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Objeción denegada por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Sorpresa navideña.

Epílogo

 

   El ambiente no podía estar mejor. La fiesta, aunque sencilla y un poco deficiente de espacio, estaba quedando fantástica. Mauro tenía un vestido de murcielaguito que le quedaba adorable; Santiago, el amigo de Ismael, se puso unas orejas, bigotes y cola de gato; realmente provocativo. Ismael no supo qué elegir hasta casi entrada la noche, optando finalmente por vestirse de pirata.

   —Más que dar miedo, dan ganas de asaltar tu barco, Ishi —dijo de repente una voz a sus espaldas, sobresaltándolo. Christian estaba de pie junto a la mesa de las bebidas, con una cerveza en la mano y su uniforme de policía impecable sobre su atlético cuerpo—. Ya sabes el dicho… Quiero ser pirata, no por el oro ni la plata…

   —¡Christian! ¡¿Qué rayos estás haciendo aquí?!—lo interrumpió Ismael, sabiendo cómo terminaba la frase. Christian hizo un mohín coqueto, acercándose al anfitrión.

   —Pasaba por aquí pues ya terminé mi patrullaje de hoy, y resulta que encuentro tremenda fiesta a la cual no me invitaste —hizo un pucherito de molestia—.  ¡Qué grosero eres, Ichi!

   —¡Es… era… era una fiesta sólo de amigos! —exclamó el omega, rodando los ojos—. Está bien; puedes quedarte. ¡Pero no le sigas diciendo pequeño Ishi a mi hijo! ¡No ha dejado de repetirlo desde que se lo enseñaste!

   Y diciendo esto se dio media vuelta refunfuñando mientras Christian le daba un sorbo a su cerveza y sonreía, negando con la cabeza.

 

 

   —¿De qué vas disfrazado? —preguntó Antonio, quien aún llevaba cabestrillo en su brazo herido.

   —Soy un señor feudal moldavo —respondió Nicolás, ondeando su negra capa y acomodando sus lacios cabellos negros.

   —O sea, ¿un vampiro? —alzó una ceja el Alpha, esbozando una sonrisa.

   —Si lo quieres decir de la forma vulgar —hizo un puchero Nicolás, enseñando sus colmillos.

   Antonio sonrió, acercándose para darle un beso en los labios a su ahora pareja. Nicolás respondió al beso mientras veía a dos omegas entrando por la puerta. Eran Javier, el papá de Antonio, y  Santiago, su hijo. Días antes había tenido la oportunidad de conocer al hombre mayor y le daba un poco de miedo pensar en que sería su suegro si su relación con Antonio seguía progresando.

   —El verdadero terror de este mes es que mi papá se haya venido a vivir conmigo de nuevo —rodó los ojos Antonio, pasando un trago de golpe.

   —No seas así; es un hombre adorable —lo riñó Nicolás, saludando con la mano a los recién llegados.

   —Dilo cuando tengas que cocinar para él por primera vez… o cuando tengas que llevarlo de compras… o cuando tengas que convivir en la misma casa… o cuando…

   Calló al ver el rostro sorprendido de Nicolás. El omega estaba sonrojado hasta las orejas, en un gesto fatal para alguien que llevaba un disfraz de vampiro.

   —¿Sueñas con esas cosas conmigo? —preguntó bajito, casi con vergüenza.

   —No quiero presionarte, pero tengo un buen presentimiento con respecto a nuestro futuro —aceptó Antonio, tomando otro trago de la fuente de fantasmitas—. No te lo he contado, pero tengo poderes mentales.

   Nicolás soltó una risita y ante el ambiente distendido, consideró que ese era el momento exacto para sacarse la espinita que tenía clavada desde hacía días. Tenía que resolver ese asunto, pues era lo único que quedaba pendiente en su siguiente paso con Antonio.

   Y era el paso más importante, pues se trataba de él… de su hermano Ismael.

   —Antonio, ¿es cierto que mi hermano te gustaba?

