—Alexy, yo...—musitó inseguro.
—No—le cortó y se giró para marcharse.
—Pero, Alexy, todo esto es un malentendido—esta vez fue Sucrette quien habló.
—No—repitió antes de salir del club. Sucrette miró al chico militar confundida.
—¿Qu-qué es lo que le pasa?
—Tengo que hablar con él—contestó apartándola y salió en busca del chico, pero Armin lo detuvo.
—¿Qué?
—No vayas, déjalo. Lo vas a lastimar aún más.
—No es lo que piensas, Armin. Tengo que explicárselo.
—No quiero que le vuelvas a hacer daño a Alexy.
—Solo quiero arreglarlo.
—Pues no lo hagas, porque como le vuelvas a dañar, te vas a enterar de una buena—fue lo último que dijo antes de entrar al instituto. Kentin entró después de él y comenzo a buscar al chico por todo el instituto recorriéndolo de punta a punta, hasta que finalmente lo encontró en el sótano. Alexy trató de huir cuando lo vio pero el moreo no se lo permitió ya que lo agarró del brazo.
—Suéltame.
—Primero, escúchame. No es lo que parece, yo no quería besar a Sucrette y menos después de haber discutido contigo. Lo que realmente pasó es que ella se tropezó con una piedra del jardín y para que no se cayera la agarré y sin querer fue Su quien levantó la cabeza y sin querer me besó. Te digo que es un malentendido.
—Pues no te creo, porque tú no dejas de tener dudas.
—No tengo dudas, tengo miedo. No quiero volver a la academia militar, Alexy. Y-yo... perdóname...
Alexy lo observó unos segundos.
—No te voy a perdonar, no hasta que sepa que te arrepientes de verdad.
—Me arrepiento, no sabes cuánto—dijo bajando su mano hasta la de Alexy, acariciándola con delicadeza.
—No me toques—se quejó él, pero el moreno en un movimiento rápido logró que sus labios se juntaran con los del chico de cabellos azules por al menos dos o tres segundos, luego él lo empujó de inmediato.
—¿¡Pero qué crees que haces!?
—Demostrarte que te quiero, Alex...—él rechazó su caricia de un manotazo.
—No vuelvas a hacer eso. Jamás—se alejó de él y salió del sótano enfurecido. Kentin lo observó marcharse y luego bajó la mirada.
—Kentin, ¿qué ocurre?—escuchó la voz de Sucrette en la puerta. Él no contestó—. Siento muchísimo lo de antes, fui torpe, me tropecé y pues... acabé con los labios pegados a los tuyos, de verdad, no sabes cuánto lo lamento...—musitó nerviosa.
—Fue un accidente, puede pasarle a cualquiera—murmuró él.
—No entendí bien la reacción de Alexy, es decir, sabía que a él le gustas pero... ¿estabais saliendo?
Tampoco respondió a eso.
—Ya veo... Si te sirve de algo, estoy saliendo con Dake, así que puedes decírselo a Alexy, no estoy interesada en ti. No sabes cuánto siento esto, no era mi intención...—respondió al borde de las lágrimas.
—Lo sé, no te preocupes.
—Si necesitas hablar o lo que sea, avísame, ¿de acuerdo?
—Sí...
—¿Te dejo solo?
—Por favor—musitó. Ella asintió y salió. Ese momento fue el que Kentin se dio cuenta de que lo había perdido y estaba muy abatido y derrumbado.
Mientras tanto, en el aula A se encontraban Armin y Lysandro charlando. El de cabellos negros le estaba contando lo que había sucedido con Kentin y su hermano. El chico victoriano solo asentía, Armin lo notaba algo extraño, ¿era posible que se sintiese frustrado por eso? No tenía ni la más mínima idea.
—Así que ahora quiere estar solo...—Lysandro asintió, aún tenía esa expresión extraña en su rostro—¿Te pasa algo, Lys?
Él se sonrojó un poco.
—Es que...no nada—agitó las manos de un lado a otro.
—¿De verdad? No te creo mucho, ¿te sientes bien?
—Si te digo la verdad, no. Porque no puedo aguantar más.
—¿E-el qu-qué?—cuestionó Armin confundido.
—Que...—parecía buscar las palabras adecuadas pero no decía nada—No importa ahora.
Agarró las mejillas del gamer con las dos manos y lo atrajo hacia él, provocando que ambos labios se juntasen en un beso mucho más profundo que el primero. Armin debía reconocer que los labios del chico victoriano eran adictivos y que hacían que cada vez desease más, y con Lysandro ocurría exactamente lo mismo. Continuaron besándose un poco más, hasta que no les quedase oxígeno en los pulmones, entonces se separaron y apoyaron su frente sobre la del otro, respiraban desacompasadamente, tratando de recuperar el aire perdido.
—¿Po-por qué has hecho eso?—preguntó Armin sonrojado.
—Ahora estoy bien, necesitaba hacerlo—musitó sonrojado y recalcó la palabra ''necesitaba''—disculpa si te incomodé, Armin...—y sin decir ni una sola palabra más salió de la habitación.
Armin estaba incrédulo, no se lo podía creer. Aun sentía la sensación de los labios de Lysandro sobre los suyos. Acababa de besarse con el chico victoriano, otra vez.
Para Castiel y Nathaniel la mañana transcurría pacíficamente. El pelirrojo ya había ayudado al chico con sus heridas y ahora estaban viendo una película en la televisión. De pronto, el móvil de Castiel sonó, él contestó de mala gana.
