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Baby Blues por Pandora

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Notas del capitulo:

Notas de Pandora: ¡Privet!....este es un nuevo fic que comencé hace unos pocos días, la trama NO me pertenece, pertenece a Afrodinique, una fantástica autora de fics de angustia, a la cual le pedí permiso para basar mi fic en uno de los suyos, y me fue concedido (muchas gracias Afro ^^!!!)…el fic original se llama ‘’Débil’’, si alguna de ustedes desea leerlo solo mándenme un mail a hootbastank@hotmail.com y yo con gusto les mandaré el link xD…!!...yo solo tomé prestado el tema y lo adapté a un universo alterno de gravi ^^…¡es que quedé demasiado impactada con ‘’Débil’’!!...agradecimientos de nuevo a Afrodinique por haberlo escrito xD!

Pasando a las advertencias: el fic contiene shota, si el tema no es del agrado de algún lector, apreciaría que se detuviera justo aquí y abandonara el fic para evitarnos malos ratos. Contiene rape (no muy explícito en este capítulo, más adelante tal vez sí).

Los personajes de Gravitation no me pertenecen, aunque Minako sí.

Algunos personajes Occ’s.

La narración es algo confusa, y tendrá un final abierto, si no le encuentran mucho sentido prometo que luego lo harán.

El fic está completa y enteramente dedicado a mi beta-reader ^^…Hikari-chan ;_; ya que ella fue la que me incitó y ayudó a continuar el fic…xD…gracias a ella Shu lleva yukata xD!!!...y este fic está siendo publicado ahora…T.T…muchas gracias por haberme ayudado raja-linda ;_;!!!...sin ti no hubiera podido hacerlo ^^!!!....ojala te guste el fic xD…y trataré de hacerle un final bonito n.n =***!!

Cierro los ojos y el mundo muere;
Levanto los párpados y nace todo nuevamente.
Creo que te inventé en mi mente. (by- Silvia Plath)

Shuichi pensó en esos momentos que las cosas no podrían empeorar, y que volvería al orfanato con las maletas aún hechas después de despedirse del Señor Uesugi con un apretón de manos. No más sonrisas ni regalos.

Retorcía con nerviosismo el borde de la chaqueta roja, mientras pequeños escalofríos recorrían su espalda. El hombre mayor palmeaba su cabeza con suavidad, asegurándole silenciosamente que todo estaba bien y que no había porqué asustarse.

La chica de ojos azules era extraña, lo veía desconcertada, examinándolo de arriba abajo como si fuera un ratón que acababa de irrumpir en su habitación. Seguchi tranquilizó a Mika tomándola de la mano.

-Él es Shuichi.

Uesugi habló tranquilamente, dando un pequeño empujón al diminuto pelirrosa, que tenía los ojos bajos en una reverencia respetuosa hacia las personas que lo observaban.

Minako frunció el ceño dispuesta a pedir explicaciones ante la falta de lucidez de su esposo.¿Traer un chiquillo a casa?. Jamás.

-Se quedará con nosotros desde hoy, porque lo he adoptado.

Sus tímidas amatistas vagaron por toda la habitación tratando de buscar un punto de distracción que lo hiciera olvidar la vergüenza que estaba pasando en esos instantes.

Su corazón de apenas 10 años se detuvo en tres latidos rítmicos, provocados por un par de ojos negros que lo observaban curiosos.

Tatsuha le sonrió cariñoso, era alto y delgado, un jovenzuelo de cabello negro y piel tostada, pupilas oscuras, vivarachas, desprendiendo astucia y travesura. Un chiquillo inmaduro negándose a crecer.

-Tu cabello es muy chistoso…- el Uesugi se acercó a él, y acarició un par de mechones rosados.

Entonces Shuichi lo sintió, como mariposas revoloteando en su estómago tibio, el agradable cosquilleo, la sangre concentrándose en las mejillas pálidas de suave algodón.

La sonrisa de Tatsuha, sus dedos acariciándolo cariñosamente. Y como en los cuentos de hadas, el amor a primera vista si existía.

