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Lejos de alta mar por Thirteen Wilder

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Notas del capitulo:

Mil disculpas por haberme demorado tanto, en verdad no creí que tomaría mucho tiempo acabar todos mis deberes.

Pues, primero que nada, quiero agradecerles a quienes han leído esta historia desde el principio al final, no sé que hubiera sido de mi sin sus palabaras y apoyo total.

Ahora, no demoremos y leamos el capitulo final!! :D

Con toda la cautela que pudo adquirir en tan solo unas horas, Milo se escabulló dentro del barco principal de los cazadores. Tuvo la suerte de encontrar a un guardia durmiendo a sus anchas, lo suficientemente ebrio para ignorar su presencia y el robo de sus ropas.

El lugar estaba en completo silencio, aunque si aguantaba la respiración unos segundos, podía oír las pisadas de los demás guardias. No era una persona fanática de la violencia, pero de ser necesario iba a tener que encargarse de algunos cazadores que fueran a meterse en su camino. Había preparado varios anzuelos que dejó en un veneno durante la noche, la evidencia seria mínima y podría pasar desapercibido durante unos cuantos minutos.

Poco a poco fue avanzando conforme a su plan, las palabrerías de los criados que estaban en la cocina le dieron una idea de a donde tenía que dirigirse para encontrar los tanques.

-El sonido de anoche, no me dejó dormir nada- se quejó un criado- Tuve que llenarme los oídos de cera para no escucharla cantar-

-¿Qué estaba cantando?- fingió su voz, ocultando su rostro con una caja

-Algo en su idioma enfermo, unos marineros creían que se trataba de una trampa, encontraron a varios de sus cuidadores muertos.

-Debe ser terrible

-Lo más seguro es que trataba de huir, pero la callaron a tiempo, la energía eléctrica es una maravilla del futuro- suspiró aliviado- Al menos la hizo dormir…El hijo del capitán ordenó que no la mataran, fue terrible lo que sucedió con su padre

-¿La sirena lo mató?

-El capitán llegó muy herido, por más que trataron no dejaba de sangrar, aún hay marcas del camino de sangre que dejó…esa criatura tan horrible, espero que la maten pronto, no parece querer cumplir deseos y de esa forma nadie va a comprarla-

-Ni de broma- alzó la caja y la dejó caer encima de la cabeza de ese criado, su cuerpo débil ya daría suficiente señal de que fue un terrible accidente.

Se fue haciendo paso por esos pasillos que parecían estar en otro lugar que no fuera un barco, este era mucho más grande por dentro que por fuera, los corredores iban de un lado a otro, las puertas que no abrían dando a entender que las habitaciones eran amplias y bien aseguradas. Pero aún se encontraba lejos de alcanzar el lugar de Camus, le tomaría un poco de tiempo hacerlo, pero tenía que ser veloz si no quería que su hijo naciera y se quedara perdido en esos laberintos que su padre había construido.

Por otro lado Camus estaba en una enorme tina, el cristal era lo suficientemente grueso para soportar sus golpes, los arañazos que se dejaban ver en el reflejo daban a entender que otras sirenas habían tratado de escapar, algunas seguramente murieron por las descargas eléctricas que esos hombres les daban. Nadaba de arriba abajo, buscaba alguna parte débil para poder escaparse de ese lugar, quería ver a Milo y por fin estar al lado de su pequeño huevito. El sonido de la puerta lo detuvo en su movimiento.

-Pescadito, pescadito ¿Dónde están tus amiguitos?- el joven hijo del capitán entró con un bastón –Vaya, parece que las ratas de aquí te comieron la lengua, o ¿habrá sido ese pescador de mala muerte?

-Humano asqueroso…-

-¿Yo?-negó- El humano asqueroso aquí es tu amante ese, no le importó meterlo en un cuerpo como el tuyo con tal de verse lleno de placer. Dime, ¿Dónde está aquel por el que llorabas anoche?- con la parte brillante del bastón golpeó el cristal, haciendo que la vibración aturdiera a Camus- Fuimos a buscarlo, su hogar está vacío y me dieron noticias de que él salió de la ciudad sin decirle a nadie a donde iba-

-No va a dejarme- volvió a aturdirse por los golpeteos constantes.

