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El otro yo por vitlion

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Se había adentrado en el santuario, conocía bien el camino, los alrededores, los senderos clandestinos... quiso entrar por uno de estos, quería no ser notado, sentirse un poco audaz... sonrió al recordar cómo es que alguien como él conocía aquellos lugares, en sus primeros años habían sido sus amigos, los gemelos, principalmente el menor, quienes le habían mostrado como salir del santuario sin ser detectados, salir de noche, su curiosidad había hecho que los aprendiera bien, él era un chico bien portado, ejemplar, pero no era ningún santo y eso solo lo sabían él mismo y los gemelos... así estaba bien, con las responsabilidades que le llegaron a tan corta edad, ser un caballero de Atena, tener que entrenar a su pequeño hermano, servir de guía a los demás aprendices, no era ningún santo, pero era responsable... conocer aquellos caminos, sin embargo, fue de utilidad, su pequeño hermano, a pesar del parecido físico, no era para nada como él, un chiquillo latoso, curioso, orgulloso y con mucha energía, ¡demasiada energía! pareado con un mocoso insolente, desobediente y malcriado... A los 7 años, Aioria y Milo habían roto la mayoría de las reglas, y generalmente era el arquero el encargado de cubrir a ese par, pues él lo sabía, por más inquietos e impertinentes que fueran, eran nobles, fuertes y de buen corazón. Había recorrido esos senderos innumerable cantidad de veces buscándolos...

 

-¿Otra vez no aparece? -la voz lo sobresalto, la pregunta le erizo la piel... Aioria desaparecía a menudo, generalmente por las tardes y regresaba antes del anochecer, no era un desconsiderado... pero faltar a su entrenamiento ¡eso era nuevo!

 

-No, no sé donde se pudo haber metido, ¡el entrenamiento empieza en 10 minutos! -contesto preocupado -Y esta vez no solo está con Milo... él discípulo del patriarca tampoco esta -lo ultimo lo agrego sin poder ocultar la preocupación, cubrir a su hermanito y su amigo no era tan complicado, pero ¿cómo pretender que el pequeño Mü había sido requerido para entrenar en otro sitio? El otro rio, casi a carcajadas... -¡deja de reírte y ayúdame! -Aioros sonaba desesperado...

 

-Solo si me das un beso -así, sin más, lo soltó, llevaba tiempo deseándolo y verlo en esa situación, tan desesperado, no hacía nada más que aumentar sus ganas... Aioros lo miro impávido, no era momento de bromear...

 

-Basta Kanon, sabes que... -y antes de siquiera darle chance a buscar una excusa, se acerco rápidamente y con una habilidad magistral, deposito un suave beso en los labios del arquero. Aioros se quedo tieso, colorado a más no poder, pero no lo repelió...

 

Para su suerte, unas risitas infantiles rompieron el momento, incomodo para uno, divertido para el otro, ambos voltearon rápidamente, Kanon era cínico, pero no quería ser descubierto. Por fortuna, los chiquillos reían de algo completamente ajeno. Estaban parados a la orilla de un arroyo, pero solo eran 2, un pequeño rubio que reía a carcajadas mientras otro castaño sonreía triunfal, la imagen era tierna, hermosa...

 

-¡Aioria! -grito Aioros con extrema necesidad de romper la tensión de su propia situación -¿Dónde estabas? ¡el entrenamiento está por comenzar! -debía sonar enojado, pero sonaba aliviado, aliviado de haberlo encontrado y aliviado de no seguir solo con Kanon. Ambos chiquillos voltearon, aun sonrientes.

 

-¡Hermano! -corrió el castaño tomando de la manita al rubio -¡ven ven! el es Shaka, ¡su maestro es un Dios! acaba de llegar ¡y será caballero de Virgo! -Aioria lucia feliz, le encantaba hacer nuevos amigos, pero este, este parecía ser especial.

 

Sonrió al recordar, vaya que había pasado tiempo desde entonces... tantas cosas... pero había vuelto, estaba seguro que sus compañeros también, y eso incluía a su pequeño, a su Aioria...

 

...

 

La cueva se encontraba apenas iluminada por una fogata, todo lo que se escuchaba eran las imponentes olas golpeando con fuerza en los peñascos de aquel lugar. Ambos se miraban frente a frente, uno del lado contrario del otro y en medio la fogata, era como un espejo, ambos veían lo mismo... Sobre el fuego, algo se rostizaba lentamente.

 

-Es mía -rompió el silencio uno.

 

-¿Tuya? ¡yo fui quien la atrapo!

 

-¡Yo la vi primero!

 

-No voy a discutir, es mía y se acabo -hizo un ademan de querer pararse, pero antes de que lo lograra, el otro le había saltado encima, pelearon, pelearon como salvajes, a puño limpio, a mordidas, como podían.

 

Al poco tiempo se separaron, sangrando, cansados, pero satisfechos...

 

-¿Ves lo que has hecho? ¡se quemo!

 

-¡Tú empezaste!

 

-¡Tú me saltaste encima!

 

-Tú me mordiste... ¡salvaje! -Kanon se sobaba el brazo de manera exagerada, fingiendo que estaba dolido...

 

Ambos se miraron y no pudieron mas, comenzaron a reírse, reírse a carcajadas. Así eran ellos, siempre llevándose la contraria, siempre peleando, ambos tan iguales, tan distintos, pero se querían, a pesar de todo...