Él amaría a Tatsuha, como Cenicienta amó a su príncipe, para siempre.

Eiri, el de los ojos de gato, el niño a punto de convertirse en hombre, miró callado desde su rincón oscuro, al huerfanito tímido que su padre había recogido. A él siempre le había parecido que el viejo estaba loco, pero nunca imaginó que a tal punto, y a juzgar por la expresión sombría de Minako, el huerfanito no era bienvenido.

Le molestó que el niño mirara a Tatsuha…¿Qué tenía de especial ese imbécil?....nada, precisamente por eso lo preferían a él, porque era más inteligente y útil que ese desperdicio de material genético.

El pelirrosado dio tres pasos hacia atrás asustado cuando notó a alguien del cual no se había percatado hasta ahora.

Un muchacho rubio de ojos dorados, que fumaba apartado, y que no tardó en devolverle una mirada fiera y fría que volvió pequeño a Shuichi.

No le gustó como lo miró ese chico, no le gustó para nada.

.*.*.

Llovía.

Nadie dijo nada. Nisiquiera Minako que se limitaba a consolar a su única hija, acariciando su largo cabello castaño, y secando sus lágrimas con un delicado pañuelo blanco.

Tohma miraba por la ventana suspirando, y prometiendo que se encargaría de todo hasta que Eiri se casara, pasando a convertirse en la cabeza de la familia.

Mika se sentó abatida recostándose en el hombro de su madre y extendiendo los brazos para recibir a su lloroso hermano menor entre ellos.

El chico de 15 años, gritaba histérico, maldiciendo a la vida por haberle arrebatado a su preciado padre. Sus ojos negros, ahora rojos, derramaban copiosas lágrimas que se perdían en el pecho de la castaña que lo arrullaba suavemente.

El pelirrosado no se acercó entendiendo que no debía después de que Mika le hubiera gritado que él era el único culpable de la muerte de su padre, pero deseó con todas sus fuerzas ser el que consolase a Tatsuha.

No soportaba escucharlo llorar, porque sentía que las lágrimas también se acumulaban en sus ojos amatistas, dificultándole la vista.

Minako consolaba a Mika, y Mika a Tatsuha…¿pero quién lo consolaría a él?... le dolía la muerte del señor Uesugi…y como no, si había sido como un padre para él, y lo había sacado del orfanato para brindarle el hogar que nunca tuvo.

También quería llorar, necesitaba hacerlo, aunque Tohma hubiera dicho que él era solo el recogido y no tenía el derecho de llorar una muerte que no le correspondía.

Lo mejor sería esconderse hasta que todos se calmaran.

-¿Ella te gritó?....

Dio un respingo al escuchar la voz grave de Eiri, que emergió de una de las habitaciones como un fantasma asustándolo. Fumaba un cigarrillo, siempre estaba fumando, y no había rastro de tristeza o dolor en su rostro.

-Si…-asintió triste, jugueteando con sus manitas para aguantarse las ganas de gritar y salir corriendo de ese lugar donde nunca fue bienvenido.

-Esa perra está loca.

El de ojos violetas lo miró estupefacto ante el comentario tan despreocupado del rubio. La verdad es que nunca hablaba mucho con Eiri, nada fuera de intercambiar saludos, y una que otra palabra, pero siempre sintió cierto miedo hacia ese chico tan parecido a Tatsuha.

Eiri nunca lloraba, o reía, o expresaba algún otro sentimiento que no fuera rabia, molestia o descontento.

No había derramado ni una sola lágrima ante la muerte de su padre…o tal vez si lo había hecho, pero en completa soledad….lo mejor era no juzgarlo ya que no lo conocía.

-Tú no irás al funeral.

Shuichi se quedó rígido, como si le hubieran echado un balde de agua fría.

.*.*.

Minako no era tan estúpida, y aún no perdía la cordura después de la muerte de su esposo.

Había notado como su hijo mayor observaba a ese chiquillo juguetón.

