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The... por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

Bueno, todo empezó con varios pedidos de un KaiBaek + varios pedidos de lemon....dos cosas que, hace rato (o prácticamente nunca xD) hice...

Con este fic sucedió lo mismo que Summer...lo cancelé de un día para el otro porque no me estaba gustando la dirección que tomaba. Ahora, varios meses después (casi un año, ¿Quizás? Tendría que fijarme bien...), retomo la idea y logro enderezarla.

Planeo hacer lo mismo con un fic viejo que casi ningún EXO-L leyó, porque era de BAP; el único cambio sería escribirlo con EXO, pero ese fic me tomó dos meses de estudio e investigación y no quiero errarle a casi nada, así que puede que tarde en volver...

Así que, por el momento, espero haber enmendado la macana que me mandé hace tiempo :)

¡Y desde ya, gracias por volver a leer, o por pasarte por primera vez! ^^

The…

1_The Color.


En el aula no se atrevía ni a volar una mosca.

El calor era asfixiante, estaban todos los ventiladores encendidos y las ventanas cerradas, cortinas absorbiendo la luz del Sol cuanto podían, quemándose.

Las luces del aula estaban apagadas. Y Baekhyun se mordía el labio mientras se golpeaba la frente con el lápiz de goma sucia en la punta: la hora casi terminaba, y con ella tendría que entregar la prueba si quería marcharse a su casa y disfrutar de la tarde del viernes. Pero sentía que le estaba faltando algo, a pesar de que había respondido y desarrollado todo: Revolución Francesa, Rusa e Industrial…Marxismo, Socialismo, Capitalismo…todo, todo estaba allí, escrito con fluidez y perfectamente enganchado en las hojas. Cinco hojas.

La muñeca le tiraba, le pedía un descanso.

La cabeza le gritaba que se acordara. El lápiz martillaba tratando de acallar a su consciencia y ganar la batalla…pero aún no se decidía. Mientras tanto, el profesor caminaba por el aula e inspeccionaba, rostro serio, ceño fruncido y manos detrás de su espalda: merodeaba con tranquilidad, con fiereza…Baekhyun sabía que no lo miraba a él, pero cada vez que sus cuerpos se juntaban y el maestro seguía de largo, se asustaba, se espantaba. Como si de repente leyera las respuestas de su examen y comenzara a gritar que todo lo que había puesto estaba mal.

Con las gotas de sudor bajando por todos los malditos rincones de su cuerpo, y sintiendo cómo la camisa se le pegaba cada vez más en el cuello y la espalda, soltó todo y suspiró.

Estiró las piernas cuidándose de no tocar al chico que tenía adelante, estiró los brazos y los dedos hacia atrás también fijándose de no golpear a nadie, mucho menos de interrumpir en su prueba. Tensando la mandíbula, se desperezó y volvió a acomodarse, pasándose el dorso de la mano por la frente y volviendo a mirar el asqueroso papel.

Listo, no había más nada que poner…aparte, le quedaban cinco minutos.

En cuanto apiló y acomodó las hojas, un susurro acarició su oreja, sorprendiéndolo.

-Byun… ¿Me pasas la cinco?

Byun levantó los ojos, el profesor se había detenido en los primeros asientos, revisando las hojas de los que parecían copiarse bien adelante en el aula. Parpadeando, miró para su izquierda y se encontró con el portador de la voz y del pedido.

Sus mejillas se sonrojaron en cuanto notó de quién se trataba. Quién era el chico.

-Por favor—musitó con su voz calma y grave, desparramado sobre el asiento, agarrando el lápiz con desgano y mirando fijamente al pizarrón, atento a los movimientos del maestro pero pispiando a Byun por una respuesta cada tanto—. No la entiendo… ¿Qué se supone que pregunta ahí?

El zumbar de los ventiladores podía tapar perfectamente sus voces. Pero Baekhyun tenía miedo. No quería que lo retasen, no quería arruinar la imagen que tanto le había costado construir.

-... ¿Byun?...

Baekhyun se pasó la lengua por los labios, nervioso. Con poco disimulo, miró la espalda del profesor y se inclinó completamente sobre el pupitre del compañero, tomando el lápiz y escribiéndole la respuesta de costado, pues no podía acomodarse bien la hoja.

Kim Jongin tenía las cejas en alto: no se esperaba semejante ayuda, mucho menos tan poca discreción a la hora de pasarle las respuestas a alguien: una vez Byun hubo terminado, aguantó una risita y le sonrió, asintiendo agradecido.

Byun asintió en respuesta, serio y tenso. Incómodo, incomodísimo, pero satisfecho.

La campana sonó y ambos se levantaron a entregar.

Sus manos se rozaron al dejar caer sus hojas.

Baekhyun vio las estrellas.

