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Coffee por Onny

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Notas del capitulo:

Aquí traigo este primer capítulo escrito entre horas de estudios y ejercicios de matemáticas agobiantes. A fin de cuentas espero que el resultado os guste y sigo abiertas a críticas y consejos, adelante, comenzad con la lectura.

Domingo. Otra palabra sin sentido denominando algo rutinario. Ese era el último domingo de las vacaciones de Winter y la chica seguía en la cama a pesar de que ya eran las once y media de la mañana, brazos y piernas extendidos a lo largo de cualquier centímetro disponible en el colchón y los ojos clavados en el techo.

 

Con un último suspiro se puso de pie y arrastró los pies por el suelo en dirección al cuarto de baño. Delante del espejo la joven dudó un momento antes de alzar la mirada y clavarla en su reflejo en el cristal de medio cuerpo. Las ojeras se clavaban en su rostro y hacían sus ojos azul oscuro más pequeños, el pelo castaño desaliñado le daba un aspecto de loca y los ojos enrojecidos por el continuo llanto solo se sumaban a la mezcla.

 

Se miró a si misma a los ojos y vio su labio inferior temblar pero algo dentro de su mente hizo clic y gruñó exasperada.

 

— ¡Ya vale, Winter! ¡Joder! ¡Basta de llorar, basta de auto compadecerte, basta de pensar en lo que has hecho mal! Ahora mismo, Winter Marshall, vas a empezar de cero.

 

Se deshizo de su ropa con movimientos lentos puesto que, a pesar de su decisión, aún se encontraba desganada y, cuando estuvo totalmente desnuda, se metió en la ducha rectangular de tamaño considerable que se encontraba situada en la pared final del baño. Abrió el agua y la reguló hasta que esta estaba agradablemente cálida.

 

Estuvo bajo la cascada durante unos buenos veinte minutos sin hacer nada, solo dejando que, de una vez por todas, el agua se llevase toda esa tristeza y agonía que había estado experimentando esos últimos días. Fueron otros diez minutos los que utilizó para lavarse el pelo y el cuerpo con mimo, aplicando después, sobre la piel mojada, una loción de almendras dulces.

 

Salió del cubículo enroscada en una toalla y entre vapores que la hicieron suspirar de comodidad. Se plantó de nuevo frente al espejo y abrió uno de los cajones del mueble del lavabo, sacando de este su cepillo. Lo levantó y comenzó con la tarea de desenredar las castañas hebras hasta que un recuerdo acudió a su mente.

 

Recuerdo.

 

— ¡No te muevas de ahí! – exclamó Valerie, una sonrisa pegada a su cara.

 

Winter observó desde la cama como su rubia compañera desaparecía por la puerta del baño y reaparecía con el cepillo en la mano a la vez que le guiñaba un ojo.

 

— ¿Qué vas a hacer? – la risa se colaba entre las palabras de Winter.

 

— Cepillar ese precioso cabello castaño tuyo que tanto me gusta – Valerie estaba lo suficientemente cerca de la cama como para inclinarse y posar un beso sobre los suaves y rosados labios de Winter, provocando así una sonrisa compartida.

 

Fin del recuerdo.

 

La rabia se construyó en lo más profundo de sí misma y gritó antes de lanzar el cepillo contra el espejo y dejarse caer de al suelo porque las rodillas había comenzado a temblarle. De una manera o de otra todo acababa recordándole a Valerie y sentía como los pedazos de su corazón iban siendo arrancados mientras este se encontraba en manos de la rubia que había salido por la puerta días atrás.

 

— Traidora– susurró Winter mientras una lágrima, la última se prometió, rodaba por su mejilla.

 

Se levantó del suelo decidida. Decidida a cambiar y a quitar de sí misma todo lo que le recordase a esa relación ya pasada. Cogió de nuevo el cepillo, el cual había acabado en el lavabo y se desenredó el pelo a tirones, sin preocuparse por el escozor que esto causó en su cuero cabelludo.

 

Cogió uno de sus mechones y lo observó fijamente. Luego se miró en el espejo. ¿Qué color? Pensó. ¿Tal vez rojo? No… ¿Fucsia? No… ¿Verde? No… Azul. Sí, azul, pero no un azul eléctrico ni extravagante sino un azul pálido y apagado, un azul que, a fin de cuentas, hiciera contraste con el profundo azul oscuro de sus ojos. Su azul.

