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My Fucking Love - Bennoda por Mika Bennoda

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Notas del fanfic:

Los personajes de esta historia no me pertenecen, son de la banda Linkin Park, todo lo que aqui esta narrado es pura ficcion, pero si llega a molestarte o ofenderte, te pido por favor que no sigas leyendo, aqui se presentan a Chester Bennington y Mike Shinoda como pareja, es decir un Bennoda.

A los que les guste este genero, espero cumplir con sus espectativas y que esto sea de su agrado :)

Notas del capitulo:

Hola! ¿como estas? este es mi segundo fanfic en esta pagina, algo *mucho* distinto al primero, pero hecho con mucho amor igualmente, espero que les agrade!! 

Enjoy ♥

Es tu primer día en el colegio de tu nueva ciudad, estás caminando desanimadamente hacia dicho edificio, el cual es aterradoramente grande para ti. Tres pisos capaces de albergar a personas de todo tipo y, seguramente, en su mayoría hijos de perra como en tu anterior secundaria.

No tienes amigos, ni será fácil obtenerlos, porque está más que claro que eres un tonto, al cual nadie se acercaría sino para darle una paliza. No estas ansioso en lo absoluto por tener amistades, y aunque hay veces en las que te sientes realmente miserable y marginado, eres un chico que ya ha tenido suficientes lecciones como para saber en quien confiar y en quién no; y ese, es el conocimiento que te dieron tus experiencias al toparte con “amigos” que nunca se llegaron a ganar el título como tal.

No obstante, existen personas agradables, esas son tu madre, tu padre y tu hermano. También, en menor grado, un vecino que tenías donde vivías antes y dos chicos de tu antigua escuela secundaria, solo ellos.

Pero ahora todo es desconocido y eres más preventivo. Sí, aún más de lo normal, inclusive.

 

Acaba de saludarte tímidamente una linda chica, de tal vez tu edad que por lo visto también va a tu actual escuela. Deduces eso porque la ves caminar hacia la misma dirección que tú, solo que esta en la otra acera, la de enfrente. Aquel chico que se le acercó hace tan solo segundos, ya te dirigió una mirada desafiante. La miras con poco interés y decides no saludarla para ahorrarte los pleitos, porque no gracias, no quieres problemas en tu primer día, no quieres que todo vuelva a repetirse. Ya no quieres más malos tratos para ti.

Por el Bullying, esa maldita mierda que hizo que tu madre te removiera de tu antigua secundaria, estas aquí, vulnerable, sin saber con quién tener cuidado o con quien estar alerta, sin tener a tus dos mejores amigos, a tu vecino, nadie. Bueno, no todo gira alrededor de ti. Tienes a tu hermano, al que también le está pasando lo mismo, aunque es tan, tan optimista que está sonriendo más, cada vez que están cerca. Él, es muy distinto a ti, siendo un año más pequeño, supo cómo tratar de defenderlos cuando todo ocurrió. Sí, tú solo te haces bolita en el piso y esperas las patadas, pero él no es así. Cansado de los abusivos repartió golpes, la última vez que tus agresores quisieron hacerte daño, dejando ojos morados y labios rotos. Te defendió. Vaya, él es valiente y tú desgraciadamente no. Te sientes jodidamente culpable, porque ese desgraciado hijo de puta, que siempre los golpeaba y que es el líder de una pandilla en el colegio ¡Se salió con la suya! Mandó a llamar a más de sus amigotes, y regresó por ti y tu hermano, quien obviamente quiso ahuyentarlos, así que no dudo en ponerse a la defensiva. “Cúbreme” recuerdas que te dijo, trataste de hacer algo, golpeaste a algunos aunque la violencia no te agradara en lo absoluto; pero, sabes que no es suficiente tirar manotazos y unos cuantos puños que seguramente te dolieron más a ti que a ellos. Eres un completo fracaso como hermano mayor, gracias a ti, ese pequeño se llevó la peor parte, solo por meterse a defenderte, (porque en realidad solo te buscaban a ti) se ensañaron con él y lo dejaron en un hospital; pero no es como si tú hubieras salido ileso. Les dieron una paliza inolvidable a ambos. Dudas en que las cicatrices desaparezcan por completo de tu dorso entero. Algunos de tus hematomas y los de él, son notables todavía a pesar de las casi dos semanas que han pasado.

Dos semanas en las que por cierto tu madre, los mimó más de lo necesario y hacía de enfermera para ustedes. Desde que ella se enteró de todo lo que pasaban en el colegio, hizo una y mil cosas para ayudarlos: habló con los directivos, profesores, y hasta con el psicólogo de la escuela… ¿Resultado? Te golpearon más, y tu hermano empezó a fingir malestares de todo tipo para faltar consecutivamente a clase.

Luego de un tiempo, ya no querías contarle a nadie lo que aquellos malditos hacían con ustedes. Con ayuda de tu hermano, lograste que tus padres se calmen, cuando les dijeron que todo se acabó, aunque no fuera así. Recuerdas haber robado un poco de base que tu mamá solía ponerse no muy seguido, encerrarte en tu cuarto y tapar los moretones del menor de familia, a pesar de sus berrinches. Ellos reclamaban su silencio golpeándolos, y tú sabías que todo se iba a poner peor si los acusaban de nuevo con alguna autoridad. Era por eso que cerraban la boca y disfrutaban de algo de su inestable “paz”. Sin embargo un día, las cosas se te fueron de las manos, hiciste que uno de ellos se moleste contigo por no hacerle una tarea que te habían encargado, y el director entró en el baño de la escuela, cuando escucho tus grititos de auxilio. Ese, sin duda, fue un día agridulce. A pesar de que sancionaron a aquellos brabucones y te pusiste muy feliz por ello, a la salida del colegio, un viernes como bien lo recuerdas, venias caminando con tu hermano y ellos los atraparon en un callejón, produciéndoles un temor muy grande por perder la vida o algo por el estilo. Los llevaron a rastras a la zona industrial, así le llamaban todos al basural de tu antigua ciudad, a ti te tiraron cuesta abajo por una colina de desechos, no sin antes haberse aburrido de golpearte. En ese repugnante lugar, había plástico, madera, vidrios, y un montón de porquería más, pudiste haber caído entre unas bolsas de nylon y no lastimarte tanto pero a juzgar por tu torpeza y mala suerte, siempre tienes que esperar lo peor.

