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El otro yo por vitlion

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Había transcurrido un mes desde que había vuelto a la vida y aun no tenia clara la razón de su regreso, lo había consultado con las estrellas, pero estas parecían ocultarle algo. Shion no le había dado la importancia pertinente, después de todo, había tenido un mes ocupado, sin fin de asuntos urgentes que resolver, los santos de plata y bronce sobrevivientes necesitaban una cabeza, orden, el santuario había quedado muy dañado y, por supuesto, necesitaba tiempo para el mismo, para sus asuntos. Afortunadamente, las labores de reconstrucción del santuario avanzaban rápidamente y el templo de Virgo, que había sido el más dañado, estaba casi como nuevo. Él podía ocupar nuevamente la silla patriarcal y parecía que trece años jamás hubieran transcurrido, había paz... Su vida se volvía una rutina y hasta ahora no se había si quiera cuestionado acerca del paradero del resto de la orden.


Dohko, Aioros y Shaka habían llegado rápido, sin problemas, los tres tenían tantas cosas que resolver, pendientes que los llamaron de vuelta. El mayor no había tenido mayores inconvenientes en resolver sus asuntos, lo cual era una suerte, sentía que la paciencia se le había agotado a lo largo de los años, la vergüenza era algo que ya no entraba en su vocabulario y la vida que tenia ahora, la disfrutaría, lo había decidido. Los dos más jóvenes no habían corrido con la misma estrella, cada uno asumía su nueva vida como podía, ambos sin renegar, sabían que necesitaban paciencia, pero lo que parecía ser natural para uno, al otro lo enloquecía, internamente no lo soportaba, pero no decía nada, prácticamente nada...


El virgo desaparecía todo el día, a nadie le extrañaba, los dos más viejos estaban ocupados en sus propios asuntos, y Aioros pensaba que seguro estaría meditando lejos del barullo que la reconstrucción de su templo ocasionaba. Lo recordaba así, serio, abstraído, con tendencia al aislamiento y al parecer el chico no había cambiado... Le había ofrecido su sofá mientras el templo de virgo era reparado, en un inicio pensando que un poco de compañía no le vendría mal, pero aquello no funcionaba, casi era peor que estar solo... no le extrañaba que se fuera sin siquiera decir algo en la mañana, pero por las tardes, cuando volvía, parecía evitarlo, un seco saludo y no decía más. Aioros creía que se veía perturbado, claramente algo no le permitía estar tranquilo, pero se había cansado de los intentos infructíferos de hablar con él.  


Una tarde, el arquero decidió bajar al pueblo, Rodorio, un lugar tranquilo que tal vez por su cercanía al Santuario, parecía haberse quedado atrapado en el tiempo, no por ser ajeno a la modernidad, había electricidad, carros y otras comodidades propias de la época, pero la gente, sencilla y amable, se versaba en textos de la antigua Grecia, las creencias se mantenían apartadas de las religiones que con el tiempo habían dominado el país, manteniendo el politeísmo y respeto a la cultura propia, a pesar de eso, solo los más viejos parecían ser consientes de la existencia del Santuario de Atena, de los caballeros y de su lucha por la paz y la justicia, pero entre los más jóvenes aquello parecía ya una simple leyenda... Aioros bajó con un objetivo, la poca interacción con alguien le afectaba, pero había algo más, quería indagar, investigar si alguien en Rodorio sabía algo... había intentado ser paciente y tan solo esperar, pero estaba preocupado, había pasado ya un mes y solo 4 habían vuelto... Extrañaba a su hermano, tenía la esperanza de recuperar ese tiempo perdido y comenzaba a tener miedo, miedo de que no volviera... pero el león no era el único que le preocupaba, había más, quería verlo, quería verlos... Se dirigió a un bar, se sentó en la barra y le sonrió al hombre parado del otro lado.


-Vaya vaya, creí... -el viejo tabernero estaba sorprendido -bueno los rumores decían que... no pensé volver a verte por aquí - le sonrió de vuelta -me alegro tanto, Aioros... ¿qué te sirvo? ¿una malteada? ¿solo agua? -Tus amigos no están por aquí... me temo...


