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Objeción denegada por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Sorry. Estoy trabada con el nuevo cap de "Fuego en Sicilia", por eso no he actualizado. Le modifiqué unas cosas y no logro que me guste cómo queda. Lo estoy editando. Lo bueno es que ya le falta poco. U.U.

Disfruten éste mientras. =) .

   Capítulo 5 

   A prueba.

  

   —¿Entonces…? —preguntó Santiago, viendo la cara de preocupación de su amigo.

   —Nada —respondió Ismael, soltando el teléfono—. No me contesta.

   —¿Crees que le pasó algo?

   —Es lo que me preocupa. No lo dejé muy bien la ultima vez que nos vimos. ¿Me acompañas a su departamento?

   —Sí, vamos. Hoy no tengo trabajo.

   Santiago ya estaba al corriente de todo lo ocurrido entre Nicolás y Antonio. Ismael se lo había contado con pelos y señales, aunque él mismo Ismael todavía no lo asimilaba del todo. Antonio era un buen hombre y sería excelente para Nicolás, pero éste último tenía el corazón apresado por las dudas y los miedos de su última relación. Ismael temía que su hermano no estuviera preparado para tantos cambios y ese le molestaba.  

   —Me encantaría que Nicolás se diera una oportunidad con Antonio —comentó mientras arrullaba a un somnoliento Mauro—, se lo merece.

   —¿Y si Antonio no está interesado? —alzó una ceja Santiago—. Hasta hace nada quería ligar contigo.

   —Pero se vería lindísimo con mi hermano. Nico lo puede enamorar —se emocionó Ismael—. Harían una pareja hermosa. Nicolás tan amoroso y necesitado de afecto… y Antonio… Antonio tan solito desde que murió su esposo. ¡Nyaaaa! —saltó emocionando, despertando al bebé—, ¡Tenemos que unirlos!

   —Tenemos me suena a una buseta llenísima de gente donde yo no voy montado —bostezó Santiago, moviendo la mano. Santiago hizo un puchero.

   —Anda, Santi. Todos llevamos una Celestina dentro —anotó haciendo ojitos.

   —Ese no es el dicho —rumió el otro—,  y si así fuera, la mía la puedes ir intercambiando por un Jack, el destripador. Ese me agrada más.

   Ismael rodó los ojos. Santiago lo ayudaría a juntar a ese par sí o sí, sólo tenía que pensar en un plan y tenía que ser uno bueno. La verdad era que esos dos podían complementarse perfectamente si se daban una oportunidad. Antonio no había tenido la mejor primera impresión de Nicolás, pero eso podía cambiar. Nicolás por su parte, tampoco se había llevado muy bien con Antonio desde el principio, pero era el padre de su hijo,  y eso tenía que pesar. Si Nicolás seguía conservando ese corazoncito amoroso que tenía antes de que ese malnacido le hubiera dejado, entonces había mucho suelo donde cultivar; sólo había que saber elegir bien el momento de iniciar la cosecha.  Ismael presentía que su hermano tenía aún un corazón gigante para amar. Sí había descongelado sus sentimientos para llenar de mimos a Mauro, podía hacerlo también para amar de nuevo como hombre. Sí, era un sentimiento distinto al amor de padre, pero era un sentimiento necesario también.

   —Llegamos —dijo mientras sacaba su billetera para pagar el taxi—. Si encontramos a Nicolás, por favor, sígueme la corriente en todo lo que te diga, ¿vale? —pidió guiñando un ojo a su amigo—. De momento, es todo lo que te pido.

   Santiago rodó los ojos, pero terminó por asentir. ¿Qué se le podía estar ocurriendo a esa cabecita loca de su amigo? Sonrió. En honor a la verdad, esperaba que algo fabuloso en lo que se pudiera divertir.   