Al final de tu caída te encontraste con un aparato prehistórico, uno de esos primeros televisores que salieron al mercado. Te golpeaste la cabeza y cuando llevaste tu mano para verificar el daño, ya estabas mareado, miraste que tenía un líquido rojo y, automáticamente, como todo el cobarde que eres, quedaste inconsciente en menos de cinco segundos, por la impresión que te causó tu propia sangre. Lo último que viste, antes de perder del todo el conocimiento, fue a tu hermano luchando con cuatro jóvenes del último año.

Los hicieron trizas. Un par de costillas rotas, labios partidos y ojos morados fueron para tu hermano, mientras que a ti solo te tocó una decena de puntos de fisura para tu nuca, y cientos de moretones en todo el cuerpo. Tus padres se enteraron de lo acontecido aquel viernes, y que las agresiones no pararon como ustedes les habían dicho. Se enojaron e indignaron un montón, pero a pesar de eso, cuidaron más que nunca de ustedes, sus queridísimos hijos.

Entonces, días después cuando reposaban en casa, tratando de recuperarse del todo; tu padre entró al cuarto que compartías con tu hermano, les dedicó una sonrisa, y lo único que les dijo fue una frase que los cambiaría por completo: “Niños… nos mudaremos”. Depositó en el suelo unas cuantas cajas con la inscripción de frágil, y empezó a guardar algunas de sus cosas. Entraron en shock por este inesperado giro que estarían próximos a atravesar, y comenzaron a preguntar qué pasaría con la casa, el trabajo y la escuela, aunque no tengan ánimos de asistir; tu mamá ingresó a la habitación también y besó tu frente; “Fuimos transferidos de trabajo, nuestro jefe le ofreció un ascenso a tu padre hace unos meses, ahora que conseguimos una casa y una… extraordinaria escuela para ustedes, podemos aceptarlo e irnos más tranquilos” cuando termino de contarles, el más chico de todos, a pesar de los dolores corporales que aún lo atormentaban, empezó a brincar en la cama, y a juntar sus pertenencias, feliz de la vida; mientras tú solo estabas estático, con miedo a lo desconocido; como lo sigues estando ahora.

 

Pero bueno, dejando de lado la miserable historia de porque ahora están tú y tu familia en Arizona, respiras profundo y entras a tu nueva escuela, tal vez lo que dijo tu madre sobre este “Pacifico” lugar sea cierto y no sea un infierno como la última vez. Tienes esperanzas todavía, aunque 16 años de pura mala suerte estén en tu contra, diciéndote que no existe un lugar en el que estés en paz.

El recientemente quinceañero que traes a tu lado, aprieta tu hombro para que salgas de tu trance y te dedica una sonrisa confiada, tú devuelves el gesto de manera instantánea. Ese mocoso es tu guardaespaldas, tu ángel protector. Aunque a decir verdad, tendría que ser al revés, deberías ser tú quien cuide de él. Sin embargo, físicamente es idéntico a ti, cualquiera podría confundirlos. Tal vez tengan la misma fuerza, pero tú nunca te pones a prueba con eso, no te gusta golpear a la gente y estas seguro de que a él tampoco, pero si es cuestión de defensa personal, entonces él no lo duda.

 

-Todo estará bien... –te sonríe grande. Y con esta acción hace que sus ojitos se achinen más, y como si hiciera falta, queda en evidencia su descendencia nipona, al igual que la tuya. Caes en cuenta, de que lo que tu abuela siempre decía cuando los veía juntos a los dos de pequeños, es cierto. Él tiene bien marcados los rasgos que heredó de tu padre.

 

-Lo sé, no te preocupes. –sonríes ante tu recuerdo. –Solo que es muy grande esta escuela, ¿No lo crees? –dices tú tratando de sonar tranquilo. “Tres pisos, y más de 750 educados y pacíficos alumnos por turno” había dicho tu madre. “Sí, claro” respondiste ese día.

 

Él, asiente con la cabeza, con un “aja” como toda respuesta y tú sacas de tu morral, el pequeño papel que te dio tu padre en el desayuno. Acomodas en tu rostro tus lentes de lectura, el cual usas desde los doce años y siempre ha sido un motivo más de burla en el colegio. Suspiras, este será un día largo, tienes dos horas de historia, tres de lengua y para rematar algebra. Odias algebra con toda tu maldita alma; iras a casa con una jaqueca, y tal vez más mareos de los que ya tienes desde que despertaste esta mañana.

 

-¡Diablos! Olvide mi horario. –dice el chico pelinegro, tu hermano.

 

-Papá dijo que podríamos preguntar lo que sea en la secretaria y creo que es esa que está al final del pasillo. –le dices, viendo el cartel en una puerta bastante lejos de donde están. El timbre sonó y caíste en cuenta de que casi llegan tarde a su primer día de clases. Miras por última vez a tu hermano y chocan los puños para irse cada uno por su camino.