—¿Quién es?
—Castiel, soy Ámber. ¿Está mi hermano contigo? No hay venido a clase—Nathaniel lo miró.
—No, no sé dónde está—mintió llevándose un codazo por parte del rubio que trataba de quitarle el móvil.
—¿De verdad que no sabes dónde está?
—No tengo ni la más mínima idea—Nathaniel se sentó en las caderas del pelirrojo, le dio un leve mordisco en la mejilla, distrayendo así a Castiel y consiguiendo así arrebatarle el móvi, le sonrió victorioso.
—Ámber, soy yo.
—¡Nath!—exclamó—¿Estás bien?
—Bien, bien...pues no del todo. Pero estoy mejor, Castiel ha estado conmigo en todo momento—respondió.
—Ah, ya veo. Supongo que eso es bueno... Yo... siento haber tenido la foto en el móvil, Karla me la pasó y entonces...—él la interrumpió.
—Lo sé.
—Aún no me ha devuelto el móvil, estoy llamando desde el de Li. ¿Te hizo mucho daño anoche?
—Diría que fue la peor paliza que me ha dado.
—Yo...—tartamudeó nerviosa—Esto... espero que Castiel te cuide bien...Tengo que colgar, hasta mañana.
Y cortó la llamada.
—Me hiciste daño.
—Eso te pasa por mentiroso—aún continuaba sentado encima del pelirrojo.
—¿Qué? ¿No te ha regañado?
—No, me ha sorprendido.
—Qué raro—dijo él mientras colocaba sus manos en la espalda del rubio.
—Sí...—soltó un bostezo.
—¿Tienes sueño?
—Sí, un poco—admitió sonriendo tímidamente y posando sus manos sobre el pecho desnudo de Castiel.
—¿Quieres que vayamos a la cama?—preguntó abrazándolo.
—No, no importa—cerró los ojos y sonrió al notar la calidez del pelirrojo. Castiel lo observó, realmente, a pesar de todos esos moretones, su expresión era tierna. Sin poder evitarlo lo empujó un poco para luego posar sus labios sobre los del delegado. Él le correspondió el beso. De pronto, Castiel atrapó con sus dientes en labio del chico. Él se quejó.
—Eso te pasa por morderme—lo soltó. Nathaniel pasó sus brazos por alrededor del cuello de Castiel y apoyó la cara en su cuello, luego se acercó y le plantó un suave beso en la clavícula. Subió hasta su cuello y le dejó una marca rojiza en éste. El pelirrojo sonrió y volvió a acercarse besó nuevamente sus labios e imitó su acción anterior; mordió levemente su labio.
—No...—fue interrumpido por el sonido de la cerradura de la puerta principal abriéndose. Se levantaron de un salto.
—¡Mierda! ¡Ve a vestirte!—Nathaniel se dirigió a la habitación del pelirrojo para ponerse la ropa, mientras que a él solo le dio tiempo de ponerse una camiseta.
—¡Cassy!—lo llamó.
—Estoy aquí—respondió.
—¡Hola, cariño! ¿Cómo has estado?
—Esto... bien, sí—estaba terriblemente nervioso—¿Dónde están mi padre y Demonio?
—Ellos no pueden venir hoy, Cassy. Por cierto, ¿qué te ha pasado en el cuello? ¿Te has hecho daño? —Nathaniel...—maldijó para sí—No es nada, no te preocupes por eso. Yo... tengo algo que decirte.
El rubio suspiró y abrió la puerta de la habitación de Castiel para luego entrar en la sala de estar.
—Bu-buenos días...—musitó algo ruborizado y nervioso, sobre todo nervioso. La mujer lo miró extrañada.
—Buenos días, ¿qué decías, Cassy? ¿Qué le ha pasado a tu amigo?
Castiel lo miró, buscando su aprobación, pero fue él quien se adelantó.
—Disculpe las molestias, lo que ha pasado es que Castiel me ha invitado a pasar la noche aquí porque mi padre me echó de casa. Sé que suena mal pero no es lo que piensa, mi padre es muy exigente y nunca está contento con lo que hago, ayer me... me dio una paliza y...—tragó saliva, el pelirrojo continuó.
—Él es el delegado principal del instituto, es muy inteligente y esas cosas... También me ayuda a cocinar de vez en cuando...
—¡Ah! Tú eres Nathaniel, ¿verdad?
—S-sí.
—Castiel me ha hablado de ti—el rubio lo miró sorprendido—, por mí no hay problema, puedes quedarte a hacer compañía a Castiel el tiempo que necesites.
—Es muy amable por su parte, pero pagaré todos los gastos en cuanto empiece a trabajar y me mudaré a vivir solo cuando reúna todo el dinero.
—De acuerdo, y... ¿dónde duermes?
Ambos tragaron saliva.
—¡En el sofá!—dijeron al unísono.
—Ah, bien, entonces—respondió,el rostro de los dos chicos estaba pálido—¿Os pasa algo?
—Te-tengo otra cosa que decirte—murmuró el pelirrojo mirando al rubio.
—¿Qué pasa, Cassy? Me estás asustando.
—Yo... cuando Nathaniel se vaya... me iré con él...
—¿Qué? ¿Por qué?—dijo algo asustada.
—Porque...—volvió a mirar a Nathaniel antes de decir nada, ahora ambos estaban sonrojados—es.... es mi novio.