No con ojos de hermano o amigo como lo hacía Tatsuha, claro que no, había algo más…una perversión disimulada en aquellos ojos dorados que parecían seguir atentamente cada paso que el niño pelirrosa daba.

Había perdido tres kilos, ya no asistía a reuniones de amigas de la alta sociedad ni salía al salón de belleza por maquillaje con las últimas tendencias.

El mundo se derrumbaba a su alrededor y no podía hacer nada para evitarlo.

Pero podía presentirlo y olerlo. Shuichi sería el causante de una gran catástrofe en su preciada familia, y de la perdición de Eiri. Estaba marcado, destinado a serlo.

Secó una de las tibias lágrimas que descendían por sus mejillas, empalidecidas y mal disimuladas con el rubor descuidadamente maquillado.

Caminó por el sendero de piedras que conectaba la sala de té con el jardín trasero donde Shuichi se hallaba cantando y saltando sobre el pequeño estanque.

El pelirrosado de ahora 12 años, saltaba y reía, ajeno a Minako que se acercaba a pasos apurados.

Se detuvo frente al menor, los ojos claros de Shuichi se enfocaron en ella, y dejó escapar un gemido de sorpresa ante la desmejorada mujer.

-¿Minako-san?....

La viuda cerró los ojos y suspiró con fuerza, antes de alzar la mano y abofetear a Shuichi con todas sus fuerzas.

Cayó al suelo por el impacto del golpe en su rostro, acarició su mejilla y alzó la vista preguntándose el porqué del maltrato, sabía que Minako-san lo odiaba pero nunca antes lo había golpeado.

-No te golpeo por algo que hayas hecho…sino por lo que vas a hacer

No entendió la frase que quedó suspendida en el aire, como tampoco entendió porqué Minako abandonó la casa en la madrugada sin despedirse de sus hijos o dejar alguna carta.

Nunca más volvió a saltar en el estanque, o a cantar.

.*.*.

Terminó de limpiar la mesa después de la cena, de alimentar al gato en la cocina, y de lavar el servicio.

Extendió el futón azul cielo en el medio de la habitación, cerrando segundos después la puerta corrediza.

Se desnudó completamente con cuidado, para colocarse la yukata que servía como pijama, y que Uesugi-sama le había dejado poco antes de morir como su única herencia para él.

Era de un violeta oscuro, parecido al de sus ojos, pero con un ligero matiz azulino, y para Shuichi tenía un peculiar olor a rosas que no se quitaba a pesar de las constantes lavadas. Uesugi-sama solía oler así.

Después de acomodarla correctamente en su esbelto cuerpo, la ató con lentitud usando un brillante cinto rosado, que delineaba su frágil cintura graciosamente.

Se puso de rodillas frente al futón, y junto sus manos pidiéndole a Budda que cuidara a su Tatsuha, a Minako-san donde quiera que estuviera, y rogó porque Mika ya no lo hiciera limpiar los pisos. Sonrió a sí mismo, un último suspiro y se dispuso a dormir.

Mientras se recostaba sobre la suave tela acolchada, pensó en Tatsuha…estaba enfermo y por eso había faltado a la escuela hoy, ¡lo extrañó tanto!...porque aprovechaba los recesos algo cortos para sentarse a su lado y conversar, cosa que casi no hacía cuando estaba en casa, ya que Mika y Tohma lo mantenían ocupado todo el día con las tareas domésticas.

Shuichi se puso de pie con lentitud, avanzando hasta el interruptor para apagar las luces. Se arropó a sí mismo en el futón, soltó un bostezo y cerró los ojos antes de entregarse al sueño.

Con una sonrisa en el rostro prometió que se levantaría más temprano de lo acostumbrado, para prepararle el desayuno al moreno.

.*.*.

El sonido de la puerta corrediza abriéndose con brusquedad, y de la luz exterior irrumpiendo la oscuridad en la que se encontraba inmerso lo alertó.

Uno de sus puños frotó el ojo derecho en claro gesto infantil, mientras se incorporaba lentamente en el futón para averiguar que pasaba.