   El Alpha dejó su copa a medio camino de su boca y sus ojos se ensombrecieron un poco, clavándose de lleno en los del omega.

   —Es cierto —admitió sin rodeos—. Le propuse que saliéramos, pero el me rechazó. ¿Eso te molesta?

   —Si —La sinceridad de Nicolás también fue brutal—. Soy celoso y posesivo. Quiero que sólo me veas a mi… no puedo ni quiero pensar que debo compartirte con alguien.

   —No la harás.

   —¿Seguro?

   Antonio suspiró profundo y soltó su copa para abrazar a Nicolás con su único brazo en acción.

   —Tu hermano me buscó en el directorio de la ciudad y luego burló la seguridad de mi oficina de abogados para lograr una reunión conmigo. Quería recuperar a su hijo a toda costa, y a pesar de no tener ni la mitad de lo que generalmente cobro, prometió pagarme hasta el último centavo. Me conmovió su amor por su hijo; es el mismo amor que tengo por Santiago. Su presencia brilló y me deslumbró; es verdad. Lo sigo admirando, pero ya no puedo quererle.

   —¿Por qué? —inquirió Nicolás, reteniendo el aliento.

   —Porque llegaste tú —anotó Antonio, como si fuera lo más obvio—. Fuiste una sombra que se convirtió en el más brillante de los soles. No se puede mirar a otra parte cuando estas cegado por un sol. 

   —¿Ni siquiera a un omega descarado que te besa mientras duermes? —hizo un mohín el vampiro.

   —Ni siquiera a él —rió Antonio, comprendiendo que Nicolás y su mejor amigo se habían conocido.

   —En ese caso, creo que tendremos un gran futuro —dijo el omega, mostrando sus colmillitos postizos—. Y si no, siempre puedo drenarte hasta la última gota de sangre.

   —Prefiero que me drenes otras cosas —dijo pícaramente Antonio—. ¡Auch, eso dolió! —dijo, frotándose el brazo herido después de que Nicolás lo golpeó.

 

  

 

   

 

   La refrescante brisa de verano los recibió nada más llegar. Nicolás acarició su abultada panza mientras miraba el increíble paisaje. ¡Por fin habían llegado! ¡Estaban en Las Bahamas!

   El juicio contra Carlos falló a favor de todas sus victimas. El jodido estafador tenía innumerables cuentas bancarias, divisas y múltiples bienes raíces producto de sus movimientos ilegales. En sus quince años de carrera criminal, el tipo había hecho tanto dinero que parecía risible; dinero que fue decomisado y usado para reparar a todas sus victimas.

   A Nicolás le devolvieron hasta el último centavo que perdió, más una jugosa bonificación por daños psicológicos. Antonio, su ahora esposo, le consiguió la mejor asesoría legal para que lograra sacar una buena tajada. Y lo hizo. Nicolás realizó una excelente y lacrimógena escena ante el juez del caso, conmoviendo al jurado, que no dudo en concederle al dulce y lindo embarazado, la más alta reparación económica.

   Y ahora, la cuantiosa indemnización se traducía en unas vacaciones de ensueño en aquel resort de lujo; familia y amigos incluidos. Antonio casi tuvo un ataque cuando Nicolás le dijo que incluso, llevaría a su papá, mientras los dos Santiagos se burlaban del compungido Alpha.

   —Todo esto es maravilloso, aunque parezca una ballena —rió Nicolás, envolviéndose en su pareo—. Tengo que tener cuidado con los de especies protegidas, no sea que me confundan y me lleven.

   Ismael rodó los ojos. Le gustaba que Nicolás se tomara tan jocosamente estar redondo como un melón, pero al mismo tiempo le parecía increíble que no notara lo adorable que se veía. Quería apapacharlo todo el día y jugar a pintar caritas y monerías en su abultado vientre. Eso era hermoso.

