10. Déjame borrar las huellas.
(Rody)
Estaba en el sofá de casa sin hacer nada, lo mismo que llevaba haciendo durante la última semana.
Después de haber besado a Erick, y de su posterior rechazo, fui incapaz de mirarle a la cara. Me sentía culpable, y me sentía un monstruo por haberme aprovechado de su confianza.
Estaba claro que el chico no sentía nada por mí, siempre me lo decía, me llamaba mastodonte y se reía de mi altura, no sé cómo pude dejar que entre Jessica y Laura me metieran tantas tonterías en la cabeza.
Desgraciadamente, mis sentimientos hacía él no eran fruto de mis dos amigas metiches, estos eran reales y dolorosos.
Pedí en el hospital unos días libres, tenía vacaciones pendientes así que no había problema, aunque el hecho de que los quisiera de inmediato si supuso un problema. Mi jefe se enfadó bastante, me exigía una explicación, un motivo por el cual les dejara tirados de improvisto, yo no podía dárselo. Simplemente dije que era algo personal y que me perdonaran.
Laura intentó hablar conmigo varias veces, de hecho siempre que me veía rondando por la casa como un alma en pena, pero yo no quería explicarle lo que había pasado, me sentía demasiado avergonzado.
Aunque Laura era muy lista, y me conocía muy bien, no hizo falta decirle nada para que entendiera que se trataba de algún problema con Erick.
Al igual que Laura, Jessica también intentaba hablar conmigo, saber que había pasado, pero a ella tampoco quise decirle mucho a pesar del favor que me hizo de tratar a algunos de mis pacientes en mi ausencia, entre ellos Erick.
La familia de Erick también me llamó, no entendían porque había dejado de salir con él, incluso me ofrecieron más dinero consiguiendo que me sintiera aún peor. No solo rechacé la oferta sino que les prometí que les devolvería lo que me habían dado ya.
Si algo había hecho durante esta semana había sido pensar, pensé mucho, me planteé muchas cosas, me pregunté otras, y solo pude llegar a una conclusión… No podía volver a ver a Erick.
Iba a ser muy duro, le iba a echar mucho de menos y mi corazón iba a sufrir, pero mucho peor sería verlo todos los días y tratarlo como un simple paciente.
Cuando tuviera que volver a trabajar en el hospital pediría que me cambiaran de turno, no estaba seguro de que me lo concedieran, pero deseaba que lo aceptaran en deferencia a los años que había trabajado hasta ahora sin darles ningún problema.
El timbre de la puerta me sacó de mis pensamientos, cogí el mando de la televisión y la apagué protestando por la interrupción, aunque sinceramente, ni siquiera sabía lo que estaba viendo.
Sin molestarme en adecentarme, convencido de que Laura se había dejado de nuevo las llaves en casa, esa mujer no perdía la cabeza porque la llevaba enganchada al cuerpo, fui directo a abrir la puerta, claro que no esperaba encontrarme a quien me encontré al otro lado.
- Erick – Dije sorprendido – ¿Qué haces aquí y que estás mirando? – Sus ojos estaban fijos en mi entrepierna.
- He venido para hablar contigo, y si no quieres que te mire el paquete no abras la puerta en ropa interior – Comentó al tiempo que me empujaba con la silla para entrar dentro. Evidentemente, no esperó a que le invitara a pasar.
- No te esperaba sino me habría adecentado – Aunque era una escusa, era la verdad.
- ¿Y le abres la puerta en ropa interior a cualquiera? – Preguntó mordaz.
- Sinceramente, no suele venir mucha gente sin avisar, así que pensaba que era Laura que se había dejado las llaves o algo – Comenté pensativo, no dejaba de pensar para que había venido – Aunque no lo creas eso suele pasar bastante a menudo – Estaba muy guapo, llevaba unos tejanos negros y una camiseta gris con dibujos negros, las botas a juego también negras le daban un toque rebelde, le sentaba de maravilla. Me lo imaginé de paquete en mi moto y agarrado a mi espalda, sería una estampa perfecta.
