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Objeción denegada por Sherezade2

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   Extra I

   ¿Habrá boda?

   Parte 3.

 

 

   Después de cinco días de antibióticos, David se encontraba mucho mejor. Lo habían pasado a una habitación individual que Antonio pagó de su propio bolsillo, con el fin de que Nicolás pudiera dormir también durante las noches. Y no es que el omega lograra dormir mucho de todas formas, pero por lo menos podía recostarse un poco y estirar las piernas.

   Sólo dejaban que un solo familiar se quedara durante las noches. David había retrocedido algunos meses en su desarrollo psicomotor, aferrándose de nuevo al pecho de su papá como única vía de alimentación, cosa que había puesto a Nicolás, otra vez, a producir leche en cantidades industriales. No era agradable en lo absoluto, menos cuando ya el niño había casi logrado el destete, pero qué se le iba a hacer. No iba a dejarlo morir de hambre. Si de momento tenía que aceptar de nuevo el tirón de los ya afilados dientes de su niño, lo tomaría con resignación.

   Las cosas con Antonio seguían estando raras. La noche que le propuso que se separaran, no pudo controlar el llanto y terminó perdiendo los nervios frente al Alpha. Antonio no le volvió a dirigir la palabra durante lo que restó de noche, pasando el resto del tiempo que le dejaron quedarse, frente a la cuna del niño. Nicolás supo después, que el resto de la noche lo pasó en unas bancas situadas frente a las puertas del hospital. Y pasó allí también las dos siguientes noches, con excepción de la cuarta noche, cuando tuvo una audiencia que no pudo aplazar.

   ¿Se quería separar de alguien así? ¿Se quería separar del hombre que había dado tanta felicidad durante el último año de su vida sólo por miedos infundados?

   ¿A qué le temía? Le temía a haber construido una relación basada en la responsabilidad de una nueva vida. Temía que de no existir David, Antonio y él nunca se hubiesen juntado como pareja. Temía que Antonio aún no lo considerara un papá para Santiago y que de no haber quedado embarazado en ese primer celo juntos, Antonio y él posiblemente no hubiesen vuelto a verse en sus vidas.

   Entonces, ¿era eso? ¿Miedo a la forma cómo se entabló todo entre ellos? ¿A que su amor fue circunstancial y no espontaneo? ¿Eso lo hacía menos bonito? ¿Menos intenso?

   Nicolás sacudió la cabeza. Sabía que Antonio no se había casado con él sólo por David. Antonio no era esa clase de hombre y él tampoco. Demasiados matrimonios rotos había divorciado Antonio como para unirse a alguien sólo por un bebé.

   Sin embargo, era obvio que muchas cosas los llevaron a unirse de forma, incluso indeseada. Había visto muchas fotos del primer esposo de Antonio… y no se parecían en nada.  Julián Olivares había sido un omega de ensueño, un esposo de comercial: hermoso, brillante y terriblemente perfecto. Un modelo a seguir. Rey omega de su promoción de secundaria, el centro de atención de la facultad en sus años de universidad. En pocas palabras, el chico soñado.

   Antonio se derrumbó emocionalmente cuando lo perdió, de eso no tenía duda. Le tomó años recuperarse y tuvo un duelo patológico que lo llevó por varios meses a abusar un poco de la bebida. Al igual que con Ismael, sólo su hijo logró levantarlo de nuevo y hacerlo continuar. Sin embargo, le tomó su tiempo.  Nicolás no era ni sombra de ese hombre. No era para nada ese tipo de persona.

   “Por eso se fijó en mi hermano”, pensó en ese momento. Y su pensamiento no fue por celos ni nada por el estilo. En lo absoluto. Sólo fue la ratificación de lo que venía analizando.

   Para Antonio era más natural sentirse atraído por alguien con la personalidad de Ismael: explosiva y apabullante. Nicolás era más tímido y simple por carácter. Además, que para el momento en que se conoció con Antonio, Nicolás era prácticamente una sombra.

   “Definitivamente, si no hubiese pasado todo lo que pasó, jamás se habría fijado en mi”, pensó.

