Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El libro de las leyendas: Tomo Kaoru por Kaoru Himura

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Portada por zur79


Resumen:


Gaara siempre ha sido un chico conflictivo por la falta de afecto por parte de su padre, quien le culpa por la muerte de su madre. Perdido y lleno de rencor, encuentra en las carreras ilegales de coches su refugio y vía de escape para todo el odio que lleva guardado dentro pero hay alguien que amenaza con poner en peligro su santuario... su hermano Kankurô, quien siempre se preocupó por él pero Gaara nunca le dio la oportunidad para demostrárselo. Kankurô decide sumergirse en ese mundo de velocidad y peligro para proteger a su hermano y probarle que hay personas que sí le quieren. ¿Podrá ganar la carrera que lleva al corazón de Gaara?


Pareja principal: Kankurô-Gaara

 

Carrera a tu corazón

 

La ciudad de Tokio era todo un espectáculo de noche, con sus miles de habitantes por las calles disfrutando del ambiente y todas aquellas pantallas enormes y carteles de neón que iluminaban cada rincón. ¡Toda una exhibición de colores! Pero también era el escenario perfecto para esconderse en los oscuros y solitarios callejones alejados del centro para liberar adrenalina detrás de un volante deleitándose con la velocidad y su sensación de libertad.

 

Para Sabaku no Gaara, un chico pelirrojo de diecisiete años, era su hora preferida del día. Era el único momento en que podía vaciar su mente para concentrarse en la extrema velocidad que alcanzaba con su coche completamente tuneado y dejar atrás todos sus problemas. Ni siquiera tenía permiso para conducir pero eso le daba igual, no le preocupaba que le pillasen. Desde que aprendió a conducir hacía ya unos tres años, pisar el acelerador hasta el fondo y desgastar los neumáticos de su coche, era todo lo que le importaba.

 

Como cada noche, se encontraba dentro de su Maserati GranTurismo MC Stradale rojo, sentado sobre la tapicería de cuero de alta gama del asiento del piloto y con el volante entre sus manos mientras su pie no daba tregua al acelerador. Llevó su mano derecha a la palanca de cambios y con la otra dio un volantazo girando en una estrecha calle para salir a otra más amplia. Sus ojos se enfocaron durante un segundo en el espejo retrovisor y una ligera sonrisa se dibujó en sus labios al comprobar que ningún coche iba detrás del suyo.

 

Gaara no conducía simplemente a toda velocidad recorriendo las calles de la ciudad sólo con su amado deportivo... no, él participaba en trepidantes y peligrosas carreras callejeras, aunque decir que participaba en ellas era quedarse corto para describirlo. Él las ganaba todas, no había rival que pudiese vencerle en su terreno, él era el Rey del Asfalto y no había nadie que pudiera destronarle.

 

Condujo calle abajo y, al final de la misma, giró hacia la izquierda metiéndose en un barrio de clase muy baja, casi marginal. No aminoró ni un ápice su velocidad a pesar de comenzar a aparecer algunos transeúntes que paseaban por las aceras y se quejaban cuando pasaba por su lado, pero no le importó y siguió recorriendo varios callejones hasta que a lo lejos vio una pequeña zona con un par de restaurantes de comida rápida y unos enormes aparcamientos llenos de gente gritando exaltados.

 

Pese a estar casi en la línea de meta y a que el resto de competidores iban muy por detrás de él, Gaara hundió su pie en el acelerador hasta alcanzar los doscientos cincuenta kilómetros por hora. En pocos segundos, llegó a su destino y cruzó la línea de meta sin disminuir su velocidad, lo cual no sentó muy bien a la chica que ejercía de azafata con banderas en mano y que tuvo que echarse a un lado para evitar ser atropellada.

 

Solamente cuando se cercioró que había ganado la carrera, Gaara fue frenando lentamente y disminuyendo la velocidad hasta que su coche se detuvo por completo. Aún podía sentir la adrenalina recorrer su cuerpo y cómo las manos le temblaban ligeramente por la mezcla de emociones, así que las dejó sobre el volante sujetándolo con fuerza hasta que dejaron de temblar. Echó un vistazo a través del retrovisor interior y vio que toda aquella multitud se acercaba corriendo hasta su coche para felicitarle por su nueva victoria.

 

Abrió la puerta de su deportivo y salió de su interior con una pequeña sonrisa de satisfacción dando un pequeño portazo tras él. Se apoyó en la carrocería del coche cruzándose de brazos y esperó a que parte de aquella multitud llegase ya que se había detenido bastante lejos de la zona donde estaban reunidos. Los primeros en aparecer fueron los miembros de su grupo.

 

 - Te has vuelto a lucir, Rey – le dijo entusiasmado un chico de pelo blanco y ojos violetas.

 - Lárgate, Suigetsu – le apartó de un empujón una chica pelirroja con gafas – Eres el mejor, Rey – gritó enganchándose del brazo de Gaara y apoyando su cabeza sobre su hombro.

 - Karin, suéltale, le estás agobiando con tu pecho plano – se quejó Suigetsu.

 - ¿Cómo que pecho plano, cara de serrucho? - gritó enfadada soltando a Gaara y yendo hacia el chico de pelo blanco para pegarle.

 

Un joven de unos veinte años con el cabello de color naranja y una chica rubia de la misma edad se acercaron hasta el pelirrojo aprovechando que los otros dos se estaban peleando para felicitarle.

 

 - Bien hecho, Rey – felicitó Juugo.

 - Ha sido pan comido – le contestó Gaara.

 - Tienes muy merecido tu título, no hay nadie que pueda arrebatártelo – le dijo Ino pegándose a su cuerpo y recorriendo con su dedo índice el pecho del pelirrojo.

 

Gaara sonrió antes de besarla con pasión agarrando su nuca para atraerla más hacia él. Otro chico de tez blanca y pelo negro con una sonrisa falsa en su boca, detuvo la pelea de Karin y Suigetsu y les obligó a mirar lo que ocurría.

 

 - Os han quitado el turno – comentó Sai.

 - NO – chillaron a la vez y después se miraron con odio.

 - Es tu culpa, pecho plano. Me has distraído y he perdido mi oportunidad para darle el beso de la victoria – le reprochó Suigetsu.

 - ¿Mía? Has sido tú el que me ha distraído a mí a propósito para que no se lo pudiera dar yo.

 

Ambos se enzarzaron en una nueva pelea siendo observados por un sonriente Sai y un serio Juugo.

 

 - Parad ya – alzó la voz Gaara y los dos se detuvieron de inmediato – Siempre soy el ganador, ya tendréis más ocasiones para que os deje besarme.

 

Karin y Suigetsu asintieron sonriendo de forma coqueta, estaban felices de saber que el Rey les permitiría probar sus labios en otro momento.

 

 - He traído unas cervezas – comentó Sai enseñando un par de cubos llenos de hielo con latas dentro.

 - Eso, celebremos la nueva victoria del Rey del Asfalto – gritó Ino cogiendo una lata y abriéndola.

 

Mientras los chicos comenzaron con su particular fiesta, el resto de personas llegaron para felicitar al ganador de la carrera de esa noche. Gaara asentía con seriedad a cada palabra de adulación que le regalaban pero nadie se lo tomaba a mal, conocían su carácter serio y reservado aunque algunos afortunados conocían su lado salvaje y otros desdichados, su lado conflictivo y peligroso.

 

Tras unos minutos, comenzaron a llegar el resto de coches que habían participado en la carrera y algunos amigos y conocidos de los conductores fueron a hablar con ellos. De un Chevrolet Camaro negro con unos dibujos a los lados que representaban unas llamaradas de fuego y un alerón en la parte trasera pintado también con tonalidades que imitaban unas llamas, se bajó un tipo de pelo gris engominado hacia atrás y de unos veinticuatro años.

 

Hidan, que así se llamaba, dio un fuerte portazo cabreado y miró con odio a Gaara. Antes de que el adolescente apareciera por esas carreras, él solía ser el vencedor de casi todas, todo el mundo le hacía la pelota y las chicas se querían meter en su cama y probar la mercancía, pero desde que Gaara le venció en su primera carrera, le robó su puesto en el podio. Hidan le odiaba, no había podido superarle ni una sola vez en casi dos años y medio y le había arrebatado su fama como el mejor conductor.

 

Su atención fue desviada cuando una chica de pelo castaño y ojos negros se lanzó a sus brazos y le besó con fogosidad. Hidan rompió el beso con brusquedad al apartarla cogiéndola de los hombros sin ningún tipo de delicadeza.

 

 - No estoy de humor, Matsuri – le dijo irritado Hidan – Ese niñato ha vuelto a quitarme la victoria.

 - Tú te merecías ganar, eres el mejor y seguro que ese creído hace trampas. No es normal que siempre gane – quiso animarle mientras se pegaba a él y acariciaba la parte de su torso desnudo que su camisa desabrochada dejaba ver – Es un idiota, casi me atropella cuando ha llegado a la meta, ha ido directo a por mí – se quejó a su novio.

 - Nadie intenta herir a mi chica – dijo furioso.

 

Matsuri sonrió con maldad al conseguir su objetivo y ver cómo Hidan daba grandes zancadas hacia donde estaban Gaara y su pandilla. Mientras tanto, el pelirrojo tenía a Ino acorralada entre su cuerpo y su deportivo y estaba concentrado en explorar la boca de la chica con su lengua y agarrar una de sus nalgas a la vez que su otra mano realizaba un movimiento ascendente desde el muslo de la rubia hasta el interior de su falda. Hidan llegó hasta ellos seguido de Matsuri y un par de amigos, quiso acercarse hasta Gaara pero Sai se interpuso en su camino sonriéndole.