Jongin probablemente no sintió nada.

 

 

Byun Baekhyun caminaba pensando en la vida, en los sueños que había tenido y en lo que había hecho en el día, como todo chico sencillo. Porque Baekhyun es de esos chicos que miran a ambos lados a la hora de cruzar una calle, preocupándose por lo pájaros que no se mueven de la mitad de la calle cuando el semáforo está en verde, exhalando aliviado cuando los ve agarrar vuelo y siguiéndolos al fin con la mirada para apreciar cómo vuelan, cómo vuelan y se pierden tras algún edificio, en algún punto quizás no muy lejano de la ciudad.

Baekhyun caminaba y caminaba hasta que entendió que era mejor tomar el autobús. Pero los viernes adoraba volver a pie a su casa, sin importar la cantidad de cuadras. Escuchando el ruido de la ciudad, apreciándola en silencio y con un poquito de ganas, porque extrañaba su pueblo tranquilo, silencioso, desierto pero adorable, como una hoja en blanco a punto de ser atacada por los ruidos e ideas de un pincel.

Levantó así la cabeza, mirando el cielo: la mañana, el mediodía y el atardecer eran casi los mismos estuviese donde estuviese, fuese Seúl o fuese Bucheon. Sonrió: extrañaba el aire limpio, la falta de humo y la carencia de dientes grises acechando el cielo…porque tantos edificios…

-Tantos edificios… - suspiró, incómodo y chocó, sin haber visto a la otra persona venir, impactando de lleno y cayendo de cola al piso, raspándose el jean y las manos, cerrando los ojos con fuerza y ahogando un vergonzoso chillido.

Abriendo los ojos y asustado, se levantó sacudiendo las palmas contra su pantalón para quitarse el polvo y ayudar al otro peatón. Al estirar la mano sucia y con pedazos de piel más rosadas de lo normal, se sonrojó.

Kim Jongin se levantó solo. Solo y en silencio. Apenas había arrugado la nariz, no había cerrado los ojos: llevaba también el uniforme y algo raro en sus manos, más allá de las piedritas de asfalto y baldosas incrustadas y la piel colgando, ¿No?

-Lo siento—titubeó Byun, rojísimo y temblando mientras iba y volvía en su lugar como un niño pequeño, temeroso de ayudarle al otro para limpiarse las manos—. Perdón, perdón. No te vi, iba pensando y…

Los ojos de Byun se detuvieron en la bolsa de cartón abierta con una manija rota en la mano derecha, el contenido había caído sin cuidado sobre la vereda, ensuciando los bombones fuera de su caja, imposibles de rescatar. Quiso llorar, apretando con fuerza los labios y gimiendo contra su boca cerrada.

-Perdóname…no te vi…te…te lo compensaré, compraré los bombones y…

Jongin estiró la mano, dándole la bolsa rota. Baekhyun se esperó un golpe, un reto, una amenaza.

-Quedan algunos dentro, como dentro de la cajita—musitó, mirándolo fijo, porque Baekhyun tenía sus ojos puestos en el piso por el temor, pero sabía que lo estaba mirando—. Espero que te gusten los de almendra.

Y Baekhyun tembló más a medida que le buscaba el rostro con la mirada.

-¿Cómo?

-Son para ti—explicó el otro, cansado, como dormido—. Estaba yendo para tu casa para dártelos. Me ayudaste hoy en el examen y por eso te estoy agradecido.

-¿C…con una caja de bombones…?

-No sé si te diste cuenta, pero yo sólo te había pedido la cinco. Debajo de eso, me pasaste las palabras claves de los otros cuatro ejercicios…y me di cuenta de que mi examen era un asco. De no ser por ti, probablemente hubiera desaprobado. Por eso estoy agradecido.

-¿Hice eso?—dentro de todo, la situación cuadraba con tranquilidad en lo esperable: después de todo, Baekhyun sabía, sabía mucho y estudiaba y amaba saber.

-Sí. Ahora come los bombones, mañana te compraré más para compensar los que tiré.

¿Tiré?

-Pero…es mi culpa…

-Me chocaste, eso es tu culpa. La culpa es mía por haberte visto antes y no haberme corrido a tiempo…tampoco te avisé, a pesar de que veía que andabas distraído—Baekhyun se puso más rojo, Jongin sonrió—. En serio, tómalos. Mañana iré a dejarte el resto, no te muevas de tu casa.

Y Byun Baekhyun volvió a ver las estrellas mientras Jongin se agachaba, cerrando la cajita y dándosela con tranquilidad, con pereza.

 

 

A la mañana siguiente, Baekhyun se levantó temprano (más allá de ser sábado).

Los bombones tirados de la vereda de su casa habían desaparecido.