   —Buenos días, sean bienvenidos a nuestro hotel. En los días que estarán con nosotros, tendrán a su disposición toda una gama de beneficios entre los que están: barra libre, almuerzo de tres bufetes diferentes, servicio de spa, piscinas, toboganes, jacuzzis, tinas de hidromasajes y tours por los diferentes complejos turísticos y atracciones locales. En la habitación hay wi-fi permanente las veinticuatros horas, lo mismo que a lo largo de todo el hotel. En las paredes de cada habitación hay un sistema de seguridad integrado y unos paneles que los pueden guiar en lo que necesiten. También hay mapas impresos del hotel y sus sitios aledaños, para que puedan guiarse con toda confianza. Este lugar es cien por ciento libre de humo y el servicio de habitación es ilimitado para lo que deseen. Pueden buscar a cualquiera de nosotros y con gusto atenderemos sus demandas. Que disfruten su estadía, con gusto les serviré en todo lo que pueda. Mi nombre es George, y seré su anfitrión estos días. Un placer.

   El jovencito, auxiliar de cámara, hizo una inclinación y salió del lugar, dejando conectada las líneas de llamada y las alarmas de seguridad. Nicolás y Antonio tomaron una habitación pequeña e intima, con una vista esplendorosa. El primer día querían pasarlo relajados y descansando un poco del largo viaje. Antonio aún seguía preocupado, pensando que ese viaje había sido demasiado para un embarazado tan avanzado, pero Nicolás insistió en no querer esperar hasta después del parto para poder tener su ansiada luna de miel. Cuando el pequeño David naciera, todo se iba a complicar el doble.

   —¿Estás cansado? ¿Quieres dormir un poco? —Antonio preguntó mientras se desvestía, buscando su traje de baño. Nicolás negó con la cabeza, abriendo la puerta de la terraza. La vista era asombrosa y estaban estratégicamente ubicados en una suite nupcial, donde quedaban amparados de miradas indiscretas.

   —Lo que quiero es que me folles ahora —dijo, dejando caer su pareo para exhibir su hermoso cuerpo desnudo; llenito, redondo y suculento.

   Antonio sonrió. Las hormonas tenían a su esposo más caliente que una hornilla. Por fortuna, no había entrado más en celo de forma inesperada; al parecer, según el obstetra, porque Nicolás estaba de nuevo cómodo con su sexualidad. Igual no iba a tener problemas por eso, estaba ya no sólo cegado, sino marcado por su pareja desde la boda. El olor de Antonio advertía a cualquier otro Alpha que quisiera acercarse, a que mejor no lo hiciera. Nicolás amaba que incluso a pesar de eso, Antonio siguiera protegiéndolo de todos modos, por si acaso. Le gustaba sentirse tan amado.

   —En ese caso, trae ese lindo trasero aquí. Voy a darle el premio gordo.

   Sonriendo, Nicolás se dejó cargar por su pareja, metiéndose ambos al apetecible jacuzzi de la terraza. La brisa movía los cabellos azabaches del omega, mientras eran mojados poco a poco por las manos de su esposo.

   Las manos de Antonio se envolvieron en la redonda cintura, deslizándose sobre los mullidos y suaves muslos de Nicolás. Su piel estaba como la de un bebé, suave y resbaladiza, permitiendo que las caricias fueran deliciosas y calientes, como si estuvieran empapados en aceite.

   —Me encanta sentirte tan redondo y suave. Voy a extrañar abrazar toda esta circunferencia cuando des a luz —le susurró al oído, mordiéndole un poquito en el lóbulo de la oreja—. Me encanta lo caliente que estás.

   Nicolás se dio media vuelta y lo miró a los ojos. Tenía un brillo lascivo en ellos, junto a una mirada pícara. Con cuidado se deslizó por el cuello del Alpha, mordisqueando suavecito hasta llegar a los pezones. Tomó uno con sus labios, jugueteando un poco. Antonio dejó escapar un suspiro, mientras manoseaba también los pechos del omega, un poco más pronunciados de lo habitual debido al embarazo. El Alpha imaginó que se estaban preparando para la lactancia, llenándose de leche. Dicho pensamiento hizo que su pene punzara con fuerza. La idea de Nicolás amamantando al hijo de ambos, lo ponía como un tren.