 

-Mike, no olvides que estaré en el parque de enfrente esperándote. –te dice un poco alto y con una sonrisa, siempre tan positivo. Es algo que ciertamente envidias de él, mientras Jason es más espontaneo, tú tienes miedo hasta de respirar en lugares nuevos como estos. Volteas para contestarle deteniendo tu andar.

 

-Hare lo mismo si salgo diez segundos antes que tú, no te preocupes –hablaste un poco alto para que te oiga, pero no lo suficiente para tener la vista de todos sobre ti.

 

Tenías entendido, según lo que les explicó tu padre, que saldrían pasados los treinta minutos de las dos de la tarde, así que probablemente no pasarían por ustedes, lo más seguro era que caminarían juntos como siempre lo han hecho. Lo bueno de todo esto, es que no conocen a nadie y nadie los conoce a ustedes, por lo tanto no tienen brabucones esperando a la salida para darles una paliza…al menos así será hasta que alguien quiera hacer miserables sus vidas.

Pero, dejando tus pensamientos a un lado, todavía no encuentras tu salón. Miras una puerta y estás seguro de que es esta, es decir, es obvio; la etiqueta de metal a un lado en la pared lleva grabado la palabra “Historia”.

 

Y… ¡bravo Michael, has ganado el premio por arruinar tu imagen de buen alumno en tiempo record! Eres un haz para conseguir problemas, tardaste exactamente 13 minutos en encontrar esta maldita aula, y ahora  el profesor te está dando un monologo, diciéndote algo como, que no tienes que tardar más de 5 minutos en ingresar a su clase porque te tomara una lección oral sobre… ¿el tratado de la independencia, o acaso era la guerra civil? Justo ahora te das cuenta de tu poca capacidad para prestar atención a algo cuando tus manos tiemblan y tu cabeza da vueltas.

 

-Que sea la primera y última vez que ocurre esto, Shinoda. Puede tomar asiento. –termina de regañarte el profesor. Él es perfeccionista, de esos que no acepta errores de nadie, por lo que puedes notar en estos minutos que llevas parado esperando que termine de gritarte.

 

-Eh, si… y-yo lo… lo lamen-lamento señor. –te disculpas, tartamudeando más de lo que quisieras. Escuchas como todos ríen a lo bajo y especialmente a un chico que niega en desaprobación con su risa de fondo, es el único que tiene un banco vacío a su lado. Este chico, quita su mochila y te sonríe de manera amable mientras te acercas con indecisos pasos.

 

-Siéntate rápido, sino empezara de nuevo. –te dice muy bajito para que ese profesor canoso no se enoje con él. Le haces caso por alguna razón. –Y… ¿cuál es tu nombre, Shinoda? –te pregunta, dándote un par de hojas con sus apuntes para que copies.  Sigues sin hablar, no recuerdas la última vez que alguien, que no fuera tu hermano o tus padres, te haya hablado tan amablemente de la nada. Las pocas amistades que has hecho a lo largo de tu corta vida, eran producto de semanas de tartamudeo de tu parte. –Hey, si no me vas a hablar, al menos copia, es la tarea, tomate con patas. –vuelve a sonreír tu compañero, sin perder su amabilidad. Te das cuenta de lo colorado que estas por sus recientes palabras, y es entonces cuando intentas hablarle de algún modo.

 

-Ah, eh… mi… Mi no-nombre es Michael, y umh… ¿el tuyo? –suenas como un niño de kínder al cual su madre siempre le dice que no se acerque a extraños, él sonríe más grande y se ve muy bien con ese gesto, su sonrisa es impecable.

 

-Brad. –contesta simplemente. -¿Cuándo dejaras de estar rojito Mike? –larga una risita al terminar de hablar, y tú le lanzas una mirada entre confusa y molesta a la primera persona que te trato bien en ese nuevo colegio. –Es una broma. –te aclara, como rogando que no lo golpees.

Ridículo, nunca en tu vida has sentido ganas de golpear a alguien, por más daño que te han hecho. Demasiado pacifico como para tener pinta de brabucón, porque a juzgar por la manera en que te vistes, con pantalones holgados, remeras grandes y gorras de visera, te ves como un auténtico chico malo, que se crio en las calles de Detroit; sin embargo lo único que quieres acentuar con esa ropa es tu personalidad que está hecha a base de música Rap.

 

-Oh, está bien. Lo sé, no te preocupes –le dices. Sonríes para él por primera vez.

 

Agarras los apuntes y copias, aunque no entiendas mucho de lo que este ahí escrito por la caligrafía de Brad. La clase es aburrida y ustedes cruzan un par de palabras más; tú preguntas que es lo que dice en tal o cual renglón y él lo lee para ti. Luego, la clase de historia termina, salen al receso, y sorprendentemente él sigue contigo, resulta que se te fueron los nervios y al fin disfrutas de su compañía. Descubres que es agradable, más de lo que hubieras imaginado, pasan a la hora de Literatura, y así siguen. Siegues alerta, pero un poquito más relajado con él.

El chico delgado de cabello rizado te empieza a caer bien, es bromista y se parece a ti, un tanto solitario al parecer. No viste que hable con más personas o tenga más amigos, más bien conoce a muchos, ya que se pasó la mañana saludando a una que otra persona por ahí, pero no tiene a alguien con quien pasar el rato. No obstante, sabes que hoy es distinto, porque estás tú y él está para ti. Almorzaran juntos.