Era Eiri, apoyado en un brazo, contra el borde de la puerta.

Por su apariencia desaliñada, y la mueca de pocos amigos en su rostro, Shuichi pudo deducir que estaba bebido, o que acaba de escapar de alguna pelea en un bar.

-¿Eiri-san…se encuentra bien? – la voz infantil de Shuichi, provocó que enfocara sus ojos dorados en el diminuto pelirrosado que se encontraba sentado, el rostro somnoliento y el cabello alborotado.

Si agudizaba bien los ojos, Eiri podía notar que el cuello de la yukata, se había deslizado apenas, y la tela caía juguetona dejando entrever uno de sus hombros.

Se relamió los labios.

-Cállate….

Irrumpió en la habitación como si fuera la propia, no sin antes cerrar, o mejor dicho estrellar la puerta, dejando a Shuichi sumido en la oscuridad nuevamente.

Comenzaba a inquietarse…calculó que podría ser la madrugada, aunque nunca fue bueno para calcular las horas, así que bien podrían haber pasado 2 o 3 horas, o apenas 15 minutos…como sea, esa no era su mayor duda. ¿Qué hacia Eiri-san ahí?...

El hombre de ojos dorados, se arrodilló frente a él, tanteando en la oscuridad su menudo cuerpo, cuando hubo encontrado el cuello de la yukata, arrastró al pelirrosa bruscamente contra él.

Shuichi trataba de soltarse inútilmente, retrocediendo casi por inercia para alejarse de las bruscas manos del rubio.

De un tirón, el cinto se desató, dejando la prenda parcialmente abierta.

Shuichi forcejeaba apartando la mano de Eiri, asustado y alterado por los actos irracionales del rubio, que se aferraba al cuello de tela violeta, destapándolo cada vez más.

-¡¡No!!...por favor…es que…tengo frío- se agitaba, entre los brazos de Eiri, rogando porque lo soltara ya, pero el de ojos dorados terminó por tomar ambos lados de la prenda, haciendo fuerza para deslizar apenas la tela por los hombros delgados.

Shuichi separó las rodillas, e intentó retroceder aún más, pero los labios de Eiri sobre su cuello lo congelaron evitando cualquier movimiento.

Las pupilas violetas se dilataron, y por un momento contuvo la respiración.

La saliva tibia del rubio atacaba su cuello, nunca antes besado.

-¡Eiri-san suélteme!...-chilló ruidoso, cayendo sobre el futón torpemente, golpeándose la cabeza y la espalda en el proceso. Los ojos dorados del Uesugi mayor brillaban en la oscuridad, afilados como los de un felino a punto de cazar a su presa.

El cuerpo del rubio se acomodó entre sus piernas abiertas, desnudas y heladas, flexionadas sobre la yukata extendida.

Cubrió con ambas manos, pudorosamente sus caderas envueltas en los boxers claros, negándose a desnudarse frente a la presencia del que había representado de cierta forma (una muy retorcida y paralelamente extraña) la figura de ‘’hermano mayor’’ que nunca tuvo.

-No sé que quieres…pero ¡tengo miedo!...esto no me gusta….

La lengua de Eiri penetró entre sus labios entreabiertos, hundiéndose en la carne rosada y expuesta, invadiendo la pequeña cavidad con su saliva. Callarlo, eso quería.

El beso, se tornaba violento cada vez que Eiri restregaba su lengua contra la del menor, ahogándolo y presionándolo contra sí para ahondar el contacto.

Las lágrimas cristalinas y calientes caían formando pequeños torrentes por las mejillas pálidas e infantiles, quería que parara, que dejara de tocarlo de esa forma tan extraña, que sus labios ya no rastrearan su piel más, ni sus dedos en la parte baja de sus muslos, buscando algo que él no terminaba de entender.

-¿Qué tiene el …de especial?...-la lengua con sabor a licor abandonó su boca para lamer sus lágrimas, dejando un rastro meloso por todo su rostro. El olor a vodka barato y a jugo de frutas demasiado dulce, lo mareaba.

