la hermana Rose, sus ojos casi saliéndose de sus cuencas y sus manos tiritando a causa de la horrorosa escena ante ella, fueron suficiente para soltar un grito desgarrador corriendo directamente hacia Dann tras escuchar sus llamados de auxilio, arrodillándose en el piso a lado de este sin importarle manchar su hábito.
-¡Fue él! ¡Fue él, Hermana! ¡El monstruo!-gritaban desesperados los demás niños en desorden, haciendo que todo se vuelva más caótico aún más con sus voces ahogadas por lágrimas-
-Tú…-susurró sin aliento la mujer - ¡EJENDRO!-gritó volteándose para encararlo. En sus ojos se podía notar el rechazo, el horror, como si estuviera viendo al mismísimo Satán frente a ella- ¡BESTIA! ESTAS CONDENADO ¡CONDENADO! ¡TE PUDRIRÁS EN LA CÁRCEL!
El pequeño Tao no podía asimilarlo todo de repente, todo había pasado tan rápido, flashes de lo ocurrido llegaron salvajemente a la cabeza del pelinegro. No...No puede ser; se repetía, él no podría ser capaz de hacer algo así ¿Verdad? Él no lo había hecho, claro que no, su pecho subía y bajaba rápidamente, él no lo había hecho ¡No, no y no!
Sus pies reaccionaron solos, retrocediendo lentamente para luego salir corriendo. Ya no estaba más esa hermosa melodía, en cambio ahora se escuchaban sus miedosos y acelerados latidos. Cruzando los salones, la pequeña biblioteca, los dormitorios, los baños, subiendo las débiles escaleras de madera chirriante; se encontró por fin en su “hogar”, el ático.
Tomó lo único que consideraba importante en su vida, su ya desgastado osito panda de peluche, hecho por las misma manos de su madre, la misma que él había asesinado.
-No es momento de pensar en ella, inútil-se dijo para sí, limpiándose aquella lagrima traicionera al recordar a su difunta madre-
Tao cogió la funda de una de sus almohadas metiendo dentro de ella a su peluche, quitó de encima una tabla de madera de una caja donde guardaba sus pertenencias, sacando de ella una chaqueta muy grande y algo pesada para su cuerpo; era la chaqueta de trabajo que utilizaba su padre, se la puso ocupando el espacio sobrante metiendo la funda con el peluche dentro
El orfanato no era tan grande, su estructura no era tan maciza, fácil con una temblor se caería gran parte del edificio, el pelinegro agradecía tener una única ventana en su ático, gracias a esta podía ver que el orfanato estaba en la ciudad y para ser más exactos en una esquina, al frente de un hotel de lujo, por lo que a Tao no le costó tanto crear una salida.
Él estaba listo.
Salió de su ático, sería la última vez que lo vea, suspiró, era hora de marchar. Sus pequeños pies bajaban las escaleras con ágiles llegando a los baños
-¡Vamos, arriba!-se escuchaban las potentes voces de los policías gritando en los pasillos-
Los pies de Tao resbalaron un poco al correr hacia los baños, el ojeroso rápidamente se escondió en uno de los cubículos rogando que los policías no lo buscaran en los baños.
-Por favor, por favor, por favor-susurraba, se dejó caer en el piso aferrándose a sus piernas hundiendo su rostro entre ellas-
Los pasos apresurados de los policías se escuchaban cada vez más cerca, se estaban acercando, ya se podían escuchar de nuevo los gritos entre ellos
-¡Suban! ¡Suban!-el sonido chirriante de las escaleras se escucharon, los policías habían pasado del baño, estaban subiendo al ático-
Era ahora o nunca, cuando se den cuenta de que el pelinegro no esté ahí, bajaran a buscarlo. Tao salió corriendo de los baños, varios niños se le quedaron mirando, no sabían que estaba pasando y mucho menos porque habían policías. Depender del oxígeno se volvía tedioso para Tao, su contextura débil, no lo ayudaba a soportar tanto pero aun así continuó.
Entró agitado a la pequeña cocina donde se encontraba MinAh, una anciana muy tierna que en todo el tiempo que Tao estuvo en el orfanato, ella lo cuido como una abuela, el pelinegro se había ganado su cariño, siempre paraba en la cocina viéndola cocinar mientras conversaban amenamente, era la cocinera del orfanato y cómplice del ojeroso.
-Oh, bebé aquí estas-la anciana mujer repartió besos por toda la cara del pequeño- Te están buscando-dijo ansiosamente mientras miraba de vez en cuando la puerta por si algún policía entraría-
-Lo sé y tengo que irme ahora-Tao miro suplicante a los ojos a MinAh y esta entendió el gesto asintiendo-
La anciana se acercó hacia una caja de papas y la empujó con ayuda de Tao, mostrando un pequeño hueco justo para el tamaño exacto del más joven. Tao miro con tristeza a MinAh, cuanto extrañaría a esa mujer, la quería tanto que no pudo soportar más las lágrimas y lanzándose a ella la abrazo con efusividad.
-Te extrañare tanto mi pequeño, recuerda que yo siempre te estaré cuidando sea donde sea ¿Si?-la anciana se acercó al menor depositándole un tierno beso en la frente y mirándolo con una sonrisa de tristeza, le dio un empujoncito para que se de prisa- Ve
Tao aun con lágrimas en los ojos, mordiéndose sus delgados labios para evitar sus sollozos miró por última vez a MinAh dedicándole una sonrisa nostálgica, y sin más salió, era libre, estaba a fuera, se había acabado todo, volvió su mirada a aquel hueco que ahora se encontraba de nuevo cerrado por aquella caja de papas.
Tao se encontraba en un callejón, ya que la cocina se encontraba a espaldas del orfanato, su respiración aun seguida acelerada y le dolía fuertemente el corazón, el pelinegro abría su boca en busca de oxigeno necesitadamente
¿Culpa?
A su cabeza llegaron punzadas tras punzadas, le dolía, las imágenes de Dann desangrándose lo atormentaban. Tao lanzó un grito al cielo que sin percatarse de ello estaba nevando.
El pequeño ya no pudo más y desplomándose en suelo del callejón cerró sus ojos lentamente alcanzando a ver como alguien lo observaba de lejos.
La silenciosa melodía de mis latidos se vio apagados por la preciosa melodía de los tuyos