   —Vas a darle mucha lechita a nuestro hijo, amor —jadeó, tomando su pene para guiarlo a la boca de su esposo—. Pero antes te daré mucha lechita a ti primero.

   Los labios de Nicolás se abrieron, tomando completo,  de una sola vez, el palpitante miembro de su pareja. Le encantaba por lo grande y hermoso que era; rosado y goteando fluidos. Lo sacó de su boca y lamió la puntita, pasándolo suavemente por su mejilla. El olor que desprendía llenaba sus pulmones de forma fascinante. Quería tenerlo pronto dentro de él, dejándolo sin aliento.

   —Oh, si. Así, mi bello —gimió Antonio, follando la suave boca; tomando el mentón de Nicolás para empujarse más profundo en su garganta—. Ven aquí, lameré tu culo —dijo después de unos minutos, buscando calmarse. Si seguí así iba a correrse demasiado pronto.

   El aliento de Nicolás chocó contra sus labios antes de un húmedo beso. Con cuidado, el Alpha  inclinó a su esposo  sobre el borde de la pileta, protegiendo su vientre con una de sus manos. La otra la llevó a la espalda del omega, acariciando toda la línea de su columna antes de perderse entre los mullidos volúmenes que constituían el redondo y respingado trasero.

   Eran suaves como dos globos de agua, y así de provocativos. Antonio hundió su dedo índice entre la apetitosa hendidura, palpando hasta toparse con el precioso anillo de carne, que palpitaba deseoso.

—Mmm, alguien tiene hambre —gimió contra el cuello de Nicolás, quien agonizaba de impaciencia—. Eres un pequeño glotón —le riñó en broma, dejando ir su dedo contra la apretada abertura.

   —Por favor —lloriqueó Nicolás, sintiendo el dedo hurgando en su interior—. Quiero sentirlo dentro, necesito sentirlo dentro.

   Antonio sonrió complacido. “Ese pequeño goloso”, pensó. El embarazo lo había vuelto urgido e impaciente. Le haría esperar un poco más, para deleitarse en sus jadeos  antes de enterrarse hasta el fondo. El apretado culo de Nicolás era de las cosas más lindas que tenía en la vida, y le gustaba disfrutarlo como se disfruta de todo lo bueno: con calma y paciencia; tomándose su tiempo.

   Se puso de rodilla en el agua, agachándose con el rostro entre sus nalgas para dilatarlo también con su lengua; jugueteando con el sonrosado anillo, encontrando el punto dulce de placer con su dedo. Nicolás dio un respingo, casi perdiendo el equilibrio, apoyándose en el borde de la pileta. Antonio lo envolvió entre sus brazos, rozando de nuevo el redondo vientre, lugar que no dudó en acariciar antes de incorporarse de nuevo y acomodarse para la penetración.

   —Me encanta tu sabor… este chico quiere probarlo —dijo antes de posicionarse y empezar a enterrarse en el caliente pasaje.

   Nicolás gimió alto, sosteniéndose fuerte antes de girar su rostro y pedir un beso. Su lengua se enredó con la de Antonio, mordisqueándosela un poquito también. Sus labios se tocaron un momento después, rozando las puntas de sus narices en un besito esquimal.

   —Joder, cada vez te siento más estrecho —susurró Antonio, impulsándose suavemente contra las hermosas caderas—. Me vas a volver loco.

   —Tú me vuelves loco —aseguró Nicolás, casi llorando de placer—. Deja de contenerte y dame más fuerte.

   —Sostente fuerte, entonces —pidió el Alpha, antes de dejarse llevar del todo.

   —No te preocupes por eso.

   Las embestidas se volvieron rítmicas y fuertes. Nicolás sentía que de no haber estado en el agua, hubiese podido echar fuego. El roce entres sus piernas era exquisito y no quería que terminara nunca. Antonio sabía exactamente como joderle bien y rico. La primera vez que lo hicieron sin el celo de por medio, el omega pudo medir bien la calidad de su amante y le gustó la experiencia.