-No sé de que hablas…¡no entiendo!...-gritó desesperado, encogiendo aún las rodillas cuando Eiri lanzó su ropa interior demasiado lejos de ambos.

-Mi hermano…él...Tatsuha…

Dejó de removerse.

¿Eiri…sabía….sobre…Tatsuha?...¿cómo?...él…él…¡él lo había ocultado bien!...¡nisiquiera había dado indicios de sentir algo más por Tatsuha!....era imposible, y vergonzoso, e imposible de nuevo, ya que Tatsuha jamás se fijaría en alguien tan simple como él…¿y si Eiri lo estaba agrediendo por eso?...¡no era justo!...¿desde cuando estaba mal tener un amor platónico?...

Eiri, aún en la oscuridad y el ajetreo, pudo sentir claramente como el menudo cuerpo del huerfanito se tensaba y detenía. Como sus ojos violetas se dilataban y lo miraban fijamente. Mirándolo sin ver.

Su rostro ardía por el alcohol ingerido hacía un par de horas, pero estaba totalmente conciente de todos sus actos…quería al huerfanito, pero necesitaba hacerlo suyo para que le perteneciera completamente.

No importaba si el crío tenía 12 años, era suyo, porque papá se lo había obsequiado desde el primer día en que el chico pisó su hogar.

Los rayos lunares se filtraron en el interior de la habitación, reflejándose en el cuerpo sudoroso y tembloroso de Shuichi.

Sus mejillas sonrojadas y húmedas, los labios torcidos en una súplica muda, rojos e hinchados por las lamidas y besos que el mayor había depositado en ellos. Su vientre plano subía y bajaba violentamente, debido a su rápida respiración. El corazón encogido en nerviosismo y miedo incontrolado.

Sus ojos recorrieron con cuidado el contorno de las firmes y suaves nalgas de Shuichi, estaban algo levantadas, debido a que las piernas del pequeño se elevaban a la altura a su cintura, sujetadas por sus brazos.

Los dedos acariciaron la carne pálida, subiendo lentamente por los costados de la cadera pequeña, delineando la frágil y temblorosa figura del pelirrosado que se negaba abrir los ojos.

Sentía los dedos delgados y fríos de Eiri vagando por su intimidad. Mordió sus labios, dolorosamente apretados en una mueca desesperada. El sudor perlaba su frente, los ojos violetas abiertos enfocados en el techo oscuro. El cuerpo pesado del rubio sobre el suyo, presionando, dañando.

Tatsuha vendría en cualquier momento, solo tenía que desearlo y pasaría, entraría por la puerta para salvarlo de los brazos de Eiri…en cualquier momento, solo tenía que esperar un poco más…y entonces..

-¡¡Ah!!...- un par de lágrimas cayeron, acompañadas por un sollozo casi mudo, lastimero, que escapó de sus labios cuando los dedos del rubio penetraron en él dolorosamente, abriéndose paso en la carne virgen y apretada- ¡sácalos!...¡sácalos por favor!...¡¡me duele mucho!!

Y se sintió indefenso.

Y Eiri se sintió completo.

Solo un poco más…

.*.*.

Gritos y más gritos, acompañados de sollozos acompasados.

Luego venía una gran oscuridad, la línea que lo separaba de la conciencia y la inconciencia se volvía más tenue, liviana, gaseosa, amenazando con dispersarse en cualquier momento.

Tatsuha despertó con un sobresalto que soltó un incontenible gemido de sorpresa.

Restregó los ojos oscuros casi por inercia, para bostezar con cierta pereza y observar su reloj de muñeca.

La fiebre ya había pasado, también el malestar, el dolor de cabeza y los estornudos molestos que enviaban escalofríos a cada parte de su cuerpo.

Las dos de la mañana.

Demasiado temprano para ir a la escuela aún, odiaba despertar por la madrugada, porque perdía el sueño de inmediato, y regresaba varias horas después, acompañado con las ganas imperantes de faltar a la escuela.