 

 

   Nicolás estaba obedeciendo las indicaciones al pie de la letra. Dócil y sumiso se estaba dejando llevar por el celo, sin impedir ninguno de los gestos dominantes de su amante: cuando lo pusieron sobre la cama, se dejó; cuando lo colocaron sobre el sofá, se dejó; cuando el Alpha lo puso sobre sus piernas, se dejó. Y ahora, contra la pared, recibiendo las embestidas cada vez más apasionadas de Antonio, se estaba dejando también.

   —Tranquilo —jadeó, colocando su mano diestra sobre la mejilla del Alpha—, un poco más despacio.

   Y Antonio lo obedeció de inmediato, suavizando su ritmo. Nicolás lo premió besando su cuello, frotando esa espalda fuerte y fibrosa que se tensaba a cada movimiento.

   No podía ser un hipócrita y en honor a la verdad, estaba disfrutando más que en el primer celo. Ahora era completamente consciente de todo lo que sucedía, de cada beso, de cada caricia. Se sentía extraño porque una parte de él se negaba, odiaba volver a sentirse tan débil, tan urgido, pero la otra lo gozaba sin prejuicios ni culpas; entregada y satisfecha.

   Cuando el orgasmo llegó, el omega volvió a sentir el nudo del apareamiento formarse en su interior. La caliente humedad del semen llenó sus entrañas y sus propios fluidos corrieron libres entre ambos cuerpos. Nicolás se arqueó entre los brazos de Antonio, quien lo sostenía con fuerza, desplomándose luego entre ellos. El Alpha tomó a su pareja y lo llevó al lecho, dejándolo caer sobre él.

   Nicolás acarició el pecho de Antonio, sintiendo el menudo vello rubio, casi invisible que había sobre su esternón. Le acarició los pezones también, y suavemente lo besó en el mentón. El Alpha gruño complacido, tomándolo más fuerte entre su brazos. Su parte animal estaba contenta y satisfecha, encantada con el omega. Nicolás sintió su corazón latir más a prisa cuando las manos del Alpha volvieron a rozar su vientre. Sentía miedo porque nunca ninguna caricia le había hecho el corazón saltar así.

   …ni siquiera con Carlos.    

 

 

   El sol de la mañana penetró suavemente en la estancia, era un bello domingo.

   Nicolás abrió los ojos, encontrándose de lleno con los ojos verdes de Antonio, mirándolo con ternura y diversión.

   —Buenos días —susurró el Alpha, saludándolo.

   —Buenos días —respondió Nicolás, ladeando la cabeza intrigado—. ¿Tú… estás… consciente de nuevo?

   Un asentimiento de cabeza respondió por Antonio. Incorporándose un poco, el Alpha olisqueó el ambiente; pero tal como sucedía desde hacía unos minutos, ya no percibía en el aire ningún celo distinto al de Santiago.

   —Creo que terminó —se encogió de hombros finalmente—. Quizás, como no era un celo normal, no tenía que durar los tres días reglamentarios.

   —Es posible —convino Nicolás, sonrojándose hasta las orejas mientras se enrollaba en las sábanas en busca de su ropa. Antonio lo vio y sonrió un poco, ayudándole a reunir las piezas.

   —Iré a preparar algo de desayuno mientras tomas una ducha —sonrió, dando media vuelta—. Santiago aún duerme, pero despertará muy hambriento. Lo conozco.

   Nicolás asintió y tomando su ropa se metió en el baño. El agua fría lo alivió bastante, borrando cada huella de la noche anterior. Tuvo que lavarse hasta el cabello porque hasta allí estaba sucio. La culpa volvió a él de forma estrepitosa. Ahora no había brumas que diluyeran sus recuerdos, ahora todo era nítido y transparente en su mente. La pasión incontrolable, el calor del cuerpo de ese Alpha, su forma de besar, de acariciar, de ronronear junto a su oído mientras lo llenaba más y más con su esencia.

   Aturdido se echó más shampoo y sacudió la cabeza. Estaba sucediendo lo que tanto había temido: volver a sentir la necesidad de alguien, la ilusión de sentirse querido y anhelado.