 

 - Aparta, bicho raro – dijo Hidan tirando al suelo al moreno.

 

Al oír el golpe de la caída de Sai, Gaara giró sus ojos en la dirección de la que provenía el sonido sin apartar sus labios de los de Ino y vio a Hidan acercarse a él mientras Suigetsu y Karin ayudaban a Sai a levantarse.

 

 - Hey, niñato, ¿cómo te has atrevido a golpear a mi chica con tu mierda de coche? - le dijo Hidan con tono amenazador.

 

Juugo se puso delante de Gaara y de Ino cuando vio que el tipo de pelo gris tenía intención de agarrar al Rey parando su movimiento.

 

 - Tu fama de tipo duro debe ser todo fachada si dejas que un gorila pelee tus peleas – se burló.

 

El pelirrojo se separó de Ino y posó su mano en el hombro de Juugo indicándole que se apartase, que él se encargaba de aquello.

 

 - No deberías provocarme si no quieres salir mal parado, viejo – le encaró Gaara.

 

Hidan inclinó un poco su cabeza hasta casi rozar su nariz con la del adolescente con intención de parecer amenazante y así asustarle pero Gaara permaneció con su rostro impasible y los brazos cruzados sobre su pecho.

 

 - ¿Vas a negar que casi atropellas a mi chica? - le preguntó desafiante.

 - ¿Qué chica? Cuando he ganado, no había nadie en la meta.

 - No te burles de mí, niñato – le dijo enfadado agarrándole de la camiseta.

 - No me burlo, ¿acaso me ves reírme? - le contestó serio – Tu zorrita es un ser tan insignificante que ni la he visto.

 

Aquellas palabras cabrearon mucho a Hidan quien levantó su brazo dispuesto a pegarle un puñetazo a Gaara pero éste lo esquivó provocando que el adulto fuera a parar de cara al suelo. La gente que había alrededor y vio lo que había pasado comenzó a reírse de él y a señalarle. ¡Un hombre adulto no podía con un simple crío de diecisiete años! Se sentía furioso y humillado, cada vez odiaba más a ese niñato.

 

 - ¿Cómo te atreves a dejar en ridículo a mi hombre? - le gritó Matsuri aproximándose a Gaara - ¿Crees que das miedo con ese tatuaje tan ridículo? Por favor, al menos deberías haber elegido otro kanji y no el de ''amor''.

 

Gaara la miró con odio y abrió la boca para contestar a esa chica cuando Ino se le adelantó.

 

 - Cierra la bocaza, zorra. Seguro que has montado todo este numerito porque estás resentida porque el Rey te rechazó y te quedaste con las ganas de que te la metiera – salió la rubia en defensa de su Rey.

 - No te atrevas a hablarle así a mi chica – intervino Hidan poniéndose en pie y golpeando a Ino en la cara.

 

La rubia cayó al suelo y la sangre comenzó a resbalar de la comisura de su labio. Sus amigos se agacharon corriendo a su lado para comprobar cómo estaba y ayudarla, en cambio, Gaara tenía los ojos muy abiertos y fijos en el labio partido de la chica. Algo en su interior se despertó y antes de que Hidan pudiera reaccionar, ya estaba tumbado el suelo con el pelirrojo sobre él lanzándole fuertes puñetazos sin parar. El adulto intentaba defenderse colocando sus brazos sobre su cara pero aquel adolescente era más rápido y más fuerte que él y no le daba tregua. Sentía cómo la piel de su cara se desgarraba con cada golpe y notó cómo su mandíbula crujió con el último puñetazo. Creyó que aquel demonio no iba a parar nunca pero, de repente, dejó de sentir su peso sobre su cuerpo.

 

Como pudo, abrió uno de sus ojos y vio a un hombre musculoso y corpulento de piel morena, pelo rubio y gafas de sol sostener a Gaara. Éste forcejeaba para volver a lanzarse contra Hidan pero Killer Bee le sostenía con fuerza para impedírselo.

 

 - Lleváoslo cuanto antes y curad sus heridas – les dijo Killer Bee a Matsuri y sus amigos – No quiero volver a veros esta noche por aquí cerca – les advirtió.

 

Los amigos de Hidan le ayudaron a levantarse y lo sacaron de allí alejándose lo más rápido que podían. Cuando el corpulento adulto los perdió de su campo visual, soltó por fin a Gaara.

 

 - ¿Por qué me has detenido? - le preguntó Gaara cabreado con un tono de voz tan bajo y ronco que daba más miedo que si le hubiese gritado.

 - No me apetece tener un cadáver por aquí que nos joda la diversión, así que empieza a controlar ese temperamento que tienes.

 - No obedezco tus órdenes.

 - Me lo debes, muchacho. ¿O es que has olvidado quién te enseñó a conducir como lo haces y te metió en este mundo? - le preguntó y el pelirrojo arrugó el ceño sin responder – Que no se te olvide gracias a quién te apodan el Rey del Asfalto.

 

Ambos se miraron con tensión durante varios minutos siendo observados por la multitud a su alrededor que contenían sus alientos temerosos de lo que pudiera pasar. Killer Bee resopló cansado aliviando el ambiente y se volteó mirando a Juugo que sujetaba a Ino.

 

 - Ven, te ayudaré a curarte ese corte – le dijo a la muchacha y con un gesto de su cabeza les indicó a ella y a Juugo que le siguiesen.

 

Cuando pasaron al lado de Gaara, Ino le dio las gracias pero el pelirrojo ni se inmutó, él no consideraba que se mereciese su agradecimiento ya que no lo había hecho por ella, sólo perdió el control al ver la sangre. Se dio la vuelta y se fue a buscar algo con lo que limpiarse la sangre de sus nudillos dejando a Karin, Suigetsu y Sai allí plantados. Tras alejarse unos pocos metros, entre la multitud vio una cara familiar y sus ojos brillaron con odio al notar a aquel chico de pelo castaño que le miraba con desaprobación. Gaara continuó su camino ignorando a esa persona pero ésta le persiguió hasta que se detuvo frente a unos chicos y les quitó una botella de agua para lavarse las manos.

 

 - ¿Qué haces aquí, Kankurô? - preguntó dándole la espalda al chico que iba tras él.

 - Quería conocer qué atrae tanto a mi hermano menor de este mundo como para que ninguna noche esté en casa con su familia.

 - ¿Ahora sí soy parte de la familia? - le reprochó Gaara - ¿Qué haces realmente aquí? No es la primera noche que te he visto merodeando en las carreras que participo.

 - Quiero competir.

 

Al escuchar aquello, a Gaara se le escapó una pequeña risa sarcástica y, cuando terminó de quitar la sangre de Hidan de sus manos, se dio la vuelta y miró con seriedad a su hermano mayor.

 

 - Vete a tu casa con tu familia y deja que tu papá te meta en la cama y te arrope. Éste no es lugar para un estudiante modelo e hijo perfecto, éste es mi santuario y tú no tienes derecho a entrar en él.

 - No pienso irme, estoy preocupado por ti. ¿Es que no ves que esto no trae nada bueno a tu vida y que sólo la pones en peligro? - trató de hacerle entrar en razón.

 - Es curioso que critiques lo que hago pero igualmente quieras hacer lo mismo.

 - Precisamente porque me preocupo por ti, ya que sé que no puedo convencerte para que desistas en tus locuras al menos estaré aquí y las compartiré contigo e intentaré protegerte.

 - No necesito una niñera y deja de fingir que te preocupas por mí - hizo una pausa cuando vio acercarse a Suigetsu y comenzó a caminar para ir a su encuentro – Siempre habéis deseado que estuviese muerto – le dijo cuando pasó al lado de su hermano.

 

Kankurô se quedó petrificado al oír esas palabras y el tono tan vacío que Gaara había usado para pronunciarlas. La voz no le salió cuando quiso replicarle y Gaara interpretó su silencio como una afirmación.

 

 - Rey, te estaba buscando. ¿Estás bien? - preguntó Suigetsu cuando llegó hasta ellos - ¿He interrumpido algo? - añadió al darse cuenta de la tensión del ambiente.

 - No – dijo agarrando a Suigetsu del trasero y metiendo su lengua cuando abrió la boca por la sorpresa – vamos a tu casa a celebrar como es debido mi victoria.

 

Suigetsu no protestó sino que incitó al pelirrojo para que continuara besándole y manoseándole mientras se alejaban dejando a Kankurô allí solo e inmóvil.

 

 

Los rayos del sol le golpearon en la cara sin ninguna piedad cuando la mañana llegó y, aunque hubiese deseado quedarse durmiendo porque estaba cansado, no tuvo más remedio que despertarse. Abrió lentamente los ojos tapándolos con la palma de su mano para que la luz no le cegara mientras sus pupilas se acostumbraban a la luminosidad del día. Gaara sentía algo de peso extra sobre su cuerpo y miró a su alrededor para comprobar de qué se trataba y vio a Suigetsu durmiendo sobre su hombro pero también vio una cabellera larga y rubia apoyada sobre su pecho, entonces recordó que la noche anterior, tras irse con el chico de cabello blanco, se encontraron con el resto de sus amigos, incluyendo a Ino. Ella, al ver que su Rey iba tener una fiesta privada con el chico, se unió a ellos alegando que su herida era un corte sin importancia y que ya se lo había curado. Gaara no se negó ya que ello significaba más placer para él y al final los tres acabaron haciendo un trío en casa de Suigetsu.