-Por fin se vio libre de ti, ya tiene todos los deseos que quería- le dio muchos golpes, uno más fuerte que otro- ¿No deberías olvidarte de esas cosas? Podrías vivir feliz aquí solo si eres obediente-

-¡Basta!- se tomaba la cabeza, sentía como si fuera a estallarle

-Puedes traer a mi padre de regreso, si lo haces, quizá y te libere-

-Cumpliré ese deseo solamente estando en el mar- sonrió con malicia- ¿Me crees tan idiota para no pensar en eso?-

-Te morirás de hambre si no cumples eso. Mi padre me indicó que acabas de tener un huevo, pudo verlo en tu cuerpo, en como tus cabellos se volvieron más gruesos y esa necesidad por tener a ese humano cerca- puso el rostro cerca al cristal- ¿Quieres abandonar a tu hijo? Supongo que la falta de escrúpulos también es tuya-

El rostro de Camus cambió de inmediato, su enojo iba en aumento con las palabras de ese tipo, sintió como sus instintos estaban por dominarlo nuevamente, fue nadando con fuerza hacia el cristal, amenazándolo con las garras que habían vuelto a salirle, gruñó perdiendo la poca compostura que le quedaba y golpeó con fuerza esa barrera, lo hizo repetidas veces hasta que logró estrellar el vidrio.

-¡Cálmate animal estúpido!- bajó una palanca accionando la pequeña maquina eléctrica que tenían ahí, se mantuvo con algo de temor hasta que el tritón volvió a quedar inconsciente- Un espécimen como tu podría costar mucho más que una normal…no puedo matarte por más que lo quiera.

¿En verdad era cierto lo que ese hombre dijo? Milo ya tenía lo que quería, su familia estaba a salvo, tenían dinero suficiente para vivir sin problemas hasta que sus hermanos tuvieran edad suficiente para conseguir dinero por su cuenta. Un humano, un vil humano era ese hombre…ese hombre de sonrisa fresca y brillante, ese de ojos claros como el cielo azul después de una larga jornada de lluvia, aquel de brazos lo suficientemente fuertes para romper grandes árboles de un solo apretón. El hombre que con una simple palabra lo hacía desarrollar alas para irse a aquel cielo azul de sus ojos, estaba perdido en él. Ese humano que lo hizo amar con mucha fuerza cuando un sentimiento como ese no era parte de su vida, no podía odiarlo, por más que fuera verdad aquellas palabras que le dijo ese hombre, Milo era al único ser que iba a amar.

-Milo…Milo…-repetía sin cesar cada que veía a un hombre entrar con comida, sus sentidos lo engañaban a esas alturas de su huelga de hambre.

Los días habían transcurrido sin noticia alguna, Camus poco a poco creyó en las palabras de ese hombre tan repugnante, quizá lo mejor era cumplir ese deseo con muchas condiciones de por medio, tenía que ir por Huevito. Pero no tenía fuerza alguna, había dejado de comer desde que lo atraparon, su comida flotaba putrefacta en la superficie y alguna se hundía.

Milo poco a poco se hizo camino para llegar a los tanques, algunos recién vaciados por mercancía vendida, la sola idea de perder a Camus de la nada lo enfermaba. En ese tiempo se convirtió en lo que jamás creyó al tener que matar a más de un cazador con la comida, o alguna trampa que pareciera el más nefasto accidente. Pocos lo conocieron y prefería evitar a aquellos que habían atrapado a Camus, era una suerte que tuviera una buena memoria para las caras, y tenerla ahora era lo mejor que le había podido pasar.

Ese día se encargó de ayudar a los cocineros, había escuchado que varios hombres le llevaban alimento al tritón y que muchos podían salir heridos o vilmente ignorados por esa criatura que tanto dolor de cabeza les había causado. Decidió acompañar a un hombre que a pesar de ser cazador, renegaba de su trabajo al no tener otra opción para tener un lugar donde vivir.

-Ese tritón está matándose de hambre- dijo el cazador que llevaba carne cruda- Estamos desperdiciando y todo por el capricho del hijo del capitán

-¿Por qué no mata a la criatura de una vez?

-Está empeñado a que reviva al capitán- negó un par de veces- el camarote apesta a muerte, pero no han llegado a un acuerdo, ese animal es listo-

-Lo imagino…-se detuvieron frente a la puerta- ¿Es aquí?