Apoyas la bandeja de comida en la mesa del comedor, y miras al frente de ti, Brad toma asiento, y a sus espaldas ves a Jason con un amigo también, riendo a carcajadas y pasándola tan bien, como tú y Brad. Esto, sin duda alguna, es muy diferente a tu gran ciudad, todo aquí es pacífico. Te das cuenta que todos están en pequeños grupos de personas, otros en algunos más grandes, que supones son los “populares” y unos pocos se encuentran solos. Sin embargo, nadie le tiro su bandeja de comida a alguien para humillarlo y empezar un pleito, hasta lo que llevas aquí no has visto a nadie encerrado en los casilleros, y cuando pasaste al baño, no viste a alguien metiendo al inodoro a otro alumno como usualmente te pasaba en California. Todos aquí juegan, bromean, y tú solo miras embelesado.

Te suena estúpido pero hay algo dentro de ti que te dice que esto se parece al paraíso. Hasta te conseguiste un amigo nuevo solito, y claro que eso no ha pasado en años, lo único que esperas es que no se vaya mañana y que lo conserves por algún tiempo más.

 

-Hey, ¿en qué piensas? –pregunta Brad, parece preocupado, y tal vez sea lógico que así este, porque tú estabas en transe mirando un punto fijo, con un dedo en la boca y pensando en quien sabe cuantas porquerías.

 

-En… no lo sé, nada en realidad. –le restas importancia. Pero pensándolo mejor si quieres contarle, quieres bajar la guardia y tratar de confiar en alguien más, con quien o compartas un lazo sanguíneo. – ¿Sabes algo? No he tenido un amigo en mucho tiempo, tampoco recuerdo haber almorzado en paz recientemente en un comedor lleno de personas como este. En mi antigua escuela no pasaba un día sin que salga sin ningún rasguño. Creo que lo que me mantiene inquieto y alerta, es que todo aquí sea tan… tranquilo –sueltas tus pesares en vagos susurros.

 

- ¿Cómo es eso de que no pasaba ni un día sin que salgas sano de tu escuela? –Brad te mira incrédulo metiendo una cucharada de eso que no te atreves a probar. Realmente no has comido nada del colegio, lo único que has probado es un sándwich de queso que te preparaste antes de salir de tu casa.

 

-Solían golpearme, por… ser diferente. Supongo que a la gente no le agrado, porque tengo rasgos asiáticos o algo así. –le contestas bajito, te da impotencia recordar que todos te trataban tan mal y que para colmo siempre eras tú el que lo permitía.

 

-Mira Mike, aquí no es tan pacifico como parece. Tienes que elegir a tus amigos con cuidado, solo eso. Si buscas, encuentras ¿comprendes? –asentiste con la cabeza, deseando que tu suerte no te juegue en contra y que en un descuido te consigas a un enemigo. –pero eso sí, aquí nadie golpea a otros por tener notas altas o por ser de China.

 

-En realidad, soy un alumno promedio que muy seguido se viene en picada –ríes. –y mi padre es descendiente japonés, soy la tercera generación de japoneses que nació en suelo norteamericano, así que técnicamente no soy “chino”. –Frunces el ceño, esta era otra de las razones por la cual te molestaban a ti y a tu hermano. Y si, te enoja un poco que la gente no sepa respetar tus raíces.

 

-Es casi lo mismo o ¿no? –Brad se rasca la nuca, despreocupadamente.

 

-¡Claro que no, es muy distinto! –le dices sonriendo y dejando el enojo, porque te das cuenta que para Brad, en realidad da igual, como si se tratasen del mismo país.

 

Tratas de explicarle que no es como piensa y que China es muy amplia, que esta sobrepoblada y que en cambio Japón es un lugar pequeño del oriente, ubicado en una isla. Le dices que es de ahí de donde viene el glorioso sushi, que es un país rico en tradiciones y cultura, y casi te pareces a tu abuela Margaret explicando cosas de los emperadores del siglo I; sin embargo, por más esfuerzo que le pongas a todo tu monologo mientras comen, Bradford parece no comprender y tener la cabeza dura. Le insultas argumentando que es bastante lento, él te mira divertido y bromeando como tú, se defiende también, diciendo que no tienes paciencia como un buen sensei para explicarle. Ríen un rato a carcajadas hasta que se calman, y Brad comienza con el extraño postre de gelatina que le sirvieron en la cafetería. Nadie los molesto, esto era realmente bueno.

 

-¿Y qué clase tomas luego? –pregunta de repente tu compañero, examinando y picando un par de veces lo que hay en su plato con una cuchara, mientras te confundes un poco.

 

-Pues, creo que me voy a mi casa, mi horario termina –titubeas.

 

-¿Qué? No, tu eres mi compañero tenemos el mismo horario, te falta una clase. –Empieza a meter las manos en tu morral y estabas a punto de pedirle que deje de hacerlo, cuando saca de tu carpeta ese papelito que te dio tu papá en el desayuno, tu horario escolar, y lo desdobla, DESDOBLA el maldito papel y descubres que tienes media hora más de clase.

 

-Mierda. –mascullas. En verdad todo te da vueltas y tienes ganas de volver a tu casa a descansar. Él te lo entrega y lees algo así como “Taller”. – ¿Esto qué significa, Brad, que taller es?

 

-Es un taller a elección, los hay de música y canto, de baile, de arte, o de deportes si quieres unirte a un equipo en la escuela. –te informa. –Pero jamás me asome a los de deportes, así que no sé nada de eso… –admite con una risita.

 

-Talleres –dices entusiasmado. Además, de tener un pánico escénico terrible, y cambiar de colores, hasta para decir dos palabras cuando estas frente a muchas personas, jamás serias de ayuda en algún equipo de deportes en la escuela, y tampoco es que seas buen bailarín, sabes tocar la guitarra y el piano, y te gusta dibujar, así que por ahora solo ves dos opciones hábiles. – ¿Y cómo es el de música? Suena difícil, es decir, yo no quiero cantar. Tal vez elija el de arte. –comentas con simpleza.