   ¡Pero no era amor! ¡Aún no! ¡Y él evitaría que llegara a serlo! Le bastaría su hijo, con eso sería suficiente. Si se enamoraba de nuevo, la incertidumbre, la inseguridad, la posibilidad de salir herido de nuevo volvería a ser un karma en su vida. Y no quería eso de nuevo. Aún no superaba la traición de Carlos, ¿cómo salvar a su corazón de un nuevo fracaso?

   No, no quería más sueños rotos en su vida. No más. Había sufrido una vez, pero no lo haría dos veces. No si podía prevenirlo.

   Terminando de asearse se secó y se vistió por completo. Cuando salió a la sala, el olor a panquecas le hizo gruñir el estomago. Tenía bastante hambre y esa mañana no sentía nauseas. Tenía que aprovechar.

   —Espero que te gusten —sonrió Antonio, sirviéndole un plato e invitándolo a la barra de la cocina.

   —Gracias —sonrió de vuelta Nicolás, tomando un tenedor del contenedor de cubiertos—, se ven deliciosas.

  —Come cuanto gustes.

   Antonio dio media vuelta y se paró junto al lavaplatos para lavar unos trastes. Nicolás lo reparó sin darse cuenta. Era un hombre bastante atractivo, pensó, deteniéndose en ese trasero por el que más de un omega giraba la cabeza en la calle.

  Se regañó mentalmente por sus pensamientos, metiendo un trozo de panqueca en su boca. En efecto, estaban deliciosas y le cayeron de maravilla. Se sirvió también un poco del jugo de naranja que estaba sobre la barra. En ese momento su teléfono vibró y de prisa lo sacó del bolsillo de su pantalón, revisándolo. ¡Por todos los cielos! ¡Ismael iba a matarlo!

   ¡Tenía más de quince mensajes y como treinta llamadas perdidas! Rápido marcó el número de su hermano y esperó en la línea. Esperaba que Ismael no hubiera ido hasta su casa, porque conociéndolo como lo conocía, el exagerado sería muy capaz de ir hasta la policía.

   —¿Sucede algo? —preguntó Antonio, secando unos vasos.

   —Ismael está como loco buscándome —se azoró Nicolás, marcando por segunda vez—. ¡Y ahora no contesta el celular! —se crispó—. Contesta, vamos. ¡Contesta!

   Sonriendo por lo bajo, Antonio negó con la cabeza. No podía imaginar cómo había sido posible que ese par de hermanos que se querían tanto hubiesen terminado en juicio. La gente estaba realmente muy loca. El sonido de un gemidito en la habitación de su hijo lo sacó de sus pensamientos. Antonio corrió a la habitación de Santiago seguido por un preocupado Nicolás que dejó el desayuno a medias.  ¡El chico había despertado! 

   —¡Papá!   —lloriqueó el pequeño omega nada más ver la cara preocupada de Antonio cruzando la puerta—. ¡Duele! ¡Duele mucho!

   Sentándose en el lecho de su pequeño, Antonio lo abrazó, besando su cabecita húmeda de sudor.

   —¡Tranquilo, bebé! Te daré una medicina que te aliviará. ¡Nicolás!

   —¡Sí, aquí está!

   Nicolás tenía el medicamento listo en la mano. Sacando una pasta del blíster la ofreció al muchacho, dándole un poco del agua que tenía en su mesa de noche.

   Santiago tomó la pasta sin dudar. Limpiando sus lágrimas se recostó en el lecho mientras Antonio salió en busca de un poco de jugo para ofrecerle. Nicolás se quedó en la habitación, colocando las pastas sobre la mesa. La voz y la mirada de Santiago lo sorprendieron de repente. El muchacho no era tonto y sabía que allí pasaba algo.

   —¿Dormiste aquí? —preguntó el pequeño omega, reparando en la ropa de su acompañante—. ¿Entonces sí eres el novio de papá?

   —Y yo… Yo no…

   —¿Contigo fue con el que pasó esos tres días que estuvo fuera de casa? —continuó averiguando sin recelo—.  Papi nunca había dormido fuera de casa, pero hace un mes pasó tres días fuera.  ¿Estaba contigo, verdad? ¿Estabas en celo y lo pasaron juntos?