-Así es, ese monstruo está aquí- sacó una llave, pero se detuvo al sentir un arma en su cabeza- ¿Qué pretendes?

-Abre…

-¡Tú eres él…

-¿Me harás repetirlo?- apretó un poco el gatillo- Te daré oportunidad de reivindicarte, te dispararé en la pierna para que no puedas correr con tus superiores, te dispararé en el pie si eliges ayudarme a salir con el tritón de aquí-

-Todo por un animal…-sus manos temblaron al abrir la puerta, justo como Milo prometió, solamente le disparó en el pie izquierdo.

-Preparé un tanque a unas cuantas habitaciones de distancia, me ayudaras a llevarlo a la orilla y te concederemos un deseo-

El hombre asustado se fue cojeando hasta donde Milo le indicó, este por fin se hizo de la llave y entró a la habitación. Para ser un barco era demasiado grande, el tanque gigante frente a sus ojos, con un pequeño cuerpo tirado en el fondo, el aroma a putrefacción le causaba nauseas. Con cuidado se acercó al vidrio.

-No quiero comida…humano vete…vete…te mataré si te acercas más- dijo en su lengua, tarareó un poco hasta que volteó y miró al hombre que estaba detrás de esa gruesa capa- Milo…Milo vino por mi…- se impulsó con la poca fuerza que tenía.

-Camus…aquí estoy- puso ambas manos en el cristal, como si tomara las del tritón- Vamos a salir de aquí pronto- juntó su frente con la de él y le dio un beso al cristal siendo correspondido.

- ¿Cómo salir de aquí?- miró a todos lados y le señaló unas escaleras- Cazadores subir por ahí, ellos tirar comida desde arriba.

Las escaleras eran de madera, pudo observar los pasos que ya habían sido dados ahí, seguramente en ese mismo lugar habían tenido a más de una sirena cautiva. En la parte superior había unas rejas de metal, fuertemente aseguradas con un candado. Milo sacó su arma, apuntando a este le pidió a Camus que se cubriera. Al verse libre del seguro abrió con fuerza la reja, se hincó y le ofreció sus brazos al tritón.

-Milo- lo abrazó con fuerza del cuello, recibió con gusto los besos del humano en su rostro.

-Perdóname por tardar tanto…-acarició su cabello- Tenemos que irnos…le pedí a alguien que me ayude, voy a lanzarte al mar y me iré tras de ti-

-Huevito ya no va a estar solo…-sonrió y se aferró mucho más para poder salir.

-Así es- logró sacar la mitad de su cuerpo, tuvo problemas por lo baboso que estaba.

Unos pasos se escucharon, junto con alguna cosa arrastrando, seguramente era el hombre con el tanque, el camino estaba trazado a la perfección para ir desapercibidos por los corredores del barco, evidentemente al abrirse la puerta se pudo ver al hombre caminar con un poco de torpeza.

-Aquí estoy…solo espero que cumplas con tu promesa- susurró el hombre un poco cansado.

-Claro que si… ¿verdad Camus?-

-Solo quiero irme con Milo- lo abrazaba de la cintura al tener dificultades para salir.

-Eso ya te lo había propuesto yo, pequeño animal- el hijo del capitán apareció detrás del hombre- Creo que la fidelidad es uno de los más grandes deseos que tiene una persona- le dio un par de golpecillos en la espalda al hombre herido.

-¡Déjalo ir!- gritó Milo- Te cumplirá el deseo, pero libéralo primero

-¿Cuánto voy a poder pedirle a un animalejo como ese?- se acercó con sus manos por detrás, haciendo gala de su aristocracia- ¿El cuerpo de mi padre puede volver a la vida acaso?

-No…-bajó la mirada- Esos deseos son fuertes, pero no ser lo suficientemente sinceros…-se mantuvo aferrado a Milo.

-Sirena tramposa… ¡Todo este tiempo me hiciste creerlo!-

- ¡Yo no prometer nada!- gruñó

-Bien, yo me quedo sin mi padre… ¡Y tu sin tu maldito amante!-sacó un arma y apuntó directo a Milo, sin dudarlo accionó el gatillo dándole directo en un costado, rozando un poco con el brazo del tritón.