- Te hubiera avisado antes de venir, pero tienes la fea costumbre de no contestar mis llamadas ni mis mensajes – Me recriminó. Efectivamente, había evitado contestar sus llamadas y leer sus mensajes, no quería hundirme todavía más en la miseria – Así que me ahorré ese paso.
- ¿Y a qué has venido? – Pregunté al tiempo que buscaba algo de ropa para ponerme. No me sentía muy cómodo bajo su mirada escrutadora, que unas veces se dirigía a mi entrepierna y otras a mi culo.
- Tenemos que hablar de lo que pasó el otro día – Se puso serio – Sé que no reaccioné bien después del beso y te pido perdón…
- ¿Qué dices? – Le miré sorprendido – El que debe pedir perdón soy yo. No debí aprovecharme de la confianza que tenías en mí para besarte, entiendo que no tengas esa clase de sentimientos por mí, es normal que reaccionaras así.
- Es que no lo entiendes – Comenzó a retorcerse las manos con nerviosismo – Yo… yo si tengo sentimientos por ti.
- ¿Qué? – Creí no escucharle bien.
- Joder, serás mastodonte, no me lo hagas repetir – Protestó.
- Es que creo que no te he escuchado bien – En realidad creía haber escuchado lo que yo quería escuchar, pero no sabía si era lo que realmente había dicho.
- He dicho que creo que yo también tengo sentimientos por ti – Volvió a repetir remarcando cada palabra.
- ¿Estás hablando en serio? – Me acerqué a él, me agaché para estar a su altura y le agarré las manos entre las mías – ¿Te gustó el beso?
- Si – Agachó la cabeza apenado, quizás intentando esconder ese sonrojo que había conseguido vislumbrar antes de que lo hiciera.
- ¿Te gusto? – Ahora no me refería al beso, me refería a mí.
- Si – Volvió a repetir aún sin mirarme.
- ¿No crees que soy un mastodonte, torpe y feo, repugnantemente amable y delirantemente feliz? – Pregunté con una sonrisa.
- Yo nunca he dicho que seas feo – Ahora si levantó la cabeza de forma airada – Nunca he pensado eso.
- Espero que las otras cosas tampoco las pienses – Me reí.
- No las pienso – Murmuró tan flojito que casi no le escuché.
- Entonces no entiendo porque reaccionaste así después del beso – Con mi mano en su mentón le obligué con dulzura a que me mirara – Si te gustó el beso, si realmente sientes algo por mí ¿Por qué me rechazaste?
- Porque tengo miedo – Aseguró. Sus ojos brillaban intensamente, estaban algo humedecidos, y yo solo pude reaccionar de una manera.
Lentamente me acerqué a él, dándole tiempo a recular si no quería lo que estaba a punto de pasar. Me quedé a escasos centímetros de su boca, él tenía que ser el que recorriera los últimos centímetros que nos separaban, yo no iba a cometer el mismo error dos veces.
Los segundos me parecieron minutos, los minutos horas, y él seguía sin reaccionar. Con disgusto, pensé que lo mejor sería alejarme de nuevo, pero antes de que lo hiciera, la sensación más maravillosa del mundo me invadió.
Unos labios suaves y tiernos, inseguros y torpes, se habían acercado a los míos provocándome un escalofrío por todo el cuerpo. Me estaba besando, sus labios estaban rozando los míos y mi cuerpo había reaccionado como si fuera la primera vez que me besaban.
Fue un beso delicioso, deseado y soñado, no hubo lengua, solo labios que se reconocían y se acariciaban hasta el infinito.
- ¿De verdad te gusto? – Susurró sobre mis labios – ¿No me engañas?
- ¿Por qué iba a engañarte Erick? – Susurré también – ¿Porque tienes miedo?
- No he tenido buenas experiencias – Se alejó de mí apenado – Tengo miedo de que te estés riendo de mí, de que una vez que consigas lo que quieres me abandones y me dejes tirado.
- ¿Quién te ha hecho tanto daño? – Me acerqué de nuevo a él y le acaricié el rostro.
- No debería contártelo, me avergüenzo demasiado – Sus ojos seguían húmedos, se notaba que había sufrido mucho y yo sabía que lo mejor en estos casos era contar nuestras penas.