   Aunque bueno, él tampoco se habría fijado en Antonio de no haber ocurrido todo lo que pasó, concluyó de inmediato, tomando a David en brazos. Nicolás estaba en esa época tan cerrado a cualquier tipo de contacto humano, que de no haber sido por ese celo fuera de control, jamás habría permitido un acercamiento por parte de ningún Alpha.

  “¿Por qué no puedo poner esto en palabras claras?” “¿Acaso escuchar, que en efecto, todo esto es como pienso, sería tan malo?” “¿Vale menos lo que tenemos sólo porque empezó de esa forma?”

   No pudo seguir meditando. Antonio en persona entró por la puerta, trayendo varias cosas para su hijo y para Nicolás. El omega, que se encontraba cambiando al niño, saludó bajito y continuó con su tarea. Antonio dejó las cosas sobre la mesa de la habitación y se acercó hasta ambos. Nicolás le entregó al niño.

   —¿Qué tal la noche? —preguntó Antonio, llenado al bebé de besos—. La audiencia se extendió más de lo previsto. Lo siento.

   Nicolás le restó importancia con un gesto de su boca. El niño había estado bien y Antonio había llamado varias veces para verificar que así fuera. No tenía nada que perdonarle.

   —El pediatra pasará en un rato. Ayer tomaron unos nuevos exámenes y hoy entregaran los resultados —dijo Nicolás—. ¿Te puedes quedar toda la mañana para escuchar lo que dicen?

   —Por supuesto —afirmó el Alpha—. El fiscal del distrito pidió dos días para seguir el juicio que estoy peleando. Los demás miembros de bufete pueden llevar los demás casos.

   —Bien, excelente.

   Nicolás aprovechó el momento y entró al baño. Durante la noche había sentido una pequeña molestia en la parte baja del vientre pero no le hizo mucho caso. No pensó que fuera nada grave; no hasta que vio una pequeña mancha de sangre en su ropa interior. No era una mancha grande, apenas se notaba. Pero fue lo suficientemente impactante como para alterarlo.

   Se vistió rápido y salió afuera. Su expresión era de desazón mezclada con pánico. Antonio lo notó.

   —Debo irme un momento —dijo el omega.

   —¿Qué? —inquirió Antonio, sin comprender.

   —Debo bajar un momento —repitió Nicolás. Luego tomó su bolso y guardó algunas cosas—. Quédate un momento con el niño, bajaré un momento a la urgencia y ya regreso. Por favor, me avisas de todo lo que diga el pediatra si no alcanzo a estar cuando llegue. No me tardaré.

   Antonio se quedó perplejo, sin tiempo a preguntar nada más. Nicolás  estaba muy raro desde la noche que le había pedido que se separaran. No había podido creerlo cuando lo escuchó. Sí, era verdad que estaban atravesando por su primera discusión grave, pero él no quería separarse por algo así. Sintió tanta rabia e impotencia de que Nicolás le dijera eso que no volvió a hablarle el resto de la noche. Además, se dio cuenta enseguida de que Nicolás tampoco era feliz con la idea de la separación. No podía serlo, teniendo en cuenta la forma cómo rompió en llanto nada más formular su propuesta.

   —¡Rayos! —rumió, meciendo al bebé que se empezó a dormir en sus brazos. No quería separarse de Nicolás ni tampoco de su pequeño David. Amaba a ambos con locura, y a pesar de la rabia y el dolor que sentía por la mentira de Nicolás, se había dado cuenta de que ya no podía estar sin el hombre.

   No se parecía en nada a su primer esposo, eso era verdad. Tampoco se parecía en nada a los típicos omegas que solían gustarle. Eso lo tenía claro.

   Pero también tenía claro que Nicolás había generado un antes y un después en su vida sentimental; una relación que jamás hubiera concebido en circunstancias normales y justamente eso era lo que tanto lo fascinaba.

   Chasqueó la lengua mientras colocaba al bebé en la cuna. No iba a dejarle las cosas fáciles a Nicolás pero por lo menos escucharía su versión de los hechos antes de permitirle echar todos sus meses de matrimonio por la borda. Eso sí, le dejaría claro que entre ellos, las mentiras y los misterios no eran parte del menú. O confiaban el uno en el otro, o no llegarían a nada.

   Su celular sonó. Nicolás estaba al otro lado de la línea.

