Cerró los ojos con fuerza y se encogió más en la cama mientras abrazaba a la almohada. Su cuerpo temblaba a la vez que los sollozos, imposibles de acallar, escapaban de sus labios. Una vez más todo volvía a su memoria, aún estaba demasiado reciente.
Una semana atrás.
Winter cerró el ordenador portátil cuando, por fin, acabó la redacción que su jefe le había pedido, o más bien, exigido. Al escuchar el sonido de la puerta siendo abierta se levantó con una sonrisa que explotaba en su cara al saber que su pareja había vuelto a casa. Cuál fue su sorpresa al encontrar a la rubia con una mujer de pelo verde, ojos negros y totalmente tatuada y con varios piercing.
— Oh… Hola, cariño ¿Quién es…?
— Te dejo – soltó la rubia repentinamente.
— ¿Q-qué? Valerie, ¿Qué estás diciendo?
— Ya me has oído, Winter, eres aburrida. Necesito más acción en la vida, necesito hacer cosas que me lleven al límite. Lo mejor que podría pasar contigo es que me diese una taquicardia por aburrimiento — se burló Valerie.
— Nena, no tenemos mucho tiempo, nuestro vuelo sale en quince minutos — habló la tatuada mujer.
— Ya voy Jess — una sonrisa tonta se abrió paso hasta la cara de la que, hasta ese momento, había sido la relación más importante y duradera de Winter — Tengo las maletas preparadas, solo tengo que ir a por ellas.
Así que por eso estaban hechas las maletas. No era por un viaje de negocios. Valerie simplemente desaparecía con aquella extravagante mujer. Abandonaba a Winter a su suerte después de dos años y medio de relación. Simplemente arrancaba de su pecho el corazón de la más joven.
— ¡V-Valerie! No puedes hacerme esto… — el volumen de la voz de Winter fue descendiendo progresivamente hasta que solo fue un mero susurro — Te quiero.
La rubia rodó los ojos y suspiró.
— Yo te quise, Winter, antes de que te volvieras aburrida — y así, con esas palabras, Valerie abandonó la casa que había sido testigo de los momentos que ambas compartieron juntas en una época en la que todo iba bien.
De vuelta al presente.
Los recuerdos hicieron que los sollozos de la castaña se convirtieran en un llanto en toda regla. Le escocían los ojos y estaban hinchados de llorar tanto los últimos seis días. Desde que Valerie había salido con la puerta con aquella mujer, Winter sentía que no tenía un motivo para seguir adelante, que todo lo que alguna vez le importó realmente, había abandonado su lado a la vez que arrancaba su corazón y se lo llevaba arrastrado por el suelo.
— ¡Mentirosa! — gritó la muchacha con la voz pastosa y tiró la almohada al suelo con todas sus fuerzas — ¡Dijiste que siempre estarías conmigo! Mentirosa…
Sentada en medio de una cama demasiado ancha para ella sola dejó a sus lágrimas regar las sábanas y, por sexto día consecutivo, alcanzó el sueño entre agua salada y ojos enrojecidos.