Y ni hablar del extraño sueño que había tenido, con los gritos de un niño… gritos que se le hacían conocidos, aunque con lo poco que duraron no tuvo la oportunidad de…

-Aaah!!...

Se deshizo de las mantas que cubrían su cuerpo tibio, lanzándose al piso descuidadamente, quedando sobre sus rodillas, para luego avanzar gateando de forma silenciosa hasta la puerta de su habitación.

No era un sueño, los gritos eran reales, demasiado.

Entreabrió la puerta apenas, encontrándose con el pasillo iluminado y desierto.

Sus ojos se explayaron cuando reconoció la voz de Shuichi pidiendo ayuda, y algunas palabras ofensivas acompañadas de gritos graves por parte de su hermano mayor.

¿Qué estaba pasando?...¿Acaso Shuichi y Eiri estaban peleando?....

Todo era absurdo, nada tenía sentido, Shuichi y Eiri casi ni intercambiaban palabras, además nunca los había visto discutir…

-Me duele…¡detente por favor!...¡detente!…

Y como si se hubiese tratado de una revelación divina…el moreno miró por la ventana la luna brillando en el firmamento, quedó en silencio y quieto por unos momentos.

-Shuichi….

.*.*.

-¡Shuichi!...¡Shuichi!....-el adolescente de ojos negros corría por el pasillo tenuemente iluminado.

Notaba, con nerviosismo que a cada paso que daba, incrementaba el volumen de los quejidos. Tatsuha no lograba explicarse porqué Eiri actuaba de esa forma.

Avanzó a pasos agigantados, pero cuando se halló frente a la habitación del diminuto chico, los ojos azules de Mika lo detuvieron.

-Mi…Mika…- observó a su hermana con sorpresa, llevaba una bata de seda oscura envolviendo su delgado cuerpo, y el rostro con la mueca seria completamente ceñudo. Sus brazos cruzados sobre el pecho le daban un aire imponente que sacudió al muchacho, pareciese como si estuviese observando a la mismísima Minako, algo más joven y con el cabello oscurecido.

-Regresa a tu cuarto.

-Pero Mika…-se adelantó unos cuantos pasos- ¿Acaso estás loca?...¿no te das cuenta?- sus ojos negros centellaron antes de llenarse de lágrimas de impotencia al no poder pasar – Eiri…está…

-¡Cállate Tatsuha!...- la voz de su hermana, siempre pasiva y cariñosa, se transformó en un chillido autoritario y cruel que lo hizo retroceder de un salto- Eiri no está haciendo nada…es imaginación tuya y ya vuel…

-Eres muy ruidoso…

Un lloriqueo lastimero y agudo acompañó a la voz grave y terroríficamente calmada del rubio.

-…vuelvas a tu cuarto…

Tatsuha aprovechó al desconcierto de su hermana producido por el lloriqueo de Shuichi, y empujándola a un lado corrió torpemente hacia la habitación del pelirrosado, cuando un par de brazos lo detuvieron.

-Haz lo que dijo tu hermana…

Tohma lo sujetó con fuerza, mermando los movimientos del joven moreno con ambas manos. Tatsuha se sacudía y se retorcía como una liebre en las fauces de un hambriento lobo.

-¡Déjame Tohma…dejam….- una fuerte bofetada le volteó el rostro violentamente. Tohma soltó un gemido de sorpresa, y soltó imperceptiblemente el agarre al que sometía a Tatsuha.

El pasillo se inundó con los gritos de dolor de un alterado Shuichi, y con los gemidos graves y roncos del Uesugi mayor.

La respiración agitada de Mika se dejó oír muy cerca de ambos hombres. Tohma soltó completamente al menor con suavidad, y Tatsuha llevó una mano a su mejilla confundido y aturdido.

-Eiri…es…nuestro hermano…-los ojos azules de Mika se llenaron de lágrimas, y su expresión seria se rompió en pedazos para dejar lugar al llanto controlado-…¡Eiri es nuestro hermano!...¡nunca lo olvides!...

La bonita mujer cubrió sus labios con una mano, conteniendo los sollozos, y dando media vuelta desapareció en su habitación.