 

Apartó lentamente a los dos cuerpos que tenía encima y se levantó de la enorme cama buscando su ropa por el suelo pero no la encontró. Recordó que nada más entrar por la puerta, esos dos le fueron quitando la ropa así que seguro que debía estar por el pasillo y el salón. Se dirigió allí desnudo y fue recogiendo cada una de las prendas que le pertenecían, quería darse una ducha pero no le apetecía despertar a las personas que seguían descansando en la habitación y que le insistieran para que se quedase. Él ya había obtenido lo que quería, ya había disfrutado del sexo y del placer así que ya no pintaba nada allí, no era el novio de ninguno de esos dos por lo que no tenía que ponerse meloso con ellos tras una buena sesión de sexo duro. Ellos conocían perfectamente las reglas, sólo le darían placer sin sentimientos de por medio, no tendría una relación seria y romántica con ninguno de ellos, no quería... ni podía. Él nunca había sabido lo que era el amor.

 

Se tocó con los dedos el tatuaje de su frente pensativo y su conciencia le susurró con malicia un ''mientes''. De repente, sintió un intenso dolor de cabeza y se la sujetó con ambas manos cerrando los ojos y cayendo de rodillas al suelo. A los pocos minutos, el dolor desapareció, entonces abrió los ojos levantándose y se vistió despacio, aún no se sentía del todo bien. Una vez listo, cogió las llaves de su coche y se marchó del apartamento.

 

Media hora después, llegó a la casa donde vivía con Kankurô y su padre, su hermana mayor hacía un par de años que se había independizado y vivía con su novio. Metió las llaves en la cerradura sin mucho ánimo y las giró hasta que la puerta estuvo abierta. Entró al vestíbulo cerrando la puerta tras él y se descalzó. Después caminó por el pasillo en dirección a la escaleras para ir a su habitación pero, al pasar al lado del salón, vio a un hombre de cuarenta años bebiendo ron directamente de la botella. Rasa, el padre de Kankurô, le vio allí de pie frente a la puerta abierta e, inmediatamente, puso mala cara.

 

 - ¿Qué mierda haces aquí, maldito demonio? ¿Para esto te pago una educación, para que ni siquiera vayas a clase? - le gritó intentando levantarse pero estaba tan borracho que no podía mantener el equilibrio - Lárgate de una puñetera vez. No quiero ver tu asquerosa cara de monstruo... NO QUIERO VER TU CARA DE ASESINO.

 

El pelirrojo observó inexpresivo el lamentable estado en el que se encontraba el adulto mientras le gritaba esas duras palabras.

 

 - No te preocupes, no tienes por qué ver mi cara mucho rato más – le contestó serio y siguió su camino hasta alcanzar las escaleras y subir al piso de arriba para encerrarse en su dormitorio.

 

Tras asegurarse de echar el cerrojo, se metió en el baño de su cuarto y abrió el grifo de la ducha. Mientras dejaba correr el agua para que saliera caliente, fue quitándose la ropa frente al espejo y su mirada se centró en su reflejo. Vio sus enormes ojeras, apenas dormía por culpa de las pesadillas que solía tener y parecía que la falta de sueño le estaba pasando factura, el intenso dolor de cabeza que esa mañana había tenido era prueba de ello. Apartó sus ojos de esa superficie reflectante, no le gustaba mirarse más tiempo del debido... no le gustaba lo que veía.

 

Terminó de desnudarse y se metió en la ducha cerrando la mampara para que no salpicara el agua al suelo. La calidez de ese líquido incoloro le ayudó a relajarse y su mente no pudo evitar recordar las palabras de Rasa. Se carcajeó interiormente de forma sarcástica al pensar en el instituto y sus compañeros. No tenía amigos, nadie quería acercarse a él por su aspecto y por los rumores que corrían sobre él e incluso los profesores le evitaban porque le tenían miedo. A todos les encantaba chismorrear sobre su vida, decían que era un pandillero muy violento y peligroso, que había mandado al hospital a decenas de personas mayores que él e incluso que había asesinado a otras tantas. También hablaban de su vida sexual, de que se acostaba tanto con mujeres como con hombres, de que le iban los juegos extraños y duros, e incluso algunos decían que perdió su virginidad con una profesora a la que forzó aunque otros cambiaban la versión y comentaban que él la sedujo para que le subiera la nota de un examen.

 

La gran mayoría eran sólo eso, rumores. Admitía que era bisexual y que en ocasiones le gustaba practicar el sexo un poco más duro o que hacía años que había formado parte de una pandilla callejera peligrosa y que había pegado a miembros de otras bandas, pero desde que había conocido a Killer Bee y le había mostrado el mundo de las carreras, recondujo su ira y su rencor a través de los coches y no solía iniciar peleas, sólo se metía en ellas si tenía que defenderse o si perdía el control como la noche anterior. Todo lo demás era falso pero tampoco se molestó en desmentir ni un rumor, le daba igual lo que pensase la gente.

 

Tras acabar de ducharse, salió a su habitación con una toalla alrededor de la cintura y abrió su armario buscando ropa limpia. Estaba cogiendo una camiseta cuando sus dedos rozaron algo con una textura afelpada, se quedó paralizado con su mano temblando cuando reconoció el objeto. Lo agarró y lo sacó lentamente observando aquel oso de peluche que había escondido en el fondo de su armario para no verlo, entonces a su cabeza acudieron las últimas palabras que Rasa le había gritado... tenía razón, era un asesino... él mató a Karura.

 

Flashback

 

El fin de semana había llegado y la mañana había aparecido soleada, era el día perfecto para ir al parque con la familia y eso es lo que pensó una mujer de pelo castaño claro y corto y ojos color índigo. Karura despertó aquella mañana a su hija Temari y a sus dos hijos, Kankurô y Gaara, con la grata sorpresa de que hoy irían al parque a pasar el día en familia. El pequeño Gaara estaba muy feliz pero también muy nervioso, era la primera vez que iba a un parque y no sabía cómo era o lo que se hacía allí ya que los trabajadores del orfanato nunca le llevaron a uno.

 

Salieron todos juntos de casa y caminaron cogidos de la mano hasta el parque cercano. Temari y Kankurô iban agarrados a su padre y Gaara sujetaba fuertemente la mano de su madre Karura mientras sujetaba un oso de peluche con la otra. Adoraba ese muñeco, se lo había regalado Karura el día que por fin se hizo oficial su adopción y fueron a recogerlo al orfanato hacía ya casi siete meses, fue el día más feliz de su vida porque por fin iba a tener una familia que le quisiese.

 

Después de unos minutos andando, llegaron al parque y vieron que no habían sido los únicos que habían tenido la idea de pasar la mañana allí. ¡Estaba lleno de familias! Karura y Rasa advirtieron a sus hijos que no se alejasen de ellos, que siempre estuvieran en un lugar donde pudieran verlos y que bajo ninguna circunstancia cruzaran la carretera que había al lado porque era peligroso. Tras las advertencias, Temari fue a subirse a los columpios y Kankurô y su padre comenzaron a jugar a pasarse el balón de fútbol que se habían llevado mientras Karura ayudaba a Gaara a subirse al tobogán.

 

Tras una hora de juegos y risas, el pequeño Gaara, que estaba jugando en la caja de arena, le dio mucha sed y le pidió a su madre un poco de agua, ella le dijo que esperase allí mismo sin moverse mientras iba a buscar la mochila que habían llevado con víveres y se fue hacia el banco donde la había dejado. El niño pelirrojo obedeció a su madre y siguió jugando tranquilamente hasta que una pelota le dio a su osito de peluche, que estaba fuera de la caja de arena, y lo tiró lejos de su posición. Gaara salió de la zona de juegos y comenzó a buscar su preciado juguete con desesperación, era el primer regalo que le había hecho su familia y no quería perderlo. Entonces, lo vio tirado en medio de la carretera y salió corriendo a por él sin pensar y cruzando la calle sin siquiera mirar. Se agachó contento de haber encontrado su peluche y lo cogió entre sus pequeñas manos.

 

 - GAARA – escuchó que gritaban su nombre con miedo antes de sentir que alguien le empujaba con brusquedad para después oír unos neumáticos frenar seguido de un fuerte sonido como de impacto.

 

Gaara rodó sobre el asfalto raspando su piel contra la gravilla e hiriéndole hasta que se detuvo. Se sentía mareado y desorientado pero trató de incorporarse cuando oyó varios gritos y chillidos aterradores que le pusieron los pelos de punta. Su corazón latía desbocado y tuvo miedo de mirar hacia la dirección de la que provenían, no se atrevía a alzar la mirada hacia la carretera por temor a lo que pudiera encontrarse... él había reconocido la voz de Karura cuando gritó su nombre.

 

Alzó la cabeza despacio mientras apoyaba sus brazos en el asfalto para incorporarse y lo que vio le dejó espantado y horrorizado. A unos metros, estaba el cuerpo de su madre cubierto de sangre con sus piernas dobladas en un ángulo imposible y la mirada fija en él.

 

 - UNA AMBULANCIA – gritó Rasa desesperado al llegar junto a su mujer – QUE ALGUIEN LLAME A UNA AMBULANCIA.

 - Mamá, mamá – vio que gritaban sus hermanos mientras algunas personas les sujetaban y trataban de evitar que vieran aquella espantosa escena.

 - Karura, por favor, no me dejes – suplicaba Rasa entre lágrimas – no me abandones.

 

Las lágrimas también comenzaron a descender por el infantil rostro de Gaara ante la desgarradora escena de una familia destrozada por su culpa.