 

Una vez tomada la decisión dejó la toalla en el baño y salió totalmente desnuda a la habitación, lo que le trajo otro recuerdo, pero negó con la cabeza y se aclaró la mente antes de que las visiones la entristecieran una vez más.

 

Se acercó al armario y lo abrió. Se inclinó para abrir el cajón de la ropa interior y sacó de él dos prendas a juego de color beige, tanto la braguita como el sujetador con un lazo en el frente y las tiras con el broche a la espalda de la parte de arriba de encaje, uno de los conjuntos de lencería más básicos que había en su armario. Una vez puesta la ropa interior cogió unos calcetines blancos y luego buscó rápidamente la ropa que se iba a poner.

 

Tras un par de minutos sacó un jersey gris, una chaqueta de color caqui, unos vaqueros negros con rasgones y unos botines negros de tacón bajo. Eran finales de octubre y ya hacía frío, además, Winter era realmente friolera a pesar de su nombre.

 

Fue a la cocina con la chaqueta en la mano y la dejó sobre uno de los taburetes de color rojo mate que descansaban junto a la barra. Del cuenco que había frente a ella cogió un mango, lo peló, lo partió en taquitos y lo puso en un pequeño cuenco para poder comérselo tranquilamente.

 

Su mirada se perdió en el horizonte mientras masticaba distraída. Antes había disfrutado mucho de todas las comidas. Todo había cambiado con demasiada rapidez.

 

Recuerdo.

 

Apagó el motor del coche y se preparó para la carrera hacia la entrada evitando el aire frío de febrero. A pesar de la velocidad que había tenido para llegar a la puerta cuando llegó frente a esta Winter ya se encontraba helada. Con manos temblorosas introdujo la llave en la cerradura y abrió y cerró la puerta con dos rápidos movimientos.

 

En cuanto prestó un poco de atención pudo escuchar la música que provenía de la cocina y un tarareo constante, tal vez algo desafinado pues cantar nunca había sido el fuerte de Valerie, pero aun así dulce.

 

Caminó con paso discreto y silencioso hasta el marco de la puerta de la cocina y se asomó como si de un niño pequeño se tratase, con curiosidad y la intención de que no lo viesen. Desde su punto de vista Winter podía observar a Valerie de espaldas frente a los fogones, con las manos ocupadas en la sartén y la cuchara de madera mientras oreaba la carne. Sus caderas se balanceaban de un lado a otro con el ritmo de la música y su pelo corto bailaba en todas direcciones con plena libertad.

 

Una sonrisa se instaló en la boca de Winter, Valerie era tan tierna, y cocinaba realmente bien. La castaña se aclaró la garganta para que su compañera notase su presencia y, cuando esta se giró, una de esas sonrisas deslumbrantes hizo acto de presencia.

 

— Bienvenida a casa, cariño.

 

Fin del recuerdo.

 

— No más Winter – se dijo a sí misma – No te hagas más esto.

 

Tragando el nudo que se le hizo en la garganta se puso de pie y dejó el cuenco en el fregadero. Cogió la chaqueta y se la puso antes de caminar hacia el vestíbulo y coger su monedero, su teléfono y sus llaves. En vez de salir observó la pantalla del teléfono y, con un suspiro, lo encendió.

 

No le extrañó el hecho de tener siete llamadas perdidas y once mensajes de voz de su mejor amigo, seguramente Thiago estaba realmente preocupado por ella, Winter siempre respondía a sus llamadas.

 

Los mensajes de voz se lo confirmaron “Freeze, nena, llámame” Freeze… ese estúpido apodo que Thiago le había puesto a pesar de sus quejas al respecto. “Nena, ¿Estás bien? Me estás preocupando.” “Miss Marshall, tal vez necesitas hablar, llámame.” “Winter, por favor, estoy realmente preocupado por ti.”

 

Winter se sintió realmente mal. Tal vez nos debería haber apagado su teléfono de esa manera sin ni siquiera avisar al chico. Abrió la aplicación de WhatsApp y le escribió un rápido mensaje al moreno.

 

“Nos vemos en la cafetería de siempre dentro de dos horas”

 

Guardó el teléfono en el bolsillo de nuevo y miró hacia dentro de la casa una última vez antes de salir por la puerta y correr hacia el coche. Una vez dentro de su Renault gris encendió el motor y luego el aire acondicionado.

 

Se quedó sentada unos momentos mientras hacía memoria de la dirección de la peluquería. Sabía que no había pedido cita y sabía que tal vez no tendrían el color que quería ponerse pero… por intentarlo no perdía nada, a veces el corazón simplemente grita por cambios.


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