-Arkádios, a mí también me da gusto verte -saludo aún sonriente -solo una cerveza -pocas veces antes había bebido alcohol, mucho menos una cerveza, pero aquello le salió muy natural, tenia tanto que vivir... 


-Claro, espera, te daré la mejor -le sonrió y aquella sonrisa dijo mas que cualquier cosa. La última vez que lo había tenido frente a sus ojos, el castaño aun era un crio,  un chiquillo de 14 años que jugaba a ser responsable, nunca iba al bar por decisión propia, se sentaba ahí a menudo, mientras sus amigos se embriagaban hasta perder la conciencia o provocar un disturbio, cualquier cosa que pasara primero, después Aioros los agarraba, como podía, y los llevaba de vuelta al santuario, aquello era fácil cuando era solo uno, pero si eran ambos, la cosa se complicaba y muchas veces era Arkádios quien le ayudaba a llevarlos a algún lugar seguro.


Primero había sido Kanon, que en sus afán de rebeldía se escapaba por las tardes a jugar y beber, había empezado tan pronto pudo, de alguna forma la vida en el santuario y el entrenamiento riguroso que llevaban les daba una apariencia mayor, más madura y aunque el menor de los gemelos no pareciera ni cerca de una edad adecuada para beber, a los 13 años ya era un maestro del engaño, manipulador... así es como Arkádios no había tenido más remedio que aceptarlo en su bar -está bien, pero si causas problemas te echare -eso le había dicho y lo cumplía, casi todas las noches Kanon era sacado del lugar por armar un alboroto y era Saga quien lo iba a buscar y cargaba con él hasta su casa, eso lo enfurecía y no había nada más que Kanon disfrutara que ver a su hermano enojado. Con el tiempo Saga fue cambiando, su hermano menor parecía influir demasiado en él, a veces decía que no quería saber nada más de Kanon y no se molestaba en ir a buscarlo, otras decía que solo lo iría a cuidar... de cualquier modo, era Aioros quien debía bajar, ya sea por uno o por ambos, pero siempre acudía, esperaba, sentado bebiendo nada más que agua o una malteada, la de chocolate era su favorita; se había resignado de hacerlos entrar en razón y evitar que hicieran lo que hacían, no había caso, mejor se sentaba, paciente... Fue así como aquel viejo tabernero y él se volvieron amigos, hablando de innumerable cantidad de cosas.


Salió del bar algo mareado, debió beber las 4 cervezas demasiado rápido, pero se sentía satisfecho. No había averiguado nada de lo que originalmente se había propuesto -por supuesto que nadie aquí iba a saber más que en el mismo santuario -pero ahora sabia que, tras su muerte, muchos habían desfilado desde ahí, tambaleantes hasta sus templos, unos incluso habían protagonizado batallas campales en aquel lugar... incluido su propio hermano... eso no le había caído en gracia, él no había educado a ningún borracho imprudente, pero ya habría tiempo de regaños, primero tenía que encontrarlo... Decidió dar una vuelta por el pueblo, él no iba a regresar a su templo bajo los efectos del alcohol, por más ligeros que estos fueran, además no tenía a que volver...


La tarde era única, los últimos rayos del sol se desvanecían lentamente mientras él observaba sentado en una pequeña banca del parque central. Pensaba que era una pena que no hubiera nadie más para apreciar aquella belleza, la puesta del sol era algo digno de verse... vio como dos figuras aparecieron en el cuadro, caminaban intercambiando palabras entre sí, hasta que súbitamente se detuvieron no muy lejos de él.


-No, no, a mi no me eches la culpa, tu las tenias -se defendía uno.


-No me hagas esto, ¡te las di hace media hora!, no es posible que las hayas perdido -el otro lo acusaba.


-Claro, siempre todo es mi culpa, ¿no? ¡a mí no me diste nada!


-Era todo lo que teníamos, ¿ahora qué vamos a hacer?