 

La ambulancia no tardó mucho en llegar pero era demasiado tarde, Karura había muerto al instante debido al duro impacto del coche que iba a más velocidad de la permitida.

 

Fin del Flashback

 

El pelirrojo apretó entre sus manos aquel osito de peluche y una mueca de dolor se formó en su cara al recordar esa trágica mañana donde toda su vida dio un terrible giro de ciento ochenta grados y su dulce sueño de tener un familia se convirtió en una horrible pesadilla. Aún recordaba la mirada cargada de odio que le dirigió Rasa cuando le dijeron que no se podía hacer nada por su esposa, un espeluznante escalofrío le recorrió la espalda.

 

Desde ese día, Temari y Kankurô dejaron de tratarle con cariño y comenzaron a culparle por la muerte de su madre, había ocasiones en las que le daban de lado y no le dirigían la palabra mirándole con odio y, en otras, le insultaban y le gritaban que les había arrebatado a su madre y que jamás le perdonarían, pero la peor parte provino de Rasa. Él quiso hacerle pagar tanto física como psicológicamente todo el daño que le había causado al arrebatarle a su esposa, por eso no le devolvió al orfanato de donde le habían sacado, pese a que estuvo tentado a hacerlo. Le dijo que no le iba a dar la oportunidad de ser feliz con otra familia, que se iba a quedar en ésa y que iba a ser testigo de su dolor y el de sus hijos para que nunca olvidase lo que había hecho.

 

Además de herirle de esa manera, también le gritaba que era un asesino, un demonio y un monstruo que merecía sufrir y que debería haber muerto él en lugar de su amada esposa, pero no era lo único que hacía. Los días especialmente malos para Rasa, en los que todo le recordaba los momentos felices junto a Karura, pagaba su dolor pegando a Gaara cuando sus hijos se iban a dormir, aunque siempre en zonas donde no se viesen los moratones a simple vista para que no le denunciaran.

 

En aquella época, cuando tenía apenas seis años, lo único que podía hacer era acurrucarse en su cama llorando amargamente aferrado al osito que le regaló Karura tratando de pensar en su calidez y cariño, aunque llegó un día en que no soportó ver más a ese peluche porque le recordaba todo lo que tuvo durante un breve tiempo y que, por culpa de su insensatez, había perdido. Ese muñeco era un recordatorio de todo el sufrimiento que había traído a esa familia, era el motivo por el que murió la que fue la única madre que tuvo y por eso lo escondió en el fondo del armario para no volver a verlo nunca más... hasta ahora.

 

Mantuvo ese peluche entre sus manos indeciso sin saber qué hacer con él pero al final acabó dejándolo en el sitio donde lo había encontrado. Siguió vistiéndose rememorando partes de su dura y difícil infancia. Los golpes siguieron durante bastante tiempo pero cuando cumplió diez años empezó a escaparse de casa, no soportaba estar ni un minuto más allí encerrado soportando todas las vejaciones y las palizas, todo el odio y desprecio que recibía entre esas paredes.

 

Fue en aquella época cuando se topó de casualidad con algunos miembros de una banda que se fijaron en él y le reclutaron. No meditó lo que hacía con ellos ni si estaba bien o mal, sólo necesitaba pasar el menor tiempo posible en esa casa y sentir que alguien se preocupaba por él y en cierta medida, así era cómo se sentía con los miembros de esa pandilla. Cuando creció supo que sólo se habían aprovechado de su vulnerabilidad para sus propios intereses pero ya no le importaba, gracias a ellos había conseguido pararle los pies a Rasa cuando tuvo trece años. Gracias a toda la experiencia que había adquirido durante sus peleas con ellos, pudo plantarle cara a Rasa y defenderse de sus golpes consiguiendo que desde ese día no se atreviera a ponerle un dedo encima.

 

A los trece años conoció a Killer Bee cuando estaba intentando robar un coche y le pilló en pleno acto. Resultó que el coche era suyo. Gaara pensó que le iba a dar una paliza pero sólo le echó la bronca aunque después le obligó a subirse en su coche y le llevó a un antiguo circuito de carreras abandonado donde el adulto condujo con el adolescente como copiloto. Gaara quedó enganchado y maravillado con la sensación de libertad que experimentó por primera vez en muchísimo tiempo. Killer Bee quería mostrarle que había otras maneras de sacar esa rabia interior en lugar de delinquir y le prometió que le enseñaría a conducir si él quería pero le aconsejó que abandonase la banda.

 

Resultó que su profesor particular era toda una leyenda en esos círculos, aunque actualmente estaba retirado y sólo se dedicaba a organizar las competiciones, por lo que gracias a él, comenzó su andadura en el mundo de las carreras callejeras. Poco a poco, se fue abriendo paso y adquiriendo cierta fama ya que no perdía ni un torneo en los que participaba, aunque no podía correr en todas las carreras que deseaba debido a su vida como pandillero. Así que, a los quince años, ganó al líder de su banda en una pelea para obtener su salida y abandonó aquella vida para centrarse en los coches. Al poco tiempo, se ganó el título de Rey del Asfalto.

 

Terminó de vestirse y salió de la casa escuchando los gritos de Rasa tras él, iría a clase a pasar el rato aunque fuese bastante tarde ya. No le apetecía tener compañía tras recordar todos esos duros momentos de su corta vida y sabía que en su instituto nadie le molestaría.

 

 

El resto de la semana pasó sin grandes cambios, se mantenía alejado de su casa todo el tiempo posible, algunos días acudió a clase y por las noches disfrutaba de la adrenalina que le proporcionaban las carreras y el sexo desenfrenado. Lo único que le molestaba era seguir viendo a Kankurô merodeando todas y cada una de las noches durante las competiciones aunque nunca se acercaba a él. No sabía cómo se enteraba de dónde se celebraban porque solían cambiar las localizaciones para que la policía no les pillasen, pero de alguna forma él acababa averiguándolo.

 

El domingo por la noche, después de volver a demostrar por qué se había ganado su título de Rey, se hallaba celebrando la victoria con su grupo como era habitual cuando algo rompió su rutina. Kankurô se aproximó hasta ellos llamando la atención de las personas que estaban alrededor de Gaara.

 

 - Gaara, tenemos que hablar – dijo Kankurô.

 

Las personas con las que se relacionaba su hermano pequeño lo miraron extrañados porque nadie que no fuese del círculo más íntimo del Rey se tomaba aquellas confianzas con él.

 

 - Rey, ¿le conoces? - le preguntó Karin que estaba abrazada a él.

 - Sí me conoce, soy su hermano – le contestó.

 - ¿Tienes un hermano? - preguntó Ino sorprendida aunque no era la única impactada por la noticia.

 - ¿Por qué nunca nos lo has contado? - saltó Suigetsu ofendido.

 - Lo primero, no tengo que daros explicaciones de mi vida fuera de aquí a ninguno de vosotros y, segundo, no es mi hermano, sólo compartimos apellido – respondió Gaara con una seriedad que indicaba que no estaba nada contento con aquella situación.

 

Ninguno se atrevió a decir una palabra más, temían enfadar a su Rey. Kankurô aprovechó para colocarse frente al pelirrojo con una mirada desafiante.

 

 - ¿Qué es lo que quieres? - le interrogó Gaara.

 - Ya te dije que quería competir – al decir aquello escuchó que su hermano pequeño hacía un sonido que pretendía ser una risa sarcástica pero le ignoró y continuó hablando – y quiero hacerlo contra ti. Estoy seguro que puedo vencerte.

 

Todos los presentes excepto los dos hermanos se echaron a reír a carcajadas, les hizo gracia la seguridad que tenía aquel joven como para tener la osadía de asegurar que era capaz de vencer al Rey del Asfalto en una carrera.

 

 - Aunque seas su hermano, tienes muchas agallas para retarle y además presumir que saldrás victorioso, aunque... me gusta tu convicción - le dijo Sai – me caes bien.

 

Kankurô no estaba seguro de cómo tomarse esa declaración ya que era difícil distinguir si hablaba en serio o no por su sonrisa.

 

 - ¿Por qué haría algo así? - le preguntó Gaara – No me apetece perder mi tiempo en competir contra alguien que no tiene ni idea de cómo conducir en una carrera, no tendría ninguna emoción.

 - Entonces, ¿qué te parece hacer una apuesta?

 - Pero si ya sabemos el resultado de antemano – comentó Karin riéndose.

 - Si tú ganas, prometo no volver nunca más por aquí y dejarte en paz...

 

Esa propuesta captó la atención del pelirrojo quien escuchó interesado a Kankurô.

 

 - …pero si gano yo, harás cualquier cosa que te pida.

 - De acuerdo, da igual lo que tengas pensado pedirme que haga, no sucederá porque vas a perder.

 - Será mañana por la noche. ¿Tienes algún problema con ello?

 - No, pero yo elegiré el sitio – dijo Gaara – Será en el antiguo circuito de carreras.

 - Hey, espera, ¿por qué no podemos correr por la ciudad como siempre haces? - le preguntó molesto Kankurô.

 - No quiero que me culpen si te ocurre algo. Allí será más seguro – le contestó y Kankurô no le replicó al entender lo que quiso decir – Ya puedes irte y dejarme disfrutar – añadió al ver que no se iba mientras metía su mano dentro de la camiseta de Karin y apretaba uno de sus senos.

 

Kankurô torció su labio en señal de molestia y se alejó dejando a su hermano enrollándose con la chica de pelo rojo. Trató de no pensar en lo descontrolado que se hallaba Gaara, debía centrarse y prepararse para la carrera del día siguiente.

