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El otro yo por vitlion

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Notas del capitulo:

Hola hola! haciendo limpieza de mi pc, me encontré con que una vez intenté escribir un fanfic :P y pues justo en ese momento la vida sucedió y tuve que ser adulta por un tiempo... Pero como justo ahora tengo muchas cosas que hacer, pero quiero procrastinar un rato, decidí continuarlo! La inspiración va y viene, así que cualquier sugerencia aún es bienvenida! :D

Aioros llego al primer templo, con la respiración agitada por correr, por la emoción, por el miedo...

-Sagitario -la voz imponente del patriarca se escucho desde el interior, el arquero camino cuidadosamente hasta donde la voz provenía.

-Su excelencia -saludo haciendo una reverencia.

-Tu herman...-hizo una pausa como si no pudiera decirlo -Aioria ha vuelto.

El arquero sentía a su corazón dar vuelcos... ¿Por qué simplemente no le decían donde estaba? ¿Cómo estaba? 

-Antes de que se te permita verle quiero que entiendas que Aioria… bueno, es diferente ahora...

- ¿Diferente? ¿Cómo esta? ¿Está bien? mi... ¿mi hermano está bien? -su voz denotaba la angustia, tantos años esperando volver a verlo, a abrazarlo y compensar todo el tiempo perdido, y ¿ahora qué? ¿qué era eso de “diferente”?

-Aioros... -suspiro -ninguno de nosotros sabe cómo, ni está en nuestra comprensión la causa... solo nos podemos limitar a aceptar que si este es el deseo de los Dioses, si Atena lo decidió así, debe ser por una razón, porque así tiene que ser... -el viejo ariano trataba daba justificaciones como si fuera su responsabilidad- Está bien... en lo que cabe... no recuerda nada por ahora, pero otros experimentaron confusión a su regreso, y Aioria tiene otros motivos para que la suya sea mayor... démosle tiempo y su memoria regresará... Pero necesito que comprendas, que seas fuerte... por el bien de ambos. ¿Puedes hacer eso Aioros?

-Sí señor -El arquero no entendía una sola palabra, solo había escuchado "está bien" y eso era suficiente para aceptar ser fuerte, siempre lo haría por su pequeño, por su Aioria...

-Muy bien, ven conmigo.

Ambos se adentraron a la habitación de Mu, donde Aioria aun dormía.

...

Sus ojos se abrieron al instante, como si lo pudiera sentir... cerca, por fin, estaba en casa, ¡en casa!, como si supiera que era eso… ambos se miraron, fijamente, comprendiendo muchas cosas... uno necesitaba respuestas, su contraparte las acababa de encontrar...

Durante los últimos tres meses, el galó había deseado algo, una sola cosa y esa era verle... tenerle de frente una vez más, poder contemplarlo... Ahora lo sabía, estaba frente a él, miro sus ojos, tan azules, tan bellos, lo enloquecían, eran iguales, idénticos a como los recordaba... Se agacho para estar a su altura, esos ojos, esos bellos zafiros, y la melena rubia y alborotada, eran todo lo que podía reconocer... Tomo sus manos, más delgadas y pálidas; acarició su rostro, era bello, hermoso, sus facciones conservaban un aire a sus recuerdos, pero eran diferentes…

-Milo... -una lagrima se escapo y escurrió por su mejilla.

Escorpio solo lo observo, por su mente pasaban muchas cosas, recuerdos, viejos... recientes... algunos hacían sentido, otros no acababan de cuadrar. Se sentía en casa, sabia que ese hombre que le trataba con tanta ternura, hacia tiempo que no lo hacia de esa manera, y a pesar de que sentía que podía confiar en él y una inmensa felicidad invadía su corazón al estar en su presencia, no estaba del todo en paz con él.

-Mi... Milo -lloro mientras envolvía ese cuerpo en sus brazos y se aferraba a el como si su vida dependiera de ello.

-Camus... -un hilo de voz… lo recordaba, ¡recordaba todo!