   Esa vez comprobó que no era cosa de un celo. Antonio era un experimentado amante y se lo demostraba con cada caricia. Tres meses después se fueron a vivir juntos y dos meses después se casaron. Los primeros días fue un poco incomodo amoldarse a su nueva vida, pero poco a poco sintió que estaba en el lugar correcto. Santiago, su hijastro, era un amor de chico, dulce y dócil como un ángelito; mientras su suegro, a pesar de su carácter fuerte y su personalidad rígida y severa, lo acogió con amor como el nuevo esposo de su hijo.

   —Estoy cerca —siseó, sintiendo el cosquilleo del orgasmos en su bajo vientre.

   —Yo también —asintió Antonio, aumentando el ritmo.

   Fue un estremecimiento duro e irregular. Al sentir la tensión del orgasmo en el cuerpo de Nicolás, Antonio se dejó llevar, llenándolo por completo. Siguió cogiéndolo hasta vaciarse por completo, dejando que el cansado cuerpo de su pareja se reclinara contra su pecho.

   —Eso fue estupendo —jadeó Nicolás, casi sin aliento.

   —Eres increíble —convino Antonio, lavándolo con suavidad.

   Durmieron un rato sobre una silla de la terraza, abrazados y satisfechos.

   Cuando la noche cayó, sus amigos los esperaban en el bar, listos para empezar a disfrutar del viaje.

 

   

   —Tío, Nico; tío Nico, ¡Castillito! —apuró Mauro, tomando la mano del agotado omega, llevándoselo con él. Nicolás sonrió. Mauro lo reconocía ahora como su tío más querido y ya no había confusiones en su pequeña y adorable cabecita. Ismael había pasado a ser su padre por completo, y eso le llenaba a todos de gran alegría.

   —¿Cuál quieres que hagamos, cariño? —preguntó, comenzando a tomar los cubos.

   —Uno gótico —gritó desde el otro extremo Santiago, haciéndoles un guiño metalero.

   —Sí, ya. Seguro será facilísimo —rodó los ojos Nicolás, empezando a moldear la arena.

   Al cabo de un rato, todos se fueron a realizar actividades de mar y aire, con excepción de Nicolás, Mauro y el padre de Antonio. Los tres tuvieron que conformarse con ver a los intrépidos y felices hombres hacer piruetas en el agua y en el aire, aplaudiéndolos y sacando fotos desde su posición.

   —Haces muy feliz a Antonio —dijo de repente Javier, mirando a Nicolás desde debajo de su paraguas—. Muchas gracias.

   —Antonio me hace feliz —sonrió de vuelta Nicolás, rellenando una parte del castillo.

   —Se nota —habló de nuevo el hombre mayor, colocándose sus lentes oscuros—. Se nota.

   Nicolás inclinó su cabeza y volvió  su atención al castillo de arena. Se sabía aprobado por su suegro por completo, y eso lo emocionaba. Sabía que el huraño hombre lo quería, a pesar de ser un gruñón. Pero era lindo escucharlo de sus propios labios.

   Pasaron grandes días bajo el sol, la brisa y el mar. Se divirtieron como niños pequeños, gozando del maravilloso clima y el exuberante paisaje. Regresaron diez días después a sus respectivas rutinas. Nicolás les tenía otra sorpresa.

   —Renuncié a mi trabajo y he decidió abrir mi propia microempresa —anunció durante un almuerzo familiar—. Ismael, Santiago, ¿quieren venir a trabajar conmigo?

 

 

  

 

   Sí, había pasados dos celos increíbles con él, pero eso no significaba que quería llevar su relación a otro nivel. Santiago y Nicolás no dejaban de hacerle preguntas al respecto y eso sólo conseguía ponerlo más nervioso. Era verdad, no iba a negarlo, le gustaba el hombre, pero, ¿no podían seguir siendo solamente amigos con derechos? ¿Qué tenía de malo coger sin más compromisos de por medio?