Le cogí en brazos a pesar de sus protestas, lo senté en el sofá para que se sintiera cómodo, y después de ir a la cocina a por un par de refrescos y algo de picoteo, me senté a su lado, bien cerquita para escuchar lo que tuviera que contarme.
- Tenemos todo el día por delante, cuéntame tu historia – Le animé con una sonrisa.
- Está bien te lo contaré – Agachó la cabeza avergonzado – Solo espero que después de escucharme no sientas asco de mí.
- Eso nunca – Puse mi mano sobre la suya para animarle.
- Verás Rody, yo antes del accidente tenía muchos amigos, aunque parezca mentira era un chico popular – Me sonrió – Pero con el accidente todo cambió, pasaron cosas que hicieron que el grupo de amigos se dispersara, y perdí a gran parte de mis amigos. Mi carácter cambio, y los pocos que aún estaban de mi lado acabaron abandonándome también, no puedo culparles, no les traté nada bien – Se notaba que estaba sufriendo recordando aquellos días, yo solo podía apretar mi mano contra la suya para que supiera que estaba allí con él – Todos ellos sabían que yo era gay, nunca lo oculté. Un día, sin esperarlo, uno de los amigos que creía haber perdido, vino a casa a verme, me pidió perdón por haberse alejado y me dijo que quería recuperar nuestra amistad, que para él era muy importante. Se llamaba Elías, y después de su primera visita comenzamos a vernos más a menudo. Lo que siempre fue una amistad, comenzó a convertirse en algo más, al menos para mí. Elías se me confesó, me dijo que se había enamorado de mí, que no le importaba que estuviera en silla de ruedas que me quería de todas formas. Yo como un tonto me lo creí. Me sentía solo, pensaba que en mí estado nunca nadie más se fijaría en mí y él tenía muchos detalles conmigo. Si bien antes nunca me había fijado en él de esa manera, mis ojos habían empezado a mirarlo con amor, con algo de esperanza en mi corazón, en mi alma. Me costó aceptarlo no te creas que me fue fácil, no hacía mucho que había acabado mi anterior relación, de hecho mi ex era amigo de Elías. Un día Elías me dijo que si quería ir a su casa, me dijo que no estaban sus padres y que podríamos estar a solas, yo sabía perfectamente lo que eso significaba, quería hacer el amor conmigo. Yo estaba bastante asustado, no es que fuera virgen ni nada de eso, pero sería la primera vez que lo haría desde que todo ocurrió, y encima con él, con la persona que menos me hubiera imaginado que pasaría. Elías se comportó como todo un caballero conmigo, hizo que me sintiera muy a gusto – Agachó la cabeza sonrojado – Hasta que todo acabó – Gruñó – Cuando todo acabó estábamos los dos tumbados en su cama completamente desnudos, yo me sentía completamente enamorado y daba gracias al cielo por haberme dado una segunda oportunidad. Pero las cosas buenas no me suelen pasar a mí – Parecía que Erick iba a llorar, no pude contenerme y lo abracé contra mi pecho, él siguió contándome una historia que sin duda le hacía mucho daño – Elías se levantó de la cama sin decir una palabra, me miró con una sonrisa que me dio miedo, y me dijo que siempre había querido acostarse con un tío para ver que se sentía, que gracias por ser una puta y abrirme de piernas para él. Yo no podía creerme lo que estaba escuchando, le miraba completamente sorprendido esperando y deseando con todas mis fuerzas que todo fuera una broma, pero no lo era. Elías me cogió con brusquedad de la cama y me sentó en la silla de ruedas, luego me echó toda mi ropa encima de mala manera, y me echó a la calle tal y como estaba. Sus últimas palabras fueron “Esto es por Max”, y sin más cerró la puerta dejándome fuera – Imaginé que Max era su ex novio, pero no quise preguntarle – Por suerte Elías no vivía muy lejos de mi casa, así que como pude, y con el corazón completamente roto, intenté llegar a ella lo antes posible y sin que nadie me viera en esas circunstancias.
- Tuvo que ser muy duro – Murmuré completamente apenado estrechándole más contra mi pecho.
