Alexy estaba tremendamente nervioso. ¿Qué ropa debería ponerse? ¿Cómo debería comportarse? ¿Debería llevar algo especial? Oh, mierda. Ese era el quinto ''modelito'' que se probaba, pero no le convencía del todo. Pensó que lo mejor era pedirle ayuda a alguien. Y en casa solo estaba su hermano, que… bueno, aunque tenía peor gusto que él, era la única persona que estaba con él.
Se dirigió al salón donde su hermano continuaba jugando a su nuevo videojuego, aún era temprano para ir a visitar a Lys.
—Armin—lo llamó—Armin, hazme caso—él seguía con los ojos puestos en la pantalla—¡Armin!
—¿Qué?—dijo sin mirarlo.
—Esta noche tengo que ir a cenar a casa de Kentin, ¿crees que esta ropa está bien?
—No sé—contestó sin levantar la vista.
—No me has mirado—Armin bufó.
—Sí lo hice—mintió, en ese momento tuvo que acabarse la partida, porque dejó de pulsar los botones y de mirar hacia la pantalla.
—¿Y bien?
—¿Me dijiste que ibas a cenar a casa de Kentin?
—Sí.
—¿Solo con Kentin?
—Y sus padres—Armin lo miró como si estuviese loco.
—¿Con sus padres?
—Sí, bueno… Kentin quiere decírselo.
—Ah… ya—asintió—¿Crees que te aceptará como nuero?
—No sé. Enviaron a Kentin a la escuela militar, tengo miedo de que lo manden otra vez—musitó.
—Solo sé tú mismo, sueles caer bien a la gente.
—No sé yo…¿Entonces esta ropa…?
—Yo no sé de moda, pero si vas a cenar con sus padres, evita el rosa fluorescente—dijo riendo.
—Sí, tienes razón—se rió también.
Volvió a su habitación, esta vez tomó una camisa de botones de color naranja suave, como el de una puesta de sol y un pantalón vaquero negro. Se dirigió al salón nuevamente.
—¿Y ahora?
Armin pausó la partida de su consola.
—Ahora mejor.
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Nathaniel seguía en aquella maldita casa, su madre le había dicho que se quedase en su habitación, no fuera a ser que a su padre se le fuera la olla, otra vez, y le golpeara nuevamente. Se aburría mucho, todos estaban en clase ahora y él estaba ahí mirando a la nada.
De pronto, escuchó su teléfono sonar.
—¿Diga?
—Nath, ¿estás bien? ¿qué ha pasado?—escuchó la voz de Castiel en el otro lado de la línea.
—Sí, estoy bien—no sabía cómo decirlo—tengo...tengo una buena noticia.
—¿Buena noticia?
—Sí, bueno, mi madre me ha defendido y… la convencí para que me firmara una autorización para poder vivir contigo.
Castiel se quedó en silencio unos segundos.
—¿En serio?
—Sí.
—Eso es genial, pero… ¿te ha puesto una mano encima ese imbécil?
—No, como te dije, mi madre me defendió y cuando volvió a intentarlo yo lo esquivé.
—Deberías haberle dado una buena paliza.
—No te pases, tampoco podía hacer eso.
—Dije que deberías, rubia.
—No me llames rubia.
—Sí. Entonces… ten cuidado y llámame más tarde si pasa algo, y si no también, ¿vale?
—¿Ya no puedes vivir sin mí?—se burló.
—Cállate, rubia—musitó antes de oírlo gruñir nuevamente.
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Las horas habían pasado y Armin ya había dejado su consola, había ''quedado'' con Lysandro. Se preparó para salir y avisó a su hermano.
—Alex, me voy.
—¿Adónde vas?—preguntó el chico de cabellos azules.
—A dar una vuelta por el parque, supongo.
—Y por ir a dar una vuelta por el parque te refieres a que tienes una cita con Lysandro.
—No es una cita—respondió apresuradamente—Espera, ¿cómo sabes eso?
—Tú no sales a dar paseos por el parque, si sales, es que vas a ver a Lysandro—dijo encogiéndose de hombros—Además te acabas de delatar solo.
Armin se mordió el labio.
—Me voy.
—Que te vaya bien en tu cita.
—¡Que no es una cita!—y cerró la puerta después de haber salido.
Ando tranquilamente hasta la tienda, se quedó unos minutos fuera. ¿Debía entrar o no? Mierda.
Alguien familiar se le acercó.
—Armin.
Se giró nervioso.
—¿Rosa?
—¿Has venido a ver a Lys?
Mierda, mierda, mierda.
—Eh...—tartamudeó.
—Entiendo, creo que ahora está atendiendo a una clienta, pero puedes entrar de todas formas, o si lo prefieres le diré que salga.
—¿Puedes decírselo?
—Claro, dame un minuto—la chica entró a la tienda. Armin estaba algo nervioso, le sudaban las manos y la espera de apenas cinco minutos se le hizo eterna.
—Hola, Armin—tragó saliva.
—Hola, Lys.
—¿Estás bien? Te noto tenso—joder.
—Estoy bien, querías hablar, ¿no es así?—decidió tirarse a la piscina en lugar de andar dando rodeos.
—Sí, pero no sé si este es un buen lugar, ven—lo agarró de la mano y tiró de él una calle más allá.
Armin trató de respirar nuevamente. Se detuvieron.
—Yo… seré directo...—el chico frunció el ceño—¿Qué sientes por mí?
Armin abrió los ojos sorprendido.
—Eh… yo...—empezó a tartamudear nuevamente. Joder, joder, joder. Intentó hablar nuevamente pero no pudo.
Lysandro agarró su cara con las dosmanos y lo atrajo hacia él de forma que ambos labios acabaran unidos, sin importarle que hubiera gente mirándoles. Continuó besándolo de forma apasionada hasta que finalmente se separó de él.
—Lysandro...
—Me gustas.
Armin no podía estar más sorprendido. ¿Había sido real? Ni siquiera lo sabía.
—Y tú a mí—dijo en un susurro, más para sí mismo que para que lo escuchara el otro. Pero este lo hizo.
—No pensaba que fueras a decir eso—dijo el chico victoriano sorprendido—¿Quieres que lo intentemos?
—¿El qué?
—Estar juntos.
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto.
—Bueno… entonces… creo que no perderemos nada intentándolo.
Lysandro sonrió.
—Gracias, Armin.