-No sé, alguien debe haber regresado ya, podemos pedirles algo...


-Eso no es seguro, ¿y si nadie ha vuelto?


-Bueno, ratas debe haber... eres bueno atrapándolas... -se burlo.


-Si seguro hay, y donde no encuentres las monedas, disfrutaremos comerte para la cena -parecía hablar en serio...


Ambos iban a seguir discutiendo, tal vez otra vez acabarían en el suelo, cubiertos de sangre y moretones, pero una risa los interrumpió...


-Miren nada más que tenemos aquí -estaba divertido, feliz, como hace mucho no se sentía...


-Ai... Aioros -el mayor fue el primero en reaccionar, pero su voz denotaba tristeza, arrepentimiento... -yo... yo lo...


-No lo digas, no ahora... ya habrá tiempo -le sonrió -me da gusto verte-le dio un fuerte abrazo -verlos...


-Aioros -el menor no titubeó, pero en su voz reflejaba su pesar...


-Kanon... me alegra tanto -era sincero... -bien ahora vayamos, antes de que Saga te devore... -los gemelos rieron a fuerza, melancólicos...


...


A las pocas semanas apareció Mu, el patriarca estaba feliz, su pupilo había vuelto. El joven ariano estaba tranquilo, contento; pronto se puso al día en el santuario y retorno a sus responsabilidades, sentía que había vuelto a la vida por una razón más que solo disfrutarla y esa debía ser cumplir con los deberes que había dejado inconclusos. Kiki extrañaba a su maestro, Marín de Águila lo había acogido y continuado con su entrenamiento, pero no era lo mismo y una vez instalado, Mu continuo con las enseñanzas de su aprendiz. Un día, mientras ambos regresaban del pueblo, encontraron un sobre a la entrada de Aries, adentro había una foto, un sonriente hombre frente a una gran estatua gris, era enorme, la estatua y el hombre... en la parte trasera unas letras contaban que Tauro estaba bien, despreocupado, tenía planeado volver en algún momento, pero no por ahora, estaba en su tierra natal y disfrutaba cada instante que podía. Mu sonrió, era bueno saber que su amigo estaba bien, se alegraba por él, merecía disfrutar, si eso era lo que quería.


Afrodita también había vuelto, llego solo, serio, molesto... pero estaba ahí, de regreso, en su hogar. Subió los 12 templos, saludo educadamente a aquellos a los que encontró, se presento ante el patriarca, se ofreció a sus órdenes, pero no se disculpo, él sabía, sabía que había actuado mal, que su silencio era el responsable de mucho sufrimiento... pero ¿qué diría? ¿que lo hizo por amor? para eso había que admitir dos cosas, la primera que había errado y la segunda que lo amaba... además su deuda estaba saldada, había luchado fieramente, sacrificado su vida en ya dos ocasiones para garantizar la paz y la justicia, había cumplido con su deber y estaba dispuesto a seguir cumpliéndolo... no se iba a disculpar, con nadie... en lugar de eso, se recluyo en su templo, tenia cosas que hacer, un jardín que cuidar, las rosas no se cultivaban solas...


...


La noche se acercaba, Rodorio lucia, como siempre, en una tranquilidad relativa apenas interrumpida por los ruidos cotidianos de sus habitantes. Casi había llegado a su destino, le había tomado tiempo, pero casi estaba ahí... quería llegar, pero más que eso quería salir corriendo... Para alguien como él, ese viaje tomaría unas horas, tal vez un par de días si lo llevaba con calma, pero esta vez había tardado 45 días... 45 días en los que se había debatido fuertemente si volver valía la pena, si cuando lo tuviera en frente se atrevería, si cuando lo tuviera en frente él lo perdonaría... Había parado, había desviado su camino, había hecho de todo evitando llegar, pero el lugar lo llamaba y ya estaba ahí... a nada de llegar... -Tal vez un trago - se dijo a sí mismo -o dos... -Se dirigió a aquel bar, donde el viejo tabernero se entretenía acomodando las botellas en una repisa en la pared.