Milo cayó de rodillas, soltando a Camus sin querer. El dolor era horrible y su sangre estaba saliendo sin control alguno, a los pocos segundos su visión se había vuelto borrosa, sus manos temblaban y buscaban el rostro del tritón.

-Milo…-asomó la cabeza, teniendo poca fuerza en sus brazos

-Perdóname Camus- trató de sonreírle- No pude hacerlo bien…

-¡No!- sollozó- Todo va a salir bien…Huevito nos espera…- una extraña sensación se apodero de su garganta, era muy incómoda.

-Recuerda que Huevito estará con su familia- suspiró – Te amo tanto- le dio un beso en la frente- Saldremos juntos de este lugar-

-Lo prometo- unas gotas de agua se le juntaron en los ojos, frenando la sensación de la garganta por unos momentos.-Yo amar más a Milo

-Yo soy feliz así- le susurró en los labios, cerrando sus ojos y cayendo de frente al agua.

Camus lo tomó entre sus brazos, no le importó que toda el agua se manchara con su sangre, lo sostenía con fuerza, no podía oír el corazón de su amado, las gotas no podían verse dentro del agua, pero le salían sin detenerse una tras otra cada que se aferraba al cuerpo inerte de Milo. La sangre dejó de salir después de unos minutos y varios movimientos. Nadie iba a quitarle a su amado humano ahora que estaban juntos. El hijo del cazador se había marchado, dejándolo solo con su dolor durante ese y varios días.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuántos días habían transcurrido desde que dejó de comer y que Milo parecía un trapo en el fondo de su pecera? Aquel tritón parecía haber perdido la cordura, se la pasaba jugando con su amado, bailando con él dentro del agua que pese algunas pérdidas humanas, había sido lavada por su horrible aroma.

Había una ventanilla por la que podía observar hacia afuera. Se sorprendió enormemente al ver que el barco había zarpado, se estaba alejando más y más del puerto.

-Mi…mi huevito- susurró, sus ojos parecían un par de huecos por haber llorado tanto, sus mejillas ya no mostraban esa redondez que a Milo le encantaba acariciar, parecía un cadáver.-Milo…Huevito está solo…-bajó a ver al cuerpo- Va a nacer…y lo voy a perder también…-

Un rayo de cordura lo golpeó, tenía que salir de ahí por su hijo, eso fue lo que Milo le había pedido desde un principio. No fue un deseo, fue una petición a fin de cuentas. No tenía las fuerzas suficientes, estaba desesperado de ver que las olas golpeaban la madera del barco, miraba a todos lados y su única opción fue aquella grieta que había hecho aquel día de enojo.

No tenía fuerzas, comerse a Milo había dejado de ser su primera opción desde hace tiempo atrás, no haría ese acto de vileza, pero tampoco podía dejarlo ahí. Se acercó a la orilla y empezó a comerse los trozos putrefactos de comida que flotaban ahí desde hace un par de días. Comer fue una experiencia muy extraña, pero poco a poco se sintió más despierto con la poca carne que comió.

De nueva cuenta se había encolerizado, de solo pensar en su hijo solitario, de su amado Milo lejos de él. Ya no iba a esperar más, no podía quedarse pensando en lo que había ocurrido días atrás, tenía un hijo que cuidar, toda una historia que contarle. Quería ver la sonrisa de Milo plasmada en su carita, ver esos ojos llenos de alegría que quizás iba a heredar de él, tenía ganas de conocer a su bebé. Su cuerpo había cambiado otra vez y golpeó con fuerza ese mismo vidrio estrellado, le tomó un par de golpes para que la presión del agua lo ayudara.

Todo iba de acuerdo al plan, bajó para no ser expulsado con fuerza, tomó a Milo entre sus brazos, pero la fuerza lo abandonó en el peor momento posible, vio el agua salir más y más de aquel vidrio que poco a poco se iba agrietando más. Había sido totalmente inútil, el agua iba a terminarse, no vio más allá de su escape principal, no tenía como llegar hasta la salida.

-Perdóname Milo…-acomodó el cuerpo en una posición más cómoda- Pero…nuestro bebé estará con su familia- se recargó en él, entrelazando su cola con su pierna- Voy a poder cumplir ese deseo…-cerró sus ojos esperando que su poder aun pudiera ser de utilidad.