Milo se separo con suavidad de aquel abrazo, le costaba, una pequeña voz en su interior le gritaba que no lo hiciera, que se quedara así para siempre, que eso, eso era la felicidad, ¡la gloria! Pero una emoción mas fuerte que esa voz se apoderó de su ser, y una rabia infinita le llenaba y no pudo impedir que le plantase tremenda cachetada al santo de Acuario.

...

-Deja de seguirme

Se paró en seco ante esa orden, sigilosamente había seguido sus pasos por 5 templos, lo conocía perfectamente... se había tardado en darse cuenta...

-Eso debí decirte en el camino de regreso al santuario...

- ¿De qué hablas? -fingió no saber nada... pero le tomaba por sorpresa, sí, lo había seguido, todo el camino desde Sicilia, pero había sido cuidadoso, no había forma de que lo hubiera descubierto...

- ¿Por qué volviste?

-Claramente no por ti y lo demás no te importa ¡ahora déjame en paz!

El sueco arqueo una ceja, sabía que mentía...

- ¿Y… por qué me seguiste?

-Venias por el mismo camino -no sabía porque le contestaba, estaba encerrado, lo mejor era huir, cobardemente...

- ¿El mismo camino dices? -Afrodita sonreía triunfal, lo estaba poniendo nervioso, encerrado -Supongo seguir la ruta por Palermo explica porque te tomo casi un mes llegar... ¿Qué tal la vuelta al mundo?

- ¿A dónde quieres llegar?

-Sabia que estabas ahí... todo el tiempo... solo quiero saber ¿por qué?

Se dio la vuelta, sin contestarle, era hora de huir...

Afrodita se quedo ahí, con media sonrisa aun en el rostro, observándolo alejarse, al menos no había desaparecido desde la primera pregunta...

Llevaba horas reflexionando, sentado en aquel risco desde el cual se veía el gran coliseo donde tantas veces había entrenado, recordaba aquellos primeros días, cuando siendo aun un chiquillo había llegado a ese lugar. Siendo un huérfano, jamás había conocido a su familia, su carácter serio y retraído no le había ganado ningún amigo, y de hecho, había sentido como las monjas del lugar de acogida donde hasta entonces había vivido, se habían alegrado de que tuviera que irse a otro lugar. Pero en aquel mismo lugar, en aquel impresionante campo de entrenamiento y batalla, lo había visto por primera vez.

- Tienes que hacerlo más rápido, vamos, yo se que puedes hacerlo, solo concéntrate – Eran como dos gotas de agua, uno mas pequeño que el otro, pero bastante parecidos.

- No, ¡ya no puedo más! – El mas pequeño, de unos cuatro años, se dejaba caer rendido en el suelo, completamente agotado.

- Escucha Aioria, no puedes rendirte así de fácil, yo se que es cansado, pero es nuestro destino y tendrás que aprender a asumirlo – Las palabras del mayor sonaban demasiado sabias para cualquier otro chico de apenas 11 años – Vamos, descansa un poco y continuaremos mas tarde -le decía mientras levantaba al pequeño con suavidad y lo abrazaba con una enorme sonrisa, con un trato con el que él no estaba familiarizado.

Los observaba encandilado por esa interacción que jamás había visto en su corta vida. El pequeño salió corriendo con una sonrisa inocente y aliviada de no tener que seguir lanzando patadas y puños. Y fue ahí cuando el mayor lo notó.

- Ah hola, tu debes ser el nuevo – Le dijo sin borrar su amable sonrisa – Yo soy Aioros, y el niño que estaba conmigo hace un instante es mi hermano, Aioria, después lo conocerás también – le tendió la mano mientras se presentaba.

Le estrecho la mano sin decir una palabra, él era así, de pocas palabras, pero en esa ocasión simplemente no sabia que decir.