   Sonrojándose hasta las orejas, Nicolás se crispó pero al final decidió asentir con la cabeza. Ese chico era lo suficientemente listo como para notar si le estaban mintiendo, y más en algo relacionado con su padre, de quien parecía conocerlo todo.

   —Si eres el novio de papi, por mí esta bien —sonrió el lindo adolescente—. Papá ha estado bastante sólo desde que mi otro papi murió.

   —¿No ha salido con nadie desde esa época? —se interesó de repente Nicolás, reprendiéndose mentalmente por ello.  Santiago, sin embargo, no se molestó, negando con la cabeza.

   —Ha tenido citas y alguna que otra aventura, ya sabes. Pero nada serio. Desde que pasó esos tres días contigo, está diferente.

   —¿Diferente?

   —Sí, diferente —aseguró el adolescente—. Está despistado, sonríe tontamente y se pasa los semáforos en rojo por estar distraído. Me dijo que había lastimado a alguien en un brazo y que estaba preocupado por eso…  pero ahora sé que se trataba de ti.

   Impresionado, Nicolás bajó la cabeza meditando en aquella información. No podía ser, debía ser un error. Antonio Olivares no podía estar así por él de ninguna manera. A lo mejor sólo estaba realmente preocupado por lo de su brazo pero nada más.

   Debía irse, debía irse de inmediato y acabar con cualquier malentendido de una buena vez. Evitar alimentar peligrosos sentimientos. Había pasado unos buenos celos en compañía de ese hombre, pero eso había sido todo. De ahora en adelante sólo debían verse en todo lo concerniente con el niño que tendrían, pero hasta ahí. Nada más. Una relación formal y cordial sería suficiente para la salud y el bienestar del niño que iban a tener. No necesitaban más.

   —¿Dije algo malo? —preguntó Santiago, notando la tensión en el otro omega. Nicolás negó con la cabeza.

   —Nada, es sólo que debo irme. Tengo unas cosas que hacer y se hace tarde. Tu medicina queda sobre la mesa —se la mostró—, tómala a tiempo para que el dolor no se haga insoportable. Y ya sabes, no salgas de casa.

   Santiago asintió, comenzando a adormilarse por los medicamentos.

   —Cuida bien de papá —dijo mientras cerraba los ojos—, es lo único que tengo.

   ¿Cuidar de su padre? Nicolás suspiró profundo para calmar su corazón desbocado. Cuidar a alguien sería arriesgarse a perder de nuevo… como con Carlos… como con Mauro…¡No podía!, pensó dando media vuelta. ¡No podía!

   Antonio vio la silueta del omega desplazarse a toda velocidad por la sala pero Nicolás hizo caso omiso a su llamado, marchándose a toda prisa tras un intenso portazo.

   Dando un trago al jugo que sostenía en su mano, el Alpha negó con la cabeza.

   —¡Qué problemático eres, Nicolás! —suspiró, sonriendo luego—. ¡Qué problemático eres!

 

 

   Por fin Ismael contestó al teléfono. Era la cuarta llamada que le hacía y ya se esperaba lo peor.

   —¡¿Se puede saber dónde rayos estás, Nicolás?! —exclamó el hermano menor muy irritado, haciendo lo posible por no despertar a su hijo.

   —¿Se puedes saber qué haces tú vigilándome de esta forma? —le devolvió Nicolás con el mismo tono.

   —¡Estaba preocupado por ti! —se exaltó el otro omega—. Estás embarazado y solo. ¿Qué quiere que piense si te llamo más de quince veces y no respondes?

   —Sí, ya lo sé. Perdón.

   Sin poder hacer otra cosa que darle la razón a su hermano, Nicolás tomó su auto y en quince minutos estaba frente a su edificio, donde Ismael y Santiago lo esperaban.

   —¡Tú vienes de follar! —dijo Santiago nada más verlo.

   —¡Hey! —se azoró Nicolás—. ¿Cómo sabe usted eso?