   —¿Ya llegó el pediatra? —preguntó, al tiempo que se escuchaba su nombre desde un altavoz.

   —No —respondió Antonio, escuchando justo eso—. ¿Qué es lo que pasa? ¿Dónde estás?

   —En urgencias —dijo el omega, contestando al llamado—. Luego te explico.

 

 

 

   La revisión lo puso más nervioso de lo que creyó. El transductor del ecógrafo le molestaba bastante, obligándolo un par de veces a ahogar un gemido de molestia.

   Sin embargo, las noticias fueron mejores de lo que se imaginó. Por lo menos, hasta ese momento.

   —Todo está en orden, señor Nicolás. El feto se implantó adecuadamente y dicha implantación produjo el ligero sangrado que tuvo, pero ya ha cesado. Si sigue con sus medicamentos para el problema de su coagulación, no tiene por qué haber mayores problemas a futuro. Eso sí, si llega a tener sangrado de nuevo, no dude en consultar de inmediato.

   Nicolás asintió y volvió a cambiarse de ropa. Bueno, por lo menos sólo había sido el susto. No podía pensar en que además de todos los problemas que tenía, ahora tuviese que preocuparse también por la seguridad de su nuevo embarazo. Si ginecólogo le había dicho que embarazarse de nuevo, antes de los dos años de David, podía ser riesgoso, pero tampoco era una contraindicación absoluta. Como no volvió a entrar en celo luego del parto, otro médico le había dicho que posiblemente la lactancia lo estaba protegiendo.

   Pues bueno, parecía que hasta la lactancia tuvo su límite. Y teniendo en cuenta que aún no podía usar ningún tipo de anticonceptivo hormonal a pesar de que el problema de su sangre había mejorado mucho, no  tuvo manera de evitar quedar embarazado.

   Antonio le preguntó varias veces sobre usar algún método de barrera, pero luego de lo dicho por el médico acerca de la lactancia, la verdad fue que ambos se confiaron.

   Cuando volvió a la habitación, la pediatra estaba examinando a David, mostrando unos resultados a Antonio. El bebé estaba dormido y tranquilo en brazos de su padre. Era una linda escena.

   —Pues bien, este pequeñin está mucho mejor. Pueden llevarlo a casa y seguir el tratamiento allá. ¿Están de acuerdo?

   Nicolás y Antonio sonrieron y asintieron al unísono. Sus miradas se encontraron por un momento, sintiendo por lado y lado, una especie de corrientazo eléctrico. La pediatra y el enfermero se retiraron, diciéndole que esperaran un rato para que les entregaran todos los papeles de la de alta. Nicolás y Antonio dieron las gracias, abrazando a su pequeño con amor.

   Cuando quedaron solos en la habitación, Antonio preguntó primero.

   —¿Vendrás conmigo a casa, verdad? ¿No vas a separarte de mí como amenazaste esa noche, cierto?

   Nicolás bajó la vista, soltando la pequeña mano de su bebé. Sus ojos se llenaron de lágrimas; lagrimas que se perdieron en el reluciente piso aséptico de aquel cuarto.

   —No, no te preocupes. Iré contigo a casa y con nuestros hijos. La última noche que estuvimos juntos (en la intimidad) te lo dije: No iré a ningún lado, quiero estar contigo.

   —¿No más mentiras entre los dos entonces? —preguntó Antonio, severo.

   —No más mentiras —respondió Nicolás—. No volveré a ocultarte cosas sobre mí ni sobre nuestros hijos. No es justo ni para ti ni para mí. Por cierto, bajé a urgencias porque tuve un pequeño sagrado. Me revisaron y me dijeron que todo está bien con el bebé. Seguro tendremos otro bebé sano.

   Nicolás volvió a sonreír. Los ojos de Antonio se abrieron como platos.

   —¿Qué?

 

 

 

   Tres años casi; tres largos años y sin embargo, esta era su primera visita. ¿Miedo? Sí, era miedo. Terror a recordar ese dolor que lo hizo perderse por tanto tiempo. El dolor que casi lo separa para siempre de su hijo.

   Ismael colocó las flores sobre el mármol de la tumba y leyó el epitafio.

   “Amado hijo, Leonardo Peñaranda, siempre serás recordado”.