 

 

Casi veinticuatro horas después, más de un centenar de personas se aglomeraban alrededor de las abandonadas pistas del antiguo circuito de carreras dispuestas a ver aquel enfrentamiento tan peculiar. El rumor de que el propio hermano del Rey le había retado había corrido como la pólvora. Aquello era demasiado jugoso como para dejarlo pasar y fueron a ver ese duelo familiar. Gaara ya se encontraba en la línea de salida y esperaba apoyado en su Maserati GranTurismo MC Stradale rojo a que llegara Kankurô.

 

 - Seguramente se lo ha pensado mejor y se ha quedado en casa – se burlaba Suigetsu.

 - Se habrá acobardado al ver la gran cantidad de espectadores. Habrá decidido que no quiere quedar en ridículo ante tanta gente – coincidió Sai.

 - Me parece que los dos os equivocáis – comentó Ino señalando hacia atrás.

 

Vieron aparecer un Ford Mustang gris metalizado que aparcó al lado del deportivo de Gaara. La puerta del piloto se abrió y de ella salió Kankurô, quien se acercó a su hermano y sus admiradores.

 

 - ¿Listo? - le preguntó.

 - ¿De verdad crees que con esa chatarra pasada de moda tienes alguna posibilidad de vencerme?

 - Te demostraré que esta preciosidad aún aguanta cualquier cosa que le echen. Mi Mustang y yo te patearemos el culo.

 - Luego no llores cuando tu preciosidad se quede para el arrastre – le contestó Gaara.

 

El pelirrojo abrió la puerta del conductor y se metió dentro de su coche arrancando el motor y preparándose para ganar esa carrera.

 

 - Suerte – le deseó Kankurô antes de girarse para prepararse también.

 - No necesito suerte – le soltó Gaara muy seguro y su hermano sonrió dándole la espalda y se metió dentro de su automóvil.

 

Gaara cerró sus ojos durante unos instantes para repetirse las palabras que se decía siempre que agarraba ese volante: ''Si debo morir esta noche, al menos lo haré como debí hacerlo hace once años si Karura no hubiese estado ahí para impedirlo''.

 

Cuando estuvieron listos, esperaron observando a la azafata de esa noche que mantenía sus brazos en alto con un par de banderas en sus manos y, en cuanto la chica los bajó, ambos pisaron el acelerador y salieron disparados. Rápidamente, como era habitual, Gaara se posicionó el primero sacando bastante distancia de ventaja y levantó ligeramente la comisura de su labio hacia arriba pensando que iba a ser pan comido.

 

Cambió de marcha y dio un giro en una curva bastante cerrada para, a continuación, acelerar aún más. Su intención era terminar esa carrera cuanto antes, quería hacerla en tiempo récord para obligar Kankurô a cumplir su promesa. No le gustaba verlo cada noche metiendo su nariz en asuntos que no le incumbían fingiendo que se preocupaba con él cuando nunca lo había hecho, cuando siempre le había odiado por la muerte de su madre. Lo único que quería Gaara era que le dejasen en paz de una vez, ya se culpaba él cada día y sus pesadillas le recordaban cada noche lo que había hecho, no hacía falta que Kankurô también lo hiciera con su presencia.

 

Algo en su retrovisor llamó su atención sacándole de sus pensamientos, movió sus ojos para ver de qué se trataba y observó atónito cómo el Ford Mustang le pisaba los talones. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien le seguía tan de cerca pero no iba a permitir que se aproximara aún más. Llevó su mano a la palanca de cambio y la movió pisando a fondo el acelerador aumentando la distancia entre ellos de nuevo.

 

Kankurô observaba el deportivo de su hermano alejarse cada vez más y era algo que no estaba dispuesto a permitir, su determinación de ganar era mayor que la de su hermano. ¡Se estaba jugando algo muy importante! Aceleró aún más y se preparó para dar la siguiente curva y adelantar a Gaara. El pelirrojo vio que ese cabezota no se iba a rendir fácilmente al notar que intentaba adelantarle pero hizo un giro brusco para ponerse frente a él y cortarle el paso.

 

Repitieron la misma acción varias veces, cada vez que Kankurô trataba de sobrepasar a Gaara, éste se lo impedía pero en la última curva no pudo hacerlo. Si lo hubiese intentado, seguramente habría derrapado perdiendo el control de su coche así que por fin Kankurô pudo ir a la par de su hermano, cada vez estaba más cerca de derrocar al Rey. Gaara frunció el ceño cabreado, no podía creerse que la chatarra de Kankurô aguantase tanto y le estuviese apretando las tuercas.

 

''Debo reconocer que es mejor conductor de lo que creía. No sé dónde habrá aprendido a conducir así pero me lo está poniendo difícil'', pensaba frustrado.

 

Toda las personas en las gradas contenían sus alientos expectantes y asombrados, aquella carrera estaba resultando más emocionante de lo esperado. Jamás se hubiesen imaginado que alguien pudiera igualar la velocidad de su Rey pero estaba ocurriendo y lo estaban viendo con sus propios ojos. La carrera estaba muy reñida, ninguno de los dos aflojaba el ritmo, ambos deseaban ganar pero por desgracia sólo podía haber un vencedor y en este caso fue... Kankurô. El estadio se quedó en completo silencio cuando vieron que el Mustang pasaba primero la línea de meta por apenas un par de centímetros de diferencia. Por primera vez, su Rey había perdido y su propio hermano había sido quien le había destronado.

 

Gaara detuvo su coche y permaneció en su interior incapaz de reaccionar. Estaba estupefacto, no podía creerse lo que acababa de ocurrir, debía tratarse de alguna alucinación pero la decepción y el dolor de la derrota se sentían demasiado reales. Kankurô le acababa de arrebatar la única cosa en su vida de la que tenía absoluto control, le había quitado su vía de escape, su santuario. Se sentía perdido y no sabía qué hacer.

 

Unos ligeros golpes en su ventanilla le hicieron volver a la realidad. Alzó su mirada y vio al causante de su rostro desencajado sonriendo feliz por haber ganado, rápidamente trató de recomponer su semblante serio y abrió la puerta. Kankurô se apartó y dejó que su hermano saliese de su Maserati. Enseguida su sonrisa se borró al notar lo perturbado que se hallaba Gaara, pese a que trataba de ocultarlo, por lo que no pudo evitar preocuparse por él.

 

Sus conocidos no tardaron en llegar hasta ellos aunque se quedaron en silencio observándoles. No sabían qué decir, era la primera vez que estaban en una situación como ésa y era muy incómodo. Desde que conocían a su Rey nunca había perdido ni una sola vez así que no estaban seguros de cómo podía reaccionar ante la derrota y, desde su punto de vista, la opción más factible era que perdiera el control dejando salir su lado violento.

 

 - Felicidades – Sai fue el primero en hablar rompiendo el tenso silencio – Aunque creo que sólo has tenido suerte.

 - Es bastante posible – le contestó Kankurô sonriendo tratando de aligerar el ambiente – Si la carrera hubiese sido por las calles de la ciudad, seguramente hubiese perdido.

 - Ha sido la suerte del principiante – comentó Karin.

 - Que hayas ganado esta vez a nuestro Rey no quiere decir que ahora tú tengas ese título. Nuestro Rey siempre será él – dijo Ino y sus amigos asintieron animados.

 - El título es suyo, no es algo que me interese – les respondió a todos – lo único que quiero es que cumplas tu parte del trato – se dirigió a su hermano.

 - ¿Ahora? - se entrometió Suigetsu – se supone que íbamos a celebrar una fiesta.

 - Está bien – intervino Gaara después de aprovechar esos minutos para recuperarse – Disfrutad vosotros... tampoco tengo nada que celebrar.

 

La última frase que había murmurado provocó que la incomodidad volviera a reinar.

 

 - ¿Qué quieres que haga? - le preguntó Gaara a Kankurô.

 - Aquí no, sígueme en tu coche – le respondió volviendo a meterse en su Mustang gris.

 

Gaara le imitó y le siguió hasta fuera de las pistas. Salieron del estadio y se alejaron de él en dirección al centro de la ciudad. Tras unos cuarenta minutos conduciendo, Kankurô lo guió hasta un barrio que parecía bastante acogedor y se detuvo frente a un complejo de apartamentos. Gaara aparcó su deportivo unos metros más adelante y se bajó de su coche para reunirse con el otro chico.

 

 - ¿Qué hacemos aquí? - le preguntó Gaara - ¿Quieres usar mis habilidades como ladrón para que le robe a alguno de tus amigos?

 - No es nada de eso. Sígueme.

 

El pelirrojo mantenía su rostro inexpresivo pero por dentro se preguntaba a qué venía tanto secretismo y misterio, no entendía qué hacían allí ni lo que Kankurô pretendía que hiciese. Se sorprendió al ver que su hermano sacaba un juego de llaves y abría el portal de uno de los edificios.

 

 - ¿Por qué tienes las llaves de este sitio? - le interrogó.

 - Vivo aquí.

 

Eso sí que no se lo esperaba, él pensaba que seguía viviendo en la misma casa que Rasa. Se metieron en el ascensor para ir a la cuarta planta.

 

 - Hace un mes que me mudé pero como apenas pasas tiempo en casa ni te percataste que me había ido – le explicó al adivinar sus pensamientos – El alquiler no es muy alto, así que con lo que he ido ahorrando en el trabajo de media jornada más la parte que recibí del seguro de vida de... - hizo una pausa – Puedo permitirme pagar este lugar.

