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El amor NO tiene remedio [Corazón de melón] por Blue FireWorks

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Notas del capitulo:

Hola!

Siento haber tardado tanto en actualizar :( He estado ocupada y no había tenido tiempo, el capítulo es algo corto porque subiré el siguiente pronto. 

Otra cosa: como habéis podido ver, estoy subiendo un capítulo por semana, o al menos lo intento. A partir de ahora habrá una actualización por semana, normalmente serán los lunes o martes. El próximo será una excepción. 

DISFRUTEN DE LA LECTURA ♥

—¿Quién le hizo eso, Nathaniel?

Él bajó la cabeza.

—Mi padre.

—¿Cómo puedes decir eso? ¡Soy tu padre! No soy capaz de hacerte eso.

—Deje de mentir, usted es un ser despreciable. Nathaniel tiene marcas en la espalda horribles y de todas ha sido usted el culpable. No soy el único que lo culpa, también puede hablar con Ámber—habló el pelirrojo.

La directora simplemente escuchaba, no ponía ninguna expresión.

—¡No le crea! ¡No para de decir mentiras!

—Señor Castiel, busque a la señorita Ámber y tráigala aquí—dijo con un tono serio.

Castiel se levantó y salió de la sala.

—Señor Nathaniel, ¿tiene usted más marcas? ¿tiene más pruebas de que ha sido su padre?

—Sí tengo más marcas, pero las únicas pruebas que tengo son Castiel y Ámber, mi hermana… mi hermana lo ha visto con sus propios ojos...—musitó.

—¿Cómo puedes decir eso?—su padre lo agarró fuertemente del brazo.

—Señor Francis, suelte a su hijo, por favor—él lo hizo. Esperaron en silencio, unos minutos después la puerta se abrió.

Dirigieron su mirada hacia esa dirección y divisaron a Ámber y Castiel entrar. Se sentaron sin pronunciar ni una mísera palabra.

—Señorita Ámber, creo que ya sabe por qué está aquí, así que puede contar algo. ¿Qué ha sido lo que ha ocurrido?

La rubia estaba muy nerviosa, miraba a Nathaniel, a su padre, a la directora, a Castiel y vuelta a empezar. No sabía bien qué decir y qué no decir.

—¿Y bien? ¿Sabe usted quién le hizo eso a su hermano?—preguntó—¿Fue Castiel o fue su padre?

Ámber tragó saliva.

—Cre-creo que...—tomó aire—. La cuestión no es si fue mi padre o Castiel. Creo que Nathaniel está haciendo su vida a su manera y… si él piensa que mi padre no debe formar parte de ella, entonces está bien. Porque eso es lo que él quiere, ¿no?

Era mil veces mejor evitar la pregunta a resolverla.

—Señorita, creo que no ha contestado ha mi pregunta.

Ámber miró al suelo.

—¿Cómo quiere que me ponga de parte de alguno de los dos?—musitó—Son mi familia, no puedo…—soltó un sollozo—yo… sé que mi padre ha hecho cosas que no han estado del todo bien, sé que mi hermano pudo haberme molestado mucho en ocasiones, pero no puedo acusar a nadie. Porque si hiciera eso debería separarme de alguno de ellos y yo… no quiero eso.

Y rompió a llorar. Nathaniel se levantó de su asiento y se sentó al lado de ella, le agarró la mano en modo de consuelo.

—Sé quien es el culpable de todas esas marcas que tiene mi hermano—dijo con dificultad—. Pero lo amo, y no puedo acusarlo—miró a su padre unos segundos y después dirigió la mirada a Castiel, pero la apartó más rápidamente de este.

—Señorita Ámber, esto no se trata de sentimientos. Se trata de que diga la verdad—intervino la directora.

—Pues, entonces...no puedo—se levantó y salió de la sala sin decir nada más.

La directora resopló.

—Creo que lo que haré será llamar a los servicios sociales, mientras, usted señor Nathaniel, deberá volver a su casa.