-Un whiskey doble -ordeno sin expresión.


Aquella voz le sonó familiar, el hombre volteo de inmediato.


-Vaya, también tu -sonrió, había pensado que con el próximo se sorprendería menos, pero lo cierto es que no fue así, cada uno al que volvía a ver era asombroso, el tiempo no pasaba en vano, pero aquellos niños, inexpertos arrogantes que un día habían llegado uno a uno a su bar, con diferentes actitudes, con diferentes historias, ahora eran todos hombres, y al que más le sorprendía ver era a ese, tan serio, enigmático... se preguntaba como seria ahora...


El único cambio en la expresión del recién llegado fue elevar una ceja... no tenía idea de que hablaba.


-Ahí está tu amigo, lleva unos días por aquí, pero si sigue causando problemas lo tendré que echar... -le entrego su orden al tiempo que, sin poder ocultar su sonrisa, le señalaba una pequeña congregación en la esquina del lugar.


Volteo por inercia ¿De qué demonios hablaba? eran 4 hombres bebiendo y fumando, dos de ellos sostenían cartas en sus manos y miraban concentrados a la mesa.


-¡Debe ser trampa! -acuso uno de los espectadores -no sé como lo hace, pero debe hacer trampa.


-Sí, no hay forma de que siempre gane -el otro espectador asentía.


-Pues yo no pienso pagar si no prueba que es un juego justo...


-Pagaras... -un joven de pelo grisáceo se levanto enojado, botando la mesa y todo lo que en ella había, pocas personas habrían dicho no a aquel severo rostro.


El otro hombre que hace unos instantes se encontraba jugando, frente a él, aventó unos cuantos billetes y salió corriendo con sus dos acompañantes... El viejo cantinero solo rodo los ojos, parecía que aquella escena se había vuelto habitual, las visitas diarias de aquel peligris, de alguna forma u otra, acababan en pelea... ésta había sido leve, al menos...


-Un día ya no lo dejare entrar -esas palabras ya se las había dicho a aquel joven que recién volvía... hace años...


El joven miraba aun sin cambiar su expresión, conocía bien al otro y aquella imagen no le sorprendía en nada, pero se levanto para dirigirse a su compañero, su viejo amigo...


-Nunca vas a cambiar...


-Que demo... -lo miro, sorprendido, no quería encontrarse a nadie... -Shura...


-Death Mask... -le estrecho la mano.


Platicaron por horas, poniéndose al tanto, la confianza de ambos era de pocas personas y si el guardián de Cáncer confiaba en alguien lo suficiente para decirle por qué estaba de vuelta en el pueblo, ese sin duda era Shura. Capricornio por su parte, no le dijo a que volvió, aunque pocos hubieran depositado su confianza en alguien como él, Shura confiaba en Death Mask, sí, había descubierto hace tiempo, que en algún lugar dentro toda esa alma putrefacta, había pureza, no por nada la armadura de Cáncer lo había elegido a él... pero no le dijo a que volvió... porque ni siquiera el mismo quería aceptarlo...


-Entonces ¿ni siquiera has vuelto al santuario? -Death solo lo miro, hacia casi dos semanas que estaba ahí y no había puesto un pie en territorio santo -vaya, creo que deberías regresar... -el caballero de la decima casa se limito a aconsejarlo, a decirle algo que, en el fondo, deseaba alguien le dijera a él mismo -no solo porque en el fondo lo sabes, lo sientes... es nuestro deber -eso que era tan claro para Shura, para Death no lo era tanto y si estaba ahí definitivamente no era por esa causa... -pero ¿acaso crees que él no sabe que estas aquí? ¿que lo seguiste?


Su amigo había dado en el clavo, era algo que él llevaba días preguntándose... desvió la mirada y para su sorpresa, en la entrada había algo,  alguien que no sabía si era una bendición o una calamidad...