   Y claro, decía así porque habían sido los padres de Leonardo quienes se encargaron de todo el proceso. Ismael ni siquiera fue al sepelio, sumido en el shock de la perdida y el dolor del post- parto.

   Los abuelos del niño eran personas de campo, no vivían en la ciudad y estaban enfermos. Por eso ni siquiera consideraron quedarse con el niño mientras Ismael se recuperaba.

   Durante su época de rehabilitación, sin embargo, la pareja se mantuvo en contacto con Nicolás, enviando regalos para el nieto, en incluso, visitándolo un par de veces.

   También estaban destruidos por la pérdida de su único hijo, la enfermedad y la lejanía de su único nieto. Ismael pensó que quería verlos de nuevo y hablarles. Y quería ir con Mauro.

   Dejó las flores sobre la tumba y se puso de pie. Ese lugar no significaba nada para él. No había encontrado allí la paz ni las respuestas que necesitaba. Podía tener sepultado el cuerpo de su amado esposo, pero no había nada allí que le recordara a él.

   Iría donde estaban las raíces de Leonardo. A casa de sus padres, al lugar donde nació y donde soñaron vivir cuando también estuvieran viejos. Quería volver a recordar esos tiempos de felicidad, cuando veían un largo porvenir ante sus ojos. Quería ver a esos humildes y amorosos señores que siempre habían sido dulces y amables con él. Los mismos que no le reprocharon ni una sola vez, las múltiples equivocaciones que cometió. Quizás, porque sobre la tierra, no había otras personas que comprendieran su dolor más que ellos.

   Sacó su móvil del bolsillo y tecleó un número. Christian le respondió a los pocos timbrazos.

   —¿Ishi?

   —Sí, soy yo —respondió Ismael—. ¿Cuándo fue que me dijiste que tendrías unos días libres?

 

 

 

   Antonio caminaba en círculos en la habitación. Joder. ¡No podía creer en todo lo que había parado ese estúpido malentendido y todo por no hablar claro las cosas! No sabía si reír o llorar. No sabía qué lo tenía más feliz, si el embarazo de Nicolás o el NO embarazo de Santiago.

   —No lo puedo creer. ¿En verdad pensaste que te ocultaría algo como eso? —reprochó Nicolás, cruzándose de brazos—. Si descubriera que Santiago está embarazado, por supuesto que serías la primera persona a quien se lo diría.

   —¿Y por qué no pasó lo mismo con tu embarazo? ¿Acaso eso no merecía saberlo enseguida?

   —Bueno, pues… si, tienes razón. Lo siento.

   Antonio suspiró. Sentía un alivio tan grande que lo último que quería era volver a pelear con Nicolás. Y ahora menos, que lo estaba haciendo tan feliz. No entendía por qué Nicolás había sentido la necesidad de esconderle algo como aquello, pero ya tendrían tiempo de aclarar todo cuando llegaran a casa. Lo importante ahora era que por fin iban a sincerarse en muchos aspectos, y eso sería un gran paso.

   —¿Llevas todo? —le preguntó, tomando al niño y el bolso más pesado.

   —Todo —contestó Nicolás, agarrado otras dos bolsas.

   —Perfecto. Volvamos a casa.

   Nicolás asintió y tomó la mano de su esposo.

   —Volvamos a casa.

 

 

 

   Perfecto. Era sencillamente perfecto. El almuerzo estaba exquisito y todos estaban felices con la llegada a casa del pequeño David. Javier retiraba los platos para servir el postre cuando Antonio le comunicó a todos que Nicolás y él tendrían otro bebé.

   Nicolás asintió contento.

   —Santiago ya lo sabía —comentó, mirando al chico con dulzura.

   —Sí, y por esa razón se formó un terrible malentendido —bufó Antonio—. Llegué a pensar que el embarazado era mi hijo. ¿Pueden creerlo?

   Las caras de Javier y Santiago se volvieron un poema. El omega más joven soltó la cucharilla de su postre e hizo un puchero enorme, mirando con disgusto a su padre. ¡Sabía que en los últimos meses había subido de peso! ¡Pero no había necesidad de ser tan cruel! ¡No la había!

   —¡Es porque estoy gordo, ¿verdad?! ¡Qué malo eres, papá! ¡No volveré a comer en la vida! —chilló, dejando el postre a medio probar.