   Ismael estaba demasiado ocupado ordenando de nuevo su vida, o por lo menos esa era la excusa que siempre daba a la hora de tener que tocar el tema. No tenía la más mínima intención de empezar una relación con nadie, y menos con alguien como él. El tipo era  tan efervescente, tan explosivo… tan… ¡Tan Christian!

   —Ishi…  

   Jadeando suavecito, Ismael se dio la vuelta. Su trasero quedó contra la cara del apuesto policía, recibiendo las más expertas atenciones. Un dedo travieso exploró su retaguardia, perdiéndose entre sus nalgas, toqueteando el agujerito palpitante entre ellas.

   —¿Vas a joderme o seguirás jugando? —siseó el omega, provocando a su amante con un meneo sensual de caderas. Sus manos estaban esposadas detrás de su espalda, regalando una imagen de ensueño.

   —Tan hermoso —ronroneó el Alpha, acariciando las sedosas nalgas, depositando un beso en cada una de ellas antes de posicionarse y enterrar su miembro de una sola estocada.

   Ismael se estremeció, tensando sus  brazos apresados. Sus caderas quedaron empaladas hasta el fondo, mientras sentía la forma deliciosa en que ese miembro grande y duro lo jodía por completo. El placer era algo a lo que no le gustaba resistirse. Era un hedonista sin remedio.

   —Más fuerte. ¡Jódeme más fuerte! —suplicó, sosteniéndose prácticamente con su pecho. Christian jadeaba a sus espaldas, empujándose cada vez más rápido contra ese agujero caliente que lo apresó como una banda elástica cuando el orgasmo sacudió al pequeño omega bajo él. Ismael dejó escapar un jadeo ahogado, estremeciéndose como un recién nacido. Christian bajó su cabeza y mordisqueó su cuello, quedándose de nuevo con las ganas de marcarlo como suyo.

   El teléfono sonó al mismo tiempo que el orgasmo los sacudía. El contestador automático hizo su trabajo, tomando la llamada cuando Ismael tardo en contestar. Santiago, el hijo de Antonio, estaba en el altavoz, comunicándole con voz ansiosa que el bebé de Nicolás estaba por nacer y que todos ya iban camino al hospital.

   —¡Oh, por todos los cielos! —exclamó Ismael, forcejeando contra las esposas—. ¡Vamos, suéltame! ¡¿Qué esperas?! —tironeó desesperado.

   Christian rió bajito, tomando las llaves y abriendo las cerraduras. Ismael se puso de pie, veloz como un rayo, buscando sus ropas desperdigadas por el suelo.

   —¡Tienes que irte! —dijo sin siquiera mirar al otro hombre—. Tengo que salir pitando para el hospital.

   —Si quieres puedo llevarte —propuso Christian, estirándo perezosamente su hermosa anatomía en el lecho.

   —¡Ni de broma! —replicó Ismael, vistiéndose a toda prisa—. Es un momento familiar… no creo que sea oportuno.

   Se calló de repente, notando con malestar lo que acababa de decir. Christian se puso de pie enseguida, tomando también sus ropas para empezar a vestirse. Su rostro había mudado a una expresión tosca y molesta. Estaba enojado.

   —Christian… yo.

   —No te preocupes, Ismael —respondió el policía, recogiendo todo, pendiente de no dejar nada por allí—. Siempre me has dejado claro que sólo soy el tipo que te folla de vez en cuando. No hay drama, ya me voy —se despidió con un guiño, vistiéndose sobre la marcha—. Saluda a Nicolás de mi parte; espero que tenga un lindo bebé.

   Sin saber cómo detener a Christian, Ismael lo dejó partir, echándose un momento sobre la cama mientras sus lágrimas bajaban por sus ojos. ¡Era un tonto! ¡Un tonto de remate!

 

 

   Tuvieron que hacerle una cesárea, pues el bebé se quedó atorado en su pelvis, demasiado estrecha para el gran bebé que pesó casi cuatro kilos. Antonio estaba muy nervioso, pensando que la cirugía acarrearía más riesgos de sangrado, debido al problema de coagulación de su esposo. Pero al final, resultó siendo mucho mejor; más controlado todo.