Aioros bajaba al pueblo cuando podía, cuando quería, cuando se hartaba de los gemelos, de sus peleas, del arrepentimiento de uno, del cinismo del otro... Había encontrado gusto en aquel bar, probando nuevos sabores, escuchando a aquel hombre, le encantaba oír las historias, lo que había perdido... 13 años habían pasado, y el mundo no se detuvo, ni un instante... había dejado de enojarse cuando el nombre de su hermano aparecía, al parecer no era el peor y eso ya era suficiente consuelo... además le gustaba conocerlo, saber cómo era, y Arkádios parecía tener de todo tipo de historias sobre él, sobre todos...


-¡Aioros! pasa pasa, ¿qué te puedo servir hoy? -el viejo tabernero disfrutaba la compañía de aquel joven, siempre amable, siempre dispuesto a escucharlo...


Los dos jóvenes en la mesa de la esquina se quedaron de piedra, estáticos... Aioros entro sin poner mucha atención en su alrededor, se acomodo en su sitio usual en la barra y ordeno algo nuevo, algo que nunca antes hubiera probado.


-¿Algo nuevo? hmmm déjame ver, creo que ya sé que puede ser -Arkádios  se agacho para buscar algo que el arquero aun no hubiera probado -listo, aquí esta -sonrió triunfal mientras sostenía en sus manos una botella con un liquido verdoso en su interior -la absenta es de cuidado, si no se prepara bien puede ocasionar alucinaciones, casi nunca la sirvo, pero supongo que contigo puedo hacer una excepción...


-¿alucinaciones? -lo miro desconfiado, quería probar de todo, pero aquello tal vez era demasiado...


-No te preocupes Aioros, no corres ningún riesgo, no conmigo -le sonrió confiado y coloco un poco de la bebida en una pequeña copa de cristal -por cierto, han vuelto un poco raros, ¿no es así? -colocó sobre la copa una pequeña cucharita con hoyos en el fondo.


-¿Raros? ¿quiénes? -Aioros no sabía de que le estaba hablando. Observaba con atención como el viejo hombre colocaba un terrón de azúcar sobre la cuchara.


-Tus amigos claro... -vertió un poco de agua fría sobre el terrón  y aquel liquido verde transparente se fue tornando blanco, lechoso frente a sus ojos.


-¿Mis amigos? -estaba distraído con la bebida frente a él, pero sin duda esta conversación era rara... Saga y Kanon solo habían bajado al pueblo en un par de ocasiones, y aunque se habían pasado por el bar, no habían hecho nada extraño para ser llamados "raros"... ninguno de los otros frecuentaría un lugar como ese, tal vez Dohko, pero el viejo maestro tampoco tenía nada inusual...


-Sí sí, tus amigos, aquellos dos nunca fueron los más normales, pero juraría que no eran así de huraños -señalo la mesa de la esquina... vacía... -esto... ¿y ahora donde se metieron?


-¿Te sientes bien Arkádios? ¿seguro que no tomaste un poco? -Aioros bromeo, la bebida en sus labios hizo que olvidara aquella extrañeza en un instante.


Platicaron por más de una hora, el arquero se despidió, era hora de volver. Camino hasta el santuario inmerso en sus pensamientos y los vio... dos figuras de cabello oscuro, uno gris otro negro... en un principio creyó que tal vez era esa cosa, la bebida... alucinaciones... pero mientras se acercaba se convencía de que no, que aquello era real... sonrió, por fin lo veía... una vez más...


Los dos voltearon al oír pisadas tras ellos, llevaban unos minutos observando aquel camino, ese que los llevaba a los templos principales, a sus casas... voltearon, pero ya era demasiado tarde, aunque quisieran huir ya no podían hacerlo... El arquero se acercaba con esa cálida sonrisa en su rostro, feliz de verlos, a ambos...


-¡Caballeros! -los saludo, acercándose, quería abrazarlos, habría incluso besado a uno...


-Sagitario... -Death Mask saludo serio...


-A... Aioros... -Shura lo hizo con tristeza...


-Me da gusto verlos -no quitaba su mirada de Capricornio, no podía, por fin, por fin lo tenia de frente...