   —Porque te brillan los ojos, estás sonrojado y pareces diez años más joven —le devolvió el otro chico con un guiño.

   —¿Es eso cierto, Nicolás? — intervino Ismael, acomodando mejor el cuerpo dormido de Mauro en sus brazos. Nicolás dio un suspiro agotado.

   —Si, es verdad. Volví a entrar en celo repentinamente. Estaba con Antonio y…

   —Espera… espera… —lo interrumpió Santiago—, ¿volviste a entrar en celo?

   —Espera… espera…—se metió Ismael—… ¿dijiste Antonio?

   Nicolás asintió apenado, bajando la cabeza. Por lo visto no tendría escapatoria.

   —Estaba con Antonio, contándole lo del bebé y entre en celo de nuevo. Parece que los supresores volvieron locos mis ciclos.

   —A mi lo que me volvería loco es esa cosota que te has comido dos veces —sonrió Santiago—. ¿Es tan salvaje en la cama como parece?

   —¡Santiago!

   Ismael hizo un gesto con la cabeza, haciendo que su hermano y su amigo le siguieran. Una vez en el apartamento de Nicolás, todos entraron y se acomodaron. Ismael acostó a Mauro y luego se sentó junto a Nicolás, quien contó con más detalle lo sucedido, obviando los detalles íntimos, por supuesto. Santiago de vez en cuando lo sacaba de sus casillas con sus bromas, pero parecía que el adusto omega se acostumbraba poco a poco a la impertinente personalidad del otro chico.

   —¿Vas a salir con él? —preguntó de repente Ismael, dejando a todo el mundo en silencio.

   —¡¿Qué?! —negó  de inmediato Nicolás, inquieto—. No quiero salir con nadie —expresó nervioso—. ¡Con nadie!

   —¡Pero es el padre de tu bebé! ¡Y harían una buena pareja! —señaló el omega más joven—. Nicolás, ya es hora de que superes ese asunto de Carlos. Es hora de que lo dejes atrás de una buena vez.

   —¡Carlos es asunto mío!  ¡No te metas en eso!

   —¡Me meteré todo lo que quiera! ¡No seguirás desperdiciando tu vida por ese hombre! ¡No Lo harás!

   —¡Ya basta, Ismael! ¡Es en serio! ¡Ya basta!

   —¡Ya basta, mis pelotas! Nicolás, llevas siete jodidos años pudriéndote en vida por un miserable que te dejó y te robó. ¿Cuántos años más piensas desperdiciar recordándole? Es hora de que vivas tu vida y salgas de esta postración en la que has decidido encerrarte. Carlos no te quiso nunca… el muy pelele sólo te vio la cara y te humilló… es un criminal despreciable que no merece ni uno más de tus pensamientos, es un…

   El sonido de una bofetada hizo de nuevo el silencio. Poniéndose de píe, Nicolás se sintió repentinamente acorralado e inseguro, tembloroso de rabia. No soportaba que Ismael tocara del asunto de Carlos; no soportaba que nadie tocara ese asunto. Ismael se llevó una mano a su dolorida mejilla, poniéndose de pie también, confrontando a su hermano de una buena vez. Ya estaba bueno de tanta tontería. Si él había podido salir del abismo de las drogas, Nicolás también podía vencer esa terrible humillación que había tenido que padecer. No iba a permitir que su hermano desperdiciara la mejor oportunidad que la vida le estaba dando para obtener felicidad de nuevo. ¡No lo dejaría hacerlo!

   —Está bien, no me meteré más en tus asuntos si no quieres —cambió de tono repentinamente, mirando de soslayo a Santiago, que comprendió enseguida que se veía lo bueno—. Pero entonces te diré una cosa —sonrió con maldad, sobándose el golpe—. Antes de que se armara todo este lio contigo, Antonio me estaba tirando los tejos. Quería salir conmigo pero yo lo rechacé por estar liado con el asunto del juicio. Ahora sin embargo, es distinto. He despejado mi mente y me siento listo para continuar con mi vida amorosa. Quiero volver a tener una relación seria y ver qué pasa.