 

-Uhm… veras, este taller es como un club de estudiantes, y tienes que tomarlo aunque no te den evaluaciones, además puedes ir rotando, ya que la nota se pone a partir de tus asistencias. A fin de año hay una exposición de lo que aprendiste y lo que hiciste, en los talleres que tomaste. El de música es fácil, suben al escenario como orquesta a veces, o como una banda a interpretar algunas canciones, todos lo que tengan agallas para eso, claro; sino hay quienes ayudan en la parte técnica, porque todo es para el show de fin de año. –dice el comenzando a andar por los pasillos con pasos perezosos. Te agrado la idea de banda, a fin de cuentas como todo el mundo también tienes sueños y uno de ellos es pertenecer a una banda, aunque esta sea una de garaje que solo sepa tocar covers. Lo del show de fin de año te llamó la atención, ibas  a preguntarle sobre ello, pero Brad empezó a hablar nuevamente. –El de baile es más complejo porque tienen coreografías que preparan todo el año para la fiesta, así que si vas a ese taller, tienes que hacerlo con frecuencia; también tienen clases en las tardes de contra turno.

 

-¿Cómo es el de arte? –le interrogas, bastante interesado.

 

-¿Ves ese mural? –dijo él, mostrándote con un ademan la pared de la galería que daba al gran playón. Ahí estaba plasmada una gran obra de arte, un atardecer en la playa, con una familia; una pareja y un par de niños que estaban caricaturizados y representados en su totalidad por el color negro, como si el sol no dejara ver del todo, sus formas, géneros o rostros.

 

-Es genial. –contestas, admirando el mural.

 

-Eso lo hicieron los chicos del taller de arte. Pidieron permiso y se quedaron hasta la tarde pintándolo con el instructor. Hace más o menos un mes. Solo es cuestión de ideas, que todos se pongan de acuerdo y hacen algo para divertirse.

 

-Ah, ¡entiendo! ¿Entonces, solo es para que nos expresemos? –dices como pillando el punto de todo esto.

 

-¡Exacto! –exclama Brad.

 

-¿Y a cual vas tú? –le preguntas con tu natural curiosidad.

 

-No lo sé, generalmente asisto a la de música, pero hay una niña muy bonita en baile. –dice Brad sonriéndote y soltando un suspiro.

 

-Oh, ya veo, alguien está enamorado ¿eh? –empiezas a molestarlo. Están terminando de subir las escaleras que dan al piso tres.

 

-Tal vez, ella es muy bonita y dulce, pero todavía no la invite a salir, tal vez hoy lo haga. –comenta con entusiasmo en su rostro pálido.

 

-¿Enserio? Eso suena bien. ¿Y cómo se llama ella? –preguntas, para seguir la plática. Esta escuela es realmente grande, solo sigues a Brad, que es tu guía en este tercer piso que es solo para los talleres de esta escuela semi-técnica.

 

-Melissa. –responde sonrojándose infantilmente. Llegan a una puerta doble que dice “danza” a un lado, en la pared y Brad se detiene. –Es aquí donde entro yo, ¿me acompañas?

 

-No te ofendas Brad, pero no quiero. Soy muy malo bailando y con tantos antecedentes de mala suerte que he tenido los últimos… años, prefiero no arruinar nada de lo que tengas planeado –argumentas. –Quiero ir al taller de arte, ¿podrías mostrarme?

 

Brad lo comprende, te dice que no hay problemas y te indica que a la vuelta de su salón de danza esta la sala de Arte. Un aula bastante amplia y con el inconfundible olor a acrílicos impregnado en todos lados ni bien abres la puerta. Sonríes como bobo, porque ese olor simplemente te encanta. Ves que tu hermano Jason, tomó la misma clase que tú para terminar el día, te pones contento de que compartan juntos un rato, y caminas hacia él. Solían no separarse nunca en Los Ángeles, y ya estabas extrañándolo. Pero te das cuenta de que no está solo, y que de hecho está hablando muy animadamente con el mismo chico que lo acompañaba en el almuerzo.

 

-…deberías invitarme a tu casa y enseñarme. –escuchas decir a Jay, con una sonrisa.

 

Ves como el otro le sonríe instantáneamente asintiendo con la cabeza, aceptando la futura visita de tu hermano a su casa y te alegras por él, ya que hace mucho que no lo veías tan contento y distraído hablando con alguien. Usualmente se sentaba a tu lado bajo un árbol grande a almorzar, muy lejos de todos y “donde nadie pueda dañarnos” como siempre repetía. Hoy fue distinto, almorzaron por separado y con nuevos amigos.

Sin embargo, lo de los amigos nuevos no es tan novedoso para Jason; desde muy pequeño él siempre fue más fluido para iniciar una plática, y cada vez que tenía la oportunidad se hacia un nuevo amigo, pero es ahí donde entras tú, el que no se despega un minuto de él. Pareciera que lo quieres solo para ti y cada vez que tiene a alguien nuevo andas como… ¿Celoso?

Jason trata de presentarte con sus nuevos amigos siempre, sin excepciones siempre, siempre, pero no hay ni una vez en que recuerdes caerle bien del todo a uno de los amigos de tu hermano. O te comportas como un completo idiota subnormal y no congenian, u otras veces simplemente ni siquiera tratas de crear un tipo de relación con ellos, más bien tratas de ahuyentarlos. Pasó unas escasas veces que se les agradas, pero luego todo se torna repetitivo, te vuelves aburrido y eso se termina. Es por eso que la mayoría de las veces contagias a Jason con tu soledad y desolación social.

