Los encuentros son extraños ¿no?.
Siempre he pensado que nuestra vida pasa como el sountrack de una película, a veces alegre, otras triste y otras tan rutinaria que no escuchamos la música de fondo. Yo particularmente era del ultimo tipo.
Cuando te conocí era esa etapa de mi vida demasiado ocupado para prestarle atención a la música de fondo, probablemente si la hubiera escuchado me hubiera alertado, pero en cambio la sorpresa me golpeo, literalmente.
Mi primer recuerdo de ti es el frio en mi trasero. Chocamos tan fuerte que termine en el suelo. Quise soltarte una buena ronda de insultos pero cuando te vi olvide todo; tu apariencia me golpeo mas fuerte que el suelo, tus rasgos finos y algo infantiles, tu fuerte quijada, el vello que empezaba a salir en tu mentón, a pesar ese día tu cabello cubría la mayoría de tu rostro igual me quede embelesado con la primera mirada.
No recuerdo las primeras palabras que me dijiste, me pasaste a una etapa en la que los sonidos no llegaban a mis oídos ¿Quién diría que las películas tenían algo de razón en esto?
Dejaste de mover tu labios y entonces entendí que no había hecho o dicho algo por un buen rato, tu mirada reflejaba preocupación y algo de miedo, no te culpo, yo también me hubiera asustado. Reí sin saber porque, en realidad nunca lo hacia, el nerviosismo me habia llevado a algo demasiado alejado de mi personalidad. Ahora me mirabas preocupado. No, la contusión en mi trasero no paso a mi cabeza. Simplemente me empiezas a causar demencia.
Me levante limpiando el sucio en mi ropa, esta vez si te escuche cuando hablaste “¿Estas bien?” tu voz era gruesa y arrastrabas un poco las palabras, sinceramente era bastante normal, ni un coro de angeles, ni un locutor de noticias, pero tenias algo que era unico. Extraño en realidad.
Esta vez si te respondi, pero no pareciste convencido, probablemente porque seguía perdido en mis pensamientos intentando desifrarte, nuevamente, no te culpo. Busque mi celular para aparentar algo de normalidad y me lleve la sorpresa de que la pantalla tenía un gran manchón negro. Se había roto.
Lo notaste y me ofreciste inmediatamente tu ayuda, ahora fui yo la que se alertó, no sabía si lo hacias por el miedo a una demanda o algo asi, había aprendido que las personas en este país eran algo extremistas. Te dije que no había problemas, aunque reparar el celular implicaría una elección de comidas más humildes por los próximos días. Insististe en cubrir los gastos de la reparación y realmente no pude ni quería negarme, anotaste tu numero en un papel mientras que yo te dictaba el mio y después corriste diciendo que estabas retrasado.
Ahora empezó la etapa de mi vida donde el fondo era alguna horrible rosa canción pop.
Nos encontramos varias veces, en la primera te ofreciste a comprar un nuevo celular a lo que me negué, por mas apuesto que fueras odiaba sentirme como un acto de caridad. Pese a tus quejas te ayude a pagar la reparación, aunque te lo cobraste invitándome a almorzar.
Hablamos de tantas cosas que las palabras aun flotan en mi mente; nombres, comida, gustos, disgustos, y por supuesto del clima. No luciste sorprendido cuando te dije que era extranjero, aunque por mis rasgos debió parecer algo obvio, me dijiste que al igual que yo tu padre también era extranjero, pero fue todo lo que me dijiste de él.
Acordamos encontrarnos otro día, confiando de que alguno no cambiaría de planes ya que yo estaba temporalmente incomunicado y solo tenia tu palabra de confirmación. Cuando llegue al lugar ya estabas ahí, mirabas constantemente el reloj en tu pulsera y no pude evitar sonreír, aun con tu gran altura parecías un niño esperando que lo buscaran de la escuela.
Me llevaste a un lugar del cual no me dijiste el nombre, solo sonreías y presumías de lo genial que era. Cuando llegamos mire a los lados esperando ver algunas cámaras, el lugar lucia exactamente como el antro de alguna película, incluso era subterráneo. Me aferre más a tu mano, que por cierto recién me empezaba a dar cuenta que la sostenía. El lugar tenia luces bajas y amarillentas, el olor a nicotina asfixiaba, y la cantidad de gente me hacían sentir claustrofobia. Mi primera impresión de ese lugar no fue nada buena.
Saludaste a uno de los guardias de lo que parecía ser el VIP y me dejaste ahí prometiéndome que volverías enseguida. Siendo sincero nuevamente, perdiste varios puntos dejándome en ese lugar solo.
Pasaron los minutos y no llegaste, comenzaba a impacientarme, las personas cerca de mi tenían sus círculos tan bien formados y la música estaba tan fuerte que me impedia socializar con alguien. No es que lo hubiera hecho de igual manera asi me pasaran una invitacion. De un momento a otro la música se apago y alguien subio al escenario para presentar a la banda.