   Sonrió cuando pusieron al bebito contra el pecho de Nicolás, sosteniéndolo ambos entre sus brazos. Era perfecto y hermoso; un rozagante y fuerte Alpha. Lo notaron por la marca sobre su espalda.

   —Bienvenido, David —sollozó un poquito Antonio, besando la cabecita calva de su nuevo hijo. Nicolás lo llenó de besos y sonrió a su esposo, uniéndose a él en otro beso tierno.

   —Es hermoso, gracias —sollozó también, deshaciéndose en lágrimas y tiernas caricias, mientras disfrutaban del bello momento.

   Cuando los llevaron a una habitación individual, el resto del personal hizo su arribo. Ismael entró con Mauro, presentándole a su nuevo y, de momento, único primo. Santiago se acercó a conocer a su hermanito, con las mejillas sonrosadas de alegría. El otro Santiago se dedicó a tomar las fotos del momento, mientras Javier hablaba y hablaba de todo lo que se tenía que hacerse de ahora en adelante para que el bebé no se enfermara ni tuviera accidentes. Se ofreció a quedarse por más semanas con ellos, para ayudarles en todo lo que se les ofreciera. Nicolás aceptó gustoso mientras Antonio se llevaba las manos a la cabeza. Fue un dulce momento que todos compartieron con alegría.

   Nicolás comprendió por primera vez el sufrimiento que debió sentir su hermano cuando tuvo que dejar a un lado a su niño. El sólo pensar en tener que separarse de David por alguna razón, hacía que su pecho se encogiera de tristeza.

   —Ahora comprendo lo terrible que tuvo que ser para ti separarte de Mauro —dijo, justamente en un momento en que ambos se quedaron solos en la pieza. Ismael alzó su rostro y asintió, acercándose acto seguido a acariciar a su sobrino.

   —Es lo más triste y duro que he hecho.

   —¿Más duro que perder a Leonardo? —preguntó Nicolás.

   —Mas duro —asintió Ismael—. A Leonardo lo perdí por azares de la vida; a Mauro lo perdí por mis propios errores.

   —Eres un gran padre, Isma. No dudes en darte otra oportunidad para ti mismo.

   —¿A qué te refieres? —inquirió el susodicho, alzando una ceja.

   —Lo sabes muy bien —sonrió Nicolás, acomodándose para amamantar a su inquieto recién nacido.

   Los ojos de Ismael se extraviaron el la noche estrellada que se veía desde el quinto piso de aquella habitación. Darse otra oportunidad; eso sonaba bonito. El problema era justamente eso; perder de nuevo algo bonito.

   —Chris cree que lo rechazo porque sólo juego con él —confesó un momento después, ganando de nuevo la atención de su hermano—. Pero lo rechazo porque tengo miedo de perder de nuevo. ¡Es un policía, por todos los cielos! ¡No es como si sólo repartiera flores! ¡Lo pueden matar en cualquier rato!

   Densas lágrimas volvieron a sus ojos. Nicolás acomodó a su hijo, haciendo espacio en la cama para los tres.

   —¿Cómo cuando era un niño? —se acurrucó Ismael, apretujándose en el lecho.

   —Sí —asintió Nicolás—, pero ahora ya no eres un niño, y debes decidir si sigues portándote como uno o  dejas de pensar tonterías y formas de nuevo una familia. Ismael, en la vida se pierde y se gana; no existe otra manera de vivir. Sólo no te quedes únicamente mirando la partida mientras los demás juegan. El que no apuesta una huevo, no saca una gallina. Es lo único que te puedo decir.

   —¿Crees que Christian parece una gallina? —bromeó el pequeño omega, causando una risa dolorosa a Nicolás.

   —Definitivamente no —contestó éste, dando un codazo a su hermano—. Y no me hagas reír, esta herida duele horrores. Antonio está loco si cree que pariré más.