 

Tu triste situación te hace pensar que morirás solo en una casa okupa con 15 gatos. Pero tal vez, solo tal vez, este giro de 360º que diste en tu vida junto a tu familia, sea bueno, tal vez la relación que hiciste con Brad hoy, te ayude a multiplicar amigos con el tiempo, te consigas una novia y, con una sobredosis de buena suerte para opacar tu aura negativa, termines viviendo en una casa hermosa junto a unos hijos y con un gran jardín donde correteen perros. Pero, por otro lado, tal vez no sea así, y tu vida jamás mejore.

 

Con la cabeza gacha tomas asiento a un lado de Jay sin que se dé cuenta de esto, ya que está muy ocupado escuchando como su amigo está contándole quien sabe cuántas cosas. Dejas que la amistad de Jay siga su curso; esta vez tú serás un buen hermano y no se la arruinaras.

Y ya que no tienes absolutamente nada que hacer hasta que el instructor se presente, empiezas a mirar el lugar. Está repleto de caballetes que sostienen hojas en blanco y sus respectivos taburetes; todos ordenados en un semicírculo alrededor del pizarrón, el escritorio, y el instructor que acaba de aparecer para empezar su clase.

 

-Hola chicos. –saluda dejando una mochila y empezando a sacar algo de adentro, mientras que con desgano le devuelven el saludo tú y tus compañeros de sala. –Bueno, hoy lo primero que quiero que hagamos es dibujar esta pequeña escena. –dice tu joven instructor, dejando a la vista un tazón de uvas, manzanas, bananas y cerezas. Como acabas de entrar a esta escuela y es casi mitad de año, te pierdes el privilegio de escuchar su nombre en tu primer día de clases. –Pueden hacerlo de la manera que más gusten. Hay pinturas, lápices, carbonilla… Si tienen dudas, o no les sale algo, ya saben, me avisan y los ayudo; pero recuerden: Pueden ocupar la técnica que quieran, pueden hacerlo ver realista o no, abstracto o animado, ¿sí? –termina de explicar.

 

-Sí… -susurras un poco contento al igual que los otros. Hay más o menos 20 alumnos aquí, de diferentes cursos. Todo parece en calma y tú tomas el portalápices para ver que materiales contiene, y de esta manera empezar.

 

-¿Tú eres el chico nuevo? El de… cuarto año ¿no? –dice alguien detrás de ti.

 

-Ah, umh… s-sí, soy yo –contestas, agarrando del aire el lapicero antes de que toque el suelo. Del susto se te resbalo de las manos, pero antes de que se estrelle lo atrapaste. ¿Qué mierda le pasa a este jodido instructor? ¿Cómo hizo para estar detrás de ti en cinco segundos? Estaba enfrente de la clase y ahora está hablándote despacio al oído, casi susurrándote. Maldito sea, casi te agarra un infarto por su culpa.

 

-¿Te asuste? Perdón. –dice con una sonrisita. Es un castaño de unos veinte años, ojos pequeños de color café, labios finos, y una nariz de tamaño poco común. Lleva una remera negra de una banda de Rock local, o al menos una desconocida para ti, sus pantalones de jean son negros, como sus zapatillas, y en sí, todo en él es color neutro a excepción de sus brazos, en donde porta unos coloridos tatuajes que a tu parecer le sientan muy bien. –Solo quería decirte… ¡Bienvenido, niño! –estira los brazos y te sonríe, se ve bien asiéndolo, pero no te gusta que te llame “niño”.

 

-Pues, gracias. –contestas simplemente, para dedicarte a dejar tu mochila en el suelo, al lado de tu taburete y ponerte más cómodo.

 

-¿Cuántos años tienes? ¿14, 15 tal vez? –dice tu instructor.

 

-No, tengo 16, ¿y… usted? –por alguna razón te cae bien y sigues la plática.

 

-Por favor, tutéame ¿o acaso me veo tan viejo? –pregunta actuando ofendido, le sonríes y niegas. –Tengo 24, y puedes llamarme Charlie… todos me conocen así.

 

-Genial entonces, Charlie. –respondes escogiendo un pincel, y preparando la acuarela. Él pregunta tu nombre, y tú respondes tal y como esta en tu documento de identificación. “Michael Kenji Shinoda Kobayashi”–Y… ¿puedo llamarte Mike? –pregunta con duda, tú con gusto le dijiste que sí, obviamente es más cómodo ¿no?

 

El hombre te habló de muchas cosas sobre la escuela, te pregunto si te agradaba Arizona o no, si te gusta pintar o tal vez no tanto. Te parecía interesante su cálida personalidad y actitud de bienvenida, y tú le preguntaste cuantos años tenía enseñando, con orgullo te dijo que iba por el tercero, te vio sorprendido, y te aclaro que hace unos años su padre era el director y de esta manera consiguió el puesto. De vez en cuando le pedias ayuda, y Charlie te comentaba que podías hacer para que tu dibujo quede mejor, era un buen profesor. Parecía querer hacerte compañía solamente y disfrutaste de ello.

Jay te saludo con una pequeña sonrisa cuando sus miradas se cruzaron, para no interrumpir el relato del instructor, sobre como hizo para llegar a tiempo a su última exposición de hace unos meses, en una reconocida galería de Nueva York. Jason no te quitaba la mirada de encima e hinchaba los ojos cada vez que el mayor se acercaba a ti. Charlie, ajeno a esos gestos de su alumno, siguió contándoles de algunas técnicas y secretos de la pintura, que había aprendido en sus años de carrera, los demás oyentes preguntaban curiosos el porqué de algunas cosas, y él las explicaba con toda paciencia. Era carismático, y buena onda al punto de parecerse a un adolescente más, y aun así no descuidaba la enseñanza de cada uno de ustedes. Cada dos por tres se levantaba del taburete que instalo entre tú y Jay, para recorrer el aula y observar los trabajos de los demás.