Se quedó de pie, en medio del pasillo, hablándole al aire, pero siendo escuchado por Tohma.

-Si él estuviera aquí…nada de esto hubiera pasado….-calló un momento- él protegía a Shuichi tanto…

.*.*.

Shuichi se entristeció casi con cierta inocencia, al pensar que la mancha de sangre mezclada con semen no saldría jamás de su adorada yukata que olía a rosas.

Cuando Eiri se vino en su interior, enterrándose con fuerzas y dando la última embestida, solo recordó en lo parecido que Eiri era a Tatsuha, y en lo bonito que habría sido hacerlo con Tatsuha.

El de ojos dorados pasó su mano por debajo de la nuca del pelirrosado, y pegó ambos cuerpos en un contacto más íntimo, respirando contra su mejilla sudorosa, recargando su peso en él.

Apartó sus dedos largos de los húmedos y revueltos cabellos rosados, incorporándose con torpeza, salió con brusquedad del estrecho interior, dejando un rastro de semen por sobre la tela violeta.

Limpió el sudor de su frente y subió sus pantalones como si lo que acabara de pasar hubiese sido algo ocasional.

Shuichi mantenía las piernas abiertas, un hilo de sangre manchaba su muslo izquierdo, su cuerpo desnudo, la yukata apenas cubriendo sus brazos y extendida sobre el suelo, en el futón enmarañado y revuelto, los ojos amatistas perdidos en el techo amplio, sin observar nada específico.

Una de sus manos reposaba sobre su vientre y la otra se mantenía inerte al lado de su cuerpo.

El Uesugi abrochó sus pantalones y salió de la habitación sin decir absolutamente nada.

Shuichi esperó unos minutos, y desatando el nudo que se le había formado en la garganta lloró por su estupidez….¿Cómo se había atrevido él a pensar que podría ser feliz?....

.*.*.

Entró a la cocina a pasos lentos, con el uniforme escolar ya puesto y listo para preparar el desayuno, pero la alta figura de Tatsuha frente a él y la sonrisa apenada en su travieso rostro lo obligó a abandonar su propósito.

Shuichi alzó su rostro infantil, mostrando sus tristes y opacos ojos violetas.

Tatsuha sintió como si le arrancasen el corazón, para estrujarlo cruelmente y luego devolverlo a su lugar…no entendía porque sucedía todo eso. Simplemente no entendía.

-Yo…ya hice el desayuno Shu-chan…- el moreno señaló la comida recién hecha.

Shuichi sonrió tristemente con la vista baja, avergonzándose y sintiéndose miserable por el hecho de que Tatsuha tratara de ser amable para disculparse por Eiri. Pero cuando tomó conciencia de lo que verdaderamente pasaba se sintió aún peor.

Porque Tatsuha había escuchado todo y no había hecho nada para detenerlo.

Nada.

Los fuertes brazos de Tatsuha se asieron a su espalda envolviendo su tembloso cuerpo en un reconfortante abrazo. Sentía la nariz del moreno en su cuello, y el nerviosismo latente en la humanidad del de ojos negros.

-Lo siento mucho Shuichi…lo siento…

Deseó con todas las fuerzas de su alma que la tierra lo tragase o morir ahí mismo, entre los brazos del único hombre al que amaba en el asqueroso mundo. No soportaba que Tatsuha le tuviera lastima, era repugnante.

-No importa….Tat-chan…todo está bien.

.*.*.

Eiri se estiró en la cama, y tomó un cigarrillo de la finísima caja de plata que se encontraba en la mesita de noche.

Lo encendió rápidamente y se lo llevó a la boca, para aspirar el humo con cierta desesperación.

Pensó en el huerfanito, en el primer día desde su llegada, en todos los meses que había pasado en casa, hasta el día de ayer.

Dio una calada al cigarrillo, soltó el humo en un torrente turbio y espeso. Su voz grave, la indiferencia clavada en su pecho y recitó en silencio.

-Y un día…él se volvió irresistible….pero es mi culpa.


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