   —Ya —rodó los ojos Ismael—. Como si no fueras a complacerlo. El año entrante te veré encargando de nuevo. No debí renovar tu guardarropa, comprándote ropa tan sexy. Antonio no deja de manosearte todo el tiempo como si los demás no nos diéramos cuenta.

   —Puede manosearme todo lo que quiera, es mi marido —hizo un puchero Nicolás.

   —Esa es la razón por la que parirás todo un equipo de futbol —advirtió su hermano.

   —Cállate —rió Nicolás, sintiendo el primer tirón de la boquita de su hijo.

   ¡Auch, eso dolía!

   Se quedaron juntos y abrazados hasta que los demás llegaron. Al rato, Ismael salió al pasillo y llamó a su querido policía. Le temblaba todo el cuerpo.

   —Quería pedirte perdón por lo de hoy —fue lo primero que dijo al oír la sexy voz al otro lado de la línea—. Nicolás tuvo un bebé enorme. ¿Quieres conocerlo?

   —No sé. ¿Lo quieres tú? —preguntó Christian, aún un tanto molesto.

   Ismael apretó fuerte el teléfono y tomó aire.

   —Si…quiero que lo hagas —soltó un instante después—. Me gustaría mucho.

   —En ese caso, espérame. Saldré para allá.

   Y tal cuál, llegó al cabo de casi media hora, llevando flores y pañales para el recién nacido. Ismael lo recibió al llegar, llevándolo con él a la terraza del hospital después de saludar a la feliz familia.

   —¿Es un bonito bebé, verdad? —inquirió para romper el hielo.

   —Lo es, asintió Christian —recostándose contra el balcón.

   —Podría ser tu sobrino también —dijo bajito el omega, dejando completamente aturdido al casi siempre inmutable Alpha—. Claro, sólo si tú quieres —completó. 

   Los ojos de Christian brillaron con diversión, esbozando enseguida su típica sonrisa coqueta.

   —Quiero —susurró, acercándose lentamente hacia el lindo omega—. Quiero ser tío, papá y todo lo que necesites, Ishi. Te amo desde la primera vez que te vi.

   —Estaba borracho y drogado la primera vez que me viste—negó Ismael, bajando la mirada.

   —Estabas triste y solo —lo corrigió Christian, tomándolo entre sus brazos.

   —¿En verdad puedes amar a alguien como yo? —inquirió de nuevo Ismael.

   —Ya lo hago —respondió el policía.

 

 

   Santiago y Javier iban adelante, tirando del coche de David, mientras Nicolás y Antonio los seguían varios metros detrás. Era una hermosa tarde fresca, llena de hojas secas y sol naranja.

   Nadie más aparte de Nicolás, sabía el motivo de ese paseo familiar. Pero el omega quería esperar hasta el momento de los helados para hacer su anuncio.

   Iba a tener otro bebé, pensó con una sonrisa mientras recordaba las palabras de Ismael. ¡Rayos! Si no se ponía atento, iba a tener un jodido equipo de futbol.

 

 

  

 

   Ismael era un pequeño de cinco años que amaba las flores. Esa tarde decoró un bello ramo que tejió en forma de corona, para colocarla en la cabeza de su hermano, con motivo de los dieciséis años del mayor.

   —Esto es para que sepas que te quiero mucho… y que nunca, nunca quiero que estemos peleados. ¿Me querrás siempre, hermanito? —preguntó con su voz angelical.

   El bello Nicolás, siempre sonriente, se agachó; dejándose poner la corona.

   —Nunca, nunca podría odiarte, mi hermanito querido —le respondió, con una gran sonrisa—. Estamos unidos por la sangre… pero aún más unidos, por el amor.

 

   Sherezade2

   Diciembre, 2015.

 

Notas finales:

   Los quiero, bellos. Queda pendiente el one- shot. Mi intención fue justo publicar hoy, como un regalo de navidad.

 

   Abrazos y besitos navideños a todos. Qué pasen súper en el día de hoy. 


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