La clase ya estaba en su fin, terminaste un dibujo bastante realista del tazón de frutas, mientras tu hermano hizo algo parecido a unas pelotitas de colores dentro de un bowl deforme, ya que es bastante malo dibujando; de todas maneras, lo felicitaron por haber hecho algo “abstracto y peculiar”. El salón poco a poco se iba vaciando; Charlie les dijo que se queden un momento más porque tenía algo para los dos, se levantó, y tu hermano se acerco a hablarte.

 

-Tenemos aquí al preferido del profe ¿umh? –te giño un ojo. En un primer momento, no entendiste a que se refería y luego captaste lo que tal vez te quería decir.

 

-¿Eh? No, no, estas confundido, Charlie solo está ofreciendo su hospitalidad. –lo defendiste.

 

-¡Claro! –dice sarcástico el pelinegro. –Y luego te invitara a la cama, ¡Es gay! –dice, reprimiendo su grito en un susurro divertido.

Al ver la sonrisa en su rostro, sin una gota mentira, deduces que está tratando de decirte algo que posiblemente sea cierto; porque conoces muy bien su expresión cuando quiere hacer una broma de mal gusto. Esas conclusiones que haces sobre tu hermano, te llevan a la confusión. Si hay un aspecto básico de tu personalidad, es que eres bastante detallista y observador, pero ahora que tienes un pincel en tus manos, no hay forma de que le prestes demasiada atención a algo o a alguien. Adoras dibujar o pintar, pero no lo has hecho en meses, así que según tú, es ese el pretexto para no darte cuenta de que tu instructor de arte es… gay.

 

-Mickey... –llamó Charlie. ¿Qué carajos…? Nadie te puso ese apodo nunca, ni siquiera tu madre cuando eras un pequeño niño. –Ésta es tu planilla de asistencia para Talleres, tienes que darle a tu instructor para que te la firmen, cuentan como tu asistencia –dice el castaño, mientras observabas tu primer autógrafo en la hoja. –Espero que no me cambies por alguna otra… clase. Mira este dibujo, es muy, muy bueno, lo digo enserio, te quiero en mi clase de ahora en adelante, niño –. A mitad del discurso su mano se posó en tu hombro dejándote tieso. ¿A qué se refiere con su no “me” cambies? Tratas desesperadamente de cruzar la mirada con Jason, pero ese chico, su nuevo amigo, le está hablando, le esta distrayendo de tu pedido de auxilio. –Esta es la tuya, Jason. –dice pasándole una planilla de cartulina amarillenta, idéntica a la tuya. Por fin sus miradas se cruzan, Jay sonríe de lado y voltea a seguir la charla con su amigo, con el cual se está retirando despacio del aula. Se ve… indiferente, como si te dejara a tu suerte.

De todas formas, una parte de ti te dice que estas poniéndote nervioso en vano. Lo que dijo tu hermano fue pura intuición suya, es inválido para juzgar a una persona de tal manera. Charlie no puede ser homosexual, y mucho menos puede estar coqueteándote. No, seguramente, desde que enseña es así a todos sus alumnos; les susurra en el oído el primer día de clases, les agarra de la mano para que tracen correctamente una línea, y por supuesto, les pone pintorescos apodos al despedirse de ellos.

Tu conciencia insiste, estas poniéndote nervioso en vano y necesitas calmarte, tranquilizarte.

-Mike, ¡Mike! –dice un poco más alto la segunda vez, sientes que está hablándote de muy lejos, casi no lo escuchas. –Siéntate, por favor, estas pálido –te pide con una pequeña sonrisa nerviosa. Charlie ha de estar burlándose de tu ridículo estado.

 

Lo siguiente que ves, es que estas en la enfermería, y unos brazos tatuados se acercan a ti para quitarte la gorra que traías puesta, y así, luego poner de lado tu cabello. Reaccionas errático y quitas su mano con brusquedad, él frunce el ceño y tú suspiras agotado.

 

-Tiene un cuadro de estrés –escuchas informar a una señora, que supones es la enfermera. –Lo vi antes en otros chicos, está bajo mucha presión y algo derramo el vaso para provocar el desmayo.

 

¿Estrés? Tal vez sea cierto, teniendo en cuenta a un viaje de Los Ángeles a Arizona, con un tráfico aterrador, en el que tu mamá no dejaba de hablar, mientras que tu hermano quería que le enseñes a tocar la guitarra estando en el auto, y tu papá traía encendida la estéreo con música retro, por ocho malditas horas. Si bien esos eran acontecimientos del día de ayer, domingo, estuviste “estresado” toda la semana anterior con lo de la mudanza, que ocurrió luego de salir del hospital y la golpiza, que obviamente generó regaños y culpa por el estado de Jason. Así que definitivamente, es cierto, anduviste estresado y bajo presión por exigirte a ti mismo no fracasar de nuevo como hermano mayor, como estudiante y socialmente también.

 

-¿Qué es lo que puede provocar eso en un chico de tan solo 16 años? –resuena la voz de Charlie en tus oídos. Aunque no puedas verlo, notas por el tono que está preocupado. Sientes que quieres únicamente dormir, pero tampoco quieres quedarte expuesto ante él. –Descansa, duerme, todo estará bien. Jason está llamando a tus padres –dice en un tono paternal, parece asustado por tu estado, preocupado en extremo para tener tan solo horas de conocidos, quizá tendrá problemas con las autoridades de la escuela por tu culpa. Otra vez hace una leve caricia en tu cabello mojado, producto de la fiebre.

