Castiel, al darse la vuelta para volver al salón vio que el rubio no estaba allí. Se dirigió al salón para buscarlo y finalmente lo encontró en el sofá, mirando la televisión con una mueca molesta. Se tumbó junto a él.
—Ya sé que es odiosa, no escuches nada de lo que diga. Está loca—le dijo.
El delegado soltó un suspiro.
—Nath...—lo llamó. Él no le hizo caso, simplemente seguía mirando la televisión—Nath...—repitió, pero tampoco contestó—Joder, ¿se puede saber qué cojones te pasa?
Lo miró antes de responder.
—¿Por qué no la empujaste cuando te besó?—dijo molesto.
—¿Es eso? ¿Qué querías que hiciera? Fue ella la que se acercó, no me dio tiempo para empujarla.
—Ya, pero seguro que si yo no la hubiese apartado, tú la hubieras besado—respondió.
—Anda ya, ¿estás loco? Es una víbora asquerosa. ¿Cómo crees que voy a querer besarla?
—Ya te lo dije, si yo no la hubiese apartado, tú la hubieras besado tan a gusto.
Castiel soltó una pequeña carcajada, le parecía realmente rídiculo.
—Nath, ¿estás celoso?—preguntó, aunque ya era bastante obvio.
—Claro que no—mintió.
—¿Seguro?
—No estoy celoso.
—Vale, entonces dame un beso.
—Vete y dáselo a Debrah—contestó haciendo una mueca de enfado. Castiel volvió a reírse y lo agarró por las mejillas—. No me beses.
—¿Por qué no?
—Porque no quiero.
—No te enfades por esa gilipollez—se acercó más, él apartó la cara—Dame un beso.
—No, no quiero los gérmenes de esa...—iba a decir una palabrota, pero no lo hizo.
—¿En serio? Te he besado antes, delante de ella. Ya tienes ''gérmenes''.
—Aagg, es verdad—se llevó la mano a la boca.
Castiel le apartó la mano y se acercó más a él. Pegó su frente a la de él y rozó su nariz con la del chico.
—No me beses—repitió, en tono de advertencia. Castiel sonrió divertido y le plantó juntó sus labios con los de él un par de segundos. Nathaniel se levantó molesto del sofá y ando hacia el pasillo.
—¿A dónde vas?—le preguntó el pelirrojo sin haberse levantado.
—A lavarme la boca—contestó antes de entrar al baño. Castiel soltó una carcajada antes de levantarse e ir tras él.
En otra parte de la ciudad, Alexy andaba por la acera en dirección a su casa. Armin, Lysandro, Rosalya y Leight habían decidido ir a comer fuera de casa mientras que él prefirió marcharse. Estaba llegando cuando de pronto escuchó una voz detrás de él.
—¡Alexy!—él se giró.
—¿Jade? ¿Qué haces aquí?
—Necesitaba comprar algunas semillas y ahora tengo que llevarlas al instituto, ¿estás ocupado ahora?
—No, en realidad, me estaba yendo a casa, ¿necesitas ayuda?
—Me gustaría que alguien del instituto me acompañase, pero no te preocupes si no puedes.
Alexy meditó unos segundos.
—Está bien, vayamos.
—Muchas gracias—sonrió, ambos empezaron a caminar.
Andaron en silencio unos minutos. Alexy estaba muy sumido en sus pensamientos.
—Esto… Alexy, ¿estás bien?
—¿Eh? Sí.
—Sucrette me ha contado algo acerca de ti y Kentin…
—Ah, sí...—musitó.
—¿Le has perdonado?
—No—suspiró—desde el principio dudó si de verdad me quería a mí o a Su' y… no… no sé.
—¿Ya no le quieres?
—Claro que lo quiero, pero me duele mucho.
—¿Y entonces no le vas a perdonar?
—No lo sé—contestó finalmente.
—¿Se disculpó?
—Sí, varias veces, parecía arrepentido pero… tengo miedo de que me haga daño otra vez.
—Creo que te estás haciendo más daño de esta forma, ¿sabes? Aunque, puedes hacer lo que quieras, solo espero que lo arregles pronto. Todos queremos volver a ver al Alexy feliz de siempre—sonrió.