Aunque demoró un poco, su agonía fue neutralizada por estar entre los brazos de Milo, cumpliría aquella promesa de estar juntos hasta el final. Su cola fue la primera en secarse de esa forma, aferrada a su amado hombre, sus ojos soltaron un brillo de paz y sus brazos se estremecieron con aquel aire frio que pudo sentir. Los cazadores no notaron aquella destrucción al estar ocupados en otras cosas. El nuevo capitán observó con odio ambos cuerpos, los cuales fueron lanzados sin poder ser separados en el vasto océano.

Esa noche el mar volvió a comportarse de una manera extraña, las olas se movían con gracia en una danza que seguía una pequeña corriente, dentro de un cabo olvidado, debajo de un montón de escombros y probablemente los restos de algunos cazadores curiosos, el pequeño huevito fue movido poco a poco por la corriente.

Algunos animales lo miraron con curiosidad, pero temerosos a su movimiento no fueron capaces de acercarse a ese objeto esférico que parecía brillar con la luz de la luna. El viaje fue como una canción de cuna en voz de una sirena. La corriente lo llevó hasta una playa olvidada, en ella estaba una mujer con la mirada pérdida.

-¿Qué es eso?- miró el huevo en sus pies, esa mujer era la madre de Milo- ¿Huevito?- se agachó con cuidado y tomó entre sus brazos aquella esfera.

El huevo empezó a moverse, dando señales que era el momento de salir, la cascara fue destruida desde adentro por un pequeño bracito, la mujer lo ayudó con cuidado y descubrió la carita de un pequeño bebe de piel clara como su “madre”, los diminutos ojos la observaron con curiosidad y los labios le dibujaron una sonrisa idéntica a la de su hijo.

-Eres tan chiquito…-sonrió y retiró la parte de abajo del cascaron, pudo ver un par de piernas humanas- O más bien chiquita- la cubrió con la capa que traía puesta- Amelie

La mujer se llevó lejos de ese lugar a su nieta, no iba a negar sus raíces y lo que había pasado posiblemente con sus padres, le dolía en el alma la pérdida de su hijo, pero ese dolor era sanado por la amabilidad de esa pequeña, quien poco a poco fue creciendo y dando más muestras de su verdadera naturaleza.

Cuando creciera se iba a convertir en una mujer de largos y rizados cabellos, los ojos que había heredado de Camus le aumentaban esa dulzura que su nombre le hizo tener que mostrar. La sonrisa de su padre la llenaba de una vivacidad que era admirada por todos los que la veían. Sin embargo extrañaba a sus padres a pesar de no haberlos conocido, podía jurar que se sabía a la perfección la canción que su madre le había cantado a su padre, inclusive recordaba el calor de ambos al haberla cargado durante un corto periodo de tiempo.

De los cazadores ya no volvieron a tener noticias, sus vidas habían sido hechas muy lejos de las costas, en un pueblo pintoresco ubicado en un valle donde abundaban los lagos y las montañas, Amelie disfrutaba de dar largos paseos con su abuela por esos lugares, sobre todo de un lago cuyo rio iba directo al mar, como si fuera la única salida que hubiera.

-¿Mis padres se amaron mucho, verdad?- metió ambos pies dentro del agua, moviendo las piernas a un pequeño compas

-Si- le acaricio el cabello antes de peinarlo- Yo quiero que ellos vuelvan a estar juntos de nuevo –le puso una peineta.

La mujer se puso de pie y se alejó unos pasos.

-Entonces…-se incorporó con ambos pies dentro del agua, sus ojos se iluminaron con un bello color cielo y miró en dirección a su abuela- ¿Eso fue un deseo?

 

Notas finales:

No me maten por favor.

¿Que habrá querido decir la pequeña? ¿Acaso ella también heredó esa parte mágica de Camus?

Averiguenlo en la parte 2!!! 

Muchas gracias por su apoyo!!!

Actualizacion: La segunda parte se llama "Dejame ser tus alas" ahi narro lo que sucedera a raiz de estos acontecimientos. Es la misma historia! Espero que se pasen por ahi y dejen un comentario!! 

Gracias de nueva cuenta!!!


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