 

-No me toques… llama a mi hermano  –pides despacio, la fiebre molesta al hablar. Él se aleja.

 

-Aquí estoy –. Tu hermano, quien acaba de entrar a la sala de enfermería, es quien habla esta vez. – ¿Cómo estás? –pregunta sentándose en la camilla, a un lado de ti, sonríes débilmente y no respondes, pero en un arranque desesperado para que no te deje solo, tomas entre una de tus manos la tela de su remera. Charlie sigue ahí parado a un lado, es lo último que recuerdas.

 

Dos horas más tarde, estas saliendo del hospital de Arizona. Luego de algunas recomendaciones y un par de recetas médicas, el doctor dijo que podías volver a descansar un poco. Te dijeron que no era nada más que un estado de agotamiento corporal y psicológico y, que tal vez tenías que haberte alimentado mejor durante la mañana, aunque dentro de todo era bastante normal con lo del viaje y tantos cambios habitacionales por los que estabas pasando. No había de que preocuparse realmente, pero tus padres insistieron en llevarte a una consulta.

En la tarde ordenaron mínimamente dos habitaciones para los cuatro, y abrieron algunas que otras cajas que contenían muebles, y pusieron algunas cosas en su lugar. Tú y Jay tuvieron tiempo de armar y encajar una sola cama, un par de mesitas de noche y la mesa del ordenador con el equipo de música, y luego de muchos Piedra, Papel o Tijeras la mayoría de las cosas se quedaron en tu cuarto para ti.

Ahora es casi la hora de la cena, y tu queridísimo Jay está contándote de cuan frágil te veías en los brazos de tu instructor, mientras estabas inconsciente. No haces más que ponerte rojo, y decir que es un maldito mentiroso. Él ríe, jurando por todos los Dioses que es cierto, y que fue el mismo Charlie quien te llevó cargado en brazos a la sala de enfermería que estaba al final del pasillo.

 

-… verdad, estuviste más tiempo de lo saludable inconsciente, me asustaste… y agradéceselo a Charlie, porque si por mi fuera te echaría agua para que reacciones, Mike –dice Jason.

En ese mismo momento entran tus padres, Muto sostiene una bandeja de sopa de pollo, que deposita frente a ti, “para que recuperes fuerzas” y Leslie le da a tu hermano, el consentido, unas porciones de pizza.

 

-¿A quién le echarías agua, umh? –pregunta Muto con fingida cara de enojo, instantáneamente Jason niega con una sonrisa pícara plasmada en su cara que apenas se ven por sus greñas crecidas y rebeldes que se dejan caer por su frente. –Bennington me agrada pero debes ser tú quien lo cuide, es tu hermano –. Mira nada más Michael, a tu padre le cae bien su futuro yerno.

 

-Por cierto, vamos a salir y volveremos tarde, así que cuando terminen de cenar, tienen que dormir, y tu especialmente Mike debes descansar –comenta Leslie. Tras decir esto, tu mamá te da un beso y salen de su habitación. Desde la planta baja, el hombre de la casa, vuelve a encargarles que se cuiden, junto con un los quiero de tu mamá y finalmente se escucha la puerta cerrarse.

 

-¿Co-conoció a Charlie? –Tartamudeas al inicio, eso indica solo una cosa, nervios y tu hermano conoce muy bien –desde hoy en la mañana– hasta donde pueden llegar.

 

-Uhm… sí, cuando entraron por ti a la enfermería, él los atendió, y también… Bueno pero ya no quiero verte nervioso y rojito como tomate de nuevo, aunque me guste pero… ya no hablaremos del tema, ¿Qué pasaría si te desmayas otra vez? Porque si mal no recuerdo antes de ponerte totalmente pálido, cambiaste de todos los colores posibles.

 

-Me siento bien ahora, Jason, no me trates como un enfermo incurable –. Te cruzas de brazos haciendo un puchero.

 

-¿Y me dirás cuando te sientas mal la próxima vez? Enserio, avísame y no se te ocurra ocultarlo de nuevo –dice con seriedad, al parecer las palabras de tu padre pegaron muy adentro de su ser.

 

-¡Pero estuve sintiéndome así desde el desayuno y te lo dije!

 

-¿Qué? Claro que no… -dice tu estúpido e inconsiderado hermanito.

 

-¡Que sí! Dije “Hey Jay, me siento algo mareado” fue justo después de despedirnos de mamá, y tú andabas muy ocupado saltando como una niña por tu sándwich de atún, que no me oíste –le contradices con enfado.

 

-Ah, ¿ahora la niña soy yo? –pregunta con altanería. – ¿Sabes? Solo avísame y arreglo todo para llamar a Charlie, así él viene a tu rescate, “Mickey” –dice burlón, haciendo las comillas en el aire.

 

-¡¡Ya no me jodas con el maldito instructor!! –. Esta vez tu rostro se tiñe de ira, y Jason ríe a carcajadas por tu estado. Al maldito le encanta verte nervioso, y manipularte para que estés en ese estado es su deporte favorito.

 

Al terminar tu sopa y Jay su pizza, sacaron algunas de las cajas de mudanza de tu cuarto y las pusieron en la habitación de enfrente que próximamente sería la de tu hermano, acomodaron la única cama que lograron armar en la tarde y se acostaron juntos, tomaron la laptop e hicieron tonterías, tales como subir fotos a las redes sociales, mirar videos, escuchar música, y tantas otras cosas, hasta que simplemente decidieron dejarse llevar por los brazos de Morfeo.

Notas finales:

¿que les parecio? tirenme piedras si quieren, pero Mike es PASIVA! ok no ._. 

Bueno, creo que este primer cap es bastante aburrido pero ya van a ver el siguiente :)


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