   Nicolás palideció. ¿Qué le estaba tratando de insinuar Ismael?

   —Si no quieres salir con él Antonio, perfecto. No te insistiré más —volvió a hablar el omega menor—. Si tú no quieres aprovechar tu oportunidad con ese papasito, entonces la tomaré yo. Saldré con Antonio y no quiero que interfieras.

   —Tú…

   —Saldré con Antonio y construiré una familia con él y con Mauro —remarcó Ismael con una sonrisa torcida—. Apenas salga de aquí lo llamaré y le diré que reconsideré su propuesta y que la acepto. Después de todo, para ti sólo ha sido un polvo accidental que te dejó un crio que pareces querer criar solo, ¿no es verdad?

   El rostro completamente crispado de Nicolás habló por él. De un movimiento avanzó hasta la puerta y sin mediar más palabras con su hermano, la abrió, mirándolo con inmenso dolor.

   —¡Lárgate! —dijo con tremendo esfuerzo en la voz, intentando por todos los medios deshacer el horrible nudo que tenía en la garganta—. ¡Fuera de mi vista!

   —¡Serás el padrino de bodas! —dejó caer Nicolás con todo el veneno antes de tomar a su niño y salir—. Me verás en el altar, casándome con el que pudo ser el hombre de tu vida.

   —Lárgate…

   —Vamos, Santiago —siseó el omega tomando a su amigo—. Dejamos a este amargado sólo con su depresión y celebremos que pronto tendré un nuevo papá para mi bebé. Nos vemos, hermanito. ¡Sigue soñando con el cretino de Carlos hasta que te mueras!

   Dando media vuelta hasta salir del departamento, Ismael bajó por el ascensor en compañía de Santiago. Una vez en el hall del edificio, el omega puso a su hijo en brazos de su amigo y fue por una botella de agua.  Las piernas le temblaban como gelatina y se sentía sin voz. No sabía de dónde había sacado fuerzas para hacer lo que acababa de hacer, pero lo había hecho y estaba feliz. Nicolás estaba estallando de celos y eso le encantaba. Jamás había visto a su hermano de esa forma desde lo de Carlos y eso le gustaba. ¡Por fin estaba saliendo de ese horrible cascarón en el que se había enclaustrado! ¡Por fin!

   —¿Te volviste loco? —preguntó Santiago una vez Ismael recuperó el aliento.

   —No —canturreó el susodicho—. ¿Acaso no viste eso? ¡Nicolás quería sacarme los ojos! ¡Fue genial!

   Santiago alzó una ceja. La idea de lo que su amigo consideraba genial lo aturdía un poco.

   —¿Qué planeas? —preguntó. Ismael rodó los ojos. ¡¿Tenía que contar todo otra vez?!

   —Pero si ya te lo dije —masculló un tanto irritado—. Planeo unir a ese par y no desistiré hasta conseguirlo. A Nico le gusta Antonio, lo vi en sus ojos. Desde el día que me contó que estaba embarazado lo presentí, pero ahora lo confirmé. Fue un flechazo brutal y efectivo lo que tuvieron, y no se porqué presiento que Antonio está en las mismas.

   —Entonces el plan es sacarlos de su miseria afectiva y unirlos para que sean felices para siempre.

   —Exacto —saltó Ismael.

   —Estoy fuera —bufó el otro omega.

   —¿Fuera? —inquirió Ismael, negando con la cabeza—. En lo absoluto, tú serás quien organice la fiesta.

   Abriendo los ojos como platos, Santiago hizo un gesto de horror.

   —¿Fiesta? ¿Cual fiesta? —gimió aterrorizado.

   —La fiesta de Halloween que daremos en quince días.

   —¿Fiesta de Halloween?

   —Todos los cuentos de hada tienen una fiesta, ¿no? —guiñó un ojo el omega.

   —Algunas películas de terror también —suspiró el otro.   

 

   Continuará…

  

  

 

 

Notas finales:

Gracias por leer y comentar.


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