   —No, amor. Claro que no, fue sólo que escuché mal algo y…

   —¡ Y nada! —devolvió el compungido chico—. Si no bajo tres kilos para la fiesta, no iré —amenazó, dejando la mesa a la carrera—. ¡No iré!

   Y entonces se oyó la puerta, cerrándose de un portazo. Antonio suspiró. Por Dios, y eso que apenas empezaban los celos.

   —¿Te das cuenta por qué sentía pánico de sólo pensar en ese niño preñado? —suspiró, volviendo a su postre.

   —Tampoco somos nosotros la mata de la madurez —reconoció con pesar Nicolás.

   —Son las hormonas del celo, pronto entrará en él —anotó Javier, levantando la mesa antes de tomar a su nieto en brazos y llevárselo con él—. Estaré en el segundo piso con David. Creo que ustedes tiene mucho de qué hablar. No se preocupen por Santi, se le pasará apenas entre a Facebook a ver ese montón de monitos chinos que tanto le gustan. Por cierto, ¿de qué fiesta hablaba?

   —Eh… de la fiesta de un compañero de escuela —se apresuró a contestar Antonio—. Y espero que tengas razón sobre su estado de ánimo. No tengo paciencia para otro berrinche, y mucho menos, dinero para otro vestido. ¡Es increíble lo que cuesta una habitación de hospital!

   —Y eso que nunca me dieron comida —rodó los ojos Nicolás—. Por cierto, suegro, ¿Tiene algo para que ya no me baje tanta leche? No puedo ponerme nada bonito, paso goteando a cada minuto.

   —Eso fue por culpa del llanto del niño; es un fenómeno natural. Tu hijo llora desconsolado, el cerebro le ordena a tu cuerpo producir leche para calmarlo. Ahora que el niño está mejor, parará. Más tarde te prepararé algo que también ayudará.

   Nicolás asintió, retirándose a su habitación junto a Antonio. El Alpha se recostó en la cama junto a su omega, dejando salir por fin todo el cansancio acumulado de todos esos días a la intemperie.  Nicolás le agradeció en silencio, recostándose también, tomando discretamente su mano. Antonio se la sostuvo, dirigiéndola a su boca para un beso. El Alpha habló.

   —¿Ahora si me contarás todo lo que te pasa? Dime por lo menos si me sigues queriendo.

   —¡Te quiero! ¡Te quiero con todo mi corazón! —exclamó Nicolás, levantándose sobre sus codos para quedar cara a cara a su esposo—. Es sólo que me entraron dudas luego de que discutimos por lo del novio Santiago —agregó—.  Tu actitud para conmigo después de eso, me hizo sentir como un intruso, como alguien que no tenía derecho a opinar; como alguien que se había metido a la fuerza a tu vida e intentaba ocupar un puesto que no le correspondía.

   Antonio se quedó boquiabierto. ¿En serio había hecho sentir así a su esposo?

   —Pero… yo nunca dije nada parecido a eso —fue todo lo que logró articular.

   —Se que no lo hiciste con palabras —susurró Nicolas, bajando la mirada—. Pero yo lo entendí así.  Empecé a preguntarme cosas, y a tener dudas con respecto a nuestra relación. Empecé a sentir que… que…

   —Que si no hubiese sido por ese celo desbocado y por el niño, yo nunca me hubiera acercado.

   —Así es.

   Las lágrimas de Nicolás comenzaron a desbordarse. ¡Rayos! Estúpidas hormonas. En parte tenían la culpa, pero tampoco las podía culpar de todo a ellas.

   Durante días no había hecho otra cosa que reprimir sus miedos y dudas, y ahora, por fin, todos ellos podían salir a la luz,  encontrando las anheladas respuestas.

   Antonio alzó su mano diestra, tomando una de esas lágrimas entre sus dedos. No sabía si era su curtida piel de abogado o simplemente el hecho de ser un Alpha, pero le parecía adorable que Nicolás se estuviera rompiendo la cabeza por algo así. Iba a ser un poco cruel con sus palabras, pero iba a dejar su punto claro de una vez por todas. Quería al Nicolás que tenía  a su lado sin importarle demasiado la forma cómo había llegado a él. Era suyo ahora, y eso era lo único que le interesaba.