- Ven, seguro no te han mostrado el Santuario, yo lo haré. Aquí es el coliseo, donde entrenamos todas las mañanas, no importa que ya tengamos armaduras, el entrenamiento nunca para y mientras estés en el Santuario, es obligatorio estar aquí a las cinco en punto todos los días…

Estaba sorprendido por la amabilidad de ese chico y ese había sido el inicio, de lo mejor que almacenaba en su memoria… en su corazón… 

Las tibias lagrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. De eso habían pasado años, casi 20 dolorosos años. Si en ese momento le hubieran dicho todo lo que viviría después, hubiera salido corriendo, hubiera incluso regresado con las monjas a vivir una vida de soledad y rechazo, hubiera saltado por el mismo risco en el que se encontraba en ese momento, tan solo para evitar el dolor que después le causaría a aquellos niños, a aquel inocente niño de cuatro años… Aunque eso significara borrar lo demás, lo que si había valido la pena, aunque significara borrar lo que después aprendería, aquel amor que aquel mismo chico sonriente le había enseñado…

Contemplo arrojarse en ese mismo momento, parar todo de una vez, sus años en el inframundo no habían bastado para expiar su culpa y, por si fuera poco, lo sabia, su evasividad y cobardía, solo empeoraban las cosas, hacían sufrir mas a Aioros, justo en este momento cuando el necesitaba más ese apoyo, ese amor, que en la infancia recibía de aquel pequeño niño, pero ahora ese niño no aparecía y sabrían los dioses donde diablos estaría metido…

Lo pensó una vez mas y decidió bajar de su templo, bajar y disculparse de una vez por todas, tratar de resarcir su culpa.

Sentado en su posición habitual, le daba vuelta a sus pensamientos una y otra vez. Aquel venado muerto, ¡aquel maldito venado muerto a mordidas humanas!

-Estúpido Mu… - Murmuro - ¿Qué tiene eso que ver…?

No lograba borrarse esa imagen de su cabeza, no lo dejaba concentrarse, meditar. Necesitaba meditar, buscar esas respuestas a la innumerable cantidad de interrogantes que perturbaban su casi divino ser. Necesitaba encontrarlo… le urgía....

Trato, trato lo más que pudo, su mente en blanco, sin venados, sin mordidas, sin nada, solo una luz blanca que poco a poco se tornaba azulada, verde-pasto, aquel pacifico sonido del agua cayendo libremente y chocando con más agua en esa cascada que tantas veces había contemplado, pocas veces solo, muchas veces con él…

Aquellas esmeraldas tintineando con alegría, mostrándole aquello tan bello y novedoso…

- ¡Shaka! Mira, la encontré esta mañana mientras entrenaba con mi hermano – le decía orgulloso de su hallazgo mientras le mostraba una mantis blanca, bastante peculiar - ¿No es hermosa?... Me recordó a ti – lo había dicho así, sin mas, con aquella inocencia que solo él poseía.

- Eh si, es linda, pero debes dejarla ir, los insectos no son para que juguemos con ellos… -Le dijo apenas ocultando que se sentía alagado, aquel era un bicho muy guapo, aunque, en su intento de aparentar, lo ultimo había sonado a regaño….

-Sí, no le iba a hacer nada… solo quería que la vieras… – contesto apenado mientras dejaba que se fuera con suavidad.

Aquel recuerdo se borraba, de manera súbita, convirtiéndose en una criatura diferente, pero con las mismas esmeraldas, aquellos ojos, esos mismos que eran su perdición… sin prestar el mas mínimo interés a su presencia, aquel ser se acicalaba con elegancia, aunque la imagen distaba de ser elegante… de pronto todo se transformaba en movimiento, ahora era él esa criatura, no lo veía, pero lo sabia. Se ocultaba tras unos arbustos, sentía dolor punzante por todo su cuerpo, estaba herido… Unos ojos violáceos lo observaban sorprendidos. Todo fue muy rápido, solo supo que logro escapar…

Se levanto rápidamente, rompiendo su posición de loto y corrió apresurándose, a tropezones… ojos violetas, sin cejas… ¡Tenia que encontrar a Mu!


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