 

 

Kim Jongin es un chico calmo. Quizás tan calmo que ralla en lo perdido y perezoso. Es un joven también sencillo, pero diferente al sencillo que acabamos de ver: él es un chico de ciudad, se crió y formó en Seúl, esa famosa jungla de cemento. Como todo chico metropolitano, revisa muy bien la ropa que piensa ponerse y ama el café. Como todo chico metropolitano que vive con sus padres (a diferencia de Baekhyun, que se mudó para crecer internamente y vive solo), Jongin es un chico mimado: llega a su casa y tiene la comida hecha, puede llegar a estar tres días sin lavar los trastos y nunca en la vida se hizo la cama. No recuerda momento alguno en el que se viese acomodando la almohada o estirando las sábanas.

Y Jongin, como tiene todo ese tiempo libre, aprovecha para salir. Salir y caminar escuchando música, ojos cerrados y mente en la tierra apagada: Le gusta la banda The Neighbourhood, por ejemplo. Casi tanto como le gusta sentarse en el sillón de su sala los días de lluvia y mirar películas para mujeres grandes y señoras entradas en edad y en canas. Pero eso es un secreto, por no haber tenido muchos amigos en su infancia y por ser un apegado a muerte a su mamá, que lo sentaba con ella a mirar ‘Los puentes de Madison’ o ‘La vida es bella’.

Jongin está enamorado de una sola cosa, porque aún no ha conocido a su persona especial: se trata de la banda Pink Floyd, del disco doble The Wall si se puede ser más específico. Se ha visto la película millones de veces y se sabe los diálogos de las canciones hasta el hartazgo. Tiene muy buena memoria pero la desaprovecha, porque se pierde en tonterías como los bordes gastados de sus posters y en el brillo que le genera la luz a su campera de cuero, sentado contra la puerta de su pequeña habitación, más acentuada por la inclinación de su techo. Pero bueno, él había pedido el cuarto de arriba y ahí la tenía, su adorada pieza.

Jongin, sonriente, toma la guitarra acústica que tiene a su derecha, contra la pata de la cama que se ve bañada de la luz de la ventana y suspira.

Acomodando los dedos, recuerda la melodía que había sentido golpear en su pecho esa mañana, ese mismo viernes y trata de transformarla, de copiarla en notas que traducen sus dedos y le da vida.

No es una canción cualquiera.

Es la canción de los bombones caídos, del viernes en que había recibido la amable respuesta número cinco.

 

 

Baekhyun ama dormir con la persiana alta para que la luz del día le pegue de lleno en los ojos y le indique cuándo levantarse y empezar a ordenar la casa, además de su pieza. Jongin adora sentir cómo su cuerpo se pega al colchón la mañana del sábado, su cabeza hundiéndose contra la almohada para pedirle dulcemente un par de horitas más de descanso y sueño. 

Baekhyun adora hacerse el té y desayunar parado, mirando los techos de las demás casas desde su quinto piso y apoyando el cuerpo en el barandal de su terracita; siente que a pesar de la altura, el viento que corre le hace acordar a casa. Adora también empezar temprano y con tranquilidad el día, porque si se despierta sobre la hora o con una alarma muy fuerte, siente que puede llegar a estar todo el día aturdido, apurado, molesto. 

Jongin sigue durmiendo hasta las dos de la tarde mientras Baekhyun se lava nuevamente las manos y se aplica la crema cicatrizante.

Baekhyun viene de un pueblo, y como no hay ruido, ama leer libros sentado en la barra de desayuno de su casa en Daejeon; si se encuentra en Seúl, en su departamento, con leerlo acostado está bien. Jongin no ha tocado un libro voluntariamente, sólo si se lo piden en Literatura: su vida pasa por apilar CDs de música y reproducirlos cada que tiene ganas, arrullándose con las guitarras acústicas o explotando de adrenalina con las bandas de thrash metal.

Como ya se dijo antes, Baekhyun gusta mirar a ambos lados de la calle antes de cruzar. Jongin simplemente pasa.

Pasa y sacude juguetonamente la nueva bolsa de cartón, marrón y beige, como la otra. Cierra los ojos asintiendo al ritmo de la música y camina a paso vivo, a menos que esté escuchando una balada. Transitando la tierra con sus pies y la luna con su cabeza, ignora a los demás peatones y se abriga con el calor de la luz de esa tarde, aunque para él siga siendo mañana.

Ya ha avisado a sus padres, no volverá a su casa hasta muy tarde. O hasta el día siguiente.

Menos mal que entienden, menos mal que no preguntan tanto qué anda haciendo o qué piensa hacer.

Mientras Baekhyun admira el piso lustrado y limpio y vuelve la vista a su libro, sentado con las piernas estiradas sobre su sillón de tres cuerpos, escucha el timbre. Mira al intercomunicador.