 

Cuando el ascensor se detuvo, salieron al rellano y Kankurô se dirigió a la puerta de su apartamento seguido de Gaara quien se mantuvo callado. Entraron en su humilde hogar descalzándose y fueron al pequeño salón, donde ambos se sentaron en el único sofá que había.

 

 - ¿Ahora me dirás qué hacemos aquí? Si vas a pedir que deje las carreras, no lo haré – le avisó.

 - Sí que me gustaría que dejases de poner en peligro tu vida cada noche pero...

 - Me largo – le cortó el pelirrojo levantándose.

 - Espera – le detuvo agarrando su muñeca – no me has dejado terminar... Es lo que me gustaría que hicieras pero no es lo que te iba a pedir.

 

El joven de pelo castaño se puso de pie y juntó su rostro con el de su hermano en un beso sorprendiendo a Gaara quien abrió los ojos de par en par. Esa noche estaba siendo de lo más extraña e inesperada.

 

El pelirrojo le empujó y le dio un puñetazo en la cara con tanta fuerza que Kankurô cayó sobre el sillón de nuevo.

 

 - ¿A qué ha venido eso? ¿Se trata de alguna retorcida broma de mal gusto? - le preguntó Gaara visiblemente enfadado.

 - Te quiero – le confesó Kankurô – Siempre te he querido.

 - No me vengas con gilipolleces, nunca lo has hecho. Todos en tu puñetera familia me habéis odiado desde que maté a Karura. Siempre habéis deseado que hubiese muerto yo en su lugar así que ni se te ocurra decirme que me quieres porque es mentira.

 - Tú no la mataste, sólo fue un horrible accidente.

 - Pues no era lo que me gritabais cada vez que teníais ocasión – alzó la voz muy alterado.

 - Lo siento, de verdad, sé que fuimos crueles al decirte todas esas cosas pero éramos unos críos que acababan de perder a su madre. Estábamos destrozados y necesitábamos culpar a alguien para poder soportar el dolor de la pérdida pero cuando crecimos, entendimos que no fue tu culpa, que sólo fue un accidente. Temari y yo nos arrepentimos mucho de cómo te habíamos tratado por eso intentamos muchas veces disculparnos y enmendar nuestros errores pero ya era demasiado tarde, el daño ya estaba hecho. Después empezaste a pasar menos tiempo en casa y, cuando estabas, te alejabas de nosotros y te encerrabas en tu cuarto.

 - No tengo por qué seguir aguantando esta mierda – dijo Gaara yendo hacia la salida y trató de abrir la puerta pero estaba cerrada – Déjame salir.

 - No, no hemos terminado de hablar.

 - ¿Qué quieres de mí? - gritó Gaara perdiendo los estribos.

 - Te quiero a ti – le chilló Kankurô atrapando a su hermano entre su cuerpo y la puerta y dando un golpe en ésta con la palma de su mano.

 

Kankurô llevó su mano izquierda a la cintura de Gaara acariciándola suavemente a la vez que atraía su cuerpo contra el suyo y se inclinaba para volver a saborear sus labios.

 

 - Ahora entiendo – soltó el pelirrojo rozando los labios del dueño de aquel apartamento con un tono sosegado – Se trata de alguna fantasía sexual, ¿eh? ¿Qué? ¿Has visto demasiadas pelis porno en la que el hermano mayor se folla a su hermanita y querías probarlo? Pero claro, no tienes ninguna hermanita así que lo más cercano es al pobre asesino que adoptaron tus padres, ¿no es así?

 - No es...

 - Si lo que quieres como recompensa es una noche de sexo conmigo, de acuerdo. No voy a faltar a mi parte del trato pero no me digas más chorradas como que me quieres.

 

Kankurô se sentía mal por las palabras que le decía Gaara, él realmente le amaba pero sabía desde el primer momento que comenzó a sentir aquello que jamás iba a ser correspondido, no después de todo lo que le habían hecho sufrir desde tan pequeño. Se tenía bien merecido la reacción de su hermano, era lógico que no le creyera.

 

 - De acuerdo – accedió pensando que aunque fuese de esa manera quería poder estar con la persona que amaba al menos una vez.

 - Bien, terminemos cuanto antes esta mierda.

 

Gaara se lanzó a besarle voraz agarrando el borde de la camiseta y quitándosela para dejarle con el torso desnudo. Kankurô no se quedó atrás y abrió la camisa negra que su hermano llevaba con tanta desesperación que los botones salieron volando. Acarició sus duros pectorales con su mano derecha a la vez que agarraba su cintura para guiarle hacia su dormitorio. Dentro, le condujo hasta la cama quedando Gaara tumbado mientras él se subía a ella colocando una rodilla sobre el colchón.

 

Sin dejar de besarle, se deshizo de su pantalón quedando en ropa interior y ayudó a Gaara a quitarse el suyo. Kankurô se separó y observó el cuerpo casi desnudo del adolescente bajo él y no pudo evitar que su miembro se endureciera más y mojara sus calzoncillos con el líquido preseminal. El pelirrojo se inclinó hacia adelante y le bajó la última prenda que le quedaba a Kankurô liberando su excitado miembro, sacó su lengua y lamió la punta.

 

Un ronco jadeo se escapó de la garganta del mayor y cerró los ojos para perderse en el placer que le provocaba la húmeda boca de su hermano sobre su falo. Sintió las manos de Gaara apretarle sus glúteos empujándole hacia delante para engullir su miembro casi por completo para después sacarlo de igual manera. Abrió los ojos y observó cómo ese pelirrojo movía su cabeza hacia delante y hacia atrás metiendo y sacando su longitud de su boca mientras jugaba con su lengua dentro de ella.

 

El chico de pelo castaño sentía celos al pensar con cuántas personas su hermano había tenido que practicar para tener esa maestría haciendo felaciones pero al mismo tiempo lo agradecía porque ahora estaba disfrutando como jamás lo había hecho. Agarró con fuerza su cabello y comenzó a mover sus caderas marcando el ritmo que a él le gustaba. ¡Le volvía loco saber que estaba follándose su boca!

 

De repente, sintió un dedo colarse entre sus nalgas y meterse en su ano. Detuvo todo movimiento, dejando a Gaara con su miembro aún en su boca y llevó su mano hacia su trasero para sacar aquel travieso dedo.

 

 - ¿Qué haces? - le preguntó con la respiración agitada.

 

El adolescente rodó los ojos y Kankurô se apartó liberando la boca de Gaara al adivinar lo que quiso decir con ese gesto.

 

 - ¿No querías sexo? Pues te estaba preparando – le contestó.

 - No es así como tenía pensado hacerlo.

 - Entiendo, quieres ser tú quien la meta... como quieras, al fin y al cabo es tu retorcido deseo.

 

Gaara se tumbó sobre la cama, se quitó su ropa interior bajo la atenta mirada de su hermano mayor y abrió sus piernas mostrando su trasero.

 

 - No hace falta que me prepares con tus dedos. Como habrás podido observar estas noches, practico bastante sexo y cuando lo hago con hombres me gusta probar en ambas posiciones. Tengo los músculos bien ejercitados en esta parte – le dijo separando sus nalgas y enseñando el orificio que había entre ellas.

 - Como quieras.

 

Kankurô se levantó, fue hasta su mesita y abrió el primer cajón. De su interior sacó un preservativo y un bote de lubricante, se puso el condón y destapó el bote vertiendo parte de su contenido sobre su duro miembro y embadurnándolo. Después, volvió a la cama y se colocó sobre Gaara, agarró su miembro y lo dirigió hacia su entrada metiéndola y fundiéndose en uno solo. Buscó los labios del chico mientras se hundía cada vez más en él y le besó con demasiada dulzura, tanta que estremeció al pelirrojo sin saber por qué.

 

Sus calmados y suaves besos y caricias le estaban provocando unas sensaciones y emociones que nunca había experimentado y que comenzaban a asustarle, por eso le devolvió el beso con más pasión a la vez que cogía una de las manos de Kankurô y la llevaba a su miembro instándole a que le masturbase. Sólo quería sexo rudo y no que lo tratasen con delicadeza.

 

Kankurô le obedeció y comenzó a masajearlo sin dejar de embestirle una y otra vez cambiando la velocidad y la presión que ejercía. Ambos sentían que estaban cerca de llegar al clímax por lo que sus movimientos se volvieron mucho más rápidos. El mayor separó sus labios de los de Gaara y los acercó a su oído, dejando que escuchase los jadeos y gemidos que le provocaba. El adolescente se excitó más al oír esos sonidos tan eróticos pero se le puso la piel de gallina cuando Kankurô le susurró ''te quiero''. En ese instante, Gaara tuvo un fuerte y placentero orgasmo salpicando con su semen el vientre del otro y manchando el suyo propio.

 

Kankurô acabó corriéndose cuando las paredes del interior del pelirrojo se estrecharon cerniéndose y atrapando su miembro de una manera deliciosamente placentera. Con la respiración agitada, movió su rostro y depositó un casto beso sobre los labios de Gaara. Después, subió hasta llegar a su frente y besó su tatuaje con mucha dulzura logrando que su hermano contuviera el aliento ante ese gesto. Se separó para poder mirar a aquellos impresionantes ojos color turquesa y volvió a repetirle esas dos palabras.

 

 - Te quiero.

 

Algo en el interior del adolescente se removió y su corazón latió de manera extraña al notar la sinceridad en sus palabras y la seriedad que reflejaban sus ojos. Se sintió tan asustado y abrumado que no pudo sostenerle la mirada durante más tiempo.