- Durante días no quise salir de mi habitación – Aseguró – Y mi carácter empeoró aún más, bueno, creo que ya sabes hasta que punto – No pude evitar sonreír con ternura al escucharle, si, sabía cómo era su carácter ahora, pero a mí me gustaba – Me costó superarlo, incluso llegué a pensar que me lo merecía por todo el daño que había causado, y cuando empecé a superarlo llegó el golpe mortal.
- ¿Volvió a hacerte daño? – Le separé de mi cuerpo para mirarle con estupor – ¿Se atrevió a volverte a hacer daño?
- Supongo que no le pareció bastante doloroso lo que me hizo – Volvió a agachar la cabeza apenado – Yo no me había dado cuenta pero él… él – Su voz temblaba y le costaba continuar, estuve a punto de decirle que no continuara, que no hacía falta que me contara más, pero me quedé callado, quizás sabiendo que si no me lo contaba ahora no lo superaría nunca – …l nos había grabado en su habitación haciendo el amor, y publicó el video en Youtube tapando su cara, solo se veía la mía. Todo el mundo que me conocía me vio teniendo sexo, hasta mis padres se enteraron – Se tapó la cara con sus manos para ponerse a llorar – Fue tan vergonzoso Rody, no te lo puedes imaginar.
- Mi niño, lo siento – Le agarré y le acerqué a mí para acunarle – Ese chico no se merecía a alguien como tú, eres demasiado valioso para alguien que no aprecia lo que tiene.
- Nunca en mi vida me había sentido tan avergonzado Rody, nunca pensé que algo así pudiera pasarme – Sollozaba en mi pecho – Mis padres inmediatamente lo denunciaron a la policía y el video fue retirado, pero como no se pudo demostrar quién lo había subido nadie resultó condenado.
- Eso ya pasó Erick, tú no tuviste la culpa, tú simplemente te enamoraste y te entregaste a la persona equivocada – Intentaba animarle.
- Rody – Se separó de mí algo más calmado y me miró a los ojos con intensidad – No podría volver a pasar por algo parecido, es por eso que necesito que estés seguro de lo que sientes por mí antes de continuar con esto. Yo… sé que tengo un carácter horrible, a veces digo cosas que no siento y puedo llegar a ser irritante, pero te prometo que si me das una oportunidad te demostraré que no soy un mal chico, te demostraré que puedes llegar a quererme.
- Erick – No sabía que decir, sus palabras me habían dejado completamente sorprendido – Déjame demostrarte lo que es el amor, deja que borré ese feo recuerdo que tienes, te prometo que yo jamás haría algo así, jamás me aprovecharía de ti ni me reiría de ti. Creo que sabes bastante bien como soy, yo sería incapaz de hacerte algo así, tan doloroso y tan vil.
Me levanté del sofá y le cogí entre mis brazos con mucha ternura, él se agarró a mi cuello y se dejó llevar.
- ¿A dónde me llevas? – Susurró en mi oído.
- Apuesto a que ese desgraciado de Elías fue el último chico con el que estuviste ¿No has estado con nadie más verdad? – Pregunté aun sabiendo la respuesta.
- No, no he vuelto a estar con nadie – Confesó apenado.
- Pues va siendo hora de que eso cambie – Lo llevé hasta mi habitación y lo tumbé a la cama con mucho cuidado – Borraré las huellas que ese desgraciado dejó en tu cuerpo Erick, déjame que te ayude a borrar todo rastro que pueda recordarte alguna vez lo que pasó – Me tumbé a su lado con mucho cuidado, no quería que se sintiera presionado quería que él también lo deseara. Le cogí la mano y la acaricié con mis dedos.
- No sé si estaré a la altura – Murmuró avergonzado sin quererme mirar – Hace mucho tiempo que yo… además, aún no puedo moverme con total libertad.
- Yo te ayudaré – Le sonreí para que se tranquilizara – ¿Me dejas hacerte el amor?
El asintió con la cabeza sin decir palabra alguna, pero eso me bastaba. Quería hacer el amor con él, quería demostrarle que no todos los chicos eran unos capullos y desgraciados insensibles, quería que volviera a confiar en el amor.
Y con mis caricias, mis besos y mi pasión, esperaba poder conseguirlo.
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