   —No me casé contigo por el niño, Nicolás. Eso lo sabes bien. Pero tienes razón en algo. Si no hubiese ocurrido todo el asunto del celo descontrolado y tu posterior embarazo, es probable que yo nunca me hubiera fijado en ti.

   —¿Lo ves?

   —Sí, lo veo —admitió el Alpha enseguida—. Y encuentro también que no tiene nada de malo. No me enamoré de ti ni a primera, ni a segunda y posiblemente ni a tercera ni a cuarta vista. ¡Auch! ¡No me pegues! Me enamoré de ti con cada día a día; con cada detalle que iba percibiendo, con cada capa que me dejaste ir descubriendo. Eres hermoso, eso ni lo dudes. Pero no eres el tipo de hombre que solía gustarme.

   —Te gustaban los hombres como tu primer esposo.

   —Así es, me gustaban los omegas vistosos y extrovertidos, como Ismael, como Julián —aceptó Antonio—. Me gustaban ese tipo de hombres.

   —¿Entonces qué paso conmigo? —preguntó hipando Nicolás.

   —Pasa que le amor es caprichoso, amor mío. Y ahora lo que me encanta, es esa misteriosa sensualidad que te envuelve.

   Los ojos de Nicolás brillaron con algo más que las lágrimas. Su cara se puso adorablemente colorada.

   —¿Me lo dices en serio?

   —No, es un truco —sonrió Antonio—. Estoy esperando el momento oportuno para matarte y ver donde te meto. ¡Auch! ¡Nicolás, en serio duele!

    —Eres un tonto —hizo un pucherito Nicolas, dejando ver luego una inmensa sonrisa—. Yo tenía miedo de que volvieras a tomar una decisión basándote en el hecho de que tendríamos un bebé. Por eso no te había contado lo del embarazo.

   El rostro de Antonio recuperó la seriedad.

   —Yo nunca me quedaría contigo sólo por un hijo, Nicolás. Te respeto demasiado para eso.

   Nicolás suspiró.

   —Oh, cariño. Ahora sé porqué eres el mejor abogado de la ciudad.  ¡Auch! ¡Ahora tú no me pegues!

   —Lo mereces. No debes ocultarle cosas a tu Alpha. Debería ponerte sobre mis rodillas y darte una lección.

   Los ojos de Nicolás se ampliaron con lascivia. La idea pareció gustarle.

   —Tal vez deberías —sugirió bajito—. Pero sólo un poquito. Mañana debo contratar a alguien que nos ayude en la preparación de la fiesta de tu padre.

   —Santiago casi nos daña la sorpresa —gruñó Antonio—. Por suerte papá no siguió preguntando.

   —Ni lo hará más —guiñó un ojo Nicolás—. Lo mantendré ocupado con David todo el tiempo que pueda mientras organizamos todo.

   —Por eso eres el mejor —le besó su esposo, degustando esos labios que durante todas esas noches sólo había podido soñar.

   —¿No ibas a castigarme? —sedujo el omega, respondiendo al beso con pasión.

   —Lo haré —dijo el Alpha, desnudándolo despacio—. Sí que lo haré.

 

 

   Continuará…

Notas finales:

   Hola, gente. ¿Cómo han estado? Las cosas por mi casa han mejorado mucho, gracias a Dios. Por eso estoy de nuevo por aquí, trayéndoles este nuevo episodio.

   Lamento mucho haber cortado en esta parte, pero preferí dejar el lemon para el cap final. Sí, así como lo oyen, el próximo será el cap final de este fic. Ya definitivo. Pero no se me amarguen. A partir de ahora, estos personajes los verán de secundarios en otro fic que empezaré y donde todos estos personajes seguirán apareciendo, no como protagonistas centrales, pero si con papeles muy importantes donde podremos seguir viendo sus vidas. Ya podrán ver más adelante de qué se trata.

   No siendo más los dejo, y decirles que con Fuego en Sicilia, estoy en proceso de edición del último cap. Sin embargo, estoy revisando algunas cosas porque tuve que releer mucho para seguirlo. No se me desanimen. Yo tardo pero llego. Un abrazo enorme a todos y muchas gracias por continuar acá.

 


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