 

 - Pesas – le dijo girando su rostro – Estoy cansado y quiero dormir.

 

Algo decepcionado, Kankurô se levantó quitándose de encima y se fue al baño para tirar el preservativo usado. Al volver, regresó con una toalla y comenzó a limpiar el vientre de su hermano pero éste le detuvo cogiéndola él y terminando de limpiarse. Gaara se sentía incómodo con el silencio que se había creado y no entendía por qué, siempre lo había preferido después de sus sesiones de sexo y no soportaba cuando alguno de sus amantes iniciaba una conversación absurda pero ahora sentía la necesidad de romper ese silencio.

 

 - Nunca imaginé que supieses conducir como lo has hecho esta noche – soltó sin pensar sorprendiendo a Kankurô.

 - Tuve ayuda – le contestó – Hemos tenido el mismo maestro.

 - ¿Killer Bee te ha enseñado? - le preguntó extrañado – Siempre me dijo que no le gustaba contarle sus técnicas a otras personas, que conmigo hizo una excepción. ¿Por qué iba a acceder a enseñártelas a ti?

 - Porque ambos queríamos ayudarte. Él estaba preocupado por ti y creyó que si te vencía, te calmarías un poco o dejarías las carreras.

 - ¿Por qué iba a querer algo así cuando él mismo fue quien me metió en ellas?

 - Porque tenía miedo de que un día acabaras muerto. Me contó que cuando te conoció te vio tan perdido que quiso ayudarte de alguna forma y decidió enseñarte lo que sabía. Realmente creyó que mostrándote otra manera de canalizar todo el dolor y el odio de tu interior, dejarías la peligrosa vida que llevabas y acabarías por tranquilizarte pero no pensó que sólo acabaría empeorando las cosas.

 - No necesitaba ni necesito la ayuda de nadie.

 - ¿Acaso no lo ves? Te da igual lo que te pase, no te importa tu vida, por eso siempre ganas... lo das todo en la carretera y no temes a ir lo más rápido posible porque... no tienes miedo a morir – le dijo serio - Creo que en cierto modo es lo que esperas o deseas porque piensas que vivir no tiene sentido o no te mereces vivir y por eso no valoras tu propia vida.

 

Gaara escuchaba en silencio cada una de las palabras que pronunciaba Kankurô con su rostro impasible aunque por dentro se sentía cabreado pero también vulnerable y descubierto y no le estaba gustando sentirse así.

 

 - Quiero pensar que mi victoria de esta noche no sólo se debe a las lecciones de Killer Bee o a la suerte, quiero pensar que mi determinación por mostrarte que sí mereces vivir y que tu vida es valiosa era más poderosa que tu deseo de morir.

 

Kankurô vio cómo Gaara apretaba sus puños con fuerza y dudó sobre si seguir hablando o no, pero al final pensó que no tenía nada que ver y decirle todo aquello siempre había sido su deseo.

 

 - Debes darte cuenta que no tuviste la culpa de la muerte de mi madre y dejar de culparte. Temari y yo dejamos de hacerlo hace mucho tiempo... Por favor, no desperdicies la vida por la que mi madre se sacrificó, por la que dio su vida para protegerla...

 

Gaara se levantó sin aguantar más y comenzó a recoger su ropa para vestirse. Kankurô se levantó y se acercó a él para agarrarle del brazo y detenerle pero el menor lo apartó antes de que pudiera hacerlo.

 

 - Ya me has follado como querías, ya he cumplido mi parte del trato así que déjame en paz y no vuelvas a aparecer por ninguna carrera más. No quiero volver a ver tu cara nunca más – le dijo con tanta crudeza que Kankurô fue incapaz de moverse cuando vio que salía de su habitación con las llaves de su apartamento en las manos y escuchaba cómo abría la puerta de su casa para después cerrarla de un portazo.

 

 

Dos semanas habían pasado desde la noche en que el Rey fue derrotado por primera vez, la noche en que Kankurô cumplió uno de sus deseos y la noche en que consiguió aumentar el abismo que había entre su hermano y él. A pesar de que Gaara le advirtió que no quería volver a verlo en una carrera, no pudo evitar aparecer por ellas. Necesitaba verle aunque fuese desde la lejanía, necesitaba comprobar que salía victorioso y sin ningún rasguño.

 

Su hermano no tenía ni idea de la angustia y los nervios que le causaba a Kankurô cada vez que se metía dentro de su Maserati y conducía sin ninguna prudencia poniendo en riesgo su vida. Kankurô estaba desesperado, no sabía qué hacer para hacerle entrar en razón y detenerle, había creído que su derrota le calmaría pero no fue así. Gaara estaba aún más descontrolado, no sólo conducía de manera más temeraria y traspasando los límites, sino que en las fiestas que se celebraban después bebía mucho más y mantenía relaciones con más personas a la vez, incluso tenía sexo delante de toda aquella gente sin siquiera importarle.

 

Una noche, Kankurô no soportó ver cómo el chico al que amaba se perdía en una espiral de autodestrucción por lo que, sin importarle las posibles consecuencias, caminó hacia la zona donde se encontraba empujando a las personas que se atravesaban en su camino y le apartó con rudeza de los brazos de Ino y Sai, quienes estaban manoseándole a su antojo. Debido al alcohol que había ingerido y al placer de los favores que le estaban haciendo esos dos, Gaara no reaccionó a tiempo y fue arrastrado por Kankurô hasta un solitario y maloliente callejón.

 

 - Joder, ¿se puede saber qué cojones te pasa? - le soltó Gaara molesto – Te advertí que no quería volver a verte por aquí.

 - ¿Cómo no voy a hacerlo? No soporto ver cómo te destruyes ni cómo te pones en peligro cada noche. No sabes la angustia y la preocupación que me invade cada vez que te veo ponerte detrás del volante y pienso que puedes morir en cualquier momento.

 - Pues entonces deja de aparecer en cada una de las malditas carreras en las que participo y no me verás hacerlo – le contestó con voz grave.

 - Aunque no lo vea no voy a dejar de preocuparme porque lo sabré, sabré que estás recorriendo las calles de la ciudad con tu coche esperando que la muerte llegue a ti.

 

Kankurô se llevó las manos a su cabeza con exasperación y se movía de un lado a otro frustrado.

 

 - Estoy enamorado de ti, joder. ¿Cómo no voy a volverme loco sabiendo que te puedo perder en cualquier momento? - gritó desesperado logrando que Gaara sintiera de nuevo aquel nerviosismo en su interior – Maldita sea, ¿por qué no me dejas demostrarte que mis sentimientos son sinceros? ¿Por qué no me das una oportunidad para llegar a tu corazón y lograr que me ames?

 - ¿Amarte? - siseó con sarcasmo - ¿Cómo pretendes que ame a alguien cuando nunca he conocido lo que es el amor? - le gritó perdiendo la compostura.

 - Sí lo has conocido. ¿O es que has olvidado los siete meses que pasamos todos juntos como una familia y lo felices que éramos? ¿O para ti no fue una muestra de amor el que mi madre te sacara de esa carretera y se pusiera delante de un coche para salvarte? Te aseguro que eso era amor – le chilló pero al ver que Gaara rehuía su mirada inquieto, se tranquilizó – Sé que ha habido más dolor que amor en tu vida pero sí lo has conocido y lo sabes... no sé si por eso te hiciste ese tatuaje, porque querías exteriorizar el amor que buscabas o el que tuviste y perdiste pero sé que en el fondo anhelas que alguien te ame y yo lo hago.

 

Gaara había estado mirando con los ojos desorbitados y visiblemente alterado a Kankurô mientras éste se desahogaba. Agachó su cabeza y y se llevó sus manos a ella a la vez que cerraba los ojos, estaba muy trastornado. Cada una de esas palabras se le habían clavado como dagas, el que técnicamente era su hermano había acertado de lleno, había visto a través de él y se sentía desnudo emocionalmente.

 

 - Vente a vivir conmigo – le soltó de repente Kankurô.

 - ¿Qué? - es lo único que pudo contestar. Aquello le había pillado totalmente desprevenido y aún no había conseguido procesar la información - ¿Estás loco?

 - Si vives conmigo podré demostrarte cada día que eres importante para mí y que te quiero, además podrás alejarte de mi padre. No tendrás que aguantarle nunca más.

 - ¿Y crees que él me dejaría marcharme como si nada? - le preguntó Gaara incrédulo.

 - No creo que eso te fuese a detener si realmente quisieras vivir conmigo y tampoco pasas mucho tiempo en casa, él ni lo notaría. Además, dentro de unas semanas cumplirás dieciocho años y serás legalmente un adulto por lo que no podrá impedírtelo.

 

Kankurô se acercó hasta él y le acarició la mejilla con suavidad.

 

 - Por favor, vive conmigo - le susurró y Gaara no supo qué contestar. Quería gritarle que no pero una pequeña parte de su ser se lo impidió.

 - Oh, pero qué imagen más conmovedora – escucharon una voz provenir de un rincón del oscuro callejón y ambos dirigieron sus miradas hacia allí para encontrarse con Hidan acompañado por dos de sus amigos.

 - Hidan, lárgate, esto no te concierne y no estoy de humor para aguantarte – le avisó Gaara.

 - Después de verte hacerle ojitos a ése ya no me das miedo.

 - Parece que no tuviste suficiente con la paliza de la otra vez y has venido a por más – le dijo con tono amenazante dando unos pasos hacia él.

 - Precisamente a eso venía... tenemos cuentas que saldar – dijo Hidan haciendo una señal a sus amigos.