-Eh... bueno, yo me voy, el viaje fue largo, quiero llegar -aquello era una mentira, llevaba casi dos semanas en el pueblo y no, no quería llegar, pero tampoco quería quedarse ahí, se despidió y siguió el camino a su templo.


-Yo también debo irme... -hablo antes de que el arquero lo hiciera y se dio la vuelta, no quería estar ahí, no podía, aun no...


-Shura... espera... -¿se iba? deseaba verlo, necesitaba estar con él... lo agarro del brazo.


-Aioros... no, ahora no... -se soltó del agarre y siguió caminando, ni siquiera volteó,  de haberlo hecho el arquero habría visto... aquel rostro inexpresivo, serio, se había humedecido por las lagrimas traicioneras que a Capricornio se le escapaban sin remedio...


...


Estaba que echaba humo, aquello era irónico, pero era real, al menos eso lo había mantenido algo caliente... eso había sido necesario durante el último mes, pero ahora el panorama pintaba diferente, aquí el sol brillaba y calentaba... Había tardado casi dos meses, tiempo en el que su florido vocabulario había sido repetido hasta el hastío, una y otra vez, pensando en que podría haberlo ampliado en su momento... maldecir lo mantenía cuerdo, estaba seguro de eso.


-La puta que me pario -gritando, en su mente, susurrando, de todas formas, pero sin falta, las injurias estaban presentes -lo que me faltaba...


Llevaba un mes, un mes quejándose del frío, insultando a aquel malparido que no conforme con ponerlo en medio de la nada, lo puso en una nada congelada y con cero sentido de la orientación... debía odiarlo, no había más, eso debía ser, lo detestaba, lo castigaba... creía saber por qué, pero se consolaba a si mismo diciendo que jamás actuó mal, que al final de cuentas siempre peleo por lo justo... Se quito el horrendo pedazo de piel que le había cubierto del frío y lo botó con furia, seguramente los más de 30 grados de Rodorio no le hacían gracia tampoco...pero aun tenía ese impulso, quería ahorcarlo, no... quería empalarlo, ¡verlo sufrir! eso lo impulsaba, lo llamaba, si volvía por algo, estaba casi seguro de que era para eso -insecto infeliz -pronto estaría ahí, pronto lo tendría de frente, a él y su perfecta belleza -idiota -la mayoría de sus palabras se las dedicaba, no paraba de pensar en el...


Camino sin detenerse hasta el octavo templo, estaba seguro que lo encontraría ahí -con suerte estará follándose a otro -quería encontrar más razones, no solo su odio desmedido, sus ganas de culparlo... A su paso dejaba un aura trastornada, su cosmos encendido claramente alterado... más de uno lo vio pasar, pero no se atrevieron a siquiera hablarle. Por fin llego a su destino, entro sin tomarse la molestia de avisar, lo busco, le grito, pero nada, no obtuvo respuesta, el templo estaba vacío. Se dejo caer sobre el suelo, pesado, cansado, triste y lloro, lloro como no lo había hecho hace tiempo... ese enojo, ese odio, no eran más que sus deseos reprimidos de verle, lo extrañaba, incluso se hubiera disculpado por luchar contra él, por debilitarlo antes de tiempo... pero no estaba ahí, el escorpión no había vuelto...


...


Era tarde y el templo de la virgen parecía estar vacio, como siempre, pero su morador estaba ahí, enclaustrado, silencioso, aquellos que habían intentado hablarle habían recibido respuestas secas, frías, más de lo normal... todos habían vuelto cambiados, de eso no había duda, pero algo parecía molestar especialmente al sexto guardián, nadie lo habría notado, pero el joven carnero sabia que algo no estaba bien... lo conocía... estaba preocupado y quería averiguar por qué, aunque creía ya saberlo... Entro en silencio, elevando un poco su cosmos para informarle a Shaka que estaba ahí y que no estaba de paso...


-¿Puedo acompañarte?


No hubo respuesta...