—No va a volver—dijo Castiel.

—No era con usted, señor Castiel.

—Si tiene que ver con él, tendrá que ver conmigo—le dijo el pelirrojo cruzándose de brazos.

—Silencio—ordenó la mujer—. No son órdenes mías, si no de la ley.

—Cumpliré 18 dentro de tres meses, ¿no podrá…?—lo interrumpió.

—No. Aún tiene 17 años, así que deberá permanecer bajo custodia y responsabilidad de sus padres—Castiel y Nathaniel se miraron.

—Señora, ya le he dicho lo que el padre de Nath ha hecho. Recuerdo todas y cada una de las marcas que tenía la noche en la que lo acogí en mi casa, tuve que curarlo y recordarle que no estaba solo. Además, Nathaniel no se fue de casa. Fue el señor Francis quien lo echó.

—¡Ya no soporto más a este niñato insolente!

—Castiel, creo que usted no tiene nada que opinar aquí, ya sabe lo que debe hacer, Nathaniel.

Nathaniel no decía nada, solo se quedó paralizado, con la mirada perdida.

—Nathaniel, recoge tus cosas. Nos vamos a casa ahora, tenemos muchas cosas de las que debemos hablar.

El rubio no se movió. Castiel se acercó a él, le agarró del brazo y lo obligó a salir de la sala con él. Entraron en la sala de delegados, la cual se encontraba vacía.

—Nath...—musitó el pelirrojo—. No puedes irte, debemos demostrar lo que ha hecho y...—el delegado se mordió el labio intentando contener las lágrimas y empujó a Castiel dentro de un abrazo, ocultando su cara en el cuello del pelirrojo.

Él correspondió el abrazo.

—Ahora solo me quedará esperar hasta mañana, espero que esos tales servicios sociales no tarden. No quiero pasar tanto tiempo…solo—musitó.

—Ya te he dicho que no estás solo. Aún me tienes a mí. Puedes llamarme, no importa la hora que sea, tú solo hazlo. Si se pasa contigo, llama a la policía, y si no puedes entonces a mí y yo llamaré, ¿de acuerdo?

Él asintió con la cabeza, cerrando los ojos en el abrazo, apretándolo más.

—Gracias—susurró antes de separarse de él con pesadez.

Nathaniel comenzó a guardar algunos libros en una mochila.

—Nath—lo llamó, él se dio la vuelta—. Recuerda que aún tienes tus cosas en casa, y que siempre serás bienvenido en ella.

Castiel sonrió, intentando transmitirle algo de tranquilidad al rubio. Él solo asintió y continuó recogiendo los libros. Cuando acabó se giró y se dirigió al chico.

—Te escribiré más tarde—le dijo antes de acercarse y darle un leve beso en los labios.

—Ten cuidado—contestó devolviéndole el beso.

.

.

.

Alexy estaba guardando un par de libros en su taquilla cuando de pronto sintió unas manos en su cintura. Las conocía muy bien.

—Buh—dijo en su oído para luego soltar una risita. Alexy cerró la taquilla y se giró.

—No me has asustado, sabía que eras tú—contestó sonriendo.

—La próxima vez cambiaré de táctica.

Alexy miró en dirección al pasillo. Distinguió a Castiel y Nathaniel entrando a la sala de delegados, a Karla en la entrada hablando con más gente y finalmente a Sucrette charlando con Lysandro.

—¿Sabías que todos pueden vernos?—musitó volviendo a mirar a Kentin.

—Sí—respondió con naturalidad.

—¿Y…?

—No me importa—se encogió de hombros—. Por cierto, ¿estás libre hoy?

—Sí, ¿por?

—Una cita, a las seis pasaré a buscarte.

Alexy frunció el ceño.

—¿En serio?

—Claro—dijo sonriendo.

 

Notas finales:

¡No me maten! ¡Mejorará muy pronto! 

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