Él suspiró y embozó una sonrisa.
—Claro…
Armin se encontraba en el supermercado, comprando algunas cosas para la cena. De pronto sonó su móvil, él contestó y le extraño escuchar una voz femenina en la línea.
—¿Diga?
—Con que te llamas Armin… ¿verdad?
—Eh… Sí—no tenía ni la más mínima idea de quién se trataba—¿Quién eres?
—¿Ya no te acuerdas de mí? Soy la adorable Nina, novia de Lysandro.
Armin frunció el ceño.
—No eres su novia, solo una fan.
—¿Eso es lo que te ha contado mi cuñadita? Pues es mentira, soy su novia.
—Pero eres menor que él—respondió.
—¡El amor no tiene edad!—exclamó.
—Ya, claro. ¿Cómo has conseguido mi número?
—Tengo muchos contactos, ¿sabes?—Armin quería decir algo pero ella no lo dejó—. Y te llamaba para decirte que te vayas alejando de mi Lysandro, es mío y no te va a querer a ti.
—¿Y tú qué sabrás?
—¡Lo sé! ¿Cómo va a preferir salir con un chico tan friki como tú cuando él es taaaan apuesto y encantador? ¡Ni en broma! ¡Claro que me prefiere a mí! Soy hermosa y encantadora como él—dijo soltando una risita. Armin solo pensó que estaba loca. Muy loca.
—Si tú lo dices...—iba a colgar pero volvió a escuchar un grito proveniente del teléfono.
—¡ESPERA!—se puso el móvil en la oreja nuevamente—Tú… ¿Has besado a Lysandrito?
Él tragó saliva.
—N-no—mintió.
—¿Y por qué tartamudeas?
—N-no est-estoy tartamudeando—dijo nervioso.
—Es mentira, escuché todo lo que hablasteis en el parque—se quejó. Armin se quedó en blanco—¡Te lo tengo advertido! ¡Lysandrito es mío y si intentas arrebatármelo te vas a enterar!
—No-no he intentado nada.
—¡Ya te lo dije! ¡Lysandro no querrá salir con un chico como tú!
Y colgó la llamada. Armin suspiró, ¿sería verdad eso? No lo creía, Nina está loca.
El tiempo pasó y eran cerca de las nueve y media. Castiel y Nathaniel estaban cenando silenciosamente.
—Esto… Castiel.
—¿Qué?
—Mañana no puedo faltar al instituto otra vez, soy el delegado principal, además, no puedo cargarle a Melody todo el trabajo.
—Que se joda—contestó y siguió comiendo.
—Cast…—él gruñó.
—Ya… Entonceࡽs, ¿te sientes bien? ¿No te duele?
—Sí me duele, pero me aguantaré.
—Si te sientes mal mejor quédate. Hablaré con la directora si quieres.
—La directora te castigará otra vez por no hacer el castigo del otro día—contestó el rubio.
—¿Quieres ir al instituto?
—La verdad es que no, pero es mi obligación.
—''Es mi obligación''—lo imitó—. No es para tanto, yo he faltado más de una semana seguida y mírame.
—Exacto.
—¿Exacto qué?
—No quiero acabar como tú.
—¿Estás diciendo que soy una mala influencia?—dijo irónicamente.
—Sí—contestó divertido.
—Ah, ya lo sabía—ambos sonrieron.
Terminaron de comer y recogieron los platos, después de hacer su rutina nocturna decidieron darse una ducha. Nathaniel entró primero, pero después entró también Castiel.
—Eh—se quejó el delegado.
—¿Qué?
—¿Por qué no me dejas ni siquiera ducharme solo?
—Porque tenemos que ahorrar agua—dijo sonriendo de forma traviesa.
—Si ya, mentiroso.
Castiel le enseñó la lengua.
—Tenemos que preocuparnos por el planeta y los gastos, Nath—respondió con tono seductor mientras lo acorralaba contra las paredes de la ducha. El delegado suspiró y resignado aceptó ducharse con el pelirrojo. Aunque él tuviera la manía de tocar donde no debería, pero de todas maneras, le gustaba.