Fue el primer momento en el que vi tu rostro despejado, el cabello caia suavemente a los lados acariciando tu rostro, tenias la misma ropa pero de alguna manera lucia diferente, no lo había notado pero tu caminar siempre era firme y seguro, pero sobre el escenario se vio incluso intimidante, me dirigiste una sonrisa mientras caminabas a lo cual me sonroje como quinceañera. Tomaste el micrófono saludando a la audiencia mientras tus compañeros tomaban sus lugares. La voz simple y normal que había escuchado se transformo con el micrófono, aun no se describir tu tono de voz. Tus compañeros te hicieron una seña y sin mas preámbulo tomaste tu guitarra y empezaste a cantar.
Nuevamente perdi la audición, aunque no exactamente, solo te escuchaba a ti, te tomo un segundo acaparar mi mundo completo. Tu voz era tan impresionante que simplemente no pude moverme, asi que solo te escuche. Aun no se como describir tu música, al igual que tu voz creo que sencillamente no hay definición alguna, aun sin saber nada profesionalmente de la música sabia que eras talentoso.
Cuando volví al mundo un par de chicas gritaban en mi oído que te amaban mientras lloraban, volví a mirar a los lados esperando alguna cámara, empezaba a creer que era parte secreta del casting de una película. Porque estas cosas no le pasan a alguien normal, y yo estaba seguro que si buscabas normal en el diccionario aparecería mi rostro al lado de la definición.
El guardia que habías saludado me dijo que me estabas esperando en camerinos, asentí y fui a buscarte. Por suerte había un gran cartel que indicaba donde estaban los camerinos y no tuve andar dando vueltas buscándolo. Antes de llegar te vi en el pasillo, lucías ansioso y movías tu pie sobre la pared enérgicamente, me recordaste a un cachorro esperando a su dueño. Levantaste la mirada y me viste, por un momento ninguno dijo nada, abriste y cerraste tu boca varias veces pero no dijiste nada, casi me parecía mentira que hace un momento estuvieras cantando frente a una pequeña multitud y que ahora te falten las palabras.
“Así que a esto te referías cuando dijiste que trabajabas con el público” solté recordando las palabras que me había dicho cuando nos reunimos por primera vez. Me miraste y algo debió haberte dado la confianza que necesitabas ya que me respondiste con una sonrisa “Hoy fue una buena noche, pero los sábados se reúne el club de ajedrez, ahí es el verdadero reto” Ambos reímos sin saber bien el motivo.
Después de eso todo encajo como si nada, me buscabas al salir de clases, yo te buscaba al salir de los ensayos, nos adecuamos el uno al otro como si tuviéramos toda una vida haciéndolo y no apenas unas cuantas semanas.
Ahora el fondo de mi vida era una muy alegre y pegajosa canción de pop rosa.
Un día después de uno de tus toques me entregaste mi celular, había pasado tanto tiempo sin el que me pareció un completo desconocido, sobre todo por el fondo de pantalla, era yo, sonriendo entre una eufórica multitud mientras veía a alguien fijamente. Me habías tomado esa foto mientras cantabas y yo estaba tan perdido en ti que ni siquiera había notado que usaste mi celular.
Encajamos tan bien que nunca acordamos nada oficialmente, simplemente tú me veías y yo a ti, fin de la historia. Jamás tuvimos el estatus de “novios” o algo parecido, solo éramos personas que ya no podíamos estar sin la otra.
Mi vida llena de libros de economía adquirió un tono más interesante gracias a tu música, las reuniones después de los toques se hicieron cotidianas, al igual que los desvelos que solemnemente me acompañabas cada vez que tenía un examen.
Las estadías en tu departamento se hacían más cotidianas, al punto que el closet tenía casi la misma cantidad de mi ropa que de la tuya. Solo cuando vi eso recién caí en cuenta de que hice lo que había juzgado tantos años atrás, incluso mi cepillo de dientes acompañaba fielmente al tuyo. Cuando te lo comente tú también caíste en cuenta y reíste conmigo, entonces me pediste que viviera contigo.
Aunque pasaba la mayoría de las noches en tu departamento, la propuesta me hizo dudar, jamás habíamos declarado nada oficial, ni nuestras salidas, ni nuestra relación, ni siquiera las plantas que compramos para adornar el lugar, o el gato que planeamos adoptar. Todo se daba tan naturalmente que ahora que me proponías algo oficial me daba pánico, maldije a la sociedad y sus horribles ganas de etiquetar todo, arruinando la felicidad.
Me encontraste llorando en el balcón, a pesar de que era la primera vez que me veías llorar no dijiste nada y solo te sentaste a mi lado con tu guitarra en las piernas tocando una suave melodía, sabias que tu música me calmaba más que cualquier palabra. No supe cuánto tiempo estuve llorando mientras escuchaba los acordes de tu guitarra, ni siquiera recordaba la última vez que llore y mucho menos de esta manera. Cuando termine dejaste de lado la guitarra y me acurrucaste en tus brazos como niño pequeño. Jamas me habia sentido tan protegido en mi vida.
Llore aún más. Te amaba demasiado.