 

-Tenemos que volver -soltó el mayor -no podemos quedarnos aquí para siempre... ¡comiendo ratas! -Saga tenia razón, no es que fuera exigente con la comida, pero su lugar era en otro sitio y lo llamaba, le gritaba que volviera.

 

-Vete tú, yo no tengo a donde ir -trato de ocultar la tristeza en su voz, pero no podía, así se sentía, triste, arrepentido, sentía que no debía, era impuro, después de lo que hizo...

 

-Vamos, estoy seguro de que también te esperan a ti -Saga quería convencerlo, después de todo, no se iría sin él, sin su hermano...

 

El otro no respondió, sabía que tal vez era así, pero no creía merecerlo, se limito a recostarse contra una fría y húmeda roca, cerró los ojos para volverlos abrir al instante, sorprendido.

 

-Vamos pues -dijo intentando ocultar su repentino animo por volver, había algo que quería arreglar, lo había recordado así, de repente. Su hermano solo sonrió, sabía que si había algo, no imaginaba qué...

 

...

 

Había salido muy temprano, aquel lugar donde se encontraba ya no era su hogar, su hogar estaba más al sur, en otro país... Pero antes de volver, había algo que tenía que solucionar, había alguien a quien tenía que encontrar.

 

Llego a Nicolosi, a los pies del Etna, una vez ahí, encontrarlo fue fácil, sabía bien donde buscar y aquel imbécil no era discreto... se adentro en una pequeña cantina, se sentó cómodamente en un extremo, pidió solo un vaso con agua y observo. En el otro extremo del lugar había una pequeña congregación, hombres grandes y grotescos gritando, bebiendo y jugando, aquella escena era desagradable  para alguien como él, venia de un lugar con clase, una familia acomodada y, tal vez había tomado miles de decisiones equivocadas, pero eso sí, jamás había perdido la elegancia. Pero observo, por un par de horas permaneció ahí, callado, paciente...

 

El ultimo contrincante se levantó de la mesa enfurruñado, aquel hombre había acabado con todos, tenía un gran botín en la mesa y sonreía sardónicamente ante su triunfo. Estaba tan concentrado contando sus ganancias que no se percato cuando él otro se le acerco y se sentó frente a él.

 

-Vaya vaya, nunca cambiaras...

 

-¿Qué haces aquí? -estaba sorprendido, no podía decir si grata o ingratamente, pero estaba sorprendido.

 

-Vine por ti -una respuesta clara, concisa, sincera... -a llevarte conmigo...

 

-Pues ya te puedes ir, como veras yo estoy muy bien aquí y solo me pienso mover para ir a dormir -dicho esto, recogió su dinero lo mas rápido que pudo y se levanto.

 

-Cobarde... como siempre... -aquellas palabras le cayeron como balde de agua helada, le dolieron...

 

 -¿Qué esperabas de mi? no te quise antes, ¡no te quiero ahora! - también a él le dolía, pero si, era un cobarde... -así que vete, ve con esa bola de maricones, tal vez uno te quiera como su puta, yo no volveré - era un cobarde y tenía miedo de volver...

 

Esto le dolió a Piscis, lo conocía, pero creyó que tal vez había cambiado, que haber amado y sufrido lo había cambiado, pero se daba cuenta que no, que seguía siendo el mismo, un ser sádico y malévolo, que de nada había servido su propio sacrificio tratando de salvar a la mujer que amaba, a pesar de sus celos... No dijo nada, no hizo nada, no iba a perder la elegancia... dejo una rosa sobre la mesa, una rosa roja, un par de lagrimas traicioneras, se levanto y se fue...

 

...

 

Pensó en no volver, tal vez no era necesario y si lo era, ya lo irían a buscar. No es que se sintiera bien donde estaba, no conocía a nadie, pero tampoco necesitaba compañía. Anhelaba aquel día que despertó sobre su vieja cama, sin saber quién era, sin saber nada... eso era mejor, mejor que recordar...

 

Recordaba, sabia quien era, lo que había hecho y, también, el dolor que había causado... ¿Por qué no podía llevar una vida tranquila? ¿Para qué revivir si se tiene que vivir con ese dolor? creía merecerlo, pero eso no lo aliviaba en nada...

 

Desesperado corto un pan por la mitad, usando solo su brazo... si no tuviera que volver ¿por qué aun conservaría esa habilidad?... pensó en no volver, pero ¡joder! él no era ningún cobarde, aceptaría su dolor y lo haría de frente... además lo quería ver, al menos una vez mas...

 

...

 

-¡Maldita sea! -gritó, como si alguien lo pudiera escuchar... estaba solo, ¡solo! congelado hasta los huesos. Enojarse no hacía más que empeorar la situación, producía mas hielo, como si necesitara más...

 

No solía perder la compostura, era alguien serio, solemne... pero ¿por qué esa manía de siempre ponerlo en el mas frio e inhóspito lugar? tal vez lo que a él le gustaba era la playa, el mar, la suave arena bajo sus pies, el cálido sol, tan cálido como él... Pensaba en él... ese condenado rubio que se le había metido hasta el tuétano -¡Infeliz! -lo maldecía cada que podía, seguramente él había caído en su cama, calientito, ¡con la suerte que tenía!

 

Siguió caminado, sacudiéndose la nieve de vez en cuando, injuriando, recordando... Su enojo le hacía seguir, tenía que salir de ahí, regresar, necesitaba regresar, ¡arrancarle los huevos de una sola vez! Como si él tuviera la culpa... sabía bien que no la tenía, pero a alguien debía tenerla y en ese momento el escorpión era él perfecto culpable...


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