-¿Sí?—resoplando por tener que abandonar su lectura y la comodidad del sofá, descuelga el teléfono y habla con tranquilidad y lentitud, esperando una respuesta.

-¿Byun?—escucha, sus piernas se debilitan—. Soy Jongin, he traído la mitad del regalo pendiente.

Baekhyun jura haber oído un asomo de risa, pero con Jongin nunca se sabe, porque en clase Jongin no habla. Tampoco lo hace en el recreo o en educación física…Jongin simplemente no habla, no lo hace nunca.

Baekhyun tapa el auricular de abajo y se muerde el labio, suspira. Puede sentir la sangre acumularse en su cara y salta, asustado y sin saber qué hacer. Entonces vuelve a acercar su boca al teléfono, cuidándose de no tardar demasiado para que Jongin no lo note.

-P…pasa, ahí apretó el botón del portero. ¿Te espero en el pasillo, fuera del ascensor?

-Como quieras—responden desde el otro lado de la línea con el zumbar molesto del botón, Jongin calla y eso significa que ha cruzado y cerrado su puerta. Baekhyun lo ha dejado entrar y no sabe cómo ni cuándo y no respira y protesta. Ya no sabe qué es arriba, qué es abajo o discreción, simplemente corre por el departamento y revisa que no haya nada sucio o alguna que otra prenda tirada por ahí, en la mesa, las sillas o en el suelo.

Cerciorándose dos veces y media, no ha llegado a completar la tercera revisión porque golpean a la puerta. Y Baekhyun chilla contra sus palmas. ¿Qué hacer? ¿Gritar “ya va”, hacerse esperar? Porque camina hasta la puerta y se fija por la mirilla: Jongin se ve demasiado distraído en sus pies, vestido como todo un fucking rockstar.

El color de las mejillas de Baekhyun aumenta, de repente le cuesta respirar, se aparta. Llevando sus manos al pecho, cierra los ojos y suspira, siente que no puede más: no se había olvidado de la visita, pero que la situación se esté llevando en el momento, en el mundo real…

No, se reta.

Tengo que controlarme.

Y abriendo la puerta, sonríe como puede y lo deja pasar, Jongin prácticamente pasándole por al lado, despacio. O más bien por arriba, porque no se mueve para esquivar al joven de Bucheon, sino que incluso parece ralentizar el proceso a propósito, mirando a Baekhyun a los ojos y apenas sonriendo, rozando la mano que lleva la bolsa de madera con la libre de Baekhyun, que da un respingo y se asusta.

-¿Interrumpo algo?—susurra el más alto, con su piel morena peligrosamente expuesta bajo la campera y la remera, acercándose el rostro cada vez más y más—¿Estudiabas, limpiabas? ¿O acaso tus padres duermen?

-¿Eh, qué? No, no. Vivo…vivo solo—musita, tragando saliva con torpeza y casi ahogándose solo: tosiendo y tapándose la boca con la mano, huye para la cocina; el living y el comedor son la misma cosa, un interminable cuarto con terraza continua y con el barandal bordeando como una “L” por fuera, para poder disfrutar de una vista espectacular, para poder caminar tranquilo admirando la ciudad de tinte interminable—¿Q…quieres agua, gaseosa? Tengo jugo también…pero no creo que…

Jongin en algún momento ha cruzado el pasillo de entrada y la sala hasta la cocina, acorralando a Baekhyun contra la mesada. Jugando con su oreja al abrigarla con esa voz grave y…sensual.

-Tengo que guardar los bombones…no querrás que se derritan, ¿O sí?

Baekhyun se da vuelta, el mundo girando y explotando, poniéndose patas arriba sin parar. Admira las pupilas e iris de Jongin, oscuras. Tentadoramente oscuras y profundas, infinitas: lamiéndose los labios, baja a la boca del moreno, temblando y sintiendo cómo sus palmas transpiran a medida que se aferra la mesada por detrás de su espalda, protegiéndose la cadera.

-…G…guárdalos en la heladera.

Pero Jongin, en vez de retroceder hacia el refrigerador, avanza.

Besándole con brutalidad, con fuerza.

Y la bolsa de cartón con bombones vuelve a caer.

Cae en contraposición a Baekhyun que, de un salto, se impulsa y levanta, sentándose en la mesada y asfixiando la cadera de Jongin con sus piernas.

 

 

¿Cómo pasó?

…Sólo éramos compañeros de grado…

…Nunca nos habíamos hablado…

…Nunca nos habíamos…conocido.

Notas finales:

PD: se dieron cuenta que agregaron los grupos de K-Pop a la hora de hacer la división en sub-categorías dentro de "KMUSIC"? Qué genial!!!

Gracias dueñ@s de la página! ;A; graciaaas TT TT <3


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