-Te conozco y sé que algo te perturba... Shaka... -lo miro con tristeza, su amigo podría ser así con todos los demás, pero con él, con el ariano había sido diferente... se sentó a su lado y adopto la misma posición de loto que el de virgo.


El de virgo lo notó, había tristeza en su voz y no le gustaba, quería decirle, llorar en su hombro, ya antes lo había hecho... pero esta vez, no iba a quebrarse, tenía que aguantar, no cambio su posición, no movió ni un musculo... trataba de concentrarse duramente, necesitaba respuestas, conectarse con su maestro, pero en casi dos meses no lo había conseguido, por más duro que intentara, no podía dejar de pensar... en él... Su amigo había llegado en un momento inoportuno, justo cuando sentía que lo podría conseguir, y no conforme con su interrupción, se había quedado, ahí sentado, a su lado... y había algo, algo que lo entristecía, pero además, algo que lo preocupaba... Mu tampoco podía concentrarse...


-Habla Mu... algo te... perturba -Mu sonrió, al fin sonaba como el viejo Shaka, desinteresadamente interesado, al menos en aquellos que le importaban...


-Me preocupas... -lo dijo directo, era ahora o nunca, le había dado la oportunidad de hablar... -creo saber qué es, que te tiene así... y a mí también me extraña que aun no haya vuelto... pero no creo que sea la forma de solucionarlo... -Shaka lo escuchaba impaciente, no quería hablar al respecto -no aceptarlo y aislarte no te llevara a la respuesta...


-¿A qué te refieres? -Trataba de mostrarse indiferente, pero ¿qué quería decir? ¡meditar siempre le había dado la respuesta!


-Sabes muy bien de que hablo... -contesto paciente -valdría la pena que recordaras, que no eres al único que le importa, esta su hermano, estamos sus amigos... tal vez si...


-No sé de qué me estás hablando Mu -lo interrumpió, no quería que siguiera... no iba a hablar de ello, además ¿importarle a los demás? Aioros estaba muy ocupado y parecía feliz desde que los gemelos aparecieron y, aparte de Mu en este preciso instante, nadie había mostrado algún interés en descubrir que sucedía... solo faltaban tres... y de esos tres, dos bien podrían haberse exiliado a ser felices solos, tal vez en un iglú lejos de Grecia, pero él... él simplemente no era así... -Ahora si no tienes nada más de que hablar, continuare con mi meditación...


-Bueno... de hecho, si, hay algo mas... -suspiro, no quería molestar a su amigo, pero había algo más que lo inquietaba... aunque tal vez, ambas cosas se conectaban... -ayer, Kiki y yo vimos algo...


-Continua... -quería que acabara de una vez por todas, pero en el fondo era curioso...


-En el bosque de las afueras del santuario... un venado muerto... -Shaka abrió los ojos y lo miro estupefacto, ¿era en serio? ¿venia hasta su templo a interrumpirle y decirle que vio un venado muerto?


-¿Lo enterraste? ¿le diste el pésame a sus deudos? -soltó una carcajada, no sabía por qué pero aquello le había ocasionado gracia, hacía tiempo que no reía de nada...


-Algo lo mato -Mu continuo, no entendía la súbita risa de su amigo, pero sin duda acabaría pronto... -es como si hubiera sido un felino, uno de gran tamaño, pero las marcas en su cuello, las que lo mataron, eran... -suspiro -dientes humanos... -aquello tuvo el efecto predicho, el virgo dejo de reír...


Hubo un silencio, uno muy grande, Shaka se había sumido en sus pensamientos...


-Bueno, debo ver a mi alumno, nos vemos más tarde -Mu se levanto y salió de aquel templo...


Se detuvo en Leo -Aioria... amigo... -esperaba que sus sospechas no fueran ciertas, pero él rara vez se equivocaba... siguió su camino aun pensativo y lo vio pasar, furibundo...


-Cam... -no termino el saludo, el caballero de Acuario no se detuvo, ni siquiera lo volteo a ver... -Bueno... uno más... al menos ya solo faltan 2... -suspiro, ¿acaso alguien aparte de él había vuelto en paz?


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