 

Gaara se puso en posición defensiva al ver que esos dos gorilas se aproximaban hacia él con intención de pegarle. Kankurô se puso a su lado para ayudarle pero su hermano le dio un empujón para apartarlo.

 

 - No te metas en esto – le dijo serio antes de esquivar el primer puñetazo de uno de los amigos de Hidan.

 

Se agachó justo antes de que su puño alcanzase su cara y en un rápido movimiento le lanzó un par de golpes en los riñones consiguiendo que aquel corpulento tipo se doblase de dolor aprovechando para darle un rodillazo en toda la cara que lo tiró al suelo. El primer gorila se retorcía de dolor tapándose la cara y Gaara pudo ver que la sangre se escurría por sus manos. Seguramente le acababa de romper la nariz pero no tuvo tiempo para pensar cuando el otro grandullón cogió una tabla de madera rota que había por el suelo y quiso golpearle en la cabeza con ella.

 

De nuevo, esquivó el ataque y se colocó a su lado golpeando con su pie el lateral de la rodilla. El tipo soltó un alarido de dolor perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo apoyado con la rodilla sana. Gaara no perdió el tiempo y, con la palma de su mano, le dio un fuerte golpe en su garganta dejándolo momentáneamente sin respiración.

 

Había estado tan centrado en aquellos dos que no se percató del momento en que Hidan se había acercado sigilosamente por su espalda con una navaja en su mano y, cogiendo impulso, movió su brazo para hincárselo. Gaara se giró en el momento justo para ver cómo Hidan apuñalaba a Kankurô que se había puesto en medio de su ataque para proteger a la única persona que había amado y que amaría.

 

Gaara tenía los ojos abiertos de terror, estaba tan conmocionado que todo le parecía que iba a cámara lenta incluso el momento en que Kankurô se desplomó y comenzó a caer pero antes de que siquiera tocase el sucio suelo, el pelirrojo lo cogió entre sus brazos impidiéndolo.

 

 - No, no, no... otra vez no – balbuceaba Gaara asustado.

 

Kankurô alzó su rostro e intentó sonreírle para que no se preocupase cuando sintió unas gotas caer sobre él. Miró a su hermano y vio que se trataban de sus lágrimas. Era la primera vez en muchos años que Gaara lloraba, que bajaba la guardia y se quitaba esa máscara de indiferencia y frialdad dejando salir todos las emociones que se había estado guardando durante tanto tiempo.

 

 - Te dije que no te metieras – le regañó llorando - ¿Por qué has hecho algo así, idiota?

 - Amor... te amo y... daría mi vida por ti... al igual que hizo... mi madre – le contestó con la respiración entrecortada rozando con sus dedos la mejilla de Gaara.

 

Gaara observó aterrorizado que la herida de su abdomen sangraba demasiado a pesar de que tenía sus manos sobre ella para intentar taponarla. De repente, el brazo de Kankurô cayó sin fuerzas a un lado de su cuerpo y sus párpados se cerraron.

 

 - No... NO... AYUDA, QUE ALGUIEN ME AYUDE – gritó Gaara desesperado en aquel solitario callejón.

 

De nuevo, volvían a sacrificarse por él... de nuevo, perdía a una persona que le quería.

 

 

Unos incesantes pitidos no le dejaban descansar, no sabía qué eran ni de dónde procedían pero no le importaba, sólo quería hacer callar ese irritante sonido que le estaba taladrando la cabeza. Abrió los ojos lentamente para buscar el origen de ese ruido pero una luz blanca le cegó durante unos segundos hasta que, poco a poco, se fue acostumbrando a ella. La cabeza le estaba matando así que levantó su brazo para llevarlo a su sien e intentar mitigar el dolor pero se quedó a medio camino cuando vio un tubo que salía de él. Tenía una vía en su brazo... ¿Por qué la tenía? ¿Estaba en un hospital?

 

Un sonido parecido a un quejido llamó su atención y miró a su alrededor para saber quién lo había hecho. Vio una cabellera rojiza apoyada sobre la camilla en la que se encontraba y sonrió al reconocer ese rostro que tanto adoraba dormir plácidamente a su lado usando sus brazos como almohada. No pudo evitar extender su brazo y acariciar esas suaves hebras rojas enredándolas entre sus dedos. Ensanchó su sonrisa cuando a Gaara se le escapó un suspiro y movió su cabeza buscando mayor contacto con su mano.

 

El pelirrojo sentía cómo alguien le regalaba suaves y placenteras caricias sobre su cabeza. Le gustaban mucho, le transmitían tanto cariño y tanta paz que no quería que se acabasen. Entonces, recordó dónde se encontraba y abrió los ojos de golpe e incorporándose veloz. Lo primero que vio fue el sonriente rostro de Kankuró que le miraba con dulzura y sintió como si un enorme peso se le quitara de encima. Se sentía tan aliviado de ver que estaba vivo que las lágrimas acudieron a sus ojos amenazando con salir con fuerza, por lo que giró su cara para que no le viera llorar. Kankurô se conmovió con esa parte tan tierna de su hermano y atrapó su mano dándole un pequeño apretón indicándole que todo estaba bien.

 

 - ¿Cuánto tiempo llevo aquí? - le preguntó cuando Gaara se limpiaba las últimas lágrimas con disimulo mientras carraspeaba para aclararse la garganta.

 - Tres días. Has estado inconsciente tres días enteros... yo pensé que... - se le entrecortó la voz – Eres un idiota, me diste un susto de muerte – le echó en cara.

 - ¿Qué pasó? Lo último que recuerdo es estar mirando tu cara y después todo se oscureció.

 - Perdiste el conocimiento por la pérdida de sangre pero por suerte Killer Bee andaba cerca del callejón y escuchó cómo pedía ayuda. En cuanto vio la situación, te cogió, te metió en su coche y te trajo hasta aquí. Dijo que la ambulancia iba a tardar mucho más que si él conducía. Te llevaron a cirugía nada más pasar por la puerta y estuvimos horas esperando a que terminasen... creí que habías muerto al ver que tardaban tanto en salir a decirnos algo pero al final no fue así...

 - Supongo que ahora tendré una bonita cicatriz para presumir – bromeó tratando de aligerar el ambiente - ¿Qué pasó con Hidan y sus amigos?

 - Hidan huyó al darse cuenta de los problemas en los que estaba metido pero Killer Bee le localizó al día siguiente y... digamos que le enseñó unas técnicas nuevas que nada tienen que ver con los coches. Dudo mucho que Hidan vuelva a aparecer por sus carreras ni que se atreva a volver a molestarnos.

 

Kankurô prefirió no imaginarse lo que Killer Bee le había hecho, seguramente no sería agradable.

 

 - ¿Y a la policía qué le habéis dicho? - le preguntó – Al menos que nuestras versiones coincidan cuando vengan a tomarme declaración.

 

Se imaginaba que no le habrían dicho lo que realmente había pasado por todo el tema de las carreras ilegales y la lección que Killer Bee le había dado a Hidan. Habrían acabado metidos en graves problemas si lo hubiesen hecho.

 

 - Que un tipo encapuchado trató de atracarnos y te pusiste en medio para protegerme – le contestó y vio cómo Kankurô asentía con la cabeza - ¿Por qué lo hiciste?

 

Kankurô resopló antes de responder.

 

 - No sé cuántas veces voy a tener que repetírtelo para que me creas – le dijo desanimado – Te amo y daría mi vida por ti todas las veces que hicieran falta. Sólo quiero que seas feliz y si es a mi lado, mejor, así que... ¿me darás la oportunidad de hacerte feliz?

 - Yo no... - comenzó a decir indeciso y Kankurô sonrió desanimado. Parecía que no había forma de llegar al corazón de ese chico - ...no sé cómo amar, he olvidado cómo se hace. Tampoco sé si algún día podré hacerlo pero... estoy dispuesto a dejar que me enseñes – murmuró avergonzado.

 

Con cada palabra, las esperanzas de Kankurô iban aumentando y su sonrisa se iba ampliando.

 

 - ¿Eso significa que te vienes a vivir conmigo? - le preguntó ilusionado.

 - Supongo que sí.

 

Kankurô tiró de la mano de Gaara que aún sujetaba para acercarlo a él y unió sus labios en un tierno beso que el pelirrojo correspondió.

 

 - Será mejor que no se trate de un sueño y si es así, no quiero despertar – dijo el paciente de pelo castaño al separarse por la falta de aire.

 - Cállate y duerme – le soltó Gaara avergonzado y Kankurô sonrió antes de darle otro corto beso y cerrar los ojos para descansar, aún le dolía bastante la cabeza.

 

Gaara se apartó y se sentó en la silla observando cómo ese terco y cabezota ser dormía con una sonrisa en su boca. De repente, sintió algo posarse sobre su hombro y se giró para ver de qué se trataba. Sus ojos se abrieron de la impresión al ver a su lado a su madre Karura sonriéndole con dulzura, ella se acercó a su rostro depositando un tierno beso sobre su tatuaje y después susurrarle ''Te quiero, mi niño. Sé feliz por fin'' antes de desaparecer. Las lágrimas brotaron de sus ojos color turquesa con intensidad al saber que su madre le quería a pesar de todo y siempre había estado con él cuidándole pero nunca se dio cuenta.

 

 - Lo seré – le prometió entre sollozos.

 

Tras tanto sufrimiento, tras tanto dolor por fin había hallado lo que tanto había deseado y lo había encontrado más cerca de lo que pensó. No sabía lo que le depararía el futuro pero intentaría cumplir esa promesa con todas sus fuerzas.

 

FIN


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).